«Toda carne verá la salvación de Dios»

En los textos de la Misa de este último Domingo de Adviento aparecen una vez más las tres personalidades que durante estas cuatro semanas nos están llamando a prepararnos a recibir al Señor que viene: el profeta Isaías, san Juan Bautista y la Virgen María.

I. A Isaías pertenece la antífona del introito, una de las expresiones que con más frecuencia resuenan durante el Adviento: «Derramad, cielos, desde arriba vuestro rocío, y lluevan las nubes al justo; que se abra la tierra y brote al Salvador» (Is 45, 8; En vez de las expresiones abstractas “la justicia” y “la salvación”, dice la Vulgata “el Justo” y “el Salvador”). En su origen, estas palabras se pronunciaron en el contexto de un discurso que contenía un mensaje de ánimo a los exiliados en Babilonia con el anuncio de un libertador que sería Ciro, rey de Persia. Pero en estas alusiones a Ciro, salvador del pueblo judío, la liturgia ha visto una figura del verdadero Redentor, que vendrá como el rocío de lo alto, para recrear a toda la tierra y para reinar con justicia sobre todas las naciones.

El profeta Isaías vuelve a ser citado en el Evangelio y en la antífona de comunión que contiene el anuncio de la concepción virginal de Jesús cuyo cumplimiento señalará san Mateo: «Mirad: la virgen está encinta y da a luz un hijo, y le pondrá por nombre Enmanuel» (Is 7, 14).

II.En la presentación de san Juan Bautista que nos hace el Evangelio (Lc 3, 1-6), podemos señalar como san Lucas sitúa en el espacio y en el tiempo la aparición pública de san Juan Bautista. Eso nos permite mostrar la exactitud histórica con que refiere los hechos relativos a Jesucristo cuya narración emprende y que se pueden ubicar en el año 26.

Tras esta introducción se afirma que «vino la palabra de Dios sobre Juan, hijo de Zacarías, en el desierto» (v. 2). Esta expresión, precedida de un breve contexto histórico es frecuente en los libros proféticos. De este modo se sugiere, como después dirá Jesús expresamente (Lc 16, 16) que san Juan Bautista es el último de los profetas y, a través de él, Dios con su palabra inaugura el último acto de la historia.

El evangelista presenta la figura del Bautista a la luz de un texto de Isaías (40, 3-5) que el propio san Juan se aplicó a sí mismo: «Voz del que grita en el desierto: Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos…». El texto de Isaías se aplica «al reino de los cielos que se aproxima, traído por Jesucristo, y a su pregonero y precursor, el Bautista» (Mons. STRAUBINGER, in Is 40, 3). El profeta se refería literalmente a la liberación del pueblo judío de la cautividad de Babilonia y a su regreso a Jerusalén; pero anunciaba la liberación de todo el género humano de la esclavitud del pecado por la venida del Mesías.. San Lucas es el único que cita el último versículo: «Y toda carne verá la salvación de Dios», subrayando esa dimensión universal del Evangelio.

Ante la venida inminente del Señor, los hombres deben disponerse interiormente, hacer penitencia de sus pecados, rectificar su vida para recibir la gracia que trae el Mesías. Podemos aplicarnos estas palabras a nuestra vida: si queremos que Jesús venga a nosotros hay que prepararnos para recibirle; arrojando de nuestro corazón todo lo que es indigno de Él y esforzándonos en revestirnos del hombre nuevo y en vivir de una manera digna de nuestra condición de hijos de Dios. Y esto en una perspectiva escatológica, en una perspectiva de la historia de la salvación que constituye la razón última de la existencia de la Iglesia: preparar las almas para el encuentro definitivo con Cristo. A nivel personal (santificación de los creyentes) y a nivel de toda la humanidad con el juicio y la restauración de todo en Cristo.

«El día del Juicio, al fin del mundo, Cristo vendrá en la gloria para llevar a cabo el triunfo definitivo del bien sobre el mal que, como el trigo y la cizaña, habrán crecido juntos en el curso de la historia» / «Cristo glorioso, al venir al final de los tiempos a juzgar a vivos y muertos, revelará la disposición secreta de los corazones y retribuirá a cada hombre según sus obras y según su aceptación o su rechazo de la gracia» (CATIC 681-682).

III. Por último, la Virgen María aparece en el Ofertorio, es decir inmediatamente antes de que sobre el altar descienda el Salvador como lo hizo en otro tiempo al seno de la Virgen al recibir el anuncio del ángel: «Ave María gratia plena… Ave, María, llena de gracia, el Señor es contigo; bendita tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre».

«La Virgen María encarna perfectamente el espíritu de Adviento, hecho de escucha de Dios, de deseo profundo de hacer su voluntad, de alegre servicio al prójimo. Dejémonos guiar por ella, a fin de que el Dios que viene no nos encuentre cerrados o distraídos, sino que pueda, en cada uno de nosotros, extender un poco su reino de amor, de justicia y de paz» (Benedicto XVI, 2-diciembre-2012).

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Debemos redoblar la vigilancia y el fervor conforme se acerca la Navidad. Renovemos nuestra alma y pidamos a la Virgen María y a san José que nos alcancen las gracias necesarias para disponernos a recibir más dignamente la venida de Jesús.

Padre Ángel David Martín Rubio
Padre Ángel David Martín Rubiohttp://desdemicampanario.es/
Nacido en Castuera (1969). Ordenado sacerdote en Cáceres (1997). Además de los Estudios Eclesiásticos, es licenciado en Geografía e Historia, en Historia de la Iglesia y en Derecho Canónico y Doctor por la Universidad San Pablo-CEU. Ha sido profesor en la Universidad San Pablo-CEU y en la Universidad Pontificia de Salamanca. Actualmente es deán presidente del Cabildo Catedral de la Diócesis de Coria-Cáceres, vicario judicial, capellán y profesor en el Seminario Diocesano y en el Instituto Superior de Ciencias Religiosas Virgen de Guadalupe. Autor de varios libros y numerosos artículos, buena parte de ellos dedicados a la pérdida de vidas humanas como consecuencia de la Guerra Civil española y de la persecución religiosa. Interviene en jornadas de estudio y medios de comunicación. Coordina las actividades del "Foro Historia en Libertad" y el portal "Desde mi campanario"

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