El caballo de troya del control de población dentro del Vaticano

Con las últimas noticias que llegaron a los medios de habla inglesa hace unos días, algunos pensamientos condujeron hacia una especie de pregunta: ¿por qué algunos esperarían que Emma “La Bicicletta” Bonino no hubiese sido invitada a hablar en una iglesia católica de Italia? Los editores católicos están furiosos porque Bonino fue invitada a hablar en la iglesia de San Defendente in Ronco di Cossato, el 26 de julio de 2017, el “Día Mundial del Refugiado”. Pero hay un tono subyacente de fracaso rutinario en sus protestas, como si estuvieran objetando por un sentimiento del deber, en lugar de sentir una verdadera indignación; ni que hablar de conmoción.

Se trata de una mujer que entró en el parlamento en la década de 1970 para evitar ser procesada por cometer más de 10.000 abortos ilegales, según se jactó ella. Su apodo surgió de la máquina que fabricó con un inflador de bicicleta y un frasco de pepinillos. Bonino lanzó el Centro para la Información sobre la Esterilización y el Aborto (CISA) que consiguió legalizarse en el año 1975. Tras este triunfo, Bonino siguió una carrera estelar como parlamentaria por el Partido Radical, y luego protegida de George Soros, como miembro de la comisión europea y ministro exterior de Italia, gastando el dinero de Soros y buena parte del dinero de los ciudadanos italianos en promover la inmigración masiva, el federalismo europeo y la abolición de fronteras nacionales.

Quizás resulte difícil para un anglosajón imaginar la situación de la Iglesia aquí, pero la dama abortista del tristemente anti-católico Partido Radical, Emma Bonino, es la personificación de lo que la jerarquía italiana en su conjunto, con raras excepciones, considera un político ideal. Su promoción agresiva del aborto es vista, como mucho, como un pecadillo perdonable (y es asunto olvidado ahora que Italia “acordó” sus leyes en favor del aborto) algo a dejar de lado y no mencionar, por amabilidad, mientras se la aplaude por su trabajo de presión al gobierno para permitir la llegada de cientos de miles de inmigrantes ilegales a las costas italianas. Como en los Estados Unidos, la inmigración sin límites es el tema de moda en la izquierda eclesiástica – que en Italia ha de llamarse simplemente “la Iglesia”, por no haber una estructura de “derecha”. Y en este país, Emma Bonino es la cara visible del plan de “fronteras abiertas” de Soros para oprimir a Europa, especialmente la cultura europea, con inmigrantes (mayoritariamente islámicos) de África y Medio Oriente.

Los altísimos índices de crímenes violentos – hace unos meses, el jefe de nuestra estación fue asesinado en un pueblo junto al nuestro por una banda de inmigrantes africanos, matones que vagaban por la estación de día y de noche… él tuvo el coraje de intervenir en su acoso – no parece tener importancia para los obispos y el clero. Italia simplemente ya no es un país seguro, como lo era hace tan solo cinco años. Las señoras respetables del pueblo temen caminar cinco minutos entre la Iglesia y sus hogares tras finalizar el rosario del  grupo de los jueves por la noche. De quejarse, es más probable que el sacerdote parroquial las acuse de racismo antes que cambiar el horario del grupo para protegerlas.

La vida sacramental – es decir, la religión católica – no parece ser de interés para nadie exceptuando a los laicos, muriendo lentamente de inanición espiritual sobre la base de raciones de subsistencia mínimas. En nuestro pueblo hoy solo una misa semanal, y en el verano la mitad de las misas de los seis pueblos del valle se cancelan por completo. (No hace falta decir que son estrictamente Novus Ordo, con su complemento en el rasgueo de las guitarras; la misa tradicional simplemente no figura en el radar.) Peor aún, no hay tiempos estipulados para la confesión; el sacramento sencillamente se extinguió localmente.

Pero nada de esto pareciera de interés a nuestro obispo, a quien recientemente Francisco designó como jefe de la conferencia episcopal italiana y nombró cardenal (a los 75 años), quien hace unos meses organizó una especie de congregación (sin misa, por supuesto) en una colina de la ciudad para “celebrar” la enorme entrada de inmigrantes musulmanes africanos en nuestra zona. Esto ocurrió tras haber dado una entrevista en la que instó al gobierno a otorgar concesiones legales a uniones de personas del mismo sexo, mientras advertía a los católicos que participaban en las demostraciones del Día de la Familia que no debían estar “en contra” de nadie: “Es el ejemplo del papa Francisco. Sus palabras son siempre de una absoluta claridad, el Santo Padre jamás está en contra de nadie, jamás.”

Es verdad que en el pontificado de Francisco la facción marxista del episcopado italiano se ha envalentonado. En marzo de 2017, el arzobispo Vincenzo Paglia – sí, el que contrató el mural homo-erótico para la catedral de Terni que lo representa a él como uno de los desnudos – ofreció una breve elegía al fundador del Partido Radical, Marco Pannella. El elegido de Francisco como cabeza de la Pontificia Academia para la Vida y del Pontificio Instituto Juan Pablo II para la Familia, asistió a una reunión del partido como invitado muy especial, para llamar a Pannella “un hombre de gran espiritualidad”, diciendo que su muerte era una “gran pérdida” no solo para el partido sino “para nuestro país” y “para el mundo, que necesita más que nunca hombres que puedan hablar como él.”

Paglia dijo que “Pannella dedicó su vida a los olvidados” en “defensa de la dignidad de todos, especialmente los más marginados.” Paglia describió su amistad cálida y cercana con Pannella, diciendo que su muerte era una “gran pérdida” no solo para el partido sino “para nuestro país”. Dijo que la vida de Pannella fue “una inspiración hacia una vida más bella no solo para Italia sino para el mundo, que necesita más que nunca hombres que puedan hablar como él…. espero que el espíritu de Marco nos ayude a vivir en su misma dirección.”

En octubre del año pasado, escritores católicos de Italia expresaron su estupor cuando los obispos anunciaron orgullosos su apoyo a los Radicales para promover la “Marcha por la Amnistía, la Justicia y la Libertad” del partido, un proyecto que exigía la liberación de los criminales de sus prisiones. Dados los esfuerzos del partido a arrojar a la Iglesia fuera de la vida pública, la colusión entre los obispos italianos y los Radicales podría ser descrita verdaderamente como pavos trabajando junto a carniceros para promover el Día de Acción de Gracias.

Para los que observan desde fuera, debe parecer un caso avanzado de Síndrome de Estocolmo: una Iglesia demostrando su buena fe a la izquierda anti-católica, llevando a cabo un rito de suicidio. Quizás la única pregunta coherente que nos queda es por qué Emma Bonino no está realizando una gira por las mayores basílicas y catedrales de Italia con su discurso.

Pero todo este asunto despierta otras preguntas. A medida que comenzamos a comprender el avanzado estado de decadencia moral que causó esta ideología anti-católica  entre obispos y el clero, tendemos a olvidar que no fue siempre así. La noticia me llevó a pensar cómo es que esta situación llegó a darse exactamente. ¿Cómo, por qué, y gracias a quién, Italia y otras naciones católicas europeas se descristianizaron tanto? ¿Por ejemplo, por qué las naciones “más católicas” de Europa son también los países con las más bajas tasas de fecundidad del mundo occidental? ¿Por qué Italia no tuvo una tasa de fecundidad por encima de los 1,4 niños por mujer en los últimos 30 años? La agencia de estadísticas del país, Istat, dice que en 2015 la tasa de fecundidad fue de 1,35, una espiral de muerte demográfica. Ahora, los políticos italianos hablan abiertamente de Italia como “una nación agonizante”.

A esta altura, el inminente “invierno demográfico” de las naciones occidentales y las naciones asiáticas occidentalizadas es una realidad aceptada, pero ¿por qué es tan particularmente agudo – particularmente avanzado – en naciones anteriormente católicas? Si relacionamos lo que sabemos con estas preguntas, la lógica nos conduce a una hipótesis ineludible y profundamente perturbadora. Podrán disculparnos por preguntar, “¿Ha estado la jerarquía católica conspirando con la agenda globalista de control poblacional para diezmar, e incluso extinguir, la población católica de Europa? De ser así, ¿por cuánto tiempo? ¿Quién tomó la decisión y cuándo, y qué obtuvieron a cambio?”

El que desea puede investigarlo; no reproduciré todo aquí, pero todo ha sido desclasificado y está disponible en internet. Basta con decir que en 1974 se presentó un documento ante las Naciones Unidas, escrito por el Secretario de Estado, que exigía que los recursos de la ONU – especialmente las organizaciones de asistencia como UNICEF – apuntase a la reducción de la fertilidad en ciertas naciones “objetivo”[1]. La asistencia a personas en esos países debía estar acompañada por la exigencia de que aceptaran la anticoncepción y la esterilización – y posteriormente el aborto – de lo contrario no recibirían asistencia.

Sin embargo, el trabajo de despoblación católica ya estaba encaminado cuando el comité de Kissinger produjo el Memorandum de Seguridad Nacional 200. ¿Alguna facción de control dentro de la jerarquía católica habría acordado ya en la década de 1960 participar en un genocidio europeo clandestino similar? ¿Ha habido un acuerdo a nivel internacional – tal como se dijo que hubo entre el cardenal de Toronto Gerald Emmett Carter[2] y Pierre Trudeau – para suprimir la enseñanza de la Iglesia sobre el matrimonio y la vida familiar a cambio de algún tipo de concesiones? Sin dudas, el clima, la moda, en la Roma de aquel tiempo era el apropiado para realizar tales acuerdos. Y habrá sido uno bastante bueno: los progresistas – e incluso los católicos normales que deseaban la aprobación del mundo secular – estaban enojados y profundamente avergonzados por Humanae Vitae; estaban definitivamente con ánimos de suprimirla. Y tras la debacle en Washington DC, quedó claro que el papa Pablo VI no tenía planes inmediatos para defenderla. Y ciertamente hemos visto que las décadas de presencia de la Santa Sede en la ONU aumentaron enormemente el prestigio del Vaticano y su influencia en los círculos diplomáticos internacionales, tal como nos lo recordó la intervención del papa Francisco en Cuba.

¿Es posible que algún personaje como Agostino Casaroli[3] – a quien muchos en este país consideran un masón – haya hecho un trato con el naciente movimiento de control poblacional de la ONU para suprimir Humanae Vitae en las iglesias católicas de Europa?

La Santa Sede estableció su misión – y recibió un status de “observador permanente” – en la ONU en 1964. Diez años más tarde, la ONU entró formalmente en el negocio del control poblacional, pero para entonces el declive poblacional de Europa ya estaba encaminado.

Para entonces, los promotores internacionales de la anticoncepción ya habían estado trabajando en Italia durante un tiempo. Un reporte de la agencia de aborto/anticoncepción Pathfinders International, se jacta de que sus agentes ya estaban entregando anticonceptivos hormonales a las mujeres pobres de Roma en 1958, materiales que “habían sido provistos gratuitamente por un fabricante de Gran Bretaña.” El agente del grupo Planned Parenthood, Maria Luisa DeMarchi, “continuó con estas visitas durante las dos décadas posteriores, realizando visitas semanales a más de 550 clientes por año—un total de más de 7.000 visitas.” La propaganda fue efectiva: mis amigos me dicen que si tienes un bebé en el cochecito, las abuelas le sonreirán y arrullarán; pero con dos niños o más responderán con un discurso sobre sobrepoblación.

Los resultados, las estadísticas, son fáciles de encontrar; un reporte reciente dijo que Italia hoy tiene la tasa de fecundidad más baja de Europa, que se ha reducido a más de la mitad desde la década de 1960. Los nacimientos han sido menores que en todos los años desde la formación del estado moderno en 1861. El ministro de salud italiano, Beatrice Lorenzin – quien piensa que el problema puede resolverse con un bono por bebé de 160 euros por mes – advirtió que Italia es una nación que enfrenta un futuro incierto sin niños. “En cinco años hemos perdido más de 66.000 nacimientos (por año) – el equivalente de una ciudad del tamaño de Siena. Si asociamos esto con el creciente número de ancianos y personas con enfermedad crónica, tenemos la imagen de un país agonizante.”

Esta imagen sombría, por supuesto, da a las personas como Emma Bonino y su amigo en Santa Marta todas las excusas que necesitan para traer tantos inmigrantes musulmanes africanos como George Soros desee. Los parlamentaristas italianos de la izquierda argumentan abiertamente que estas son las personas que se necesitan para “reemplazar” a la población nativa italiana que se está extinguiendo.

La tasa de fecundidad italiana está muy por debajo del promedio europeo de 1,58, pero ese número también está por debajo del 2,1 necesario para mantener una población estable. El libro de datos mundiales de la CIA, proyecto del Departamento de Estado de los Estados Unidos, nos dice que España (67,8%), Italia (80%), Polonia (87,2%), Portugal (81%) y la República de Irlanda (84,7%), están entre las naciones “más católicas” de Europa. Y cada una de ellas también tiene lo que los demógrafos llaman “el mínimo más bajo”, o tasa de fecundidad debajo del nivel de reemplazo. Ha habido aumentos en las tasas de natalidad en los últimos años, pero se los comprende generalmente como resultado del influjo de inmigrantes más fecundos.

Solo con observar de cerca un país, la pequeña y vanguardista nación de Malta, vemos que la situación debió estar decayendo durante décadas antes de que los recientes gobiernos de izquierda comenzaran a alterar el escenario legislativo. La mediana de la edad de la población maltesa es de 41,5 años, que se descompone en “hombres: 40,4 años; mujeres: 42,7 años,” muy por encima de la edad para dar a luz. Esto no se pudo lograr en un par de años. Se necesitan décadas de tasas de natalidad bajas para empujar tan alto la mediana de la edad, incluso en una población tan pequeña. La tasa de fecundidad total de Malta era de 1,55 niños nacidos por mujer en el año 2016, una situación que resultaría imposible si la jerarquía y el clero malteses hubieran enseñado lo que la Iglesia enseña acerca del matrimonio y la familia.

Podría decirse y con razón, que Malta es la nación más católica del mundo. Varias estimaciones la colocan entre el 90-98%. El abandono consciente de la enseñanza de la Iglesia podría ser la única explicación posible para su situación demográfica actual. Hace quince años, cerca del 80% de la población de Malta asistía a misa cada semana. Unos años atrás, cuando yo la visité, había caído al 50%. Las misas suelen estar llenas, pero solo con personas mayores, y los hombres generalmente quedan fuera. El establecimiento del divorcio legal, la anticoncepción y ahora el “matrimonio homosexual” en esta nación católica no habrían sido posibles al menos sin la cooperación tácita de la Iglesia. Me dijeron que cuando el gobierno avanzó en la legalización del divorcio en el año 2011 – el primero en la larga fila del dominó legislativo – no hubieron protestas, ni de los laicos ni del clero; es más, muchos de éstos promovieron el cambio desde sus púlpitos. Más recientemente, hemos visto a los obispos malteses convertirse en ejemplos de la revolución Bergogliana; ordenando a sus sacerdotes dar la sagrada comunión a personas de su conocimiento que mantienen relaciones adúlteras sin arrepentimiento.

Por razones obvias, quizás valga la pena observar a la Argentina, para la cual los datos de la CIA resultan bastante condenatorios: “un tercio de la población vive en Buenos Aires”, y son “católicos romanos de nombre, 92% (menos del 20% practicantes)”; este puede llegar a ser el único país cuyas observaciones incluyen este pequeño paréntesis. Otorga a la Argentina una tasa de fecundidad de “2,28 niños nacidos por mujer (estimación de 2016)” poniéndola marginalmente por encima del nivel de reemplazo poblacional de 2,1 niños por mujer. El reporte de la UNFPA, la oficina de la ONU que supervisa el movimiento de control poblacional, sobre la “implementación por país” de Argentina para el año 2014, observa que entre 1990 y 2001, el uso de anticonceptivos aumentó de cero al 65%. El reporte también menciona que el gobierno tiene “grandes preocupaciones” por la “fertilidad adolescente”, y está implementando un “apoyo directo para la planificación familiar” entre los jóvenes.

A los católicos conservadores de Norteamérica, trabajando con sus políticos locales, se les dificulta comprender esta situación. Se ríen ante las “teorías conspirativas” de los tradicionalistas, de nuestra charla sobre la masonería y la infiltración comunista… ¿Y ahora qué? ¿Las abducciones de los OVNIs? Pero en el viejo continente, estas realidades son reconocidas como parte del paisaje; los italianos saben que los masones y los comunistas no son cuentos de hadas; los despliegues llamativos de hoces y martillos en la “marcha del orgullo gay” de cada año en Roma los delata un poco. Nosotros, los anglosajones resguardados, no tenemos idea de qué tan común es que los sacerdotes italianos e incluso los obispos operen abiertamente como activistas o simpatizantes de los comunistas.

Hace muchos años, cuando comencé a interesarme en estos asuntos, empecé a leer sobre el movimiento de los países ricos de occidente para “limitar” las tasas de natalidad de los pobres “países en desarrollo”. En aquel tiempo no me oponía fuertemente a la anticoncepción per se, pero me chocó de inmediato, como una horrible violación moral, que los países ricos demandaran a los pobres que dejen de tener hijos, para así poder mantener su consumo extravagante indefinidamente. Este era un caso claro de genocidio, a escala global. Pero es un simple hecho que las tasas de fecundidad católicas de Europa comenzaron a caer mucho antes que las agencias de asistencia de la ONU comenzaran a trabajar para limitar los nacimientos en los países en desarrollo.

Los programas masivos de anticoncepción y esterilización, incluyendo la propaganda de gobierno para promoverlos, son genocidas. Y esto es lo que la ONU ha estado haciendo en cada nación “en desarrollo” del mundo desde comienzos de 1970. Considerando lo que sabemos ahora sobre cómo las cosas estuvieron funcionando en el Vaticano desde la década de 1950, no veo razón para no sospechar fuertemente que la exterminación de la Europa católica que está en la agenda secularista masónica desde el siglo XIX, entró a la Iglesia por los traidores Troyanos que están en Roma.

Hilary White

[1] Los países mencionados en el memo de 1974 para un tratamiento especial son la India, Bangladesh, Paquistán, Indonesia, Tailandia, Filipinas, Turquía, Nigeria, Egipto, Etiopía, Méjico, Colombia y Brasil. Con las revelaciones que, desde entonces, las organizaciones de salud financiadas por la ONU estuvieron entrando en países de Sudamérica y África, esterilizando a mujeres sin su conocimiento o consentimiento, podemos asumir que este mandato se expandió.

[2] Carter fue uno de los más francos oponentes a la Humanae Vitae dentro de la Iglesia, y el autor de los párrafos clave en la Declaración de Winnipeg que repudia su enseñanza moral. Declaró públicamente que la encíclica era una “tragedia” y publicó guías confesionales para sacerdotes ordenando que la ignorasen: “Por dudas en el orden práctico, ningún sacerdote puede negar la absolución a personas que utilizan la píldora, a menos que su motivo sea claramente pecaminoso.”

[3] Secretario de Estado 1979 – 1990, Casaroli fue un diplomático vaticano. Bajo Juan XXIII fue el autor del enfoque “Ostpolitik” del Vaticano para el apaciguamiento del comunismo. Fue incluido en la famosa “Lista Pecorelli” de sospechosos masones en el Vaticano, así como su predecesor inmediato, Jean Villot.

 

(Artículo original. Traducido por Marilina Manteiga)

Hilary White
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