Affaire Custodio: Los mimbres son los que son, pero el cesto será hermoso

No, evidentemente Custodio no es de los que en sus largas siestas sueñan con tener la guerra en paz. Eso no va con él. Aguerrido y combativo como es, se ha cansado de ese interminable recular de la Iglesia: bueno, de sus pastores, que con discreción y disimulo, para que no se note que se están rindiendo ante el enemigo (que esta vez se presenta con su nuevo disfraz esperpéntico representado estos días por el todopoderoso lobby LGTB) recortan el Evangelio para ajustarlo al gusto y al capricho de los nuevos amos. Es el silencio, ¡tan discreto!, que se ha instalado en los templos. A efectos prácticos es como si estuviese prohibido predicar sobre ciertos temas que siguen estando en el Evangelio y en el Magisterio de la Iglesia: concretamente en el Catecismo. Y ya ven lo que ocurre si alguien se atreve a romper este pacto de silencio. El siguiente paso que dará la Santa Inquisición LGTB, será entrar también en las sacristías y quemar todas las Biblias y Misales que no hayan “ajustado” sus traducciones a la nueva doctrina oficial.

Pero no es sólo la Iglesia. También los partidos políticos con representación (de todos los españoles, dicen), han rendido sus armas y han corrido con flores a porfía a ponerse a los pies del nuevo poder mundial. Todos. ¡Cualquiera no! Eclesiásticos y políticos están hechos de la misma pasta; así que tampoco podemos quejarnos en exceso.

¿Y ha salido la Jerarquía eclesiástica, empezando por el flamante cardenal y los demás firmantes de la urgentísima NOTA “pastoral” soberanista, a defender el derecho de los sacerdotes a predicar el Evangelio en la iglesia en el contexto de una homilía? No, no, evidentemente no es ése el rumbo de la pastoral de nuestros pastores en Cataluña. Por lo visto, en nada les incumbe la libertad de los curas para predicar el Evangelio en la iglesia. Eso no va con nuestros obispos, embarcados en pastorales de altos vuelos. Ellos no están para esas minucias.

Y no es ninguna broma el colosal acto de amedrentamiento de la Iglesia (el mossén de turno, esta vez Custodio, les importa un rábano). Lo que les interesa es que nadie se atreva a romper el pacto de silencio de nuestra dorada ciénaga. Y un cura lo ha roto. Es intolerable. Hay que acabar con él, si no quieren que los cristianos se les suban a las barbas. Por eso hay que lanzar el aviso claro y contundente. Están decididos a poner orden en la iglesia. Su orden, su Nuevo Orden. Y si la Iglesia se sale de él, ha de saber muy bien a qué se expone.  El órdago pues, es morrocotudo.

Lo que más ardientemente desearían los eximios pastores de Cataluña, es que también Mossén Custodio firmase una nota que viniese a decir: “Aviso recibido”; aunque eso sí, guardando el honor en las formas. Pero no tiene pinta este mossén de escribir una nota como acuse de recibo de la advertencia, disculpándose por si hubiese podido ofender a alguien en su homilía, que no era ésa su intención, y asegurando que en adelante seguirá defendiendo la doctrina de la Iglesia, pero poniendo sumo cuidado en no romper ningún plato. No es ése su estilo. Por si alguien no se ha enterado, Mossén Custodio, que igual podría ser mossén Perico de los Palotes, está defendiendo el derecho de la Iglesia a predicar el Evangelio sin someterlo a la censura y a los recortes del poder político. Mal que les pese a los obispos. ¿Que gran parte del clero ha renunciado ya, y se ha puesto al servicio del poder político cediéndole locales parroquiales, campanarios y colegios para promocionar su singular evangelio? Gran parte, es verdad, con sus pastores en cabeza. Pero no todos.

Es evidente que una nota así calmaría los ánimos y haría deponer las armas. Porque para los enemigos de la Iglesia, que ésta se rebaje a excusarse y a pedir perdón donde no hay absolutamente nada de que excusarse ni de que hacerse perdonar, es un triunfo moral de gran envergadura. ¿Pedir perdón por no haber sido más cuidadoso en el lenguaje usado para hablar de la homosexualidad según la doctrina de la Iglesia? ¡Menuda guasa!, ¿no? Y sin embargo es eso lo que desean ardientemente. Con Xavier Novell, obispo de Solsona, les fue a pedir de boca. Publicó la nota y se calmaron. Y están en condiciones de jurar que Novell no encontrará ocasión ni oportunidad de volver sobre el tema. Ganaron el pulso.

Excepto la CUP, todos desean evitar el choque frontal con la Iglesia (y finalmente con la sociedad, es decir con un segmento de voto adormecido), al que les abocaría un juicio en toda regla contra un cura por haber expuesto en un sermón (¿valdrá como prueba la grabación de la homilía?) la doctrina de la Iglesia sobre la homosexualidad: o como bien apunta un comentarista, sobre la sodomía. Sería el choque espectacular del Pensamiento Único contra la libertad de pensamiento (un bien irrenunciable), defendida en este caso no por el cuerpo jerárquico de la Iglesia, sino por un cura de a pie. ¡Qué espectáculo! No me lo quiero perder. Una nota del mossén pidiendo perdón y lamentando no haber sido más cuidadoso en el lenguaje, evitaría ese espectáculo de enfrentamiento entre la Iglesia y el poder político. Pero como con eso no cuentan, porque no son ésas las pintas de Custodio, tocarán otras teclas.

Sospecho que el flamante cardenal ha requerido los buenos oficios del emérito cardenal- arzobispo para mediar con los poderes públicos. Es un arte en el que se ha ejercitado a lo largo de todo su pontificado, con el resultado de una paz que difícilmente conseguirá el actual antístete (¡menudo título!). Martínez Sistach puede convencer fácilmente a los políticos (menos a la CUP, que tiene la sartén por el mango) del alto riesgo que tiene para ellos el choque frontal con la Iglesia. Y por supuesto aconsejará a Su Eminencia Omella que aprenda la lección y “no se meta en política”; es decir que sea prudente en la predicación del Evangelio en todo aquello que pueda incomodar a los políticos. Que acepte sin aspavientos la mordaza que el lobby le ha impuesto a la Iglesia de facto y que ahora quiere convertir en de iure, dando una vuelta más de tuerca.

Lo que está claro es que si no prospera la pretendida acción judicial contra Custodio (un simple cura de a pie a efectos prácticos), no será porque la Jerarquía eclesiástica de la Tarraconense ni la CEE hayan presentado batalla en defensa de uno de sus sacerdotes acusado de predicar el Evangelio, que no lo han hecho; sino porque temerán perder la batalla jurídica y sobre todo la social. Porque un juicio así provocaría un intenso debate y una decantación de ideas y ¡qué horror!, de votos: y está tan claro como el sol que nos alumbra, que nuestros obispos (así son ellos) no están dispuestos por nada del mundo a mover los votos en defensa de nuestra sacrosanta religión. Y por supuesto que tampoco en defensa de la constitucional libertad religiosa.

Nunca se sabe cuál puede ser el revulsivo que marque un cambio de actitud de la gente  (sí, sí, también de “la gente”) ante la vergonzosa claudicación de todos los políticos bajo la bota totalitaria del lobby mundial LGTB. Este incidente tiene algunos ingredientes de gran envergadura que podrían convertirlo en ese revulsivo que tanto necesitamos. Como dijo César al pasar el Rubicón, Álea jacta est. Y las apariencias indicaban que Pompeyo tenía todas las de ganar: sobre todo porque el poder oficial estaba de su parte; pero fue el perdedor. Será Dios quien diga la última palabra: que mimbres para tejer un hermoso cesto, no le faltan.  Quiera Él que haya refriega; porque si no la hay, ya hemos perdido.

Virtelius Temerarius

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