Octubre, mes de los ángeles

Además de al Santo Rosario, el mes de octubre está dedicado a los ángeles. Los ángeles y los demonios, que también son ángeles, si bien rebeldes y caídos, existen. Son espíritus puros, personas reales e individuales, criaturas dotadas de alma y no de cuerpo. La Iglesia lo profesa desde del principio en el Credo niceno-constantinopolitano, y lo confirmó el IV Concilio de Letrán (1215), con una formulación que retomó el Concilio Vaticano I y dice: «Desde el principio del tiempo creó de la nada una y otra criatura, la espiritual y la temporal, la angélica y la mundana, y después la humana, como común, compuesta de espíritu y de cuerpo». O sea, que ya en el principio Dios creó ambas realidades, la espiritual y la corporal, el mundo terrenal y el angélico.

El teatro de la creación de los ángeles fue el Cielo, donde, en cuanto se abrieron a la conciencia, fueron llamados a adorar a Dios junto con sus planes y su voluntad. Los ángeles fueron las primeras criaturas racionales y libres del universo. Como seres racionales, tuvieron oportunidad de conocer de manera inmediata e intuitiva la Verdad, el Causa y el Bien supremo de Dios. Y por ser seres libres, tenían la posibilidad de rechazar la Voluntad de Dios y su plan para el universo. Lucifer, primero en importancia entre los ángeles, admiró la propia belleza, pretendió ser igual a Dios y se negó a servirle. Una tercera parte de los ángeles lo siguió (Apoc. 12,14), pero todos los demás, guiados por San Miguel, se alzaron al grito de Quis ut Deus? (¿quién como Dios?).

Entraban así el bien y el mal en la historia del universo. Tuvo lugar una batalla en el Cielo (Ap- 12,7-9): Miguel y los ángeles buenos arrojaron al Infierno a Satanás y a los ángeles rebeldes. Eso sí, no fue un choque entre el bien y el mal, sino entre buenos y malos. Esto es así porque el mal no es una sustancia, como dice San Agustín, ya que si fuese una sustancia sería bueno (Confesiones, libro XII, cap.I). Si Satanás fuera el mal, existiría un dualismo ontológico en el universo, como sostenían los cátaros, que contraponían el dios del mal del Antiguo Testamento al Dios bueno del Nuevo Testamento. Por el contrario, como señala el IV Concilio de Letrán (1215) contra los cátaros, los ángeles «por Dios ciertamente fueron creados buenos por naturaleza; mas ellos, por sí mismos, se hicieron malos».

Como vemos, lo que separó el mundo de los espíritus puros del de los malos no fue una división ontológica, ni una separación decretada por Dios, sino una decisión moral, fruto de la libertad propia de la naturaleza espiritual de los ángeles. Los buenos eligieron a Dios como Bien supremo y definitivo, y volviéndose a Él con toda la fuerza interior de su voluntad, mientras que los malos lo rechazaron y odiaron, arraigándose con ello de forma irreversible en su rechazo.

La raíz del pecado de Lucifer, como la de todos los pecados, es una profunda soberbia. Por su parte, la fidelidad de su adversario San Miguel está en una profunda humildad. La soberbia y la humildad son los dos ejes en torno a los que gira la historia del mundo creado. Alrededor de estas dos actitudes espirituales se han levantado dos ciudades, la de Dios y la de Satanás, de las que habla San Agustín. Las dos están destinadas a enfrentarse a lo largo de la historia hasta el final de los tiempos. La alternativa entre las dos opciones continúa repitiéndose sobre la Tierra a cada instante para todos los hombres hasta el momento de la muerte.

El Apocalipsis describe el último acto de dicha contienda, que concluirá al final de los tiempos, cuando el Señor mandará a sus ángeles a recoger a todos los justos de los cuatro puntos cardinales. Entonces los ángeles imprimirán el sello de Dios en los elegidos, a los que guiarán para salir indemnes de la batalla (Apoc.7,2). Al sonido de la trompeta seguirán los castigos de Dios sobre la Tierra, anunciando la victoria de Cristo (Apoc.8,2). En el fin del mundo, cuando el Hijo del hombre venga en gloria con todos los ángeles, se sentará en el trono de gloria y todas las naciones se congregarán ante Él y separará a los unos de los otros (cf. Mt. 24,31-32).

La batalla angélica que tuvo lugar cuando Dios creó el universo no es una ilustración mítica sino un hecho histórico, porque tuvo lugar en el tiempo, un instante después de la creación del propio tiempo. Se podría decir que fue el acto inaugural del tiempo, y tiene por ello un valor paradigmático de modelo de todo cuanto sucedería desde entonces a través de los tiempos.

Desde el principio al fin, la historia no es otra cosa que la incesante repetición de dicho suceso: la elección radical a favor o en contra de Dios y el designio providencial de Él para el universo. Ahora bien, los protagonistas no son sólo los ángeles y los demonios, sino ante todo los hombres que viven, actúan y mueren en la historia.

La de los hombres no es una elección momentánea como la de los ángeles; dura el tiempo que dura la vida y concluye en el momento de la muerte, hora de la última y definitiva elección, cuando ya no hay vuelta atrás. Y en la radicalidad y universalidad se expresa en su forma más elevada la libertad de las criaturas espirituales, sean hombres o ángeles.

(Traducido por Bruno de la Inmaculada)

Roberto de Mattei
Roberto de Matteihttp://www.robertodemattei.it/
Roberto de Mattei enseña Historia Moderna e Historia del Cristianismo en la Universidad Europea de Roma, en la que dirige el área de Ciencias Históricas. Es Presidente de la “Fondazione Lepanto” (http://www.fondazionelepanto.org/); miembro de los Consejos Directivos del “Instituto Histórico Italiano para la Edad Moderna y Contemporánea” y de la “Sociedad Geográfica Italiana”. De 2003 a 2011 ha ocupado el cargo de vice-Presidente del “Consejo Nacional de Investigaciones” italiano, con delega para las áreas de Ciencias Humanas. Entre 2002 y 2006 fue Consejero para los asuntos internacionales del Gobierno de Italia. Y, entre 2005 y 2011, fue también miembro del “Board of Guarantees della Italian Academy” de la Columbia University de Nueva York. Dirige las revistas “Radici Cristiane” (http://www.radicicristiane.it/) y “Nova Historia”, y la Agencia de Información “Corrispondenza Romana” (http://www.corrispondenzaromana.it/). Es autor de muchas obras traducidas a varios idiomas, entre las que recordamos las últimas:La dittatura del relativismo traducido al portugués, polaco y francés), La Turchia in Europa. Beneficio o catastrofe? (traducido al inglés, alemán y polaco), Il Concilio Vaticano II. Una storia mai scritta (traducido al alemán, portugués y próximamente también al español) y Apologia della tradizione.

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