El 28 de octubre de 1927 Rodrigo Aguilar Alemán murió ahorcado en el pueblo de Ejutla, Jalisco. Tres veces lo bajaron para tentarle diciéndole que solo necesitaba decir, ¨¡Viva la República!¨ para salvar su vida. Pero ya se había despedido de este mundo. Bendijo la soga y los verdugos y a uno le regaló su rosario. Tres veces le preguntaron, ¨¿Quién vive?¨ Contestó: ¨¡Cristo Rey y la Virgen de Guadalupe!¨
San Rodrigo fue capturado dentro de un convento de adoratrices donde se había escondido por varios meses antes de su martirio. Pero no pasó el tiempo en ociosidad. Dentro del convento organizó un seminario oculto para formar nuevos sacerdotes para continuar la lucha para Cristo Rey. Aunque en ese tiempo de persecución todos sabían que meterse en un seminario y, aún más, ordenarse sacerdote significaba no solamente una muerte joven sino también mucho sufrimiento, no faltaban alumnos. Cuando venían los federales e intentaron persuadirle para que huyera, él insistía que tenía que cumplir con su deber. Destruyó todos los papeles de sus seminaristas y los mandó a escapar y a esconderse, pero se declaró con valentía frente a las autoridades: ¨¡yo soy sacerdote!¨
Los que vivimos en Jalisco sabemos que estos ejemplos abundan entre los gloriosos mártires cristeros. Ahora nos preguntamos, ¿quién seguirá sus pasos? ¿Dónde encontraremos a los héroes para la persecución que está por venir?
El Señor no deja de llamar a los que Él ha escogido desde la eternidad para ser sus amigos íntimos y sus colaboradores en su misión en la tierra. El Señor nos ha prometido, ¨Yo estaré con vosotros siempre hasta la consumación del mundo.¨ (MT 28,20) y el cumplimiento de esta promesa depende de que haya otros Cristos para seguir celebrando su Sacrificio inmaculado sobre el altar.
Nuestros tiempos también son difíciles y necesitamos, como necesitaba San Rodrigo, quién continuará la misión y a quién Cristo puede decir: ¨Ya no os llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor; pero os digo amigos, porque todo lo que oí de mi Padre os lo he dado a conocer. No me habéis elegido vosotros a mí, sino que yo os elegí a vosotros, y os he destinado para que vayáis y deis fruto y vuestro fruto permanezca,¨ (JN 15, 15-16).
Hagamos una cordial invitación a los jóvenes amantes de la tradición de la Iglesia a participar en nuestro retiro vocacional en Guadalajara, Jalisco, del 7 al 12 de agosto. También invitamos a todos los que quieren colaborar para pedir por estos jóvenes y apoyarnos económicamente (a veces hay vocaciones que se traban por falta de recursos). En Casa Cristo Rey hemos iniciado un programa de pre-seminario para jóvenes con inquietud vocacional para prepararlos para entrar en el seminario de la Fraternidad Sacerdotal San Pedro y, si Dios quiere, algún día servir a la Iglesia como sacerdotes tradicionales.
Últimamente hemos vivido tiempos de mucha prueba, pero son tiempos como estos cuando Dios está fomentando generosidad entre sus servidores. Tiempos difíciles requieren que haya más santos como vemos constantemente en la historia de la Iglesia. Lamentaba otro mártir cristero, Santo Toribio Romo, ¨Pido a Dios verdadero mande que cambie este tiempo de persecución. Mira que ni la Misa podemos celebrar tus Cristos; sácanos de esta dura prueba, vivir los sacerdotes sin celebrar la Santa Misa… Sin embargo, qué dulce es ser perseguido por la justicia. Tormenta de duras persecuciones ha dejado Dios venir sobre mi alma pecadora. Bendito sea.¨ No nos tapemos los oídos, sino que alistémonos para la lucha por las almas y por Cristo Rey. El Señor busca jóvenes generosos y varoniles. Que no se repita el lamento que expresó Dios a través de su profeta Ezequiel: ¨busqué yo quién levantase muro y se pusiese en la brecha frente a mí en favor de la tierra, para que yo no la devastase, y no la hallé. Por tanto, derramaré sobre ellos mi ira y los consumiré con el fuego de mi furor, y les echaré sobre la cabeza sus obras, dice el Señor, Yavé.¨ (Ez 20, 30-31).
Les ofrezco, finalmente, la palabras conmovedores del Beato Anacleto Gonzalez Flores, de su libro Tu Serás Rey, en el que desafiaba a los jóvenes de su época a no arredrarse ante los peligros y desafíos que se les presentaban:
La Iglesia vive y se nutre de osadías. Todos sus planes arrancan de la osadía. Solamente nosotros nos hemos empequeñecido y nos hemos entregado al apocamiento. Pero a partir de ese instante hemos tenido que caer en la deserción. Porque en esa incansable acometida de cerca de veinte siglos que ha deshecho las conquistas de los más grandes capitanes, que ha ganado incontables batallas en los dominios del pensamiento, de la ciencia, del arte y de la acción, ¿qué tienen que hacer los pusilánimes , los cobardes y los apocados? Nada. Mejor dicho, sí, tienen qué hacer: deben retirarse. Son un lastre y un fermento de miedo que contagia y siembra el pavor. Más aún: la posición lógica del verdadero cristiano —es decir del verdadero católico— es la osadía. Y si hay alguno que no tiene atrevimiento ni para hacer crecer la propia estatura con un trabajo encendido y encarnizado de conquista de sí mismo y de batalla sangrienta, con las propias pasiones, está al margen de la corriente histórica del cristianismo, que ha sido siempre enconada y recia pelea.
Porque no es tan poco atreverse a afrontar los riesgos de ser santo. Ni mucho menos los riesgos de ser mártir. Y el Cristianismo —ideológica e históricamente considerado— es la doctrina de la osadía santa, de la santidad y del bien. Juntar sus dos manos mojadas en el odre nuevo de la vida, la juventud, con la perenne juventud de Cristo, es lo mismo que fijar la dirección de la propia osadía y ponerla en fecunda y directa función con el bien, con la verdad y con el propio destino. Por esto los mártires y los santos han visto y ven todos los días, sin lágrimas ni sollozos, que el cauce de su vida remonta todas las distancias; pues han bebido en la fuente de juventud eterna de Cristo, los raudales de una fertilidad que nunca se agota y de una audacia que nunca se cansa, ni se extingue, ni se fatiga.
El que se atreve a cantar a Dios tiene que ir a platicar con la sombra, a beber ya apurar el cáliz de la soledad a la mitad de la noche y encontrarse rodeado de picas ensangrentadas. Y porque esta es la hora de los grandes riesgos y de las grandes osadías, es también la hora de la juventud, solamente de la juventud. Los viejos del cuerpo y del alma no quieren, ni pueden tener puesto en esta batalla. Ellos han perdido la osadía y no podrán tolerar ni la visión lejana de los grillos y de los calabozos Pero la juventud sí sabe, sí quiere, sí puede ir y estar en el cruce de los riesgos ásperos de esta hora de sombra. Que allí, en el cruce tormentoso de todos los riesgos, estés presente: allí, por encima de las puntas erizadas de las espadas; allí, por encima de los puños crispados de los verdugos; allí, por encima de la legión de todos los pretorianos; allí, por encima de la noche profunda de todas las cárceles y de todos los calabozos, se te vea —en plena embriaguez ante la belleza del riesgo— extender largamente, ansiosamente tus brazos y juntar tus dos manos —olorosas a primavera y mojadas en savia nueva de encino joven y fuerte— con las dos manos de Cristo, mojadas en la sangre de todas sus batallas, y que de esa tu inmensa embriaguez con Cristo —por encima de todos los verdugos— salgan la Iglesia y la Patria, rescatadas, radiantes y rejuvenecidas.
Para contactar https://www.fsspmexico.mx/