Amarás a tu suegra como a ti mismo

“La Nuera debe honrar, y venerar á la Suegra ; y esta debe tratar afectuosamente como hija a la Nuera ; y cada una en su tiempo oportuno ha de ceder algo de su derecho, en obsequio de la paz de la casa” (La familia regulada con doctrina de la Sagrada Escritura y Santos Padres de la Iglesia Católica por el R.P Fr. Antonio Arbiol)

Escuchaba en la radio un programa muy interesante que hablaba de la relación nuera-suegra y preguntaba la comentarista si debíamos querer a nuestras suegras. El tono del programa era jocoso, pero me llevó a pensar que ciertamente es un tema interesante y atemporal, ya que desde el inicio existen las suegras: la primera mujer, Eva, fue suegra.

Recuerdo que mi suegra siempre se refería a mi como “mi hija, mis hijos” y no le gustaba en absoluto que yo la presentase con un nombre con tan mala fama, prefería que me refiriese a ella como “la madre de…”

Si buscamos en el diccionario de la RAE nos encontramos la definición de suegra como: “madre del cónyuge de una persona”. Si nos parásemos un rato a meditar esta definición, aún sin ser esta frase un texto espiritual, nos llevaría a contemplar tantas faltas de caridad que cometemos con relación a unas mujeres que por méritos propios ocupan o deberían ocupar un lugar principal en nuestras vidas: las madres de nuestros esposos.

¿Amamos a nuestros cónyuges? Entonces, ¿cómo no amar por extensión, a la mujer que por Gracia de Dios le dio la vida?

Madre, una palabra que lo dice todo. Así se refería Jesús a María, “Madre”. Yo creo que no hay recuerdos más hermosos en nuestra existencia que cuando pensamos en la infancia y nosotros mismos diciendo “mamá” y ella viniendo a cuidarnos, a consolarnos…pues ese mismo “mamá” es el que utilizan nuestros esposos para llamar a la mujer que puso sobre ellos la huella del amor.

Dirán Vds. ¿Y los suegros, los dejamos aparte? Me temo que hoy sí, los vamos a dejar descansar, ya que salen mejor parados en la historia familiar. Siendo realistas, es raro escuchar a alguien que se queje de su suegro, parecen ajenos a los conflictos familiares, insisto, en líneas generales, después, como siempre, habrá miles de casuísticas.

Posiblemente la ausencia de dirección espiritual en nuestros días, nos ha hecho olvidar que en el caso de haber enfrentamientos familiares, los Sacerdotes pueden mostrar esa ayuda necesaria para que las relaciones entre los miembros sean buenas y santas. Pero si apenas la gente se confiesa, ¿Cómo podemos hablar de dirección espiritual? Evidentemente si uno pasa por el confesonario una o dos veces al año, el objetivo es simplemente la absolución de los pecados, no el progreso en la vida interior. Esto es una realidad y lo que también es una realidad es que las relaciones entre las nueras y las suegras se consolidan principalmente con la ayuda de Dios.

¿Vds. aún tienen suegra? ¿Cómo es o como fue su relación con ella? En mi caso, aunque no pretendo ser ejemplo para nadie, fue como un ángel que Dios puso en mi vida para acercarme más a Él y santificar mi matrimonio. No se trata de contar películas baratas o love stories que no vienen al caso, esto no funciona con una barita mágica, para llegar a ese punto de amor, lo primero es necesario la oración y los Sacramentos y después lanzarnos a la contienda: el conocimiento mutuo, el ceder ambas partes, el renunciar a nuestro propio yo, al egoísmo, a los celos y a la maledicencia…Todo esto que acabo de mencionar son pecados de los cuales debemos arrepentirnos, confesarlos y lanzarnos a la conquista de la suegra o de la nuera.

Escucho a mi alrededor conversaciones de las suegras sobre sus nueras en los siguientes términos: “quiere a mi hijo, pero…” y a partir de ahí empieza una serie de recriminaciones sin fin, basadas tantas veces en el propio egoísmo. Muchas madres olvidan que primero fueron hijas y que por sus maridos abandonaron el nido familiar para formar su propio hogar.

“Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre y se adherirá a su mujer” (Génesis 2,24).

Y por otra parte escuchamos a las nueras en conversaciones similares o peores, todo sea dicho de paso, hablando de sus suegras.

Lo cierto es que para empezar, hoy en día, la gente se ha vuelto muy indiscreta con lo que se refiere a lo que en otro tiempo se denominaba la vida privada. Debería ser impensable que alguien esté hablando con una amiga o amigo sobre nuestros familiares más cercarnos, sobre nuestra vida conyugal o cualquier tema que atañe a la privacidad. Igualmente las suegras no deberían ni de comentar ni de preguntar aspectos que sólo atañen a la vida de pareja. El otro día me encontraba en una Iglesia, estábamos el Sacerdote y yo, entraron dos señoras hablando tal cual si estuvieran en el parque y una vez sentadas en el primer banco, comentaron el por qué su hijo había decidido esperar seis años para tener el siguiente vástago y etc etc. No piensen que meto la oreja en conversaciones ajenas, se escuchaba en todo el Templo, tal es así que hasta el mismo Sacerdote, levantó los ojos de los laudes e hizo un pequeño movimiento de cabeza y es que no era para menos, sobre todo, lo que a la conversación se refiere, las buenas de las señoras, no dejaron ningún detalle a la imaginación.

Aunque no es el tema, sí que podemos mencionar que la televisión ha colaborado en mostrarnos lo que es airear la vida delante de todo el mundo y queramos o no, esto es un ejemplo que se está siguiendo, nos hemos vuelto ordinarios. La gente ve más la televisión que practica la vida de piedad, de ahí nuestra falta de vocabulario, corrección, saber estar, etc. No vamos a Misa a diario, pero sí encendemos la televisión todos los días, ¿Resultado? Nos nutrimos del mundo y de la zafiedad.

Si todos los días fuésemos a nuestra Parroquia aunque sólo fuesen cinco minutos, ante una imagen de la Virgen comprenderíamos lo que la palabra “madre” quiere decir: un alma pura que conjuntamente con nuestro padre, ha hecho posible el milagro de una nueva vida. Las madres nos han llevado en su seno, por tanto, ¿cómo un hijo no puede amarla? Y si nosotros amamos a ese hijo, ¿Cómo entonces no podemos amarla a ella? Si pudiéramos trasladar las matemáticas a las relaciones humanas, diríamos que aquí se debería dar la relación transitiva. Si A ama a B y B ama a C, entonces C ama a A, aunque no sepan matemáticas, pónganle a estas letras sus nombres y entenderán la fórmula.

¿Recuerdan la donación que nos hizo el mismo Jesús en la Cruz?

“Jesús, viendo a su madre y, junto a ella, al discípulo que amaba, dijo a su madre: Mujer, he ahí a tu hijo. Después dijo al discípulo: He ahí a tu madre. Y desde este momento el discípulo la recibió consigo” (Juan 19,27).

Pues en nuestras suegras está representada María Santísima, es una donación como la que el Señor nos hizo antes de expirar y de la misma manera, nuestro esposo, ante el Altar de Cristo el día de nuestro matrimonio, nos da a su madre como madre propia. ¿No es un pensamiento para profundizar?

Cuando nos casamos deberíamos ser conscientes de que por el amor a Dios y a nuestro esposo, llevamos todo el pack incluido, la familia al completo. Cuando el primer mandamiento dice “amarás a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a ti mismo”, no se refiere a esa falsa caridad de boquilla que tenemos sobre cuanto amamos a los que tenemos a mil kilómetros de distancia, no, el prójimo es, precisamente, esa persona que están a nuestro lado, en este caso, la suegra.

“Hijitos, no amemos de palabra, y con la lengua, sino de obra y en verdad. En esto conoceremos que somos de la verdad” (1Juan, 3-18).

Antiguamente las esposas sentían obligación de hacerse cargo de sus suegras en la vejez y de tenerles un respeto durante toda su vida. Esto ha cambiado, ya ni nos ocupamos de nuestros propios padres, con lo cual, lo que se recibe en adopción, patada y manta. Resulta muy difícil plantear estos temas en un mundo que ya no es Católico, porque la única solución para todo lo que nos preocupa, viene de Dios.

Me estremece mucho algo muy común en nuestros días, el cotilleo, pero cuando es referido a los que deberíamos amar, me parece un hecho todavía más mezquino y barriobajero. No hay nada más feo y rastrero que una suegra hablando mal de una nuera o a la inversa. Esto no es Católico o si lo prefieren, esto es pecado.

El tiempo que perdemos hablando mal de las personas a las que deberíamos querer, si lo utilizásemos para mirar nuestro propio interior y ver que es lo que nosotros mismos podemos cambiar para que esa relación funcione, ganaríamos tiempo y cielo. ¿Saben por qué no se consigue en muchos casos? Es muy simple, no somos Católicos practicantes. Es así de sencillo, si leyésemos la Biblia veríamos ahí un ejemplo claro de cómo debemos llevar nuestras relaciones familiares. Fíjense, tan simple como leer todos los días, ya no digo ni media hora, quince minutos de un texto bíblico y meditarlo, ahí tenemos la fórmula perfecta para afrontar las relaciones diarias, ni vitaminas, ni medicamentos ni nada, la Palabra de Dios.

En el Antiguo Testamento nos encontramos el libro de Rut que contiene una hermosa historia de mujeres de verdad, mujeres con la cabeza asentada en los hombros, no una cursilada ni una ñoñería, mujeres fuertes de pies a cabeza, es la historia de Rut y Noemí, su suegra, que guiadas por una gran piedad nos muestran como debe ser una relación “perfecta”. La suegra queda al cuidado de su nuera viuda, como quien cuida a una hija propia y Rut como tal, corresponde a ese amor.

“No insistas en que te deje, retirándome de ti: porque adonde tú vayas iré yo, y donde tú mores moraré yo. Tu pueblo será mi pueblo, y tu Dios será mi Dios. Donde tú murieres, moriré yo, y allí seré sepultada” (Rut a Noemí).

¡Qué belleza! ¿Verdad? Pues esto fue real, no es un cuento, es la historia de nuestros antepasados, donde los yernos y las nueras eran considerados como hijos e hijas. Miren, esto es la historia de Israel, pero es la historia del mundo, la que Dios estableció desde la Creación, una relación de amor a nuestros progenitores.

Los esposos y las esposas nos debemos respeto mutuo e igualmente se lo debemos a nuestros padres, sean los propios o los de nuestros esposos.

“Mujeres, estad sujetas a vuestros maridos, como conviene en el Señor. Maridos, amad a vuestras mujeres, y no las tratéis con aspereza. Hijos, obedeced a vuestros padres en todo, porque esto es lo agradable en el Señor. Padres, no exasperéis a vuestros hijos, no sea que se desalienten” (Colosenses 3, 18-21).

Lo cierto es que en tantas ocasiones, según dicen las estadísticas, los matrimonios van a la deriva por estas tortuosas relaciones que acaban afectando a todo el ámbito familiar y así nos encontramos a una esposa a gritos recriminando a su esposo por estar más pendiente de su madre que de ella, a unos hijos escuchando desde su habitación toda esta trifulca, a una mujer mayor llorando en su casa porque se siente sola y como un estorbo…Párense a pensar: celos, soberbia, apego excesivo, insultos, maltratos de palabra, envidia…Esto no es lo que Dios espera de nosotros, más bien es el triunfo del maligno sobre nuestra persona.

“Vestíos, pues, como elegidos de Dios, santos y amados, de entrañas de misericordia, benignidad, humildad, mansedumbre, longanimidad, sufriéndoos unos a otros, y perdonándoos mutuamente, si alguno tuviere queja contra otro. Como el Señor os ha perdonado, así perdonad también vosotros. Pero sobre todas estas cosas, (vestíos) del amor, que es el vínculo de la perfección” (Colosenses 3, 12-14).

¿Conocen la historia de Santa Francisca Romana? Todo un estímulo para resistir la contienda: El hijo de Francisca se casó con una mujer muy hermosa, Mobilia, pero con muy mal carácter y dada a la crítica. La nuera se dedicó a atormentarle la vida a Francisca y a burlarse de todo lo que la santa hacía y decía, sin embargo, ella soportaba todo en silencio y con gran paciencia. Inesperadamente la nuera cayó gravemente enferma y entonces Francisca se dedicó a cuidarla con caridad impresionantemente exquisita. La joven se curó de la enfermedad y a partir de aquel momento vivieron en estrecha amistad y profundo respeto, como madre e hija.

¿Cómo nos vestimos cuando vamos a casa de nuestros suegros? ¿Llevamos las vestiduras blancas, es decir, el alma limpia y preparada? Muchos estarán pensando, “es que no depende de mí”, “es ella, no me puede ni ver”, “ni siquiera es una mujer de fe” bueno, cada uno mire en su interior e intente la paz en vez de la guerra y por lo menos tendrá ganado el cincuenta por ciento. El sólo esfuerzo de intentarlo puede restar años de purgatorio. Busquen un buen director espiritual que les guíe con un plan de vida y conseguirán el objetivo. Y es que incluso, en el peor de los casos, con una mala suegra o una mala nuera, si nos enseñan a practicar la santa indiferencia ante las ofensas, tendremos mucho ganado.

“Sí los yernos, y los suegros, las nueras, y las suegras no han de vivir en verdadera paz, mejor es apartarse, y dividirse unos de otros, y que cada uno se esté en su casa con su esposa comunicándose de una casa á otra con política cristiana , que esta santa separación , para el mayor servicio de Dios , la enseña Cristo Señor nuestro: la practicó el Santo Rey David con su Suegro Saúl ; y el Santo Patriarca Jacob con su Suegro Labán, y otros muchos Santos en la Ley de Gracia. Mas provecho hace un bocado de pan con paz y sosiego, que muchos regales y riquezas con perpetuos disgustos, y desconsuelos” (La familia regulada con doctrina de la Sagrada Escritura y Santos Padres de la Iglesia Católica por el R.P Fr. Antonio Arbiol).

Les dije al principio que no soy ejemplo de nada y lo reafirmo, pero si nuestra pobre experiencia puede ayudar a dar respuesta a otras almas, expongámosla. En mi caso, tuve la inmensa suerte de encontrarme hace veinte años con una mujer llena de Dios que su gran alegría era que su hijo se casase con una mujer católica, lo demás, le resultaba indiferente. Sus últimos días me decía que para ella lo mejor de su existencia había sido nuestra unión en Cristo, es decir que los dos fuéramos Católicos. Era feliz haciéndonos felices a los demás, estaba especialmente contenta de que fuésemos habitualmente a la “Misa en latín”, esto la hacía sentirse muy orgullosa. Nunca nos preguntó nada referente a nuestra vida privada, sólo buscaba hacer el bien, supongo que en todo este tiempo, durante tantos años cedió a muchas cosas sin que yo fuese consciente de ello, para conseguir lo que ha sido una relación de amor total y absoluta. Imagínense, jóvenes, recién casados, hijo único, como cualquier chica de esa edad lo quería todo para mí y me encontré con una mujer en la que tuve un referente de cómo madurar, querer y entregarse desinteresadamente sin esperar nada a cambio. Los últimos días, a los pies de su cama, rezábamos juntas el Rosario, nos sonreíamos y dábamos gracias a Dios, porque si Él no fuera el centro de nuestra vida, difícilmente yo hubiera podido entender que la madre de nuestro esposo, es nuestra madre del alma…Querida Pilar, estoy segura que por tu fidelidad total y absoluta a Dios, tu ejemplo de vida Cristiana y tu presencia diaria y continua en el Sagrario, estarás en ese lugar que el Señor reserva para los que lo Aman…Ojala nuestras almas vuelvan a juntarse nuevamente en torno a la mesa celestial, en el cielo.

“Y tomando los padres a su hija, la besaron y la dejaron ir; amonestándola que honrase a sus suegros, amase al marido, cuidase de su familia, gobernase la casa y se portase de un modo irreprensible” (Tobías).

Sonia Vázquez

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