(Antonio Socci, Libero – 24 agosto 2020) Es un fenómeno que suena increíble. En todas partes (tanto más en Italia), cuando ocurre un desastre, la pregunta inmediata que se hace – sobretodo en los medios de comunicación– es la siguiente: ¿quién es el responsable? Ocurre siempre.
Ahora bien, desde hace ocho meses sufrimos la catástrofe más grave desde la Segunda Guerra Mundial, una pandemia que no solo provocó centenares de miles de muertos en el mundo y 35 mil en Italia, sino que ha devastado la economía de todo el mundo (la nuestra más que todas) y continúa paralizando la vida social, económica y política de los pueblos.
Pero en este caso, y únicamente en este caso, no se encuentra a nadie que señale las responsabilidades o se pregunte “¿de quien es la culpa?”
¿Por qué el culpable es desconocido? No, es conocidísimo. Se trata de China comunista. Su responsabilidad es clara.
El 1° de abril ppdo. el Cardenal Charles Maung Bo, presidente de la Federación de las Conferencias Episcopales asiáticas escribió: “es un gobierno el que tiene la principal responsabilidad, debido a lo que hizo y a lo que dejó de hacer, y este es el régimen del Partido comunista chino en Pequín (…) Mentiras y propaganda colocaron en peligro millones de vidas humanas en todo el mundo… este régimen es responsable, por causa de su negligencia y represión criminal, de la pandemia que hoy se propaga en nuestros caminos”.
¿Qué otro diario italiano, además de “Libero”, ha publicado estas palabras? Pero aún hay más.
El Profesor Joseph Tritto en el libro “Cina Covid-19” (Cantagalli) muestra que a ese tipo de virus se llega con la ingeniería genética y dado que en Wuhan, donde estalló la epidemia, existe precisamente un laboratorio que desde hace años trabaja exactamente con esos “productos”: la conclusión es clara.
Tritto da también los nombres de quienes trabajaban en aquel laboratorio y eran capaces de proyectar este virus quimérico recombinante y producir clones (en este caso evidentemente el virus se les fue de las manos por falta de seguridad).
Quienes sustenten que, en cambio, es de origen natural, tienen el honor de ilustrar como puede haber venido de afuera por procesos naturales un virus quimérico recombinante y como puede haber dado luz verde a la epidemia entre los hombres. Nadie lo ha hecho hasta ahora.
China, por otra parte, tenía un modo simple para desmentir el origen artificial del virus: permitir que una comisión internacional accediera al laboratorio de Wuhan y hablara con sus investigadores colocando a su disposición todos los datos. Pero se cuidó muy bien de hacerlo, aún cuando, el 3 de mayo, fue Mike Pompeo, Secretario de Estado de los Estados Unidos, quien señaló con el dedo el laboratorio de Wuhan.
Obviamente la administración Trump fue dejada sola. La Unión Europea se cuida bien de atacar al régimen chino y lo mismo hace el sistema mediático. El presidente Trump también estuvo solo en los foros internacionales incluso cuando propuso llamar “virus chino” a este coronavirus.
Después la Unión Europea finge, en estos días, ser la defensora de la democracia, con una Bielorussia que nada le importa, pero respecto a China digirió sin problema alguno la reciente represión a Hong Kong que substancialmente barrió su autonomía y su libertad.
La temerosa reverencia internacional con relación a la horrible dictadura comunista china, que pisotea desde siempre los derechos humanos, es increíble. ¿Encuestas? ¿Llamamientos de intelectuales? ¿Editoriales? ¿Iniciativas políticas? ¿Sanciones? Contra China no se ve nada de ese estilo.
En los meses del lockdown el gobierno y los mass-media demonizaron tal vez al corredor solitario en los bosques y hoy a los muchachos que van a las discotecas (por lo demás autorizadas a abrir por el gobierno y después cerradas), pero sobre China nada.
De hecho, el sistema mediático – siempre orientado hacia la Izquierda – pone en el cepo en todo caso a Trump, Johnson o Bolsonaro. No a la China de Xi. Los gobiernos europeos – y particularmente el italiano – tratan al régimen de Pequín con guantes blancos.
Se dice que esto ocurre porque existen enormes intereses económicos y comerciales. Por cierto, mañana mismo Di Maio recibirá con todos los honores al Ministro de Relaciones Exteriores chino Wang Yi que vino para volver a poner en marcha el “camino de la seda”. Y el gobierno Conte también en estos días se muestra muy abierto a China sobre cuestiones tecnológicas delicadas que ponen en estado de alerta a los Estados Unidos y a la Nato.
Después el enviado de Xi visitará las otras capitales europeas y encontrará una excelente acogida y seguramente buena prensa. Nadie lo va a importunar sobre la represión a Hong Kong o sobre las persecuciones religiosas del régimen comunista. Mucho menos sobre la necesidad de esclarecer el tema del Covid-19.
Se dice que además de la penetración económica, también las presiones de los chinos en Occidente son muy fuertes y que los gobiernos europeos no quieren causar disgustos a aquella potencia imperial. Lo mismo ocurre con el sistema mediático, el cual – sobretodo en Italia – está ideológicamente orientado hacia la izquierda.
Sin embargo, este silencio es inaceptable también por la necesidad que hoy tenemos de salir de la continua emergencia del Covid que está colocando de rodillas a una economía como la nuestra ya en estado sumamente crítico.
En su libro, el Profesor Tritto escribe: “El silencio de algunos países, sobre todo China, ha causado y está causando enormes demoras en la búsqueda de soluciones terapéuticas, como antivirales ad hoc y vacunas”.
¿Silencio sobre algo en particular?. “China”, explica Tritto “tiene seguramente el virus madre, la matriz y sus clones. El mundo occidental (sobretodo Trump, ndr) ejerce presiones para que China entregue las muestras originales del virus a los efectos de poder desarrollar y producir una vacuna que tenga una cobertura lo más amplia posible. Este es el verdadero problema del punto de vista político”.
Pero China no entrega nada porque “para entregar el virus original China debería reconocer en primer lugar que ha habido una fuga o, incluso, un hurto en uno de sus laboratorios; por lo tanto debería admitir que estaba estudiando el virus y demostrar a la comunidad científica y política internacional que la finalidad de su investigación solo tenía como objetivo cuidar la salud pública; es decir, que no tenía objetivos de carácter militar relacionados con el bioterrorismo o el biowarfare”.
Tritto agrega: “suponiendo también la hipótesis de que el gobierno chino admitiera su culpa por haber callado un hecho tan grave y no haber garantizado la seguridad de su laboratorio, China se encontraría en una situación embarazosa, porque muchos países podrían presentar reclamos de resarcimiento por los graves perjuicios sufridos”.
Por ello Pequín rechaza toda responsabilidad apostando al silencio de los gobiernos europeos y a la “distracción” de los mass media occidentales que prefieren atacar a Trump antes que a los dictadores comunistas.
Así nos encontramos en esta increíble situación de colapso y ahora sobre el abismo (al cual ya nos habían acercado las políticas europeas de los últimos veinte años), pero sin que nadie nos diga quien carga con la responsabilidad y como se sale de la misma.
Sin embargo la verdad es simple. La tragedia del Covid es un producto del sistema comunista chino que constituye una amenaza para todo el mundo: como siempre y en todas partes el comunismo ha sido un peligro mortal para la humanidad.
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