Un profesor universitario de español, de gran fama tanto en España como en el mundo entero, soñó que se encontraba con Dios y decidió preguntarle el motivo por el cual nunca había sido feliz en su vida, a pesar de su exitosa carrera y sus conocimientos. Dios le dijo entonces:
—Sé que eres profesor de una gran trayectoria en el idioma, dime cuáles son las tres primeras personas de los pronombres personales.
El profesor se sorprendió de aquella pregunta tan fácil, y respondió:
—Pues eso es muy fácil para una persona con mis conocimientos del idioma, son: yo, tú y él.
Dios le miró y dijo:
Ves, ese es tu problema. Aún con tus conocimientos lo has dicho al revés y esa es la causa de tu infelicidad. Siempre debes decir “ÉL” primero, refiriéndote a mí para que yo sea el primero en tu vida. “TÚ” para que el prójimo sea la segunda persona más importante en tu vida. Y finalmente cuando me hayas buscado y hayas ayudado a tu prójimo, entonces estará el “YO”.
**** ****
Esta es una sencilla lección de gramática que Dios nos da, y que aunque parece fácil de aprender, es muy difícil de vivir. Ya Dios nos dijo que el primer mandamiento era amarlo a Él sobre todas las cosas; pero normalmente solemos poner muchas cosas antes que a Dios. A Dios le solemos dar las sobras de nuestro tiempo, de nuestro dinero, de nuestro corazón. Un mandamiento similar al primero es amar al prójimo. Jesucristo nos enseñó que teníamos que amar al prójimo con el mismo amor como Él nos había amado a nosotros.
Todos tenemos una tendencia “natural” a alterar el orden de estos mandamientos y poner en primer lugar al “Yo”. Para “mí”, es lo mejor de mi tiempo, de mi corazón, de mi vida. Creo que seré feliz si todo gira mi alrededor; cuando en realidad toda mi vida tendría que girar en torno a Él; y por Él, también en torno a “ti”. Ese error de orden hace que no aprendamos a amar, y como consecuencia, que tampoco seamos felices.
Así pues, si deseamos ser realmente felices en esta tierra, no olvidemos que primero va “Él”, después “tú” y al final del todo “yo”.