Fue el 25 de diciembre de 1886 cuando recibí la gracia de salir de la niñez; en una palabra: la gracia de mi total conversión…; aquella noche de luz comenzó el tercer periodo de mi vida, el más hermoso de todos, el más lleno de gracias del cielo…la obra que yo no había podido realizar en diez años Jesús la consumó en un instante, conformándose con mi buena voluntad que nunca me había faltado. Sentí, en una palabra, que entraba en mi corazón la caridad, sentí la necesidad de olvidarme de mí misma para dar amor a los demás, ¡y desde entonces soy feliz!