Sermón del Juicio universal

Et videbut Filium hominis venientem in nubibus cœli cum virtute multe et magestate.
Verán venir al Hijo del Hombre sobre las nubes resplandecientes del cielo con gran poder y majestad.
(Math. XXIV, 30)

Dios es desconocido en nuestros tiempos, y por esto es tan despreciado de los pecadores, como si no pudiera vengarse, cuando quisiere de las injurias que le hacen:Et quasi nihil posset facere omnipotents, æstimabant, eum. (Job. XXII, 17). Pero el Señor ha fijado un día, que en las santas Escrituras se llama: Dies Domini, en el cual se reconocerá que el eterno Juez hace justicia. Cognoscetur Dominus judica faciens.(Psalm. IX, 17). Sobre este texto escribió San Bernardo: “El Señor, que ahora es ignorado mientras es misericordioso, se dará a conocer cuando venga a juzgarnos”. (Lb. de Rad.). Por esto se llama este día: “Día de ira, de tribulación y de angustia. Día de calamidad y miseria” (Soph. I, 15). Comencemos, pues, a hacer las reflexiones siguientes:

En el punto 1º: El diverso aspecto que representarán los justos y los pecadores.

En el 2º: El examen de las conciencias.

En el 3º: La sentencia de los escogidos y de los réprobos.

Virgen purísima, Reina de los Ángeles, y Madre de los pecadores, interponed vuestra poderosa intercesión para que vuestro Hijo santísimo, que es la fuente de toda gracia, me conceda la que yo necesito para exponer a mis oyentes, santa y debidamente aquella misma palabra divina que Él mismo nos enseñó, cuando vivió en la tierra revestido de nuestra misma naturaleza, con el fin de enseñarnos el camino del Cielo. Para esto os saludamos con el Ángel, diciendo, Ave María.

Punto 1

Del distinto aspecto de los justos y de los pecadores en el valle de Josafat.

1. A este día dará principio el fuego que bajará del Cielo, y con su ardor los elementos se disolverán; y la tierra y las obras que hay en ella, con todos los hombres que vivan entonces, todo será abrasado: Terra et quœ in ipsa sunt opera exurentur (II, Petr. III, 10). Todo se convertirá aquél día en un montón de cenizas.

2. Luego que estén muertos los hombres sonará aquella terrible trompeta, que hacía temblar a San Jerónimo, y todos a su sonido, resucitarán en un estado incorruptible, como dice el Apóstol: Canet enimtuba, et mortui resurgent (I, Cor. XV, 52). San Jerónimo (in Math. cap. 5) decía “Siempre que pienso en el día del juicio, me pongo a temblar. Bien esté comiendo, bien bebiendo, bien haciendo cualquier otra cosa; siempre me parece que resuena en mis oídos aquella terrible trompeta que dice: “Levantaos muertos, venid a juicio”. Y San Agustín confesaba, que ninguna cosa le distraía más de los pensamientos terrenos, que el temor que le inspiraba éste día.

3. Al sonido de aquella trompeta descenderán del Cielo las hermosas almas de los bienaventurados, a unirse con aquellos mismos cuerpos con que sirvieron a Dios en este mundo; y saldrán del Infierno las de los réprobos, desesperadas y horribles a unirse a los cuerpos desgraciados y malditos, con los cuales ofendieron a Dios. ¡Cuán diferente será la presentación de los unos de los otros! Los réprobos aparecerán deformes y negros como tizones del Infierno: al propio tiempo que los justos resplandecerán como el sol en medio de su Padre: Tunc justi fulgebunt sicut sol (Math. XIII, 43). ¡Qué contentos estarán entonces los que hayan mortificado su cuerpo con la penitencia! Deduzcámoslo de las palabras que dijo San Pedro de Alcántara a Santa Teresa, cuando se le apareció después de su muerte: ¡O felix paenitentiæ, qœ tantam mihi promeruit gloriam! ¡Dichosa penitencia, que me granjeó tan grande gloria!

4. Luego que los hombres hayan resucitado, los ángeles los conducirán al valle de Josafat para ser allí juzgados: Populi, populi in vallem concisionis, quia, juxta est Domini (Joel. III, 14). Luego, los mismos ángeles separarán los réprobos de los escogidos, colocando a estos a diestra y aquéllos a la siniestra:Exibunt angeli, et separabunt malos d medio justorum. ¡Qué confusión sufrirán entonces los tristes condenados! dice el autor de la “Obra imperfecta” (Hom. 54). ¡Quomodo putas impios confundendos, quando segregatis justis, fuerint deridicti! Esta pena sola sería bastante para servirles de Infierno, como dice el Crisóstomo: Et si nihil ulterius paterentur ista sola verecundia sufficeret eis ad paenam. (In Math. cap. 24). El hermano será separado del hermano, el marido de la esposa, el hijo del padre, el amigo del amigo.

5. Pero, repentinamente se abren los Cielos, los ángeles acuden a presenciar el juicio, llevando la señal de la Cruz y los otros signos de la Pasión del Redentor, como dice el angélico Santo Tomás: Veniente Domina ad judicium signam crucis, et alia passionis indica demostrabunt. (S. Thom. Opusc. II, Cap. 244). Esto se confirma con aquellas palabras de San Mateo (24, 30) Et tunc parebit signum Filii hominis in cœlo, et tunc plangent omnes tribus terræ. Derramarán lágrimas de desesperación los pecadores al ver la cruz del Salvador; porque como dice San Juan Crisóstomo, los clavos se quejarán del pecador, y las llagas y la cruz de Jesucristo hablarán contra de él. Clavi de te conquerentur, cícatrices contra te prorabit. (Homi. 20 in Math.).

6. También la Reina de los santos y de los ángeles, María Santísima, asistirá al juicio universal del género humano; y, finalmente, comparecerá el eterno y supremo Juez sobre las nubes, cercado de esplendor y majestad: Et videbant Filium Hominis venientem in nulibus cœli, eum virtute multa et majestate. (Math. XXIV, 30). Verán al Hijo de Dios y de la Virgen sobre las nubes resplandecientes del Cielo rodeado de pompa y de virtud. ¡Que pena causará a los réprobos la vista imponente del Juez! A facie ejus cruciabantur populi. (Joel. II, 6). San Jerónimo dice que la presencia de Jesucristo les causará mayor tormento que el mismo Infierno: Domnatis melius est inferni penæs, quam domini praesentiam ferre. Por esto, según San Juan, dirán ellos aquel día a los montes y peñascos: Caed sobre nosotros, y escondednos de la cara del Juez irritado: Dicent montibus et petris: Cadite cuper nos et abscondite nos a facie seden tis super thronum, et ab ira gni. (Apocal. IV, 16).

Punto 2º

Examen de las conciencias

7. Judicium sedit et libri aperti sunt. (Dan. VII, 10) Se abren los libros o procesos de las conciencias y comienza el juicio. Nada quedará entonces oculto. El Apóstol dice, que el Señor sacará a plena luz lo que está en los escondrijos de las tinieblas: Illuminabit abscondito tenebrarum (I Cor. IV, 5). Dios mismo, dice por Sofonías (I, 12): Secutabor Hierusalem in lucernis. Registraré con una antorcha en la mano a Jerusalén y buscaré a los hombres sumidos en sus inmundicias, esto es, con tanto rigor, que no se me oculte ningún crimen, porque con la antorcha se registran los lugares más ocultos.

8. San Juan Crisóstomo escribe (Homil. 3 de Dav) Terrible judicum, sed pecatoribus, justis autem optabile et suave. El juicio causará espanto a los pecadores; pero a los justos alegría y dulzura; porque entonces Dios, dice, dará a cada uno el premio o castigo que haya merecido según sus obras, buenas o malas. (I. Cor. IV. 5). Y añade el Apóstol, que en aquél día, los escogidos serán arrebatados sobre nubes juntamente con los ángeles al encuentro de Cristo: Rapiemur cum illis in nubibus obviam Cristo in aera. (I. Thess. IV. 16).

9. Los hombres mundanos, que al presente llaman insensatos a los justos que viven mortificados y humillados, confesarán entonces su propia insensatez, y dirán: Non insensati vitam illorum estimabamus insaniam, et fine illorum sine honore: ecce quomodo computati sun inter filios et inter sanctos sors illorum est. ¡Insensatos de nosotros! creíamos que la vida de los justos no era más que una necedad y una locura, y que al fin nada conseguirían, pero vemos que han sido contados entre los hijos de Dios, y que les ha cabido la suerte de los santos. (Sap. V, 4). En este mundo se llaman dichosos los ricos, y los que disfrutan honores; pero , la dicha verdadera consiste en alcnzar la bienaventuranza. Regocijaos, pues, vosotras, almas piadosas, que pasáis en este mundo una vida llena de tribulaciones;porque vuestra tristeza se convertirá en gozo: Tristitia vestra vertetur in gaudium. (Joann, XVI, 20). Y en el valle de Josafat estaréis sentados en el trono de gloria.

10. Los réprobos, al contrario, serán colocados a la siniestra como cabritos destinados al matadero, para esperar allí su última sentencia de eterna condenación. Judici tempus dice el Crisóstomo, misericordia non recipit. En el día del juicio no habrá esperanza de misericordia para los dedichados pecadores. San Agustín escribe: Magna jam est pæna pecati, metum et memoriam divini perdidisse judicii (Serm. 20 de Temp.). Ya es gran pena del pecado vivir sin acordarse del día del juicio, y sin temerle. Y en efecto, la mayor pena del pecado que experimentan los que viven en desgracia de Dios, es: haber perdido el temor y la memoria del juicio divino. Sigue, sin embargo, ¡oh pecador! obstinado en el crimen, exclama el Apóstol, que según es tu obstinación, vas atesorándote ira y más ira para el día del justo juicio de Dios: Secundum autem duritiam tuam et impœnitens cor, thesaurizas tibi iram in die iræ. (Rom. II, 5).

11. Entonces dice San Anselmo, no podrán ocultarse los pecadores, sino que se verán precisados a comparecer en juicio con dolor insufrible. Los demonios harán su oficio acusándole y dirán al Juez, como dice San Agustín: Juzga, como juez recto que eres, que ese pecador es mío, y me pertenece el que no quiso ser tuyo. En contra de ellos atestiguarán, primero, su propia conciencia. En segundo lugar, las criaturas; y las paredes mismas de la casa en que pecaron, alzarán el grito en su contra: Lavis de pariete clamabit. (Habac. II, 11); en tercer lugar, el mismo Juez dirá: Yo, que todo lo sé; Yo, a quien nada se puede ocultar, soy testigo de todo eso. Ego sum judex et testis, dicit Dominus. (Jerem. XIV, 23.) Sobre lo que escribió después San Agustín: Ipse erit judex cusæ tuæ, qui modo est testis vitæ tuæ. (Librae 10, Chord.) Será Juez de tu causa el mismo que es testigo de tu vida. A los cristianos condenados les dirá especialmente las palabras de San Mateo, si las gracias que a vosotros os otorgué las hubiera dispensado a los turcos, o a los idólatras ellos tiempo ha que ya habrían hecho penitencia de sus pecados; pero vosotros no habéis puesto fin a vuestras culpas sino  con la muerte. Y entonces pondrá ante su misma cara y mostrará a la gente sus maldades ocultas. Descubrirá todas sus abominaciones, sus injusticias y crueldades ocultas. Manifestará a los réprobos todos sus pecados.

12. ¿Que excusas podrá entonces alegar? Toda iniquidad cerrará su boca. En lugar de responder para excusarse, pronuncirán ellos mismos su propia condenación, diciendo: Ergo eravimus a via veritatis. En efecto, abandonamos el camino de la verdad.

Punto 3º

Sentencia de los escogidos y de los réprobos

13. San Bernardo dice (Serm 8 in Ps. 90), que, primeramente, escucharán su sentencia los escogidos, destinándoles a la gloria del Paraíso, para que sea mayor la pena a los réprobos, viendo lo mucho que han perdido. Jesucristo, pues, dirá primero a los escogidos: Venid, benditos de mi Padre, a tomar posesión del reino que os está preparado desde el principio del mundo. (Matth. XXV, 34). Bendecirá todas las lágrimas que derramaron, doliéndose de sus culpas, todas sus obras buenas, sus oraciones, sus mortificaciones y comuniones: sobre todo, las penas de su Pasión y la sangre derramada por su salvación. Y en medio de estas bendiciones entrarán en el Paraíso, cantando himnos de alabanza para alabar a Dios eternamente.

14. Luego pronunciará la condenación de los réprobos diciéndoles: Discedite a me maledicti in ignem æternum. (Mtth. XXV, 41). Apartaos de mí, malditos; id al fuego eterno. Serán, pues, maldecidos, separados de la presencia de Dios y enviados a arder eternamente en el fuego abrasador del Infierno. (Matth. XXV, 46).

15. San Efrén dice, que después de esta sentencia, los réprobo serán obligados a dar un eterno adiós a sus padres, al Paraíso, a los Santos y a la Virgen María. Enseguida se abrirá un abismo en el medio del valle; y los desgraciados réprobos serán lanzados en él, y luego se cerrará aquella boca para siempre jamás. ¡Maldito pecado! ¡Aque fin tan tristetienes que conducir un tiempo tantas almas redimidas con la sangre preciosa de Jesucristo! ¡Oh almas desventuradas, a las cuales está reservado un fin tan triste y lamentable!.

Pero regocijaos vosotros, amados cristianos, para quienes Jesucristo hace el presente las veces del Padre y no de Juez. Preparado está siempre a perdonar al que se arrepiente. Pidámosle presto perdón de nuestras culpas; detestémoslas, diciéndole de lo íntimo del corazón: Me pesa Señor, de haberos ofendido; me pesa de haber pecado, me pesa de haber estado sordo a vuestros llamamientos, que, como divino Pastor de las almas, habéis habéis llamado tantas veces la mía, para que dejando los pastos vedados de los vicios, acudiera a los prados amenos de las virtudes que cercan la mansión deliciosa del Paraíso. Habed, Señor, misericordia de mí, habed compasión de una arrepentida; misericordia Dios mío, misericordia y gracia.

San Alfonso María de Ligorio

[Fuente Ecce Christianus]

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