Recordemos a “Giovannino” Guareschi

Érase una vez Giovannino Guareschi, el hombre “provinciano” de grandes ojos y de grandes bigotes, tan inteligente para no ser un intelectual de salón ni un columnista, sino el juez realista y sagaz que utilizaba criterios de razón y de fe para evaluar pensamientos y acciones propias y ajenas. Transcurrieron 50 años de su fallecimiento (nació en Fontanelle di Roccabianca el 1º de mayo de 1908, murió en Cervia el 22 de julio de 1968) y Giovannino aún existe, porque su figura y su proyección, aún cuando desde la posguerra en adelante se haya impuesto una cultura absolutamente antiguareschiana, continúan estando presentes gracias a sus ideas y a su sentido común.

Alberto y Carlotta Guareschi (la «Pasionaria», fallecida en el año 2015), los hijos de Giovannino, son los protagonistas del proficuo trabajo de conservación, organización de catálogos y divulgación de la obra paterna, trabajo que encuentra en la Asociación «Club dei ventitré» –nacida en 1987 con sede en Roncole Verdi, pequeña fracción del Municipio de Busseto (Parma)– su principal y dinámico motor. El Archivo guareschiano conserva cerca de 200.000 documentos. En el año 1992 el Superintendente de Archivos para la Emilia-Romagna del Ministerio de los bienes culturales y ambientales ya declaró el interés histórico: un corpus complejo y articulado, que abarca una cantidad impresionante de variada correspondencia, que contiene un patrimonio de historia política, social y cultural de Italia desde los años 40 a los años 60 del Siglo XX.

El club está bajo la protección de un santo patrono, San Antonio Abad, que el escritor hizo representar bendiciendo y rodeado de animales de campo, en una composición de azulejos de cerámica colocada en el patio de la propiedad, una ex-posada, al lado de la casa natal de Giuseppe Verdi. Guareschi lo abrió en 1964 en el lugar donde, desde 1957, había un Café, aún hoy en actividad y donde se pueden encontrar las botellas con las etiquetas diseñada por él.

En la fábrica -donde hoy se encuentra el Museo dedicado al escritor, periodista, humorista, caricaturista, donde trabajaba junto con su mujer y sus hijos- en seguida se unieron los cuatro nietos. Guareschi, como se aprecia al leer el gracioso y magnánimo Corrierino delle famiglie, cantaba la familia natural, o sea, la única Familia pensada por el Creador, no la inventada por cierta facción ideológica para su propio uso y consumo con consecuencias nefastas para todos.

Giovannino experimentó tres campos de concentración y la cárcel, de cuya dolorosa experiencia nos dejó sus inimitables escritos. Un hombre humilde y genial al mismo tiempo, un artista de corazón apasionado, que supo presentar simultáneamente, de una manera real y poética, dramas de insensatas rebeliones del pensamiento (civil y religioso) y tragedias inhumanas.

Y siempre lo hizo con fe, esperanza y caridad. Monárquico, católico, amante de la tradición y hostil a las revoluciones, nunca traicionó a Dios, ni a su alma, ni a la patria, ni a sus afectos, ni a sus amigos, ni al prójimo: de una sola pieza, sin dudas existenciales, sin esquizofrenias ni contradicciones, que en nuestros días en la onda de 1968, se han convertido en corrientes.

El Partido Comunista Italiano (PCI) es el pasado, Guareschi permanece, porque portador de verdades y valores atemporales, y es honrado incluso por los progresistas, como lo hizo el Gobernador de la Emilia Romana, Stefano Bonaccini. Así se expresó Alessandro Gnocchi en el Giornale del 17 noviembre ppdo.: «También la izquierda, con el habitual retraso de medio siglo, parece que se ha dado cuenta que Giovannino Guareschi fue un gran escritor, humorista, caricaturista, soldado […] Dispuesto a terminar en un campo de concentración militar antes que colaborar con los nazis; expresar un anticomunismo popular y de todos modos endulzado por el cristianismo; pagar una factura salada por sus ideas heréticas en el mundo de la cultura italiana; hacer una eficacísima propaganda por la Democracia cristiana con motivo de las decisivas elecciones de 1948; entrar en la cárcel, castigo único y durísimo, por haber difamado al demócrata cristiano Alcide De Gasperi».

Guareschi, sencilla y genuinamente presentó y describió a la humanidad tal y cual es, sin elucubraciones y de forma original –buena únicamente para exaltar el propio orgullo- y es por esto que trasciende los tiempos.

Así Busseto, en las tierras una vez rojas como la amapola, organizó el «Busseto Festival Guareschi», un festival cinematográfico en la saga de Don Camilo y Peppone, a cargo de la Asociación Teatral Emilia Romagna, iniciado el 10 de noviembre y que continuará hasta el 9 de diciembre.

«Hasta ahora no se hizo nada porque para nosotros Guareschi es como uno de esos pioppi, altas canoas de hojas, colocadas a lo largo del Po.», declaró el Alcalde Giancarlo Contini, «Puestos allí por un dios abrumador porque el Hermano de esos mismos álamos tomó el carro del sol tratando de desviar el curso, como narra la leyenda de Faetón y las Pléyades… En suma, Guareschi es como una planta de membrillo, que nuestros vecinos colocaban en cajas y después se sentía el perfume de la miel durante todo el invierno. Él siempre está en nosotros.. Está en el aria. Nosotros somos, o al menos quisiéramos estar en él» (in: M. Calcagno Baldini, Cinema, teatro e nostalgia. Un Festival per Guareschi, «il Giornale», 17-11-2018).

Para el aniversario de los 50 años se organizaron dos muestras en Busseto, realizadas por el IBC-Emilia Romagna, que estarán abiertas hasta el 9 de diciembre: «Giovannino Guareschi fotografías 1940-1952», que recoge imágenes de su vida cotidiana, y «Giovannino en Busseto, crónica fotográfica de la neblina». Pero la cultura oficial en Italia desgraciadamente aún ignora a uno de los escritores italianos más traducidos y más vendidos en el mundo, con más de 20 millones de ejemplares; de hecho Guareschi no está presente en la antología escolástica, mientras encontramos compositores como De André, Guccini, Dalla…

Guareschi tuvo la capacidad de ver más allá de lo visible, de esta manera, con los ojos del alma y en gracia de Dios, logró narrar, con bosquejos y palabras de gusto artístico y poético, lo peor del lado más obscuro del hombre. Su mirada juvenil, consciente de la horrible guerra desencadenada en los años Sesenta contra el ámbito de la inocencia, se mantuvo así hasta el final de su exilio terreno y todo está presente en la ópera Giovannino en el Campo de Concentración, un extraordinario volumen de textos, ilustraciones, fotografías, nuevamente publicado por Rizzoli (pp. 460, € 35) en el 2013 a cargo de Alberto y Carlotta Guareschi.

Allí encontramos La fábula de Navidad, Diario clandestino 1943-1945 y Regresar a la base, tres obras maestras, en la cuales es reconocible la maestría cristiana de quien sabe aprender el bien del mal y al hacerlo utiliza los instrumentos de la razón, de la conciencia de lo justo y de lo injusto, pero también del cuento de hadas y del sentir lírico. Humildemente abarcado el sentido de la vida y de la muerte.

«Yo, en definitiva, como millones y millones al igual que yo, mejores o peores que yo, me encontré involucrado en esta guerra en carácter de italiano aliado a los alemanes, al comienzo, y en carácter de italiano prisionero de los alemanes al final. Los anglo-americanos bombardearon mi casa y en 1945 vinieron a liberarme de la prisión y me regalaron leche condensada y gachas en conserva. En lo que a mí respecta, aquí está toda la historia. Una banalísima historia en la cual yo tuve el peso de una concha en el océano en tempestad, y de la cual yo salí sin cordones y sin medallas pero victorioso porque, no obstante todo y todos, yo logré pasar a través de este cataclismo sin odiar a nadie» (pp. 80-81).

Giovannino en los campos de concentración no puede faltar en la biblioteca de toda persona decidida a permanecer en aquella Verdad revelada por Cristo, la única a hacernos libres, para siempre.

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