Ni divinicemos ni demonicemos a León; la imperiosa necesidad de que nos deshiperpapalicemos

Hemos terminado en la Iglesia más preocupados por el Papa que por nuestra escala de valores, y con ello hemos distorsionado nuestras prioridades

¿En qué se centra nuestra fe?

Paradójicamente, aunque la conclusión es que tenemos (tengo) que dedicar menos tiempo y atención a todo lo que dice, hace o deja de hacer el Papa de Roma, en este artículo nos vamos a centrar de lleno en el Sumo Pontífice. Pero es necesario para que se entienda que podemos, podríamos decir, librarnos de una pesada carga.

La carga a la que me refiero no es el Papa en sí. Amo al Papa. Amo al papado. Y hasta ahora (ya ha pasado una semana), amo a León XIV. Para mí eso es incuestionable, y siempre lo ha sido. Incluso durante los muchos años que pasé criticando a Francisco por sus innumerables y tremendos asaltos a la sabiduría, prudencia, tradición, derecho y mandamientos de Dios (no digo más por no alargar la lista), en ningún momento puse en duda que Cristo, la Piedra eterna, fundó una piedra en la Tierra que permanecerá hasta el final de los tiempos, así como que en unos tiempos tan tenebrosos como los que vivimos en que el error ha calado tan hondo desde el trono más alto hasta el último banco de la última capilla, lo mínimo que haría el Señor sería evitar que esa piedra terrenal definiese un error o destruyera a la Iglesia. Es más, sabía que Él intervendría suscitando santos, y algún día instalaría a un santo en el solio pontificio que pudiera recuperar los años perdidos, del mismo modo que algunos papas de la Contrarreforma recuperaron los años que se habían perdido en el último tramo de la Edad Media.

(No se me ocurriría afirmar quién será o podrá ser ese futuro santo, ni cuándo estará entre nosotros, pero podría escribir una encíclica como la que imaginé el lunes pasado, Ut impleretur instauratio.)

No. La carga a la que me refería era la del hiperpapalismo. Esa actitud que ve al Papa como si fuera el no va más del catolicismo, lo tiene como único punto de referencia y poco menos que como su sustancia y epicentro, por lo que prácticamente no hay nada ni nadie más en qué pensar, de lo que hablar o de que preocuparse. A mí me parece que es una actitud que nos aqueja a muchos aunque fundamentalmente no estemos de acuerdo con esa premisa. Precisamente porque son muchos los católicos que se dejan vencer por esa actitud, y como los medios informativos (de todos los bandos) se ven obligados a estar siempre buscando tema para ganarse el pan, los que sabemos que la Fe se encuentra ante todo en la caridad, el culto y el arrepentimiento diarios, en el corazón de la vida interior (que está «escondida con Cristo en Dios»), nos vemos continuamente obligados a reaccionar a la avalancha constante de noticias, imágenes, reportajes, memes, etc.

No suelo citar a George Weigel, pero no puedo menos que concordar totalmente con esto que escribió hace poco:

El aspecto negativo del maremoto mediático que inunda Roma desde hace tres semanas es que recalca la falsa idea de que en la Iglesia Católica no hay otra cosa que importe que el Papa, o al menos lo único en lo que hay que fijarse. Y no es así. Cuando apareció ayer ante unos seis mil periodistas, León XIV propuso que ampliaran sus miras, se fijen más en la Iglesia por todo el mundo y que no hagan sólo reportajes centrados en el Vaticano (…).

Pío IX, que reinó entre 1846 y 1878 fue el primer pontífice cuyo retrato tuvieron muchos católicos en sus hogares. Antes, la mayoría no tenía la menor idea de quién era el Obispo de Roma ni qué tendría o no que ver con la vida de ellos. Matthew Franck escribió en este blog que podemos vivir muy bien con un papa del que no tenemos que acordarnos todos los días; por supuesto que hay que rezar por él a diario, pero no tenemos que estar obsesionados con él. En el contexto de Estados Unidos, ya tenemos bastante con las noticias que llegan de la Casa Blanca; al centrarse tanto el enfoque en ello se distorsiona la perspectiva de lo que pasa en el resto del país.

¿Convendrá tal vez no dar tanta importancia mediática a lo que pasa con el Papa?

Por su parte, Larry Chapp, con quien tampoco estoy siempre de acuerdo en todo pero ha sido un firme aliado en la batalla contra Bergoglio, afirma con toda razón lo siguiente:

En este sentido, y a pesar de tantísimas críticas al proceso sinodal emprendido por Francisco, no nos vendría mal una Iglesia sinodal en la que no se hiciera tanto hincapié en el Papa con respecto a todo lo que tenga que ver con la vida católica, sino en la Fe que se vive en Cristo crucificado tal como se concreta en el sacrifico eucarístico en la parroquia de cada uno, en las obras corporales y espirituales de misericordia y en la piedad de devociones populares que tan queridas son a millones de personas1.

No olvidemos que durante largos siglos los laicos también tenían su parte a la hora de escoger al obispo o al Papa, al menos por aclamación popular. Hubo un tiempo en que la Iglesia estuvo mucho menos centralizada y romanizada de lo que se ha vuelto en los últimos 150 años gracias al creciente dominio de los medios, que luego se ha visto incrementado exponencialmente gracias a internet hasta superar lo que se puede considerar normal o saludable.

Digámoslo sin pelos en la lengua: es totalmente insalubre además de anormal el acceso instantáneo y continuo durante las veinticuatro horas del día a toda opinión, afirmación, apretón de manos, guiño, gesto, saludo, sonrisa, cara agria, paso o acto del Romano Pontífice. Crea una fijación hacia minucias, una sensación de intranquilidad e inseguridad. Fijar tanta atención en un hombre no es sólo papolatría sino también romanolatría, valga la expresión: un interés excesivo en Roma, en el Vaticano, con su politiqueo, sus intrigas y documentos. Es una especie de clerocentrismo que impide la debida actitud hacia lo que verdaderamente es central en la Fe.

En las memorias del archimandrita Bonifacio Luykx, A Wider View of Vatican II: Memories and Analysis of a Council Consultor), próximas a publicarse por Angelico Press, podemos leer este excelente texto:

Una experiencia personal mía ejemplifica la diferencia entre el Papa y los miembros de la Curia durante esa época. En 1956, un canonista de Roma escribió un ensayo en el que sostenía que el Sumo Pontífice era en realidad el único obispo verdadero en la Iglesia. Afirmaba que tiene jurisdicción sobre toda la Iglesia, y los demás prelados son meros administradores en sus respectivas diócesis.
Varios teólogos de nuestro movimiento se reunieron en Chevetogne para debatir sobre el mencionado trabajo, y me pidieron que escribiera contra tan manifiesta herejía. Mi artículo llegó hasta Pío XII, el cual me escribió una solemne carta exponiendo su aprobación. Decía que mi estudio sobre la misión principal del obispo como sucesor de los Apóstoles era la doctrina correcta de la Iglesia, no la opinión del canonista18. Ello tendría más tarde un impacto positivo en las enseñanzas del Concilio sobre la colegialidad y la labor del obispo en la Iglesia.
18 Mi estudio se publicó con el título De l’Éveque (sobre el obispo) en Les questions liturgiques et paroissiales 37 (1956), pp. 191-205.

Como se ve, ¡hay problemas que vienen de muy atrás! No, el Papa no es el único obispo del mundo. No es el único guardián de la Fe. No es lo que define al catolicismo. No es Alfa y Omega. Es el servus servorum Dei, siervo de los siervos de Dios. Está ciertamente supeditado a la Palabra de Dios, expresada en las Escrituras y la Tradición. Está sometido al Magisterio perenne. Y a los ritos apostólicos que desde tiempos inmemoriales rigen el culto divino; ritos que está obligado a recibir y transmitir.

Sabiduría de lo alto

Hay un par de versículos del Salmo 16 que rezo todos los viernes por la mañana (Prima en el Oficio Divino), y siempre me han impactado mucho: Ut non loquatur os meum opera hominum: propter verba labiorum tuorum, ego custodivi vias duras. Perfice gressus meos in semitis tuis, ut non moveantur vestigia mea. Dice el Salmista: «Que jamás mi boca se exceda a la manera de los hombres. Ateniéndome a las palabras de tus labios,he guardado los caminos de la Ley».

No debemos preocuparnos por «la manera de los hombres». Pero el salmista es lo bastante realista para saber bien que nos cuesta muchísimo resistir esa fascinación. Por eso se apresura a añadir: «Ateniéndome a las palabras de tus labios,he guardado los caminos de la Ley». Lo  que cuesta  es ser fiel a la oración diaria, a los deberes de cada día y a la Tradición, la ataque quien la ataque o lo que la ataque. Al final, se trata de fidelidad a Dios, que es el único cuyas palabras son siempre totalmente veraces, y por tanto las únicas merecedoras de nuestra atención, de que meditemos sobre ellas y las pongamos por obra2. Nos deleitamos saboreando cada palabra que sale de la boca de Dios. Prosigue el salmista: «Firmemente se adhirieran mis pasos a tus senderos, y mis pies no titubeen». Como si dijera: refuerza mi resolución y mi capacidad para seguir tu camino sin cejar, pase lo que pase en el mundo de los hombres.

A fin de cuentas, ¿hay algo que realmente dependa de nosotros? ¿Qué podemos hacer? ¿Qué debemos hacer? ¿Con qué tendremos más ?

Respuesta: cultivar la propia viña, la del alma. Rezar. Rogar por el Papa, por la Iglesia y por el restablecimiento de la Tradición.

Todos los días, después de Prima, rezo por León XIV la siguiente oración de un Manual de oraciones con solera, de 1953:

V. Oremos por nuestro Santo Padre el Papa.

R. El Señor lo guarde, le dé vida y lo bendiga en la Tierra, y no lo abandone a sus enemigos.

Oremos. Dios Todopoderoso y eterno, ten misericordia de tu siervo León pontífice nuestro, y guíalo conforme a tu clemencia por el camino de la salvación eterna, a fin de que mediante tu gracia aspire a lo que sea de tu agrado y lo haga con todas sus fuerzas. Por Cristo Nuestro Señor, amén.

Después, paso a otras cosas. Una vez que he puesto al Papa en manos de Dios, lo dejo con Él, y me ocupo de mis obligaciones del día.

Si les gusta más, aquí tienen otra clásica oración:

Deus, ómnium fidélium pastor et rector, fámulum tuum Leonem, quem pastórem Ecclésiæ tuæ præésse voluísti, propítius réspice: da ei, quaesumus, verbo et exémplo, quibus præest, profícere; ut ad vitam, una cum grege sibi crédito, pervéniat sempitérnam. Per Dominum nostrum. 

Dios, pastor y guía de los fieles, mira propicio a tu siervo León, a quien te ha placido poner como pastor de tu Iglesia. Te rogamos que con su palabra y ejemplo edifique a los que están a su cuidado, para que junto con la grey que le ha sido confiada alcance la vida eterna. Por Cristo Nuesto Señor…

Quien aspire a más puede rezar a lo mejor la Letanía de los papas santos, con la que a lo largo de la semana se invoca a todos los pontífices canonizados en la historia de la Iglesia. No vendría mal rezarla al menos una vez al año, ya sea en el aniversario de la coronación del Papa, o hacia la fiesta de San Pedro y San Pablo en junio. O, si les gusta cantar, echen un vistazo a esto.

En conclusión: que recen algo por el estilo. Encomienden al Papa a la Santísima Virgen. Y se acabó. Nada de distraerse ni inquietarse por las incesantes noticias, avisos, análisis, especulaciones, pronósticos y demás.

¿Cuál es el remedio para el hiperpapalismo? Aconsejo lo siguiente: vivir la Fe católica de la forma más tradicional posible. Empápense de sus oraciones: la Santa Misa, el Oficio Divino, el Santo Rosario y otras devociones de gran solidez. Hagan ayunos y celebren fiestas. Ajusten su vida al calendario tradicional. Lean la Biblia (lectio divina: los católicos lo hicieron durante siglos antes de que aparecieran los protestantes). Enseñen y transmitan la Fe de siempre. Procuren simplificar su vida reduciendo tonterías tecnológicas. Y que Dios se haga cargo de lo demás.

Qué sensatas estas palabras de Robin Phillips:

Millones de personas a lo largo y ancho de Occidente se pasan al budismo en busca de paz, serenidad y una vida más relajada. Lo verdaderamente lamentable es que alguien termine cansado de la Iglesia y acabe por encontrar una experiencia espiritual más tranquila y relajada en el misticismo oriental. Es trágico, porque el cristianismo tiene una espiritualidad más contemplativa y relajada. Pero para eso hace falta que cambiemos de mentalidad en cuanto lo que es obra de Dios.

Muchas veces lo pienso cuando oigo por enésima vez apelar a apostolados, misiones, evangelización y cosas así. ¿Por qué no nos centramos en el culto divino y en la oración personal, y ya veremos cómo se encarga el Señor de multiplicar nuestros panes y nuestros peces? ¡Qué idea más radical!

En qué se equivocan los que critican a León

Observo mucho pánico y pesimismo hacia León XIV entre algunos tradicionalistas a raíz de ciertos indicios de continuidad con las ideas de sus predecesores y con el Concilio. Reaccionar así es un error, y por varias razones:

1. Seguramente nunca íbamos a tener un papa que, en muchos sentidos, no continuara lo empezado por Francisco y por la mentalidad conciliar. Alguno podría haber soñado que saliera elegido un Sarah, un Erdö o un Pizzaballa, pero si lo pensamos bien, los progresistas eran mayoría desde el primer momento. Y de salir escogido un conservador, como mínimo habría rendido pleitesía de palabra a su predecesor y al último Concilio. Por mucho que desagrade, es lo que hay.

2. No habría habido muchas posibilidades de librarse de un pontífice que no fuera de la generación del baby boom. Pero hay una diferencia como de la noche al día entre alguien que ha nacido en 1936 y otro que ha nacido en 1955. Bergoglio alcanzó la mayoría de edad entre los delirios del Concilio y quedó impactado por la experiencia hippy. Prevost sólo tenía 10 años cuando terminó el Concilio, a pesar de haberse criado en el páramo postconciliar, su relación con aquello fue muy diferente. Dicho de otra manera: Bergoglio tenía una relación emocional de dependencia con el Concilio, mientras que Prevost sólo la tiene en un sentido conceptual. Es un paso en el camino hacia un nuevo papa que intelectualmente no esté tan comprometido como Prevost, hasta que más tarde llegue otro para quien el Concilio no sea sino uno más entre tantos, no algo especial. Ya sé que es un proceso que se eterniza, pero así funcionan las cosas en las generaciones humanas, y hay que tener presente que los resultados inmediatos sólo los dan las computadoras, no la historia.

3. De una pequeña diferencia de personalidad y de actitud puede depender muchísimo. Hay innumerables indicios de que Prevost tiene una personalidad muy distinta de la de Bergoglio, todos positivos, y de que no quiere ir por ahí ganándose enemigos y derribando gente. Si al menos podemos respirar un poco durante algunos años, ya sería una victoria a estas alturas. Es más, es indudable que si eligieron a uno de Estados Unidos fue para limpiar el enrarecido ambiente económico del Vaticano: «¡Esa gente sabe ganar dinero y resolver problemas!» Pero para hacer bien las cosas, hay que dejar de hacer la guerra a los conservadores y tradicionalistas, que al menos tienen alguna influencia en cuestión de imagen y aportan donativos. Es más probable que quien trata de reconstruir una institución venida a menos procure ser discreto y llevarse bien con todas las facciones.

4. Tenemos el deber de rezar por quienes ejercen cargos importantes, darles una oportunidad de cumplir sus funciones, entender que pueden equivocarse (que es lo propio de la humanidad caída) y abstenernos de condenas prematuras. No hablo de ser ingenuos ni de hacerse ilusiones, sino de justicia y caridad, las cuales debemos a nuestros padres en todos los niveles: en la familia, la parroquia, la diócesis y la Iglesia universal.

Entiéndanme: no digo que no debamos señalar lo que está mal cuando sea necesario. Ahora bien, ¿hay que hacerlo las veinticuatro horas de cada día de la semana? ¿No podríamos dominarnos un poco y rezar un rosario en vez disparar otra andanada? Me pregunto si hasta podríamos… no hacer caso a veces del Papa por una buena temporada para que no caigamos en una forma sutil de papolatría que lo convierta en lo más grande e importante de la religión católica.

Seguro que al leer estas palabras habrá alguno que diga: «Pues entonces, ¿por qué no hiciste lo mismo con Francisco, tú que siempre lo estabas criticando?» La verdad es que durante los dos primeros años me esforcé mucho por no hacerlo, así como por señalarlo cada vez que decía o hacía algo que estaba bien (lo pueden leer en nuestro libro Road from Hyperpapalism to Catholicism, vol. 2). Hasta que llegó un momento en que sus errores e impiedades empezaron a clamar venganza al Cielo y ya no pude callar. Era el momento de enfrentarse y condenar.

Con León XIV, ni siquiera estamos cerca de esa situación. Entonces, ¿por qué no empezamos con una actitud más benevolente y caritativa en vez de hostil? ¿Por qué no nos lo tomamos con calma? Además, si San Francisco de Sales dijo acertadamente que más moscas se cazan con miel que con hiel, podemos tener presente que la actitud y palabras de los tradicionalistas pueden tener un peso considerable en la reconstrucción de los puentes que voló Francisco.

Para terminar, les recuerdo a todos que no rezar por alguien porque se piensa que no tiene remedio es una forma del pecado de desesperación.

La oración es eficaz, y la gracia que se pide también. Un papa malo se puede volver peor si no rezamos por él, y un papa bueno puede llegar a ser mejor gracias a nuestras oraciones. Por eso, nunca dejaré de implorar al Señor gracia para el hombre que porta sobre sus hombros el peso del mundo.

¿Y si resulta que…?

Repetiré una cosa importante: no digo que cerremos los ojos y no nos fijemos en nada de lo que diga o haga el Papa. Está claro que sería un disparate. Como tampoco podemos comportarnos como si fuéramos aquellos campesinos medievales que ni sabían quién estaba de papa en Roma. Doy toda la razón a Leila Marie Lawler:

Me parece perfectamente válido expresar claramente nuestras expectativas y oraciones por una vuelta a un catolicismo normal y ortodoxo. Como el papa León ya está siendo presionado por el sector progresista de la Iglesia y no dejará de serlo, es vital que los defensores de la Escritura, la Tradición y el Magisterio perenne sigamos haciendo saber ni más ni menos lo que sabemos que tiene que ser.

Efectivamente. Tenemos que defender así la verdad, que es nuestro deber de estado y programa de acción. Es preciso que demos a conocer respetuosamente nuestras necesidades e insistamos en que no se pisoteen nuestros derechos. Lo que quiero decir es que tenemos que decidir con acierto en qué batallas nos vamos a empeñar en vez de saltar cada vez que nos llegue alguna noticia positiva o negativa. El hiperpapalismo promueve un agotador círculo vicioso de información, comentarios y críticas.

Los que atacan a León XIV porque no ha cortado de inmediato todos los abusos que se llevan a cabo en la Iglesia, despedido a todos los desquiciados del Vaticano, dejado de mandar felicitaciones por fiestas budistas y demás, tienen que parar. Ahora mismo.

Lleva una semana de Papa (!), y aunque en teoría un pontífice tiene autoridad para hacer casi cualquier cosa en el gobierno de la Iglesia, en la práctica se necesita tiempo para resolver los problemas. Tiene que familiarizarse con todo, seleccionar prioridades, decidir en qué batallas empeñarse, establecer alianzas, ganar terreno y tantas otras cosas más. Ni siquiera los papas más poderosos de otros tiempos se salieron con la suya en todo lo que quisieron. Cuánto más el actual, con un Vaticano tan abultado, burocrático y enrevesado.

Cualquiera que sepa algo de cómo se dirige una organización importante con decenas de departamentos y cientos de empleados, en la que los documentos y declaraciones se preparan con meses de antelación, sabe el poco dominio que tiene en realidad el jefe máximo en un momento dado. Es evidente que si lo decide puede hacer valer su autoridad, pero una decisión así se ve contrapesada por condiciones y consecuencias. La virtud de la prudencia tiene en cuenta todas las circunstancias y, como enseñó León XIII, a veces es necesario pedir que se tolere un mal, al menos por un tiempo, al no poderse erradicar de golpe y porrazo sin causar males mayores.

Tengo la confianza de que León XIV está tanteando el terreno en la debacle vaticana de 2025, y creo que nuestro deber es pedir por él, apoyar sus buenas iniciativas y declaraciones y no atosigarlo mientras se va acoplando al difícil cometido que tiene por delante.

Basta ya de críticas.

Me hago eco de las palabras de Roberto de Mattei:

Muchos se están desviviendo por rescatar hechos y dichos del obispo y más tarde cardenal Prevost, a fin de hacerse una idea del rumbo que puede imprimir a su pontificado. Temen que la ruptura en las formas con el papa Francisco se corresponda con un distanciamiento análogo en los contenidos. Pero en una época en que la praxis se impone sobre la doctrina, la restauración de las formas lleva implícito un restablecimiento de la sustancia. Téngase presente, además, que todo pontífice recibe en el momento de su elección gracias de estado proporcionales a la labor que habrá de cumplir, y en muchos casos se han producido cambios en la actitud de un papa una vez asumido el ministerio petrino. Por eso, como acertadamente ha afirmado en un comunicado el cardenal Raymond Leo Burke garantizando su apoyo al nuevo pontífice, hace falta rezar para que el Señor le conceda «sabiduría, fuerza y ánimo en abundancia para hacer todo lo que pide Dios en estos tormentos  tiempos». Proponemos que la intercesión sugerida por monseñor Burke a la Virgen de Guadalupe se añada la de la Virgen del Buen Consejo que se venera en el santuario agustino de Genazzano.

Por supuesto, no se puede cejar en la vigilancia y la lucha contra los enemigos externos e internos de la Iglesia, pero no es este momento de desengaño y la preocupación, sino de alegría y esperanza. Es un momento de alegría porque la Iglesia Romana ha elegido al Vicario de Cristo, León XIV, añadiendo otro eslabón a la cadena apostólica que lo vincula a San Pedro. Es la hora de la esperanza, porque el sucesor de San Pedro es el jefe en la Tierra del Cuerpo Místico de Cristo, que es la Iglesia. Y la Iglesia, a pesar de las pruebas y persecuciones a las que se ha visto sometida a lo largo de la historia, siempre resurge triunfante como su divino Fundador.

Un sacerdote tradicionalista de EE.UU. Ha escrito estas sabias palabras:

Animo de corazón a todos a mantener una perspectiva sobrenatural en los próximos días y semanas. No caigamos en el malsano pesimismo que ha hecho presa en tantos a lo largo y ancho de la blogosfera. Dispongámonos a ofrecer un piadoso respeto y lealtad a nuestro pontífice. Roguemos mucho por él y por la Iglesia, Cuerpo Místico de Nuestro Señor. Yo mismo estoy impaciente por ver qué tiene deparado el Señor para su Esposa, teniendo siempre en cuenta que «todas las cosas cooperan para el bien de los que aman a Dios» (Rom. 8,28).

No nos dejemos engañar

Me sorprende que algunos tradicionalistas hayan caído tan fácilmente en la trampa típica de la izquierda.

Oí una entrevista al P. James Martin en National Pravda Radio, en la que no dijo nada del otro mundo respecto a lo que realmente piensa León XIV y esquivó las preguntas comprometedoras. Lo que hizo fue tratar de hacer pasar por liberal al nuevo pontífice con miras a captarlo para su plan y darle una especie de imprimátur. Podemos observar y observaremos que otros progres de cierta importancia emplean la misma táctica. Todos quieren conformar un discurso para que el mundo desinformado crea que León va por el mismo camino que Francisco y continúa su plan de destruir y distorsionar la Fe católica o no hacer caso de ella.

Esta vez no creo que les vaya a resultar tan fácil a los progres. Algunos comentaristas inteligentes ya se están dando cuenta de que León no es otro Francisco. Por supuesto que hay y habrá continuidad (¿les sorprende?), pero también se ve mucho más catolicismo, bondad y, por lo que observo, más sutileza en León de la que pudiera haber tenido Bergoglio.

Así que, amigos, espabilen y no dejen que los jimmy martins del mundo les tomen el pelo y los hagan pasar por ingenuos.

Ya me estoy imaginando a mis críticos radicales tradicionalistas (¡que los tengo!) diciendo: «Sí, claro, pero, Dr. K., ¿no se está arriesgando a que también le tomen el pelo a usted? Parece que se pasa de optimista para ser un tradicionalista con tanta experiencia. Al fin y al cabo, León es un papa postconciliar que apoya enteramente el Concilio, la sinodalidad, la inmigración descontrolada y todo lo demás, de modo que únase a nuestras protestas».

Para empezar, ya expliqué en otra ocasión por qué no soy ni optimista ni pesimista, pues me parece que el Evangelio excluye ambas posturas. Pero para dar una respuesta más útil, le diré que no soy ningún ingenuo. Concuerdo con un católico converso, el director de Rorate Caeli:

Critíquenlo todo lo que quieran, pero cada vez sentimos una afinidad más afectuosa por León XIV. Tiene algo inequívocamente bueno. Tiene buen corazón. Se le nota una amabilidad sincera. Y eso ya es una cualidad importante para un prelado, que no es tan frecuente como debería.

Probablemente (¿indudablemente?) nos decepcione… Es que el mundo es así: está lleno de errores, decepciones y remordimientos. Temor a hacer algo, miedo a perderse algo. Enojo por decisiones erradas, llanto por situaciones irremediables. Consecuencias de la Caída.

Ojalá los católicos tradicionalistas den al flamante Pontífice el cariño, estima, respeto y oraciones que se merece. Generosamente, sin temor, esperando lo mejor, conscientes de que es posible que no les corresponda y dando por sentado que habrá desengaños. Se diría que es inevitable.

Que la Virgen lo proteja, y que la Iglesia de Nuestro Señor Jesucristo, la Misa Tradicional y la liturgia vayan cada vez mejor hasta el final de los tiempos.

Esa es, en resumen, enteramente mi actitud. Y creo sinceramente que es la correcta; no sólo en este momento, sino siempre. Es sanamente realista, humilde y, sobre todo, concede la debida importancia a la Iglesia en conjunto y al bien de ella.

No desechemos lo bueno junto con lo malo 

Una preocupación excesiva por los defectos y manías de un papa –o incluso, paradójicamente, por sus virtudes y valores– puede afectar de forma negativa a la fe pura y sencilla que se debe a la función y ministerio del Romano Pontífice. Si nos fijamos constantemente en la persona en concreto tendemos a perder de vista al Vicario o representante de Cristo. Aconsejo que veamos más al Papa como una figura icónica que como una estrella del rock o un político. Dejar que la vista se nos empañe con la imagen que propagan los medios de difusión tiene un efecto corrosivo en nuestra fe infantil en la Divina Providencia y las promesas de Nuestro Señor.

Con numerosos y excelentes testimonios de la Tradición, y contra las afirmaciones de los ortodoxos orientales, Robert Lazu Kmita nos recuerda que los católicos siempre hemos creído que el Papa es la cabeza visible de Cristo en la Tierra:

La fe cristiana auténticamente ortodoxa posee también una dimensión eclesiológica: cree en una jerarquía instituida por nuestro Salvador Jesucristo, la cual incluye como cabeza visible de la Iglesia y servus servorum Dei al Supremo Pontífice. Mi profesor de griego, apasionado del simbolismo sagrado cristiano y traductor de Dionisio el Areopagita, enseñaba que la jerarquía del Reino de los Cielos –cuya cabeza es el propio Dios– se refleja en la jerarquía de la Iglesia militante, cuya cabeza visible es el Papa.

Kmita explica a continuación que es posible, mejor dicho crucial, ser papista sin ser hipepapalista.

El P. Matthew Salomon explica razonadamente, para quien tenga ojos para ver y oídos para oír, que el papa Francisco ha herido de muerte al hiperpapalismo. De lo cual me alegro.

¡Ánimo, compañeros!

Algunos viernes publico una sección de buenas noticias. En este momento hay bastantes, y creo que en buena parte se debe a la energía positiva que emana el nuevo pontífice. Sale a la luz gente buena que estaba escondida, ha pasado la dictadura y se puede respirar.

Entre otras cosas, el pasado día 8 se celebró una Misa Tradicional solemne en la basílica de Santa María la Mayor, a pocos pasos de la tumba de Francisco, por sacerdotes del Instituto Cristo Rey Sumo Sacerdote. El templo estaba atestado, y la Misa fue espléndida. Durante el reinado de Francisco la Misa de siempre estuvo prohibida en dicha basílica.

Los frecuentes rezos cantados en latín por León («más, por favor», ha dicho el columnista Kennedy Hall) han inspirado al Pontificio Instituto de Música Sacra a lanzar una iniciativa que se llama Cantemos con el Papa, con videos para aprender cánticos gregorianos fundamentales. Esto habría sido impensable con Francisco, y lo han hecho cuando todavía no ha pasado una semana de la elección de León. Parece que hubieran estado esperando la oportunidad.

Y he aquí que el propio León ha enseñado y dado ejemplo de humildad y fortaleza pontificia.

Con unas palabras que se han hecho virales, León declaró lo siguiente a los representantes de las 23 iglesias orientales:

La Iglesia los necesita. ¡Cuán grande es la contribución que el Oriente cristiano puede darnos hoy! ¡Cuánta necesidad tenemos de recuperar el sentido del misterio, tan vivo en sus liturgias, que involucran a la persona humana en su totalidad, cantan la belleza de la salvación y suscitan asombro por la grandeza divina que abraza la pequeñez humana! ¡Y cuán importante es redescubrir, también en el Occidente cristiano, el sentido del primado de Dios, el valor de la mistagogia, de la intercesión incesante, de la penitencia, del ayuno, del llanto por los propios pecados y de toda la humanidad (penthos), tan típicos de las espiritualidades orientales! Por eso es fundamental custodiar sus tradiciones sin diluirlas, tal vez por practicidad y comodidad, para que no se corrompan por un espíritu consumista y utilitarista.

Lo que dice es tremendo. Casi ni hace falta que lo explique. Los tradicionalistas de Occidente llevan décadas viviendo plenamente de nuestro hermoso, majestuoso, auténtico Rito Romano. Si León es coherente, ya ha establecido la relación.

Hoy mismo sin ir más lejos, León dirigió unas palabras al Cuerpo Diplomático que serían impensables en boca de su predecesor:

Por su parte, la Iglesia no puede nunca eximirse de decir la verdad sobre el hombre y sobre el mundo, recurriendo a lo que sea necesario, incluso a un lenguaje franco, que inicialmente puede suscitar alguna incomprensión. La verdad, sin embargo, no se separa nunca de la caridad, que siempre tiene radicada la preocupación por la vida y el bien de cada hombre y mujer. Por otra parte, en la perspectiva cristiana, la verdad no es la afirmación de principios abstractos y desencarnados, sino el encuentro con la persona misma de Cristo, que vive en la comunidad de los creyentes. De ese modo, la verdad no nos aleja; por el contrario, nos permite afrontar con mayor vigor los desafíos de nuestro tiempo, como las migraciones, el uso ético de la inteligencia artificial y la protección de nuestra amada tierra. Son desafíos que requieren el compromiso y la colaboración de todos, porque nadie puede pensar en afrontarlos solo.

Se podrían poner más ejemplos. Como explica José Antonio Ureta, en una sola semana ha dado ya numerosas señales de que, a pesar de la continuidad que se podría esperar, se desempeñará de forma muy diferente a Francisco.

Arriba ese ánimo, y démosle una oportunidad a León. Y por encima de todo, reorientemos nuestra perspectiva, volvamos a centrar la atención en lo que es eterno y en lo que tenemos inmediatamente por delante. Cuando digo «inmediatamente por delante» me refiero a una realidad física, de carne y hueso. Lo que se asoma por las pantallas de nuestras redes sociales no está en realidad presente por mucho que lo parezca (a propósito, no se pierdan el artículo de Clement Harrods en First Things titulado How I Kicked My Smartphone Habit, así como On the Death of Daydreaming, de Christine Rosen).

(…)

Si la sinodalidad consiste en caminar juntos y escuchar, ¿qué les parece si nos vamos, literalmente, juntos en peregrinación, compartiendo, con cantos y penitencias? Las decenas de miles de católicos que recorrerán los caminos de Chartres, Covadonga, Walsingham, Auriesville, Clear Creek, etc. son más sinodales que un montón de delegados enterrados bajo resmas de papeles alrededor de una mesa.

El próximo mes de julio participaré en la peregrinación a Covadonga, en el norte de España (más detalles aquí). Iré con el capítulo de Santa Kateri, de EE.UU. Me encantaría pasar un tiempo con algún lector de Tradition & Sanity. También voy a pronunciar conferencias en Sevilla, Córdoba, Toledo, Madrid, Segovia y Oviedo. Permanezcan atentos a estas pantallas para más detalles.

1Recuerdo un comentario del católico oriental Dominic Cassella: «Aunque suele presentarse como una vuelta a la vida conciliar y colegial de los primeros cristianos, la sinodalidad, tal como se ha desarrollado durante el pontificado de Francisco, ha resultado ambigua en cuando a finalidad y efectos. Corre además el riesgo de que en vez de recuperar las auténticas estructuras de comunión acabe por introducir en la vida de la Iglesia una ética administrativa. Hablar de sesiones de escucha, consultas y procesos tiene más de burocracia vacía que de una sinodalidad basada en la jerarquía y la tradición».

2Cuando un concilio o un papa definen un dogma o declaran anatema contra un error hablan con autoridad divina, y por tanto sus palabras son inerrantes y ciertas. Con todo, esa inerrancia es por derivación, no es una propiedad intrínseca, mientras que la Palabra de Dios es de por sí inerrante.

(Traducido por Bruno de la Inmaculada)

Peter Kwasniewski
Peter Kwasniewskihttps://www.peterkwasniewski.com
El Dr. Peter Kwasniewski es teólogo tomista, especialista en liturgia y compositor de música coral, titulado por el Thomas Aquinas College de California y por la Catholic University of America de Washington, D.C. Ha impartrido clases en el International Theological Institute de Austria, los cursos de la Universidad Franciscana de Steubenville en Austria y el Wyoming Catholic College, en cuya fundación participó en 2006. Escribe habitualmente para New Liturgical Movement, OnePeterFive, Rorate Caeli y LifeSite News, y ha publicado ocho libros, el último de ellos, John Henry Newman on Worship, Reverence, and Ritual (Os Justi, 2019).

Del mismo autor

Prioridad de la religión y la adoración sobre la comunión

Con respecto al «excelente y singular sacrificio» eucarístico, es muy conocido...

Últimos Artículos