CATENA AUREA: La Multiplicación de los peces y los panes

Después de esto, pasó Jesús a la otra parte del mar de Galilea, que es de Tiberíades. Y le seguía una grande multitud de gente, porque veían los milagros que hacía sobre los enfermos: Subió, pues, Jesús, a un monte, y se sentó allí con sus discípulos. Y estaba cerca la Pascua, día de la fiesta de los judíos. Y habiendo alzado Jesús los ojos, y viendo que venía a El una gran multitud, dijo a Felipe: «¿De dónde compraremos pan para que coman estos?» Esto decía por probarle: porque El sabía lo que había de hacer. Felipe respondió: «Doscientos denarios de pan no les basta, para que cada uno tome un poco». Uno de sus discípulos, Andrés, hermano de Simón Pedro, le dijo: «Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos peces: mas ¿qué es esto para tanta gente?» Y dijo Jesús: «Haced sentar a la gente. En aquel lugar había mucho heno. Y se sentaron a comer, como en número de cinco mil hombres. Tomó Jesús los panes, y habiendo dado gracias, los repartió entre los que estaban sentados: y asimismo de los peces, cuanto querían. Y cuando se hubieron saciado, dijo a sus discípulos: Recoged los pedazos que han sobrado, que no se pierdan. Y así recogieron y llenaron doce canastos de pedazos de los cinco panes de cebada, que sobraron a los que habían comido. Aquellos hombres, cuando vieron el milagro que había hecho Jesús, decían: «Este es verdaderamente el profeta que ha de venir al mundo». (San Juan, 6:1-14Multip)

Crisóstomo in Ioannem hom. 41

Así como las flechas cuando caen sobre algún cuerpo duro rebotan con gran fuerza e ímpetu, y cuando no tienen algo que les estorbe van a parar en seguida al sitio donde se las envía y allí descansan, así, cuando disputamos con hombres atrevidos y con algún calor, se enfurecen más; pero si concedemos lo que ellos dicen, fácilmente calmamos su rabia. Por este medio Jesucristo consiguió, retirándose, calmar el furor que se levantaba contra El por las palabras que precedían y se marchó a Galilea y no a aquellos mismos sitios de donde había subido a Jerusalén. Por esto no se marchó a Caná de Galilea, sino que se pasó a la otra orilla del mar. Por esto dice el evangelista: «Después de esto, pasó Jesús a la otra parte del mar de Galilea, que es de Tiberíades».

Alcuino

Este mar tiene diferentes nombres, según los diferentes sitios por donde se extiende, pero en cuanto a su situación presente, se llama mar de Galilea por la provincia y Tiberíades por la ciudad 1. Se dice mar, no porque el agua sea salada, sino según a la costumbre hebrea, que denomina mares a todas las grandes reuniones de agua. Este mar lo pasó repetidas veces el Señor para esparcir la palabra de su doctrina entre todos los pueblos que habitan junto a él.

Teofilacto

Pasa de pueblo en pueblo con el fin de probar la voluntad de los hombres y con el de volverles más ávidos y solícitos en la fe. De aquí es que sigue: «Y le seguía una gran multitud, porque veían los milagros que hacía en todos los que estaban enfermos».

Alcuino

A saber, volvía la vista a los ciegos y hacía otras cosas por el estilo. Y ha de tenerse en cuenta que a todos los que sanaba del cuerpo los regeneraba en el espíritu.

Crisóstomo in Ioannem hom. 40

Gozando de tan alta doctrina, sólo se fijaban en los hechos extraordinarios, porque sus entendimientos estaban oscurecidos, pues los hechos extraordinarios, como dice San Pablo 2 ( 1Cor 14,22), no fueron dados a los fieles, sino a los infieles. Eran, pues, más sabios aquellos que, según San Mateo ( Mt 7,28-29), quedaban estupefactos ante la grandeza de su doctrina. Pero ¿por qué no dice: «cuando lo veían ejecutar maravillosos milagros»? Porque este evangelista puso su mayor esmero en prestar atención a las predicaciones del Señor, llenando con ellas la mayor parte de su libro. Sigue: «Ascendió, pues, al monte, Jesús, y allí estaba sentado con sus discípulos». Subió al monte a causa del milagro que pensaba realizar, pero hizo subir consigo a los discípulos, en lo cual iba envuelta una reprensión a la muchedumbre que no lo seguía. Subió también al monte para enseñarnos a hacer silencio en el interior, huyendo de los tumultos y de la agitación de las cosas mundanas. Porque la soledad es muy a propósito para la contemplación (o para el conocimiento de las cosas sublimes y la meditación de las cosas divinas). Prosigue: «Y estaba cerca la Pascua, día de la fiesta de los judíos». Véase cómo, tratando de un año entero, no nos refiere el evangelista más que dos milagros de Jesucristo: la curación del paralítico y la del hijo del funcionario real. Y no se ocupó de hablar de todos, porque eligió de entre ellos, aunque pocos, los más grandes. ¿Y por qué no subió en el día de la fiesta? Derogaba poco a poco la Ley, tomando ocasión para ello de la malicia de los judíos.

Teofilacto

Y como los judíos lo perseguían, tomó ocasión para retirarse, por no cumplir con la Ley, dejando adivinar a los que la observaban que cuando venía la realidad debía cesar toda figura y que no estaba sujeto a las leyes hasta el punto de tener que acudir a las fiestas legales. Y ve que esto no era una fiesta de Jesucristo, sino de los judíos.

Beda in Marc cap. 6

Si alguno examina detenidamente las palabras del evangelista conocerá con facilidad que sólo medió un año entre la degollación del Bautista y la pasión del Señor, siendo así que dice San Mateo que el Señor cuando supo la muerte de San Juan, se retiró a un lugar desierto y allí dio de comer a las multitudes. Y San Juan dice que estaba próxima la Pascua de los judíos cuando dio de comer a las multitudes, por lo cual se demuestra sin género de duda que San Juan fue degollado cerca de la Pascua. Habiendo transcurrido el lapso de un solo año, fue cuando Jesucristo sufrió la pasión en la misma festividad.

Teofilacto

Prosigue: «Y habiendo alzado Jesús los ojos», para que conozcamos que no levantaba sus ojos para mirar a cualquier parte, sino que estaba sentado decorosa y atentamente con sus discípulos.

Crisóstomo in Ioannem hom. 41

Y no estaba simplemente sentado con sus discípulos, sino que les hablaba alguna cosa con cuidado y los atraía hacia sí. Después, mirando a lo lejos, vio una multitud que se acercaba. ¿Con qué fin pregunta a Felipe? El sabía en verdad que aquella reunión de discípulos necesitaba de más amplios conocimientos, como sucedía con Felipe, que dijo después: «danos a conocer al Padre, y con esto tenemos bastante», por cuya razón lo instruye antes del suceso, porque si el milagro se hubiera verificado sencillamente, no hubiese brillado tanto. Y así ahora, antes del acontecimiento, lo obliga a confesar la carencia de pan, para que conozca mejor la magnitud del milagro. Por esto sigue: «Esto decía por probarle».

San Agustín De verb. Dom. serm., 11.

Hay una tentación que nos lleva hasta el pecado, pero ésta no es con la que Dios tienta, porque en cuanto a ésta se dice en la carta de Santiago ( Stgo 1) que Dios no tienta para lo malo y hay otra tentación que es para probar la fe, según lo que dice en el Deuteronomio ( Dt 13): «El Señor, vuestro Dios, os tienta». Y así debe comprenderse lo que Jesucristo preguntaba en el Evangelio tentando a aquel discípulo.

Crisóstomo iterum ut supra.

No porque ignoraba lo que aquél debía contestarle, sino que esto lo dijo utilizando una manera común de expresarse. Cuando se dice «el que sondea los corazones de los hombres» ( 1Cró 28) se manifiesta que los sondea no por ignorancia, sino con perfecto conocimiento. Así, cuando aquí dice que lo tentó, no dice otra cosa más que lo que ya sabía ciertamente. Pero debemos decir que deseaba hacerlo testigo calificado por medio de esta pregunta, proponiéndose llevarlo al mejor conocimiento de aquel milagro. Por esto el evangelista, para que no sufriese detrimento tu comprensión a causa de poca energía en la frase, añadió: «Porque El sabía lo que había de hacer».

Alcuino.

Pregunta, por lo tanto, no para enseñarle lo que ignora, sino para manifestar a su discípulo -hasta el momento ignorante- su tardanza para creer, la cual él no podía apreciar por sí mismo.

Teofilacto.

O bien para manifestar a los otros esto mismo, como conocedor que era de su corazón.

San Agustín De cons. evang. 2, 46

Mas si el Señor, según lo que refiere San Juan, preguntó a Felipe de dónde podría darles de comer, a fin de probarlo cuando vio las multitudes, este hecho puede inducirnos a creer lo que cuentan otros: que los discípulos dijeron primero al Señor que despidiese a las multitudes, a los cuales respondió, según dice San Mateo ( Mt 14,16): «No tienen necesidad de irse; dadle vosotros de comer». Se comprende, por lo tanto, que después de estas palabras fue cuando el Señor vio a la multitud y dijo a Felipe lo que refiere Juan. Mas otros pasaron esto en silencio.

Crisóstomo, ut supra

Aquello es una cosa y esto es otra, y se verificaron en diversos momentos.

Teofilacto

Probando el Señor a Felipe para ver si tenía fe, encontró que todavía estaba sujeto a las pasiones humanas, como se demuestra por lo que sigue: «Felipe le respondió: doscientos denarios de pan no les bastan para que cada uno tome un poco».

Alcuino

En lo que manifestó su tardanza para creer. Porque si hubiese conocido claramente que Aquél era el Creador, no hubiese desconfiado de su poder.

San Agustín, ut supra

Mas lo que aquí responde Felipe según San Juan, es lo mismo que San Marcos dice que respondieron sus discípulos, queriendo dar a entender que Felipe respondió esto por inspiración de los demás, aun cuando el evangelista pudo hablar en plural en vez de singular, como acostumbraba en muchas ocasiones.

Teofilacto

Pero el Señor vio que Andrés era parecido a Felipe, aunque su pensamiento se elevaba un poco más. Sigue, pues: «Uno de sus discípulos, Andrés, hermano de Simón Pedro, le dijo: aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos peces».

Crisóstomo, ut supra

Creo, en verdad, que el Apóstol no dijo esto sin algún fin, porque había oído el milagro que Eliseo había hecho con los panes de cebada, pues alimentó a cien hombres con veinte panes ( 2Re 4). Se levantó mentalmente a algo más elevado, pero no pudo llegar a la cumbre, lo cual se manifiesta por lo que sigue: «¿Mas qué es esto para tanta gente?» Creía, por lo tanto, que de pocos había de hacer pocos y de muchos muchos, el que hacía milagros, pero esto no era verdad. De igual manera le era fácil alimentar a las multitudes, ya fuera de pocos, ya de muchos (porque El no necesitaba de una materia limitada). Y para que no pareciese que las criaturas eran ajenas a su poder, utiliza las cosas creadas para hacer milagros.

Teofilacto

Confúndanse los maniqueos, que dicen que los panes y todas las demás cosas por el estilo han sido creadas por el dios malo, porque el Hijo del Dios bueno, Jesucristo, multiplicó los panes. Mas si las criaturas fuesen malas, el Bueno nunca hubiese multiplicado las cosas malas.

San Agustín De cons. evang. 2, 44

Juan consigna que Andrés fue el que sugirió lo de los dos panes y los cinco peces. Los otros evangelistas hablan en plural, no en singular, en atención a los demás discípulos.

Crisóstomo in Ioannem hom. 41

Los que nos fijamos demasiado en los placeres de la vida comprendamos por lo tanto en esto qué es lo que comían aquellos hombres admirables y grandes y la cantidad de lo que se les ofrecía y lo despreciable de su mesa. Y aún no se habían presentado aquellos panes, cuando mandó sentarse a las gentes, para que se conozca que le están sometidos los seres que no existen, lo mismo que los que existen, según dice San Pablo ( Rom 4,17): «El que llama a aquellas cosas que existen como a las que no existen». Prosigue: «Y dijo Jesús: haced sentar a las gentes».

Alcuino

Ateniéndonos a la letra: que se sienten los hombres, lo decimos en el sentido de que se recuesten para comer, según acostumbraban los antiguos; por esto sigue: «En aquel lugar había mucho heno».

Teofilacto

Esto es, hierba verde, porque la Pascua se celebraba en el primer mes de la primavera. Prosigue: «Y se sentaron a comer, como en número de cinco mil hombres». El evangelista cuenta únicamente los hombres, porque seguía la costumbre legal. Así como Moisés computó el pueblo por los que habían cumplido veinte años y no hizo mención de las mujeres ( Núm 1), teniendo en cuenta que todo lo que lleva carácter viril y juvenil es digno y agradable delante de Dios.

Prosigue: «Tomó, pues, Jesús los panes, y habiendo dado gracias, los repartió entre los que estaban sentados: y asimismo de los peces, cuanto querían».

Crisóstomo, ut supra

¿Y por qué cuando iba a curar al paralítico no ora, ni cuando resucita a los muertos, ni cuando calma la tempestad del mar y aquí ora y da gracias? Para manifestar que aquéllos que empiezan a comer, deben dar gracias a Dios. O de otro modo: ora en las cosas pequeñas, para que se vea que no ora por necesidad. Porque si necesitase orar, esto lo haría con mucha más razón en los milagros de mayor importancia. Pero como los hacía con autoridad propia, da a entender que aquí ora por acomodarse a nuestro modo de ser y además, como había mucha gente delante, convenía enseñarles que esto sucedía por la voluntad de Dios. Y, por tanto, no oraba cuando hacía algún milagro en secreto, pero ora en presencia de muchos, para que no crean que es enemigo de Dios.

San Hilario De Trin., 1, 3

Se le ofrecen, pues, cinco panes a la multitud y se le distribuyen. Pero se observa que se aumentan los pedazos en las manos de los que los distribuyen. No se hacían más pequeños porque los partían, sino que siempre los pedazos llenaban las manos de los que estaban distribuyendo. Ni los sentidos, ni la vista podían seguir la marcha de aquello que sucedía. Es lo que no era, se ve lo que no se comprende y sólo queda de creer que Dios puede hacer todas las cosas.

San Agustín In Ioannem tract., 24.

Como multiplica las plantas por medio de unas pocas semillas, también multiplicó los cinco panes en las manos de los que los distribuían. El poder estaba en las manos de Jesucristo. Multiplicó aquellos cinco panes que eran como las semillas no arrojadas a la tierra, sino multiplicadas por Aquél que hizo la misma tierra.

Crisóstomo, ut supra

Véase en esto cuán grande es la diferencia que hay entre el siervo y el Señor. Porque los profetas, como tenían la gracia limitada, hacían milagros sujetos a estos límites. Mas Jesucristo, como obraba con poder absoluto, hacía todas las cosas con gran superabundancia. De donde sigue: «Y cuando se hubieron saciado, dijo a sus discípulos: recoged los pedazos que han sobrado, que no se pierdan». Esta ostentación, en verdad, no era inútil, antes servía para que no creyesen que los había hecho sufrir una ilusión. Hizo aquel milagro sobre la materia que le estaba sometida. ¿Mas por qué razón no dio a las multitudes los trozos que habían sobrado para que se los llevaran, sino a los discípulos? Porque quería enseñarles de una manera especial, puesto que habían de ser los maestros de todo el mundo. Y yo no sólo admiro la multitud que resultó de estos panes, sino también la exactitud de los trozos que sobraron, porque quiso que en lo sobrante no hubiese ni exceso ni defecto, sino únicamente cuanto quería, a saber: doce canastos, en atención al número de los doce apóstoles.

Teofilacto

Aprendemos también en este milagro a no apocarnos cuando nos veamos acosados por la pobreza.

Beda

Mas las multitudes, cuando vieron el milagro que había hecho el Señor, se admiraban, porque todavía no habían comprendido que Jesús era Dios. Y por eso añade el evangelista: «Aquellos hombres, -como eran carnales, y todo lo entendían en sentido material-, decían: éste es verdaderamente el profeta que ha de venir al mundo».

Alcuino

Aun no creían con verdadera fe los que llamaban profeta al Señor, porque aun no habían aprendido a llamarle Dios. Mas ya habían adelantado mucho por razón de aquel milagro, puesto que lo designaban con el nombre de profeta, pero distinguiéndolo de los demás profetas. Sabían, por tanto, en aquel pueblo que los profetas habían hecho milagros en algunas ocasiones y no se equivocan cuando le llaman profeta, porque el mismo Señor se llamaba así cuando decía ( Lc 13): «Porque no cabe que un profeta muera fuera de Jerusalén».

San Agustín In Ioannem tract., 24.

Por lo tanto, Jesucristo es profeta y Señor de los profetas, así como es Angel y Señor de los ángeles. En cuanto anunció lo que estaba presente, era ángel; en cuanto anunció lo que había de suceder, era profeta; y en cuanto el Verbo se hizo carne, era el Señor de los ángeles y de los profetas; porque no ha habido profeta alguno sin palabra divina 3.

Crisóstomo in Ioannem hom. 41.

Y respecto de lo que decían: «que habrá de venir al mundo», daban a entender que esperaban un cierto profeta especial. Y cuando dicen: «Este es verdaderamente el profeta», se da a entender por la adición del artículo griego que era diferente de los demás profetas.

San Agustín, ut supra

Debe tenerse en cuenta lo que generalmente se dice, a saber: que Dios no es de tal naturaleza que pueda ser visto con los ojos, y que sus milagros, con los que sostiene a todo el mundo y alimenta todas las criaturas, no llaman la atención, por la frecuencia con que se repiten. Pero se ha reservado algunos milagros para hacerlos con oportunidad fuera del curso y del orden regular de la naturaleza, no porque sean mayores, sino porque se ejercen menos frecuentemente, y así admiran por esta circunstancia más que aquéllos que se están realizando diariamente. Realmente es mayor milagro el gobierno de todo el mundo que el saciar a cinco mil hombres con cinco panes, y sin embargo, nadie se admira de este gobierno. Pero los hombres se admiran del otro milagro, no porque es mayor, sino porque es raro. Y no basta fijarnos en esto respecto de los milagros de Jesucristo.

Alcuino

En sentido espiritual, sucede muchas veces que con el nombre de mar turbulento se designa este mundo. Ahora bien, Jesucristo -naciendo- abordó al mar de nuestra mortalidad; navegó en él (muriendo); lo atravesó (resucitando) y lo siguieron las multitudes de los que creían en El y que había reunido de uno y otro pueblo (creyéndole e imitándole).

Beda

El Señor subió al monte cuando subió al cielo, el cual se designa con el nombre de monte.

Alcuino

Al dejar las multitudes en el llano y subir a los lugares más altos con sus discípulos, dio a entender que a los más ignorantes deben confiárseles únicamente los preceptos más sencillos y a los mejor instruidos deben enseñárseles los más sublimes. Cuando les dio de comer a la proximidad de la Pascua, quiso significar que todo aquél que desea alimentarse con el pan de la divina palabra y con la sangre de nuestro Señor Jesucristo, debe celebrar la Pascua espiritual o, lo que es lo mismo, salir de los vicios y entrar en las virtudes (porque Pascua quiere decir tránsito). Mas los ojos del Señor son gracias espirituales, que cuando el Señor concede por su misericordia a sus escogidos, entonces dirige hacia ellos sus ojos, o lo que es lo mismo, les dispensa la gracia de su caridad.

San Agustín Lib. 83 quaest. qu. 81

Los cinco panes de cebada representan la Ley antigua, ya porque aun no se había dado la Ley a los hombres espirituales, sino únicamente a los hombres carnales, esto es, a los que están dedicados a sus cinco sentidos corporales (porque aquellas multitudes se componían de cinco mil hombres), o ya porque la Ley había sido dada por Moisés y Moisés escribió cinco libros. Y como los panes eran de cebada, dio a entender que aquella Ley había sido dada con el fin de que se fomentase la vida del espíritu, a la vez que se fomentaba la del cuerpo por medio de los Sacramentos. Porque los granos de cebada tienen la médula cubierta por medio de una paja muy adherida y el pueblo aun no se había despojado de los deseos de la carne, a los cuales estaba fuertemente adherida su alma, como lo está la paja al grano de cebada.

Beda

Y este alimento de cebada es propio de los asnos y sirve también de comida a las gentes más pobres. Por esto la Ley antigua se había dado para los siervos y los asnos, esto es, para los hombres carnales.

San Agustín, ut supra

Aquellos dos peces que daban al pan cierto sabor agradable representan, sin duda, aquellas dos clases de personas por medio de las que se regía aquel pueblo, a saber: la real y la sacerdotal. Dos clases de personas que prefiguraban a nuestro Señor, porque El había asumido los poderes de ambas.

Alcuino

También pueden representar aquellos dos peces lo dicho y lo escrito por los profetas y por los salmistas. Y como el número cinco se refiere a los cinco sentidos del cuerpo, así mil se refiere al grado más alto de perfección. Todos aquéllos que procuran gobernar bien los cinco sentidos de su cuerpo se llaman varones por la virilidad o fuerza, ya que la debilidad de carácter no los corrompe, sino que viven con sobriedad y castidad, y así merecen ser recreados con la dulzura de la sabiduría celestial.

San Agustín In Ioannem tract., 24.

El muchacho que tenía estas cosas, representa acaso al pueblo de Israel, que traía todas estas cosas con afecto de niño y no comía. Mas aquellas cosas que él llevaba, y aquella canasta que llevaba estas cosas cuando estaba cerrada pesaba; cuando estaba abierta alimentaba.

Beda.

Muy oportunamente dice Andrés: «¿Mas qué es esto para tantos?» Porque la Ley antigua aprovechaba poco, hasta el que Señor la tomó en sus manos (esto es, hasta que la cumplió con sus obras) y enseñó que debía entenderse en sentido espiritual. Porque la Ley a nadie conducía a la perfección ( Heb 7,19).

San Agustín, ut supra

Partiendo los panes, se multiplicaron. Porque eran cinco los libros de Moisés y los hicieron muchos libros cuando los expusieron, como partiéndolos (esto es, dividiéndolos).

San Agustín Lib. 83, quaest, qu. 61

El Señor, como dividiéndolos también y manifestando lo que era oscuro y estaba cerrado en la Ley, sació a sus discípulos cuando les explicó las Escrituras después de la resurrección.

San Agustín In Ioannem tract., 24.

Como el pueblo ignoraba lo que la Ley quería decir, por esto la tentación del Señor demostraba la ignorancia del discípulo. Y estaban sentados sobre la hierba, porque les agradaban las cosas de la tierra, y descansaban en las cosas materiales. Está escrito que toda carne es paja. Mas ellos fueron alimentados por los panes del Señor, porque los que escuchan por los oídos cumplen con las obras ( Is 40,6).

San Agustín, ut supra

¿Qué representan aquellos trozos que sobraron, sino aquellas cosas que el pueblo no ha podido comprender? ¿Y qué queda sino que aquellos secretos de la inteligencia que la multitud no puede comprender, sean creídos por aquéllos que estaban destinados y debían enseñar a los demás, como eran los Apóstoles? Por esto se llenaron doce canastas.

Alcuino y Beda

Los oficios más bajos se administran con las canastas. Luego las canastas son los Apóstoles y sus imitadores, los cuales, aunque en la vida presente no son bien conocidos, sin embargo, están repletos interiormente por las riquezas de las gracias espirituales. Y se dice que los Apóstoles eran como las canastas, porque por medio de ellos había de predicarse la fe de la Santísima Trinidad en las cuatro partes del mundo. Como no quiso hacer panes nuevos, sino que reunió los trozos que habían sobrado, dio a conocer que no despreciaba la Antigua Escritura, sino que la explicaba exponiendo su sentido.

Notas

  1. También es conocido con el nombre de Lago de Genesaret, en hebreo jardín de riquezas, nombre de la llanura ubicada al lado oeste del mismo. El nombre de Genesaret, que designaba también un poblado, está relacionado también con el de Kinneretde forma de arpa, que era el nombre hebreo del lago y de una población a su orilla, desaparecida en tiempos neotestamentarios.
  2. «Esta escrito en la Ley: «En lenguas extrañas y con labios extranjeros hablaré a este pueblo, y ni aún así me escucharán». De suerte que las lenguas son señal no para los creyentes, sino para los incrédulos» ( 1Cor14, 21-22).
  3. «Cristo es de tal manera profeta, que es el Señor de los profetas, y Cristo es un ángel, el Señor de los ángeles. Pues es llamado el Angel de gran consejo ( Is9,6, LXX). Sin embargo, ¿qué dice en otro lugar el profeta? Que no los salvará la venida de un embajador, ni de un ángel, sino de El mismo ( Is 25,4). Es decir que no enviará un embajador para salvarlos, ni un ángel, sino que El mismo vendrá. ¿Quién vendrá? ¿El Angel mismo? Ciertamente no los salvará por un ángel, excepto que El es tan ángel, que es el Señor de los ángeles. Porque ángeles significa mensajeros. Si Cristo no hubiese traído un mensaje, no sería llamado mensajero. Si Cristo no hubiera profetizado nada, no sería llamado profeta». (San Agustín, Tratado sobre el Evangelio de San Juan, XXIV,7).

 

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