En marzo los católicos celebramos la solemnidad litúrgica de San José, Esposo de la Madre de Dios, que normalmente se integra en el tiempo de cuaresma como un “oasis blanco” dentro de la penitencia morada de la preparación a la Semana Santa. Meditemos en este mes de marzo sobre el testimonio vital de San José para recibir abundante provecho espiritual en una época como la actual donde se pone en duda, o abiertamente se niega, la posibilidad real de la santidad: SI, esa vocación que recibimos todos los cristianos por el sacramento del bautismo y que está confirmada por la exhortación de Nuestro Señor Jesucristo: “Sed perfectos como vuestro Padre celestial es Perfecto” (Mateo 5,48). Pues bien, San José con su ejemplo nos dice a cada uno de nosotros que la “utopía” de la santidad es del todo posible aún en las mayores dificultades que nos encontremos en nuestro camino. Reflexionemos sobre ello:
- ¿Quien era José?: Era un hombre como otro cualquiera, judío de raza y religión, que había sido concebido con pecado original (a diferencia de María Santísima) y, por tanto, con la concupiscencia de la carne y la soberbia de la vida como tendencias y/o tentaciones que el diablo procuraría explotar a lo largo de su vida.
- ¿Que deseaba José en su corazón?: Pues lo mismo que cualquier hombre de buena voluntad de su época y miembro del pueblo elegido. Deseaba casarse con una mujer buena, formar una familia, trabajar en su carpintería para sustentar a su hogar y colaborar en el bien de su comunidad viviendo la Fe como un judío coherente
- ¿Estaba José enamorado de María?: Que nadie lo dude con artilugios “pietistas”. José no era un abuelito (como ha sido representado por el arte durante siglos) que sin vigor vital se desposa con la joven María. José era un hombre joven, lleno de ilusión y con un corazón enamorado de su prometida con la que deseaba formar una familia.
Entonces, a partir de lo vivido y recibido de Dios, ¿Donde radica el gran mérito de José que le ubica como un grandísimo santo?: pues especialmente en su heroica virtud de vivir la Santa Pureza de cuerpo, corazón y espíritu. Si: esa virtud que HOY es despreciada, ridiculizada y a veces hasta ninguneada por jerarquías de la misma Iglesia más empeñadas en “consolar” vidas impuras (olvidando el “no peques más” de Jesús a la adúltera en Juan 8,11) que en fortalecer a los pocos que aún luchan por vivir la castidad en el noviazgo, matrimonio y vida sacerdotal y religiosa. La mayor enseñanza de San José para los católicos de hoy es que la “utopía” de vivir la castidad SI es posible incluso en una sociedad tan degradada como la del siglo XXI. Entremos en esa utopía hecha realidad por el castísimo José:
- En un principio José se siente engañado por María, y es tal su bondad y amor a la justicia, que no desea repudiarla públicamente para liberarla del tremendo castigo previsto por la ley mosáica (lapidación). Aquí encontramos la base para vivir la pureza: un corazón capaz de perdonar, de no ubicarse en los límites de la estricta normativa aún teniendo derecho a hacerlo.
- – Luego, cuando recibe el mensaje de Dios por medio de un ángel mientras dormía, es tal la docilidad de José a la Voluntad Divina que, sin tener medio de explicación “racional” de aquel milagro de la Encarnación, se dispone a obedecer sin aplazamiento alguno, y así nos enseña a decir SI a Dios sin prórrogas que esconden no pocas veces nuestros egoísmos más sutiles.
- – Y, aquí viene lo más esencial, cuando es plenamente consciente de su vocación (peculiar en grado sumo: convivir con su mujer respetando su virginidad perpetua), la abraza con tal grado de virtud que con su “Fiat Voluntas Tua” convierte en real lo que desde el solo argumento humanista es un gran “imposible”.
Desde lo expresado, y sin albergar duda alguna sobre la VERDAD que se sostiene del dogma de la virginidad perpetua de la Virgen María (antes, durante y después del parto), confrontemos HOY el testimonio de San José (y su enseñanza inherente) a las llamadas “actitudes pastorales” que desde sectores internos de la Iglesia se pretenden imponer como si fueran “oráculo del Señor” (y no es exagerada la afirmación):
- “No hablemos a los jóvenes de pureza………..pues de lo contrario se irán de la Iglesia”. Argumento falaz en si mismo. Los jóvenes en gran mayoría YA se han ido de la Iglesia, sencillamente porque han perdido referentes morales objetivos que, algunos, buscan en sectas u otras confesiones se exceden por el extremo contrario. El testimonio de San José nos impulsa a catequizar, formar y enseñar a los jóvenes que la virtud de la Pureza es posible de vivir, para ser felices en esta vida y llegar a la salvación eterna. No en vano la Beata Jacinta Marto (de Fátima) escribió poco antes de morir que los pecados que más almas llevan al infierno son los de impureza. Y en la Biblia encontramos, entre otras muchas citas que “los impuros no heredarán el Reino de Dios” (Pablo a Corintios 1ª, 6).
2.“La Virginidad ha dejado de ser un valor……lo que importa es el amor”. Argumento sutilmente perverso que trata de oponer a dos conceptos complementarios. Si bien hace medio siglo (antes de que llegara la revolución sexual a occidente en los años 60 del siglo pasado) se presumía de virginidad como virtud, hoy día sucede lo inverso: se presume de haberla mancillado como parte de la “maduración” personal. El testimonio de San José nos obliga a recordar que la virginidad es algo querido por Dios y que la mejor manera de llegar al matrimonio es manteniendo la virginidad hasta el día de la boda, y de forma perpetua a los llamados al sacerdocio y vida consagrada.
3.“Como la castidad es imposible de vivir en su totalidad, planteemos la gradualidad”. Argumento engañoso en si mismo ya que la única gradualidad admisible por la moral (Cfr San Alfonso María de Ligorio “La Práctica del Confesor”) es la que parte del propósito de no pecar aunque la inteligencia diga que es tarea muy difícil por los hábitos contraídos. Pero de ninguna manera la gradualidad se inicia en la aceptación voluntaria del pecado para planificar una salida del mismo. No en vano dice el refrán que “quien no vive como piensa acabará pensando como vive” (Gabriel Marcel). El testimonio de San José nos presenta a un hombre justo y temeroso de Dios que no se plantea vivir la pureza con María a través de “etapas” que vayan del pecado a la Gracia sino en la decisión de vivir en Gracia de forma permanente integrando, por supuesto, la lucha ascética para lograrlo.
San José, testimonio vivo de la “utopía” hecha realidad, ruega por nosotros para que nos decidamos a vivir la virtud de la pureza y de ese modo imitarte en santidad. Merece la pena.
BOLETIN DE LA DIOCESIS DE ORURO