Avvenire. Una entrevista con el papa Bergoglio

Contra la tradicional definición de Iglesia

La periodista Stefania Falasca publicó una entrevista con el papa Bergoglio en el diario Avvenire del 18 de noviembre de 2016 (pp. 1-3 y 5). Francisco afirma: “La Iglesia […] no es un camino  de ideas” (p. 2). El reafirma este concepto en la página 5 de su entrevista: “la Iglesia no es una institución, es un camino, ciertos modos de oponer ‘cosas de la doctrina’ a ‘cosas de la caridad pastoral’ no son según el Evangelio y crean confusión”. Benedicto XVI, en 2005, había dicho que “la Iglesia no es un paquete de ideas, sino un encuentro con una persona: Cristo”.

Según el sentido común y la recta razón, no se comprende qué tienen en  común el “camino”, que indica movimiento, o el devenir con las “ideas”, que indican el ser en cuanto verdadero[i]. Ahora bien, sin la Fe no se hace parte del Alma y ni siquiera del Cuerpo de la Iglesia, pero para tener la Fe es necesario la adhesión al Credo, que es una recopilación o un “paquete” de 12 artículos o verdades de Fe reveladas por Dios y propuestas para ser creídas por la Iglesia como necesarias para la salvación eterna. Por tanto, la Iglesia no es un camino, ni un encuentro con una persona, sino que es “una Sociedad sobrenatural fundada por Cristo, de la cual hacen parte todos los bautizados, que tienen la misma Fe, la misma Ley, participan de los mismos Sacramentos y están sometidos a los Pastores legítimos y especialmente al Pontífice Romano” (San Roberto Belarmino, De Ecclesia, III, 1). Además, hacen parte del Alma de la Iglesia aquellos que tienen la gracia santificante, sin la cual se es miembros sólo del Cuerpo de la Iglesia, pero no de su Alma.

En continuidad con el Vaticano II

Debe advertirse que Bergoglio afirma no haber innovado nada respecto al curso inaugurado por Juan XXIII con la apertura del Concilio Vaticano II, sino que, al pontificar 60 años después de aquel evento, lo debe dirigir ex natura rerum, según las leyes de la física natural: “motus in fine velocior / la caída de un peso en el vacío aumenta más de velocidad cuanto más se acerca a su término”[ii]. Por ello, el movimiento modernista, iniciado oficialmente por el papa Juan XXIII en 1958 con la apertura del Vaticano II, no podía ser inicialmente, ex natura rerum, tan veloz y radical como lo es hoy en 2016, tras 58 años de movimiento uniformemente acelerado. Las palabras de Francisco suenan exactamente así: “Este Año [2015/16, ndr] sobre la Misericordia es un proceso madurado en el tiempo, desde el Concilio… el camino viene de lejos, con los pasos de mis predecesores [o sea, los Papas del Vaticano II, ndr]. Yo no he dado ninguna aceleración. En la medida en que vamos hacia delante, el camino parece ir más veloz, es el motus in fine velocior” (p. 2). La referencia de Bergoglio a Juan XXIII para fundar su dale que dale con la sola Misericordia de Dios sin Justicia es explícito. En efecto, dice: “Antes de mí estuvo Juan XXIII, que, con la Gaudet mater Ecclesia, en la apertura del Concilio, indicó el camino a seguir en la sola medicina de la Misericordia” (p. 2) y “no de la severidad y del castigo”.

Un Papa que confiesa actuar “a ciegas”

En otra respuesta resalta el descuido del papa Bergoglio hacia la doctrina y los dogmas. En efecto, Francisco afirma: “Yo no he trazado un plan [para la realización del Jubileo, mientras que normalmente primero se piensa y luego se actúa, ndr]. Las cosas han venido por sí mismas [espontáneamente, sin reflexión teológica, ndr]” (p. 2). Esto se llama “actuar a ciegas” y sin reflexión racional[iii]. También en la vida espiritual, para obtener el auxilio pleno y habitual del Espíritu Santo (vida mística), es necesario antes llevar una larga y seria vida ascética; de otro modo se cae en la pseudo-mística, en el quietismo, en el falso misticismo o en el carismatismo, constantemente condenados por la Iglesia, ya con el papa Inocencio XI en la Bula Coelestis Pastor de 1687, que reprueba la falsa mística quietista de Molinos (DB, 1221, ss.) y, en 1699, por el papa Inocencio XII, que condena el quietismo mitigado de Fénelon (DB, 1327-1349 ss.)[iv].

Para Francisco, el derecho canónico = legalismo y la teología = ideología

Por lo que respecta a la Iglesia, Bergoglio retoma la enseñanza semi-conciliarista de la Colegialidad episcopal de Lumen gentium, y la contrapone “a un cierto legalismo [eclesiológico, ndr], que puede ser ideológico” (p. 2). En resumen, devalúa no sólo el derecho canónico rebajándolo a nivel de legalismo y la sana doctrina calificándola como ideología, sino incluso la Iglesia jerárquica y su constitución jurídica querida por Cristo con el Episcopado monárquico de Pedro y, por tanto, del Papa sobre la Iglesia universal y del Obispo sobre su sola diócesis, para exaltar la concepción pneumática o puramente espiritual de la Iglesia como comunidad o camino de los creyentes, de sabor protestante o carismático.

Definición modernista de la verdad

A pesar de su colegialismo, Francisco “responde” mal a los Cardenales, los cuales han hecho notar la divergencia de su “Exhortación Amoris laetitia” (19 de marzo de 2016) con la doctrina Revelada divinamente y definida infaliblemente por la Iglesia sobre el sacramento del Matrimonio, de la Penitencia y de la Eucaristía: “[ellos, ndr] continúan sin comprender, o blanco o negro, aunque es en el flujo de la vida donde se debe discernir” (p. 2). En resumen, para él no cuenta ya teológicamente el evangélico “sí sí no no, lo demás viene del Maligno” (Mt., V, 37) y, ni siquiera filosóficamente, el ser, es decir, lo que es estable, la naturaleza y la esencia de las cosas, sino que niega incluso el principio, conocido por sí mismo, de identidad y no contradicción: “blanco = blanco, negro = negro, blanco ≠ negro”, “acto = acto, potencia o devenir = potencia o devenir; acto  ≠ devenir”.

Bergoglio altera por consiguiente la definición aristotélico[v]-tomista[vi] de verdad (“adaequatio rei et intellectus / conformidad del intelecto con la la realidad extramental”) haciendo suya la de la modernista filosofía de Maurice Blondel[vii] (“adaequatio mentis et vitae / conformidad del intelecto con las exigencias mutables y corredizas de la vida”), o sea, “la verdad debe ser buscada en el flujo de la vida” (y no en los principios conocidos por sí mismos, estables e inmutables[viii]), por lo que, si hoy al hombre contemporáneo le es difícil aceptar la verdad objetiva de “no cometerás adulterio” (“adaequatio rei et intellectus”), es necesario recurrir al discernimiento de lo que es verdadero y justo, no ya conforme a la realidad objetiva (Ley natural y divinamente Revelada), sino al flujo y al continuo evolucionar de la vida: por lo que, si “para mí hombre del 2016” hic et nunc es preferible cometer adulterio, ello se convierte hoy en lícito”.

La culpa no es jamás de Bergoglio, sino siempre del “motus in fine velocior”

Bergoglio justifica semejante cambio de ruta con “el camino del Concilio, que va hacia adelante, se intensifica [por sí mismo, por la naturaleza de las cosas, ndr]” y especifica: “pero es el camino [del Concilio, ndr], no soy yo” (p. 3). El, gracias a Dios, tiene el valor, o mejor, la fanfarronería de decir abiertamente lo que se intenta ocultar en muchas partes (sobre todo por parte de los “neo-conservadores”, que querrían leer el Concilio en la hermenéutica de la continuidad y no en ruptura con la Tradición), esto es, que no existe ruptura entre Bergoglio y Juan Pablo II/Benedicto XVI, sino que existe objetiva y evidentemente entre los Papas del Concilio y la Tradición divino-apostólica[ix].

También por lo que respecta al ecumenismo con los acatólicos, Francisco responde claramente: “me he encontrado con los primados y los responsables [de las sectas no católicas, ndr], pero también mis demás predecesores [a partir de Juan XXIII, ndr] tuvieron encuentros con ellos. Yo no he dado ninguna aceleración, en la medida en que vamos hacia delante, el camino parece ir más veloz, es el motus in fine velocior” (p. 3). Por tanto, si nos atenemos a las palabras de Bergoglio, no es exacto decir que él es igual sustancialmente a los Papas del Concilio y se diferencia de ellos accidentalmente por su velocidad más acelerada y radical, sino que, habiendo llegado a su madurez el iter conciliar, es normal que el motus, por su naturaleza, est in fine velocior.

El límite de la resistencia de los Cardenales

El Vaticano II contiene en potencia todos los errores de Bergoglio y, por tanto, si se quiere remediar el mal actual (véase Amoris laetitia), es necesario ir a sus raíces y las encontramos en el Concilio Vaticano II; es inútil podar las ramas que sobresalen de una planta de cicuta, si dejamos intactas sus raíces, el tronco y las hojas que no sobresalen excesivamente, continúa siendo siempre un peligro mortal.

El límite de la resistencia (aunque laudable y valiente) de los Cardenales Burke, Sarah, Caffarra, Müller, Brandmüller y de Monseñor Schneider es exactamente esto: no remontarse a las causas de los errores actuales. Antes bien, dicho límite puede convertirse en un peligro en la medida en que ellos intentan hacer aceptar a los antimodernistas el Vaticano II y la plena ortodoxia de la Nueva Misa de Pablo VI para obtener un arreglo jurídico. Ahora bien, si en la guerra uno se limita a disparar contra los proyectiles del enemigo que le caen encima sin alcanzar a quien los dispara, la guerra ya está perdida de partida.

Luca

(Traducido por Marianus el Eremita)

[i]  O mejor dicho, se comprende en la óptica de la nueva definición de verdad (“adaequatio mentis et vitae”) dada por Maurice Blondel, ya en 1893, en su libro L’Action y después, de manera más extensa, en Point de départ de la recherche philosophique, en “Annales de Philosophie chrétienne”, 15 de junio de 1906, a. 1, p. 235, donde dice que la verdad es el “conformarse del intelecto con las exigencias mutables de la vida”, por lo que – como repite Bergoglio – la verdad no es un “camino de ideas, sino de necesidades y de acciones”, cfr. nota n. 7.

[ii] Por ejemplo, si lanzo una piedra desde la cima de la Torre Eiffel, en los primeros 10 metros de caída, tiene una velocidad inicial mínima, después de 100 metros, aumenta notablemente de velocidad, y, llegada a 300 metros, la piedra ha alcanzado el máximo de la velocidad antes de estrellarse en el suelo.

[iii] Según Santo Tomás de Aquino, una de las causas del error humano es precisamente la irreflexión o precipitación, que no consiente dedicar al objeto que debe ser conocido la atención o el estudio que serían necesarios (S. Th., II-II, q. 53, a. 4).

[iv] Cfr. Las tres vías de la vida espiritual (vía purgativa de los “principiantes”, iluminativa de los “progredientes” y unitiva o mística de los “perfectos”) en Santo Tomás de Aquino, S. Th., II-II, qu. 24, a. 9; véase también R. Garrigou-Lagrange, Las tres edades de la vida interior (1938), tr. Castellana, ed. Palabra, 2015.

[v] Metafísica, VI, 4, 1027 b, 20 ss.

[vi] De Veritate, q. 1, a. 3; In III Sententiarum, dist. 23, q. 2, a. 2, sol. 1; In Metaphisicorum, lectio 4.

[vii] L’Action, París, 1893, cfr. nota 1. Para leer una buena confutación de la errónea doctrina de Blondel, léase R. Garrigou-Lagrange, La Síntesis tomista, ed. Desclée De Brower, 1948.

[viii] Por ejemplo 2 + 2 = 4, ayer, hoy y mañana, el principio no cambia, no evoluciona, no está en movimiento.

[ix] Cfr. B. Gherardini, Concilio Ecumenico Vaticano II. Un discorso da fare, Frigento, Casa Mariana Editrice, 2009; Tradidi quod et accepi. La Tradizione, vita e giovinezza della Chiesa, Frigento, Casa Mariana Editrice, 2010; Concilio Vaticano II. Il discorso mancato, Torino, Lindau, 2011; Quaecumque dixero vobis. Parola di Dio e Tradizione a confronto con la storia e la teologia, Torino, Lindau, 2011; La Cattolica. Lineamenti d’ecclesiologia agostiniana, Torino, Lindau, 2011.

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Mateo 5,37: "Que vuestro modo de hablar sea sí sí no no, porque todo lo demás viene del maligno". Artículos del quincenal italiano sí sí no no, publicación pionera antimodernista italiana muy conocida en círculos vaticanos. Por política editorial no se permiten comentarios y los artículos van bajo pseudónimo: "No mires quién lo dice, sino atiende a lo que dice" (Kempis, imitación de Cristo)

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