El obispo de San Luis, Monseñor Gabriel Barba, comparte las siguientes palabras de Francisco en su página del Obispado: “El protagonista del Sínodo no somos nosotros, es el Espíritu Santo, y si dejamos paso al Espíritu Santo, el Sínodo irá bien”. También sostiene: “No a la charlatanería, una enfermedad frecuente. Y precisamente para ‘no entristecer al Espíritu’ que se desanima con ‘palabras vacías, palabras mundanas’, el Papa vuelve a advertir contra la ‘charlatanería’, un ‘hábito humano, pero no bueno’, una ‘enfermedad muy frecuente entre nosotros’ y ‘común en la Iglesia’. La cháchara es el anti-Espíritu Santo, va contra…. Y si no dejamos que Él nos cure de esta enfermedad, difícilmente será bueno un camino sinodal. Al menos aquí: si no estás de acuerdo con lo que dice ese obispo o lo que dice esa monja o ese laico de ahí, díselo a la cara. Para eso es un Sínodo. Para decir la verdad, no la cháchara por debajo de la mesa (…). El Sínodo es un camino que hace el Espíritu Santo.”
“Espíritu Santo, charlatanería, enfermedad, cháchara”, tantas cosas para decir. Lo vimos a Francisco y su apertura a quedar bien con el mundo: reuniones ecuménicas execrables, políticos abortistas comulgando en el mismo Vaticano como si nada; Jornadas Mundiales de la Juventud que son verdaderas jodas al ritmo de un disc-jockey; perdones por el pasado de la Iglesia; afirmar que la Iglesia es pecadora; que los apostatas ingresan en la comunión de los santos; videos en donde se promueve la comunión en la mano modernista; participando del destructor video “Amén”, en donde de palabrería en palabrería se muestra amical con la ideología LGBT; salvación en otras religiones; y un largo etc., donde, como mínimo, la charlatanería, la enfermedad y la cháchara campean a sus anchas, en fin, donde la apostasía ha ganado terreno formidable y sin precedentes.
San Pablo -¡escribiendo lo que le dice el Espíritu Santo!- dejó escrito en el tiempo: “Cambiaron la verdad de Dios por la mentira. Adoraron y sirvieron a seres creados en lugar del Creador, que es bendecido por todos los siglos: ¡Amén! Por esto Dios dejó que fueran presa de pasiones vergonzosas: ahora sus mujeres cambiaron las relaciones sexuales normales por relaciones contra la naturaleza. Los hombres, asimismo, dejaron la relación natural con la mujer y se apasionaron los unos por los otros; practicaron torpezas varones con varones, y así recibieron en su propia persona el castigo merecido por su aberración. Ya que juzgaron inútil conocer a Dios, Dios a su vez los abandonó a los errores de su propio juicio, de tal modo que hacen absolutamente todo lo que es malo. En ellos no se ve más que injusticia, perversidad, codicia y maldad. Rebosan de envidia, crímenes, peleas, engaños, mala fe, chismes y calumnias. Desafían a Dios, son altaneros, orgullosos, farsantes, hábiles para lo malo y no obedecen a sus padres” (Romanos 1, 24-30). Esto es lo que dice el Espíritu Santo. Una formidable condena a los modernos colectivos LGBT, y a todo aquél que –como ahora vemos videos de monjas y sacerdotes- sostiene que si dos mujeres o dos varones se “aman”, viva el amor”. Dios no bendice las aberraciones. Aberraciones satánicas, anticristianas, soplos del Anticristo. Lo dice San Pablo: “No obedecen a sus padres”.
Llevan a cabo –solo que ahora con gran pericia- la estrategia modernista: hacen una cosa, pero también dan a entender otra; amiguísimos del mundo, pero se hacen los que están separados del mundo; sus hechos los delatan, pero tienen la osadía de desligarse, si la ocasión lo requiere, de su autoría. Y algo de lo más repudiable: a cuatro manos pintan el sepulcro por fuera con todo el blanco que pueden. Harán pasar por católico algo que a las claras, ¡con evidencia pasmosa!, no es católico. Llamarán doctrina católica a su charlatanería, pero se desligan de eso y condenarán a la charlatanería. Favorecen la enfermedad mortal de la apostasía, y dirán: ¡ojo con las enfermedades! Introducen chácharas por doquier, pero se harán los solemnes y dirán ¡no a la cháchara! Mencionarán mil veces al Espíritu Santo solemnizando sus actos e intentando así poner un sello en las conciencias de las gentes como diciendo “cuidado con lo que oses afirmar porque esto es algo de Dios”, cuando proceden contra Él siguiendo el espíritu del príncipe de las tinieblas, tornando vano la mención del nombre Santo. Por eso se da lo enseñado por el Doctor Angélico, Santo Tomás de Aquino, el cual, disertando sobre el segundo mandamiento enseñó: “Ahora bien, nosotros lo confesamos primeramente con la boca para manifestar la gloria de Dios. Isaías 43, 7: ‘A cualquiera que invoque mi nombre lo he creado para mi gloria’. Así es que si profieres algo contra la gloria de Dios, tomas el nombre de Dios en vano” (Comentario al Segundo Mandamiento, 87).
Monseñor Barba habla del Espíritu Santo, y fue el mismo que estableció en la diócesis de San Luis, de manera firme y estable, la asquerosa comunión en la mano modernista. ¿De qué “espíritu” creen que se trata? Cuando Monseñor Barba festejaba la “Madre Tierra”, sostuve en un artículo que solo respondo por tres madres: La Virgen María, la Santa Madre Iglesia, y mi madre. No tengo otras madres. Seguiré defendiendo lo que amo, a pesar de mi barro, mis porquerías y miserias. Seguiré viendo la evidencia -cada vez más evidente lo dicho por San Pablo de que “no soportarán la sana doctrina”-, por más que griten: “¡ya basta, mirá para otro lado!”. Seguiré creyendo a mi amada Madre, María Santísima, que lejos de decirme que mostrarse amiguito de los LGBT en reuniones eclesiásticas –cualquiera sea su nombre-; que lejos de apoyar que el Espíritu Santo es mentor de las innovaciones, me dijo en La Salette que: “Roma se volverá la sede del anticristo”. Que alguien mire para un costado no cambia la realidad, solo lleva a que no mire lo que tiene delante. Las puertas del infierno no prevalecerán, por más que el humo de Satanás haya ingresado por una grieta en la Iglesia, al decir de Pablo VI. La Santa Madre Iglesia es Una, Santa, Católica, Apostólica, no es pecadora. Con todo, Roma se volverá la sede del anticristo.
El modernismo hachará el árbol de la fe, al tiempo que pondrá su esmero en que se cuiden los arbolitos del Amazonas. Abrir los ojos: para mirar.