Testimonios de la Iglesia rumana: el Obispo Áron Márton

Le fue ofrecido por el Papa Paulo VI el cardenalato, pero él lo rechazo cuando supo que el Gobierno rumano no había aprobado el nombramiento como Cardenal de Monseñor Iuliu Hossu (ya hemos tratado el tema en Corrispondenza Romana del 27 marzo ppdo.) y la decisión del Estado comunista, que persiguió despiadadamente a los miembros de la Iglesia Católica, fue aceptada por la Santa Sede por el “bien” de la fraternidad. Estamos hablando del Obispo Áron Márton que en los años del totalitarismo soviético, como muchísimos obispos, sacerdotes, religiosos y fieles, enfrentó el martirio, blanco o rojo, para no renegar su propia fe en Cristo. La causa de la beatificación del Siervo de Dios Áron Márton tuvo inicio el 17 de noviembre de 1992, bajo el Pontificado de Juan Pablo II.

La Iglesia greco-católica rumana fue aniquilada por decisión de Stalin, el cual, ya en 1946, había previsto eliminar -a través de una persecución a golpes y sin cuartel- la Iglesia greco-católica ucraniana, convencido de que el Papa de Roma era el único obstáculo verdadero al triunfo del sistema soviético. Al igual que en Ucrania, el clero y los fieles greco-católicos tuvieron que pasar forzadamente a la iglesia ortodoxa, bajo pena de ser condenados a la cárcel o a la muerte. En esta planificación anticatólica, el nuevo patriarca ortodoxo rumano Iustinian Marina (1901-1977), se reveló un diligente colaborador de Moscú. En el verano del año 1948 tuvieron lugar los primeros arrestos arbitrarios, los primeros interrogatorios, los primeros hostigamientos contra la Iglesia Católica de rito oriental lo que posteriormente llevaría a una prohibición oficial con el «Acta de derogación» del 1º de diciembre del mismo año. La Iglesia rumana contaba entonces con siete diócesis, cerca de 1800 sacerdotes y 2 millones de fieles. Ninguno de los Obispos cedió.

En una predicación en Oradea en junio de 1948, el Obispo Hossu había declarado: «por ningún motivo nos convertiremos en traidores y por ningún motivo abandonaremos la fe de nuestra madre Roma (…). Si fuese también pedida la vida, pues bien daremos la vida por la fe». Fueron expropiadas todas las iglesias, los conventos, los asilos, las escuelas, que se convirtieron en edificios del Estado o su uso fue concedido a la Iglesia ortodoxa. Entre el 27 y el 28 de octubre de 1948 los Obispos greco-católicos, hoy Siervos de Dios, Vasile Aftenie (1899-1950), Obispo Titular de Ulpiana y Obispo Auxiliar de la Archieparquía de Alba Iulia y Făgăraș; Valeriu Traian Frenţiu (1875-1952), Obispo de Oradea; Ioan Suciu (1907-1953), Administrador Apostólico de la Archieparquía de Alba Iulia y Făgăraș; Tit Liviu Chinezu (1904-1955) Obispo Auxiliar de la Archieparquía de Alba Iulia y Făgăraș; Ioan Bălan (1880-1959), Obispo de Lugoj; Alexandru Rosu (1884-1963), Obispo de Maramureș; Iuliu Hossu (1885-1970), Obispo de Cluj Gherla, fueron detenidos, encarcelados, interrogados, torturados para obligarlos bajo coacción a pasar a la iglesia ortodoxa. Ninguno de ellos renegó de la Iglesia de Roma.

Áron Márton nació en Sândominic, en aquella época perteneciente el Imperio Austro-Húngaro, el 28 de agosto de 1896. Sus padres, Ágoston y Julianna Kurkó, eran dos campesinos de etnia húngara. Después de haber frecuentado un liceo de Alba Iulia, el 15 de junio de 1915 se alistó en las Fuerzas Armadas austro-húngaras y participó en calidad de Teniente de la división 82ª en la Primera Guerra Mundial, estando presente en diversas zonas del conflicto y quedando también herido en Doberdo, Oituz, Asiago. Terminada la guerra trabajó como campesino de 1918 a 1920, después como obrero metalúrgico en Braşov y, finalmente, como contador.

En él maduró la vocación sacerdotal y en 1920 comenzó a frecuentar los estudios teológicos en Alba Iulia. El 6 de julio de 1924 fue ordenado en la Catedral de San Miguel en esa misma ciudad. Después de haber ocupado diversos cargos como capellán, docente y párroco en varios lugares, el 1º octubre de 1930 fue nombrado capellán del Obispo y archivista diocesano en Aba Iulia, para asumir después como secretario del Obispo y en 1932 como director espiritual de los seminaristas de Cluj. El 13 marzo 1934 es designado director de la Liga católica romana de las naciones de Transilvania. Después fue nuevamente párroco y el 14 de septiembre de 1938, en el decreto n° 630 de la Sagrada Congregación Consistorial, es nombrado Administrador Apostólico de la Diócesis de Alba Iulia.

Sus cualidades de gobierno, organizativas y administrativas llamaron la atención del Vaticano y así el 24 diciembre de 1938 el Papa Pío XI lo nombró Obispo de Alba Iulia. Recibió la ordenación episcopal el 12 de febrero siguiente en la iglesia de San Miguel en Cluj-Napoca. Desde entonces fue objeto de una estricta vigilancia por parte de los servicios secretos rumanos pues era considerado uno de los líderes del irredentismo húngaro en Rumania y, por lo tanto, un enemigo. Por otra parte, el heroico Monseñor Márton nunca escondió sus ideas, actuando en consecuencia, comenzando a oponerse, ya antes de ser consagrado Obispo, a los vientos belicistas que estaban soplando en Europa en 1938. En un discurso en la iglesia de San Miguel, durante una visita a Kolozsváril el 18 de mayo de 1944, con motivo de la ordenación de tres nuevos sacerdotes, condenó la deportación de los hebreos rumanos y húngaros. Aquella semana, el 22 de mayo, escribió también cartas al Gobierno húngaro, como asimismo a la policía local y a las otras autoridades en las cuales se les pedía vetar las deportaciones. En consecuencia fue expulsado de Alba Iulia.

Terminado el conflicto mundial, en 1945, después de la muerte del Cardenal Jusztinián Serédi (1884-1945), Pío XII habría deseado nombrarlo nuevo Arzobispo Metropolitano de Strigonio, pero, por el evidente descontento de los comunistas húngaros, fue nombrado Monseñor József Mindszenty (1892-1975), venerable desde el 12 de febrero de 2019, habiéndosele reconocido las virtudes heroicas. También él, de hecho, entró en el inmenso depósito de los católicos perseguidos y se distinguió por su firmeza en la Fe.

El 19 de marzo de 1948 Monseñor Márton y los otros Obispos greco-católicos de Rumania enviaron una carta al Gobierno para solicitar la tolerancia religiosa en sus propios pueblos y garantizar la educación religiosa en las escuelas y la asistencia espiritual en el Ejército, en los hospitales, orfanatos y prisiones. La iniciativa se tomó en vano. Los Obispos Márton y Hossunon se rindieron y presentaron un proyecto de «estatuto de la Iglesia Católica en Rumania», en un intento de salvar de la persecución comunista a la Iglesia Católica: firmaron el documento el 27 de octubre y lo entregaron en el Ministerio de Asuntos Religiosos el 4 de noviembre de 1948. El 11 de Octubre de 1948 Monseñor Márton dirigió una Carta Pastoral al Clero en la cual lo exhortaba al coraje y a la oración, prohibiendo la participación, bajo pena de excomunión, en toda y cualquier manifestación organizada por el Partido Comunista. En el mes de abril del año siguiente fueron clausurados 39 monasterios. Para nada sirvieron los intrépidos esfuerzos del Obispo. El último fue una carta de protesta dirigida al Presidente de la Gran Asamblea Nacional (27 de Abril de 1949). Fue arrestado el 21 de junio de 1949 y conducido al Cuartel General de Seguridad en Sibiu.

En secreto, con ocasión del quincuagésimo aniversario de su ordenación sacerdotal, el 6 de julio de 1949, Pío XII lo elevó a la dignidad arzobispal, haciendo público el nombramiento solo el año siguiente. Monseñor Márton peregrinó de una prisión a otra en Rumania hasta 1955, sufriendo dramáticos interrogatorios y siendo abandonado en celdas de aislamiento durante días y días. Pero la policía nunca logró sacarle información para incriminar a otras personas de su conocimiento. El 6 de Agosto de 1951 fue condenado a cadena perpetua. Fue liberado el 24 marzo de 1955, cuando en el territorio nacional la situación política se hizo menos cruel y fue transferido a una casa en las afueras de Bucarest, siempre, sin embargo, bajo estricto control.

El inflexible Obispo Márton cumplió entonces una visita pastoral en su Diócesis y se esforzó admirablemente por la recuperación de los católicos en Rumania y reforzar su propia resistencia. Por esta razón su actividad permaneció estrictamente monitoreada y todas las informaciones recogidas fueron notificadas en marzo de 1957 al Departamento de Asuntos Religiosos del Ministerio de Culto. Monseñor Márton tomó contacto con personalidades íntegras como el académico Zenovie Pâclişanu (1886-1957), un ardiente defensor de la integración greco-católica. Cuando Monseñor Márton llegó a su Obispado, en Alba Iulia, la multitud lo acogió con inmenso entusiasmo, lo que no fue tolerado por las autoridades, a tal punto que fue forzado al arresto domiciliario que duró hasta fines de 1967.

Pero su obra santificadora igualmente prosiguió. En un sintético comunicado sobre las acciones del Obispo, emitida el 14 de septiembre de 1959, solicitó el restablecimiento de la situación de la Iglesia Católica tal como era el 30 de diciembre de 1947 y la liberación de los Obispos y de los sacerdotes católicos. Inmediatamente después de su regreso a la Diócesis acogió en el seminario de Alba Iulia a cincuenta jóvenes greco-católicos, uno por cada eparquía de la Iglesia greco-católica rumana. Entre ellos se encontraba el futuro Cardenal Lucian Mureșan, nacido en 1931, actual Arzobispo Mayor de la Iglesia greco-católica rumana.

Monseñor Áron Márton fue liberado como consecuencia de las negociaciones que el Cardenal Franz König (1905-2004) condujo en Bucarest. Sin embargo muchas personas, voluntariamente, lo escoltaron, en particular durante las visitas pastorales, para evitar atentados o molestias por parte de las autoridades. En 1968 hizo un viaje a través de toda Rumania y dio la comunión a millares y millares de jóvenes. De 1970 a 1980 fue Presidente de la Conferencia Episcopal Rumana. En 1972 le fue diagnosticado un cáncer, pero fue extraordinario en el combate a la enfermedad y nunca tomó medicamentos para el dolor, prosiguiendo su actividad pastoral y logrando recuperar la salud.

Varias veces fue a Roma, donde se encontró con Paulo VI y el 2 de abril de 1980 Juan Paulo II aceptó su renuncia a la diócesis por haber alcanzado el límite de edad. Murió en Alba Iulia el 29 de septiembre del mismo año. Después de las exequias presididas por el Cardenal László Lékai (1910-1986), su cuerpo fue sepultado en la Catedral de San Miguel en Alba Iulia, hoy meta de los devotos que van a implorarle gracias y milagros.

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