Estos días hablábamos del “insuperable” Francisco I. Realmente nos quedábamos cortos, pues ayer el Vaticano nos sorprende con una noticia característica del peculiar carisma innovador del Obispo de Roma.
Desde el Denzinger-Bergoglio ya no nos asusta nada. Sentimos que el huésped temporal de Casa Santa Marta tiene un plano bien determinado y lo quiere realizar contra viento y marea. Ahora, en un nuevo golpe de timón eclesial –curiosamente en la semana que acaba de estar con la pseudo obispa luterana Irja Askola, de Helsinki y quizás como un acto más de aproximación ecuménica– decide por decreto incluir mujeres en el lavatorio de los pies de la liturgia del Jueves Santo, cosa que por cierto ya hacía en Buenos Aires, saltándose a la torera las normas litúrgicas, y, por supuesto, ha seguido haciendo en los tres triduos pascuales de su pontificado. ¿La explicación? Muy sencilla. Lo de siempre. El famoso “bien común” expresado con estas palabras: “mejorar la modalidad de actuación para que exprese plenamente el significado del gesto efectuado por Jesús en el Cenáculo, su entregarse ‘hasta el final’ por la salvación del mundo, su caridad sin límites”.(VIS) O sea, Francisco I, el insuperable, es tan insuperable que ha superado el gesto de Jesús, que excluyó del lavatorio de los pies a María y las Santas Mujeres presentes en la Última Cena, y con eso no representó plenamente su amor hacia todos los hombres. Hace recordar la frase del difunto Hugo Chávez en la cuál corregía el mandato de Cristo: «hay que amar al prójimo más que a sí mismo».
Así, reza el decreto:
“Dispongo por lo tanto que se modifique la rúbrica en la que las personas elegidas para el lavatorio de los pies deban ser hombres o muchachos, de manera que, a partir de ahora, los Pastores de la Iglesia puedan elegir a los participantes en el rito entre todos los miembros del Pueblo de Dios.” (VIS)
Resta saber qué entenderá Francisco por “miembros del Pueblo de Dios”, pues como ya vimos anteriormente a propósito de su reciente famoso vídeo, para él budistas, judíos o musulmanes son todos hijos de Dios. Recordemos que en su primer Jueves Santo como Sumo Pontífice, en 2013, en la cárcel de menores de Roma, lavó los pies de una chica musulmana (ABC). Imaginamos que la consideraría como parte del “Pueblo de Dios”. Y el año pasado el propio Francisco lavó los pies a un transexual (Aleteia). Por lo tanto, quedan libres las interpretaciones para cada sacerdote.
En resumidas cuentas: 2016 mal comienza y ya tenemos sorpresas. ¿Qué debemos hacer los católicos? Es difícil decirlo en las actuales circunstancias. El peronismo de Francisco, y esto no es una ofensa para nada pues él ya dijo que nunca fue de derechas, incluye este tipo de actitudes y gestos. Pero no hay mal que por bien no venga. El número de incautos que está abriendo los ojos no para de aumentar día a día y cada vez son más los agredidos por la realidad que dejan su cómodo vivir eclesial para darse cuenta de que estamos atravesando días de extrema gravedad. Basta ver la enorme lista de inquietudes que responde el Denzinger-Bergoglio.
Para terminar y según la tradición de nuestra página, tres documentos importantes sobre el papel de los papas y las reformas litúrgicas:
Catecismo de la Iglesia Católica
“La suprema autoridad de la Iglesia no puede cambiar la liturgia a su arbitrio, sino solamente en virtud del servicio de la fe y en el respeto religioso al misterio de la liturgia.” (1125)
Benedicto XVI
“Me parece muy importante que el Catecismo, mencionando los límites del poder de la suprema autoridad de la Iglesia sobre la reforma, recuerde cuál es la esencia del primado, tal como la resaltan los Concilios Vaticanos I y II: el Papa no es un monarca absoluto cuya voluntad es ley; más bien, es el custodio de la antigua Tradición [una de las dos fuentes de la divina revelación – ndr), y el primer garante de la obediencia. No puede hacer lo que quiere, y precisamente por esto puede oponerse a quienes pretenden hacer lo que quieren. La ley a la que debe atenerse no es el actuar ‘ad libitum’, sino la obediencia a la fe. Por lo que, en relación a la liturgia, tiene el deber de un jardinero y no de un técnico que construye coches nuevos y tira los viejos. El ‘rito’, es decir, la forma de celebración y de oración que madura en la fe y en la vida de la Iglesia, es la forma condensada de la Tradición viviente, en la cual la esfera del rito expresa el conjunto de su fe y de su oración, haciendo así que se experimente, al mismo tiempo, la comunión entre las generaciones, la comunión entre los que rezan antes de nosotros y después de nosotros. De este modo, el rito es como un don hecho a la Iglesia, una forma viviente de ‘paradosis’“. (Joseph Ratzinger en el prólogo del libro de Alcuin Reid “Lo sviluppo organico della liturgia” [“El desarrollo orgánico de la liturgia”], Cantagalli, Siena, 2013)
Clemente XIII
“El error diabólico, cuando ha coloreado ingeniosamente sus mentiras, fácilmente se viste con la semejanza de la verdad, y con muy pequeñas adiciones o cambios corrompe el significado de las expresiones; y la confesión de fe, que conduce a la salvación, a veces, con un ligero cambio, lleva a la muerte.” (Encíclica In Dominico Agro , n. 2)
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