“Los pecadores:
Son legión, por desgracia, los hombres que viven habitualmente en pecado mortal. Absorbidos casi por entero por las preocupaciones de la vida, metidos en los negocios profesionales, devorados por una sed insaciable de placeres y diversiones y sumidos en una ignorancia religiosa que llega muchas veces a extremos increíbles, no se plantean siquiera el problema del más allá” (Royo Marín-Teología Perfección Cristiana)
“¿Vienes conmigo a la Confesión Comunitaria?”, me preguntaba esta semana una amiga. Una vez al año, en todas las Iglesias de la geografía, como si se tratara de una jornada de puertas abiertas para degustar un producto típico de la zona, se convoca a la gente para recibir el Sacramento de la Penitencia. “No, gracias”, le dije y ante su asombro, ya que me preguntó si es que yo no me confesaba, le dije que al contrario, que al igual que la comida, la higiene y el deporte, lo llevo al día. “¿A qué te refieres con eso de al día?”, me preguntó, “frecuentemente”, le aclaré. Me cuesta entender que cuidemos nuestro cuerpo, qué al fin y al cabo, no es más que un trozo de carne perecedera y sin embargo, descuidemos el alma, que es eterna.
No sé que piensan Vds. sobre este tipo de celebraciones, en primer lugar, si no se detallan los pecados al confesor, la confesión es inválida, es decir, eso que se promueve en algunas Iglesias de “soy pecador y me arrepiento” y el Sacerdote, “supuestamente” le da la absolución, no tiene carácter válido, el pecado sigue con nosotros. Por otra parte, el que se confiesa anualmente, como no tenga la gracia de hacer una confesión perfecta y caerse fulminado nada más salir del Confesionario, siendo realistas y aunque eso, no lo sabemos a ciencia cierta, tiene pocas posibilidades de salvarse. Jugamos con los Sacramentos, como quién lo hace a un juego azar, el problema es que no sabemos cuando nos toca nuestro turno y podemos fallar en la partida.
Mi amiga me señalaba varias razones para no Confesarse a lo largo del año. La primera, es que en su Parroquia, D. Ángel, nunca está en el Confesionario y cuando lo va a buscar a la Sacristía, siempre lo encuentra actualizando la página Web de la Parroquia o en el Twetter, ya que es un fiera de las redes sociales y la tiene esperando mínimo media hora, con lo cual, ha optado por no perder su preciado tiempo, porque además, este hombre, no le resulta excesivamente simpático. La segunda razón es que considera que no tiene pecados, pero como una vez al año, obliga la Iglesia, pues cumple con esta norma, por si acaso. Las ventajas que ve en este tipo de celebraciones es que todo es muy rápido y sencillo, sólo tienes que acercarte al altar, donde el Sacerdote pone una silla, arrodillarte o quedarte de pie y decir “me arrepiento de todo” y te llevas la absolución puesta. Perdonen la frivolidad, pero es que parece que todo esto, sea una representación teatral con todos los ingredientes, actores principales, secundarios y una cuidada puesta en escena, a veces hasta con música de guitarra para amenizar el dulce momento del perdón. Cualquier día nos pondrán en las Iglesias, una máquina expendedora y nos saldrá un papel con la penitencia y por qué no, en esta época de las nuevas tecnologías, quizás nos manden un OK por wasap y finiquitado el tema pecados. Seamos serios, nos jugamos nuestra salvación, esto no es una broma. ¿Cómo podemos acudir una vez al año a confesarnos, como si fuéramos a renovar el carnet de conducir y pensar que con cinco minutos, hemos podido limpiar el alma hasta el fondo de toda la basura acumulada en un día detrás de otro? No es posible que seamos tan tontos, es que nos lo hacemos.
En el último curso de Teología que hice, hace unos meses, el profesor nos preguntaba que ideas podíamos aportar para “dinamizar el Sacramento del Perdón”, a mi, la verdad, es que la sola preguntó me hizo hasta reír y es que eso de “dinamizar”, ya nos da una idea de lo que piensa parte del Clero de este Sacramento. Así nos forman o nos deforman, ya ven…
Los Sacerdotes deberían ser los primeros en hablar seriamente en estas “jornadas anuales”, aprovechando la afluencia de público, del infierno y de la condenación, no con el fin de asustar, como dicen algunos sectores “buenistas” para acusar a los Sacerdotes Santos que mencionan estos temas, si no con el fin de mostrar la realidad. ¿Qué sentido tiene ocultarla? Como bien dice el sector progresista, “Dios es muy bueno y lo perdona todo” y es cierto, pero en nuestra mano y en la libertad que Él nos da, está el querer salvarnos y la receta es muy sencilla: arrepentirnos, pedir perdón por nuestros pecados ante el Confesor y cumplir con la penitencia que nos impongan, ese es el camino que nos lleva al cielo.
Sobre lo simpáticos o antipáticos que puedan resultar los Confesores, le ponía a mi amiga un ejemplo muy simple. Supongo que todos cuando vamos, por ejemplo, a la carnicería, lo importante es la calidad de la carne que vamos a comprar, que el vendedor sea amable es un punto favorable, circunstancial, pero desde luego, para mí, no es el aspecto más destacable, lo verdaderamente sustancial, es la calidad del producto que vamos a adquirir. Esto mismo pasa en la Confesión, salvando la distancia con el ejemplo, lo importante no es el Confesor, él actúa siempre “in persona Christi”, aunque por supuesto, es más que loable que sea Santo, recto, prudente y fiel al magisterio de la Iglesia. Como no vamos a hacerle un quinto grado para averiguar en cinco minutos si cumple estos requisitos, todo esto, lo damos por supuesto. Lo importante es el Sacramento. Con la llegada del Concilio Vaticano II, se impuso la idea de que no era necesario pasar por el confesionario, hacías un acto de contrición y era suficiente. Estos consejos, yo misma los escuché, no es algo que me hayan contado, lo viví en primera persona. Conozco gente que acude regularmente los Domingos a la Santa Misa y nunca se confiesa porque consideran que los Curas, son personas normales, como un laico más. Nos olvidamos que el Sacerdote tiene una dignidad por el Sacramento del Orden Sacerdotal. Llegará el día en el que la gente se acerque a la pila bautismal y le eche el agua directamente a su hijo en la cabeza, porque no es necesario el Cura. Estos errores o esta falta de formación están más asumidos de lo que pensamos en nuestras Parroquias, para comprobarlo, no tienen más que quitar la conversación y verificarlo. ¿De quién es la culpa? A lo largo del año que terminó, he acudido a distintas charlas con lo que algunos denominan “grandes teólogos del momento”, que suelen ser, o Sacerdotes secularizados o aquellos que viven al margen de la Iglesia, con su catecismo propio, eso sí, amparados por los Obispos de las distintas Diócesis y les aseguro, que esto es lo que predican micrófono en mano y con gran afluencia de los distintos Párrocos de las ciudades a las que van. Y en el colmo de las situaciones absurdas y surrealistas, conozco el caso de un colegio “religioso”, en el que a los alumnos se les da una absolución colectiva, en contra de lo que nos enseña y manda la Iglesia y no tengo constancia de que ningún padre se haya quejado al centro o al Obispo para informar de esta irregularidad, o si lo han hecho, no ha tenido ningún efecto.
Lo más triste de estas situaciones, no es sólo la condenación del alma que viven en pecado mortal, porque no es arriesgado aventurar, que el acude una vez al año, tiene pecados mortales. Salvo que seamos muy infantiles o muy analfabetos con relación al Catecismo, es sabido que no es necesario matar y robar para tenerlos, pero lo lamentable no es eso, NO, sino que de esa manera se Comulga todo el año, es decir, se recibe al Señor, sin estar en Gracia de Dios…Sobra decir nada más. Debemos cultivar nuestro interior y para que nuestra relación de amor con Jesús Sacramentado crezca, es necesario que el alma esté pura y limpia y esto se consigue a través del Sacramento de la Confesión, pero no una vez al año, sino durante todo el año, como si fuera una vitamina o un medicamento que nos receta el doctor y siendo así, querrán saber Vds. si tiene beneficios y efectos secundarios…Royo Marín lo explica así en su libro, Teología de la Perfección Cristiana:
“Efectos de la confesión sacramental:
No cabe duda que la confesión, realizada en estas condiciones, es un medio de altísima eficacia santificadora. Porque en ella:
a) La sangre de Cristo ha caído sobre nuestra alma, purificándola y santificándola. Por eso, los santos que habían recibido luces vivísimas sobre el valor infinito de la sangre redentora de Jesús tenían verdadera hambre y sed de recibir la absolución sacramental.
b) Se nos aumenta la gracia ex opere operato, aunque en grados diferentísimos según las disposiciones del penitente. De cien personas que hayan recibido la absolución de las mismas faltas, no habrá dos que hayan recibido la gracia en el mismo grado. Depende de la intensidad de su arrepentimiento y del grado de humildad con que se hayan acercado al sacramento.
c) El alma se siente llena de paz y de consuelo. Y esta disposición psicológica es indispensable para correr por los caminos de la perfección.
d) Se reciben mayores luces en los caminos de Dios. Y así, por ejemplo, después de confesarnos comprendemos mejor la necesidad de perdonar las injurias, viendo cuan misericordiosamente nos ha perdonado el Señor; o se advierte con más claridad la malicia del pecado venial, que es una mancha que afea y ensucia el alma, privándola de gran parte de su brillo y hermosura.
e) Aumenta considerablemente las fuerzas del alma, proporcionándole energía para vencer las tentaciones y fortaleza para el perfecto cumplimiento del deber. Claro que estas fuerzas se van debilitando poco a poco, y por eso es menester aumentarlas otra vez con la frecuente confesión.
Sonia Vázquez
Referencias:
– Catecismo de la Iglesia Católica, “El Sacramento de la Penitencia y de la Reconciliación”
– Catecismo de S Pío X “De los Mandamientos de la Ley de Dios y de la Iglesia”
– Royo Marín, “Teología de la Perfección Cristiana”