Para el martes de la quincuagésima
Eunto Primero. Considera lo que dice el Evangelista, que subiendo Cristo a Jerusalén iba tratando con los discípulos de su Pasión, porque por ella subimos a la Jerusalén celestial, a donde está la verdadera paz y se goza de la visión de Dios. Pondera cómo Cristo nos allanó este camino por medio de su Pasión, y nos abrió la puerta del cielo a costa de su Sangre por la grandeza de su amor. Dale gracias por este incomparable beneficio y por el amor que te tuvo, y lo mucho que padeció por ti, y pídele gracia para seguirle y padecer por su amor.
Punto II. Pondera que habla el Evangelista de plural cuando dice que todos subían a Jerusalén, y de singular al padecer diciendo que solo Cristo había de ser entregado a los príncipes de los sacerdotes, y mofado, azotado, crucificado, muerto, porque tomó las penas para sí solo, y nos dejó el descanso y la gloria. ¡Oh alma mía! contempla la fineza del amor de tu Redentor, y cuán diferente eres tú para con tus prójimos, procediendo tan al contrario, que tomas para ti los descansos y les echas a ellos la cruz sobre sus hombros y trueca las manos a ejemplo de tu Maestro, tomando para ti la cruz y lo penoso porque ellos tengan alivio y consuelo, y no ceses de dar gracias a tu Dios por la caridad tan encendida con que te amo.
Punto III. Considera lo mucho que Cristo padeció: y que tus pecados fueron la causa de su Pasión: tú le labraste la cruz con tus ofensas, y le coronaste de espinas con tus vanas locuras, y le acibaraste el gusto con tus regalos, y le llagaste de pies a cabeza con tus sensualidades, y le deshonraste y escupiste con tus honras vanas, pundonores y desprecios de tus prójimos. Contempla la carnicería que has hecho con tu Redentor, y llora amargamente tus pecados, y arrójale a sus pies, y pídele perdón y gracia para enmendarte y hacer penitencia de ellos, para no volverle a crucificar otra vez, sino antes servirle con finísima caridad.
Punto IV. Considera la grandeza de este beneficio, y que Cristo sube a Jerusalén con su cruz y te dice que tomes la tuya, y que le sigas con ella, si quieres entrar con él: no te hagas sordo su voz, sino toma tu cruz y sigue a Jesús; y pues el trata en el camino de su pasión, imítale tú tratando de ella en tus conversaciones: por este camino has de subir al cielo, hablando de su muerte, meditando su Pasión y sufriendo con paciencia los trabajos por su amor: ofrécete de corazón a imitarle y seguirle, si quieres alcanzar la corona (1).
Padre Alonso de Andrade, S.J
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(1) Porque el tiempo de la cuaresma es, dedicado a la Pasión de Cristo nuestro Señor, pondremos dos meditaciones, una del Evangelio del día y otra de la Pasión, discurriendo por los pasos del Salvador, y podrá servir la una para la oración de la mañana, y la otra para la de la tarde, conforme a la devoción de cada uno.