ORACIÓN A JESUCRISTO, CAPITÁN
De San José Gabriel del Rosario Brochero
«¡Ay, no, Jesús mío, no! Ya estoy resuelto a librarme de la dura esclavitud del Demonio. “Vade retro Satana”.[1] Anatema contra ti, contra tus leyes y contra las promesas de riquezas, de placeres y honras con las que me habéis engañado, fingiendo en ellas el bien que no tienen, y ocultando el mal que acarrean. Sí, Jesús mío, no me atrevo a poner mis ojos en el estandarte de la cruz, porque en ella veo que nunca te he seguido, que nunca te he acompañado en las batallas, que toda mi vida (prescindiendo de los pocos días de inocencia) he militado bajo la bandera de Lucifer, que toda mi vida he ansiado los sueldo[s] de Lucifer, porque eres humilde y yo soberbio y ambicioso. Tú obediente, yo indócil y caprichoso. Tú pobre, yo codicioso de riquezas. Tú te afanas por la salvación de las almas, y yo paso la vida en el ocio sin haber salvado una alma, antes sí perdido muchas con mis escándalos. Tú ayunaste en el desierto, y teniendo sed en la cruz bebiste hiel y vinagre, y yo estoy lleno de apetitos sensuales, y sólo busco el deleite y me entrego a la gula. Tú viviste en la oración, y yo en la disipación. Tú eres manso, y yo soy duro con los pobres, impaciente con los que están atribulados, y áspero con todos. Tú desprecias al mundo y condenas sus máximas, y yo estoy sometido a ella[s] y avasallado por las ideas del siglo. Tú fuiste ultrajado, escupido, abofeteado y llagado, y yo vivo en el regalo, lleno de comodidades y siempre ansioso de deleites. Tú fuiste acusado y no abristeis la boca para quejaros de tantas calu[m]nias y falsos testimonios, tantas afrentas y tantos escarnios, y yo no puedo sufrir el menor agravio sin quejarme vivísimamente, y a veces sin vengarme o sin desear la venganza.
¡O[h], mi Capitán Jesús!
Bien veo ahora que no he militado
ba[jo] el estandarte de tu cruz,
sino bajo el estandarte de Lucifer.
Bien merezco que tú también me vuelvas las espaldas,
y me a[r]rojéis de vuestro servicio.
Pero ya que vuestra bondad quiere vencer mi ingratitud
y llamarme de nuevo como lo haces ahora,
aquí me tenéis pronto a ejecutar vuestras órdenes
y militar bajo tu cruz.
“Etiamsi oportuerit me mori tecum, non te negabo”.[2]
Escojo antes padecer contigo que gozar con el mundo,
alistarme entre tus más valientes soldados
y armarme con el escudo poderoso de vuestra gracia,
para alcanzar victoria no sólo de mis enemigos,
sino de mí mismo, y reinar contigo en la gloria.»
Conferencia Episcopal Argentina. El Cura Brochero. Cartas y sermones. (1999). Pag. 75-76.
[1] “Apártate, Satanás” (Mt. 4, 10)
[2] “Aunque tenga que morir contigo, yo no te negaré” (Mt. 26, 35)