Es necesario afrontar este tema antes de ilustrar en el próximo número la confrontación entre paganismo y cristianismo y hacer referencia al renacer del paganismo a partir del humanismo y del renacimiento.
La filosofía antigua conoció épocas de esplendor y de plenitud metafísica con Platón y sobre todo con Aristóteles, aunque tuvieron necesidad de ser perfeccionados profundamente en cierta manera por Sto. Tomás de Aquino. Sin embargo, la filosofía de la paganitas, como sistema religioso politeísta, pluralista y tolerante, no se funda en Aristóteles (el cual, como Platón, no apreciaba la mitología de los dioses del pagus y de los paganos), sino en sus enemigos: el escepticismo de la sofística especulativa y el estoicismo de la amoralidad práctica.
Cuando hablamos del alma de la filosofía pagana, no entendemos por ello la filosofía clásica en su conjunto (antes bien, excluimos a Sócrates, Platón y Aristóteles, que -filosóficamente- se fundaban en la razón y en la voluntad y no en los cultos teúrgicos e idolátricos de la paganitas para ascender “a lo alto”), sino sobre todo entendemos la sofística, el escepticismo especulativo-teórico, el estoicismo práctico o “ético” y la reacción neoplatónica y post-plotínica al Cristianismo.
En efecto, el politeísmo y la tolerancia religiosa, típicos de Grecia y de la Roma antigua, son fruto de una “filosofía” teóricamente escéptica y prácticamente estoica, y no de la metafísica aristotélica.
En el paganismo, la noción de Dios oscilaba entre el politeísmo y el escepticismo. Sólo algunos filósofos (Platón y Aristóteles) superaron tales contradicciones demostrando racionalmente la existencia de un Dios único, aunque circundado por una miríada de eones o semidioses. Se trataba, sin embargo, de una divinidad impersonal y estos filósofos no alcanzaron nunca el concepto de un Dios personal y trascendente: para Platón se trata de un Demiurgo impróvido y limitado en poder; Aristóteles lo llama “Intelecto”, cerrado en sí mismo, aislado, o sea, impersonal.
El paganismo, aun en sus sumos filósofos, nunca superó el inmanentismo.
La afirmación clara y neta de la trascendencia divina se alcanza sólo con el Cristianismo (patrística y escolástica). El hombre pagano se autodivinizaba o mediante el Politeísmo, en el que los dioses tenían las mismas características que los hombres, por lo cual, adorando a los dioses, el pagano se adoraba a sí mismo, o a través de la gnosis esotérica, a la que se llegaba a través del conocimiento iniciático y mistérico (gnosis).
a) El Escepticismo
El escepticismo representa el ala más radical de la filosofía pagana. En efecto, el epicureísmo y el estoicismo negaban el valor del conocimiento racional, pero se basaban en una cierta “opinión” (assensus infirmus cum formidine errandi / asentimiento débil con temor a errar) que fundaba una moral subjetiva, opinable y opinionista, la cual -en el fondo- permitía al hombre “ir viviendo”. El escepticismo, por el contrario, insistía radicalmente en las deficiencias de la razón humana, de nuestras facultades congoscitivas, que no pueden conocer en absoluto la realidad y, por tanto, la verdad, por lo que también la moral subjetiva-autónoma o de la situación era destruida radicalmente.
El escepticismo es la filosofía de la nada, padre del nihilismo post-moderno. En efecto, según el escepticismo es necesario abstenerse del conocer para poder llegar a la suprema indiferencia (que lleva al indiferentismo religioso del politeísmo pagano) y es necesario suprimir la noción de bien y de mal -que son incognoscibles-, ya que de ella deriva toda confusión de consciencia. En pocas palabras, el escepticismo reduce al hombre al rango de la bestia, dado que lo que nos distingue de los animales es precisamente la razón y la voluntad.
El escepticismo, además, se funda en una contradicción íntima. En efecto, ¿cómo puedo juzgar que es imposible conocer y razonar si no a través de la razón que, sin embargo, pongo en duda y busco destruir? Si afirmo que es imposible conocer con certeza la realidad y estoy convencido de esta afirmación, significa que al menos una certeza la tengo y todo el sistema escéptico se derrumba. Erradicado por la Patrística y por la Escolástica, reaparecerá en el siglo XVIII con David Hume. Cfr. G. Reale, La filosofia greco-romana, Bompiani, Milano (10 voll.), 2004.
b) El Estoicismo
Niega todo valor al conocimiento intelectivo y afirma solamente el sensitivo (sensismo).
El mundo es materia en continuo movimiento (materialismo dinámico). El universo es una única substancia que se manifiesta, aparentemente, en muchos individuos los cuales, en realidad, son partes de una única substancia material activa (panteísmo monista materialista). Hay en él una especie de forma intrínseca al mundo e inmanente a él que es el Anima mundi, una especie de “divinidad” inmanente e inmanentista y todo ente lleva en sí las “razones seminales”, o sea, la semilla o partícula “divina” del Anima mundi, la cual permite al ente pasar al acto por sí mismo sin premoción física por parte de un Dios trascendente (que no existe para el estoicismo).
La moral estoica es: “vive según la naturaleza”, o sea, según el hado, en cuanto que todo ente es una partícula del todo y debe, por ello, abandonarse fatalistamente a él, porque es estúpido intentar ejercitar el libre albedrío frente a los eventos, que están ya determinados por el destino. La apatía o impasibilidad debe extirpar todas las pasiones humanas. El suicidio es el único medio para evitar perder la apatía.
En pocas palabras, el Estoicismo disuelve la moral, ya que niega la libertad humana y la responsabilidad, niega la metafísica, porque es sensista, cierra la puerta a Dios ya que es inmanentista y se encierra en un monismo evolucionista contradictorio en cuanto que afirma que lo más perfecto es producido por lo menos perfecto y que el efecto no tiene causa. Armando Plebe (A che serve la filosofia?, Palermo, 1974) propuso un neo-estoicismo como antídoto al comunismo, pero se reveló ilusorio y falaz porque error no corrigitur per errorem (un error no se corrige con otro error).
b) El Neo-platonismo
1º) Plotino († 270)
Originario de Egipto, Plotino enseñó en Roma con gran éxito, encontrando apoyos incluso en la corte imperial. Sus escritos, recogidos y ordenados por su discípulo Porfirio en las Enéadas, constituyen la parte esencial de la doctrina neoplatónica, cuyo iniciador Amonio Saccas no había escrito nada.
El neoplatonismo se desarrolló en estrecho contacto con el Cristianismo, cuyo influjo fue tal que el neoplatonismo puede definirse como un intento de naturalizar el Cristianismo.
2º) Porfirio († 305)
Con este discípulo y sucesor de Plotino, la lucha del paganismo contra el Cristianismo entra en el campo del pensamiento en una fase abierta y violenta. Los 15 libros de Porfirio “Contra los cristianos” constituyen un arsenal de objeciones y de críticas a los libros sagrados y a las doctrinas cristianas del que beberán abundantemente los racionalistas de todos los tiempos.
Porfirio sistematiza y lleva al extremo la ascética plotiniana, caracterizada en sí misma por un espiritualismo exasperado: abstinencia absoluta de carne, renuncia al matrimonio por principio, exclusión de las diversiones públicas y privadas, en cuanto que todo lo que es materia es intrínsecamente malo.
Además, Porfirio desarrolla la apologética del paganismo exaltando su mitología y sus ritos; defiende el politeísmo (contra el monoteísmo cristiano) mediante la doctrina neoplatónica (que corrigió a peor a Platón) de la multiplicidad de los eones o semidioses que emanan del Uno, divinidad impersonal e inmanente a la naturaleza y al mundo (panteísmo inmanentista y emanacionista).
3º) Jámblico († 330)
Es el representante del neoplatonismo siríaco que, a diferencia del neoplatonismo alejandrino romano (Plotino y Porfirio), se contrapone al Cristianismo en el campo no sólo teórico sino también práctico. Su importancia es la de haber vuelto a proponer el paganismo encuadrándolo en un sistema filosófico. Mientras que los grandes filósofos de la antigüedad clásica (Platón y Aristóteles) no habían demostrado ninguna simpatía por los dioses del pagano, con Jámblico el villano se hace filósofo y sistematiza la superstición del pagus, intentando darle una base y un cuadro filofófico.
Jámblico es un convencido afirmador de la teúrgia (magia demoníaca) y la presenta como el arte mediante el cual el hombre puede unirse a los demonios, eones o semidioses, para participar de su poder. Mientras que para la filosofía clásica antigua (comprendido Plotino) el hombre puede alcanzar a la Divinidad con sus fuerzas naturales y conocerla y amarla, con Jámblico la situación es revertida: no la razón de la antigüedad clásica, ni la gracia sobrenatural del Cristianismo, sino la sola teúrgia puede poner en contacto al hombre con las entidades “superiores” o, mejor dicho, idolátricas.
El emperador Juliano el Apóstata pensó poder contraponer al Cristianismo el neoplatonismo siríaco para restaurar el politeísmo. El neoplatonismo, en efecto, ofrecía la posibilidad de justificar el politeísmo interpretando como emanaciones divinas superiores al hombre la multitud de dioses que constituían el Olimpo clásico.
La restauración del politeísmo fracasó y el neoplatonismo, por obra de Jámblico, resultó cada vez más contaminado por prácticas supersticiosas, mágicas y teúrgicas decayendo de especulación filosófica a vil empirismo religioso.
4º) Proclo († 485)
Como se ve, la historia del neoplatonismo es parte integrante de la lucha entre Cristianismo y paganismo. Mientras que el Cristianismo triunfa, el neoplatonismo se reduce a la escuela de Atenas, que tiene como último maestro a Proclo de Constantinopla.
El retoma la filosofía plotiniana, el politeísmo y el panteísmo profiriano, e intenta lanzar el último ataque al Evangelio; por ello la escuela de Atenas se hizo cerrar por el emperador Justiniano en el 529 ya que era ferozmente contraria al Cristianismo.
Proclo representa el “canto del cisne” (si se puede llamar así) del paganismo, pero sus discípulos se refugiaron en Persia, donde continuaron idolatrando. Sus seguidores y admiradores -en el curso del tiempo- fueron: Escoto Eriúgena, Abelardo, Avicena, Avicebrón, Nicolás de Cusa, Giordano Bruno, Espinosa y Leibniz (Battista Mondin), hasta a Julius Evola (Ceslao Pera) y Alain de Benoist [1].
Paganos y neopaganos “rabidi canes adversus Christum”
El odio contra el Ser une a paganismo, gnosticismo esotérico y nihilismo.
Estudiando a Proclo, Porfirio y Jámblico nos damos cuenta de ello, como se dio cuenta de ello perfectamente S. Jerónimo, que los definió «Perros rabiosos que ladran contra Cristo» (Comm. In Matth., XXI, 21).
Nótese también que el neoplatonismo, aun recuperando a Platón y a Plotino, se alejó poco a poco de los dos filósofos porque eran demasiado lógicos y sistemáticos y se volvió hacia el oriente: «En efecto, a partir de Jámblico, el neoplatonismo tomó una nueva dirección… El planteamiento fuertemente teórico de Plotino se habría agotado porque no correspondía ya a todas las exigencias que, con la difusión del Cristianismo, la nueva época sentía de manera muy fuerte. Fue precisamente la simbiosis entre la teoresis y el arte mágico-teúrgico… lo que garantizó todavía al neoplatonismo una larga supervivencia» (G. Reale, Introduzione a Proclo, Laterza, Bari, 1989, pp. 59-60).
Dichas prácticas mágicas se remontan a Babilonia y consisten en el culto del sol y del fuego; la teúrgia es muy diferente de la filosofía o de la teología: es una sabiduría mágica, adecuada para evocar a los dioses o demonios y a unir al hombre con la supuesta “divinidad”.
Proclo resulta deudor de Jámblico en cuanto que se refiere a la sustitución de la filosofía plotiniana con la magia caldeo-babilónica en función anticristiana. El «intentó fundar “metafísicamente” el politeísmo [como Guénon y De Benoist, nda]» (ibidem, p. 71) despreciando la ciencia lógica y fundándose en una facultad meta-racional o intuitiva, que poseen sólo los espíritus puros y no el hombre, compuesto de alma y cuerpo. En efecto, es precisamente en la magia o en el esoterismo donde «el pagano buscaba lo que la razón no podía ofrecer y que los cristianos obtenían de los sacramentos y de la gracia, aunque sobre la base de fundamentos totalmente diferentes» (ibidem, p. 106). También Guénon, en un tiempo cercano a nosotros, intentó imitar el Cristianismo rechazando la filosofía greco-latina y la teología sistemática, patrística y escolástica, para darse un sucedáneo de “religión”, que para él sería muy superior al Cristianismo y que llama “Tradición primordial o sapiencial”, la cual se perdió en occidente y que habría sido buscada sólo en oriente. Nihil sub sole novi.
Analógicamente, Porfirio «habría aprovechado los medios que le eran ofrecidos por el plotinismo para dar una cierta cobertura intelectual a los cultos paganos, que en ese momento iban dejando cada vez más espacio a la religión cristiana. Porfirio sería una especie de apologista del paganismo y no un filósofo en sentido propio. El misticismo de Plotino le ofrecía el medio para exaltar la antigua religión pagana» (G. Girgenti, Introduzione a Porfirio, Laterza, Bari, 1997, p. 8). Porfirio, sin embargo, de manera distinta que Jámblico y Proclo, da más importancia a la contemplación que a la magia.
Si los tardo-paganos podían admitir la Trinidad divina, entendiéndola politeístamente, no conseguían aceptar la divinidad de Cristo: «Porfirio, sacerdote pagano, que se fija como fin la asimilación de Dios a través de la contemplación natural [como los esoteristas gnósticos, nda]… es reconocido por los Padres como el más insidioso de los enemigos del Cristianismo… un “perro rabioso que ladra contra Cristo”» (ibidem, pp. 95-96). Según él, sólo los débiles y los enfermos necesitan a Cristo. Como se ve, también aquí, Maquiavelo, Nietzsche, Hitler y De Benoist no han inventado nada nuevo.
«S. Agustín atestigua que Porfirio prefería a los judíos… y que consideraba justa la sentencia de condena a muerte de Jesús» (ibidem., p. 103). Según Porfirio son los cristianos los que divinizaron a Jesús, que en realidad era sólo un hombre. «él distingue al Jesús histórico del Jesús mítico [o de la fe, nda]» (ibidem, p. 100). Tampoco los modernistas, como se ve, son tan “modernos” y han resucitado errores antiguos como el diablo. En efecto, «S. Agustín, comentando a Porfirio, llega a atribuir las turbias prácticas teúrgicas a los demonios» (ibidem, p. 111).
Marsilio Ficino, Pico della Mirandola, Giacomo Leopardi recuperaron a Porfirio (ibidem, pp. 136-137), mientras que Nicolás de Cusa, Leibniz, Espinosa y Hegel dirigieron su mirada más bien hacia Proclo (G. Reale, op. cit., pp 109-110).
Evola, Guénon, De Boist los retoman “ladrando como perros rabiosos contra Cristo” y vuelven a lanzar una especie neopaganismo politeísta o un orentalismo gnosticizante, tan en boga en nuestros tristísimos tiempos.
Alphonsus
[1] A. Lama, Le national-Socialisme et la religion. Le IIIme Reich entre swastika et crucifix, éd. de L’Aencre, Paris, 2002, p. 52.
A De Benoist le gusta presentarse como un filósofo “nuevo” y original, totalmente independiente del neo-paganismo hitleriano. En realidad se constata que De Benoist retoma literalmente algunas consideraciones filosófico-religiosas del nacionalsocialismo y las repropone como suyas y como nuevas y originales… .
Si se lee a Adolf Hitler, Libres Propos, recuellis par Martin Bormann, 2 vol. éd. Flammarion, Paris, 1953-54, una obra que recoge los pensamiento de Hitler dictados a Bormann de 1941 a 1944 y publicada en los años cincuenta en francés, se puede constatar que Benoist retoma palabra a palabra la filosofía del Führer. En efecto, en la noche entre el 11 y el 12 de julio de 1944, Hitler dicta a Bormann: «Al final, el nacionalsocialismo y la religión cristiana no podrán coexistir… En el mundo antiguo o pagano, las relaciones entre el hombre y los dioses estaban fundadas en un respeto instintivo. Era un mundo iluminado por la tolerancia. El Cristianismo, por el contrario, exterminó a sus adversarios. Su nota característica es la intolerancia…». El 21 de octubre a mediodía Hitler dicta a Bormann: «El emperador Juliano [el Apóstata, nda], uno de nuestros mejores espíritus, había comprendido todo con mucha amplitud de miras y clarividencia… La idea de un Dios único era impensable en la era pagana; en este dominio la Roma antigua era la tolerancia misma [de esta tolerancia hablaremos en el próximo artículo]. Los dioses protegían a la Ciudad y los sacerdotes paganos estaban al servicio del Estado… el Cristianismo retrasó mil años el florecimiento del Germanismo» (op. cit., pp. 57-58). El 11 de noviembre por la noche Hitler dicta: «Cuántas dificultades crearon los Papas a los Emperadores germánicos… Federico II nos dio un gran ejemplo, impidiendo a la Iglesia de Roma que se inmiscuyera en los asuntos del Estado» (op. cit., pp. 61-62). El 27 de enero de 1942 a mediodía, junto a Himmler, Hitler dicta: «El Cristianismo destruyó la Roma pagana… Sería mejor decir Constantino el traidor que Juliano el Apóstata» (op. cit., p. 66).
André Lama, cercano a la “nueva” derecha de De Benoist, muestra perfectamente cuáles fueron las ideas de Hitler y podemos fácilmente constatar que De Benoist reinventó la rueda retomando las antiguas ideas hitlerianas.
(Traducido por Marianus el Eremita)