Jesús dijo “Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios” (Lucas 20, 25) cuando sus enemigos trataban de sorprenderle y hacerle equivocar de forma pública para así desacreditar su Palabra. Esa frase de Nuestro Señor es mucho más que una sola frase, ya que engloba una provechosa enseñanza para la vida de la Iglesia: unidad en la verdad e independencia frente a la manipulación. Con ocasión del 3 de septiembre, fiesta de la dedicación de la Catedral, vamos a reflexionar sobre la doble exhortación que contiene esa Palabra de Jesucristo.
Unidad en la Verdad: solo una Iglesia unida en la verdad puede realmente cumplir con su misión de servir a las almas desde la Fe recibida de lo alto. Nunca olvidemos las palabras que el Redentor dijo a Pedro: “Tu eres Pedro y sobre esta piedra edificaré MI Iglesia” (Mateo 16, 18). Resalto intencionadamente el “MI”: Jesús no da un “permiso” a Pedro para que desarrolle una Iglesia que se vaya adaptando al devenir histórico perdiendo su vínculo de origen. No es la “Iglesia de Pedro” que procede de Jesús, sino que es la “Iglesia de Jesús” donde “Pedro” (él y sus sucesores) es mediador y vicario. Por eso la Iglesia, su doctrina, JAMÁS podrá evolucionar de tal manera que rompa su unión con su ÚNICO fundador que es Cristo. Y si, por desgracia, por deslealtad, por tentación aceptada del diablo, la “Iglesia” negara su vínculo con la Iglesia fundada por Cristo, entonces ya NO sería la verdadera Iglesia. Jesucristo nos prometió que “las puertas del infierno no prevalecerán” (Mateo 16, 18) pero esa afirmación puede casar perfectamente, sin dañar la verdad, con la posibilidad de que la auténtica Iglesia quede reducida, en número, a un pequeño rebaño. Desde la libertad de los hijos de Dios sabemos que eso es posible. Entonces, para que estemos ciertos y seguros de permanecer en la Iglesia Católica, la única Iglesia fundada y fundamentada en Cristo, nuestro corazón, individual y comunitario, ha de asirse del todo a la Verdad: al Credo, al depósito de la Fe, a los Dogmas, a la Tradición de la Iglesia. Fuera de la Verdad no puede haber unidad sino confusión y división. Y aunque la Verdad fuera defendida y proclamada por pocos, no dejaría de ser la Verdad. Muy desacertada sería la postura del católico (sea laico, religioso o clérigo) que buscara acercarse a la “cantidad” en lugar de a la “calidad” (o sea a la Verdad). Sería semejante a quien , en el mediodía del Viernes Santo, abandonara a los pocos que junto a Cristo estaban el el calvario, para unirse a los muchos que, escondidos por miedo o cobardía, fueron infieles al Salvador en ese momento terrible. Fueron ellos, la mayoría, los que, arrepentidos y llorando como San Pedro, volvieron a la Casa de Dios.
Independencia frente a la manipulación: “Sed astutos como serpientes y sencillos como palomas” (Mateo 10,16). Son palabras de Nuestro Señor para que evitemos la tentación de la ingenuidad que nada tiene que ver con la prudencia ni con la caridad. A lo largo de la historia, ha sucedido, sucede y sucederá, que los poderes del mundo, las ideologías, intentan manipular la fe cristiana para convertirla en mero apéndice sociológico al servicio de sus fines partidistas. Con astucia y sencillez hay que defender la independencia de la Iglesia frente a la tentación mundana. La Iglesia colabora, ha de colaborar, con la sociedad, con los más desfavorecidos, con los que más sufren…..por supuesto que si, y eso ha sucedido SIEMPRE a lo largo de la historia, y casi siempre de forma callada y silenciosa. La Iglesia ha sido, es y será la mayor favorecedora de los más pobres, y, normalmente, salvo excepciones, lo ha hecho sin que “la mano derecha sepa lo que hace la izquierda” (cfr Mateo 6,3). Y cuando, desde los enemigos de la fe, y/o desde los ingenuos que, desde dentro, los apoyan, se ha criticado a la Iglesia e impulsado a que “venda sus enseres y lo de todo a los pobres” (cfr Juan 12, 5), no se ha hecho sino imitar al traidor Judas Iscariote cuya falsa caridad encubría su latrocinio y corazón egoísta. Por ello habría que recordar a algunos, quizás a muchos….., que la Iglesia Católica NO puede ni debe sustentar ideología política alguna, de izquierda o derecha, ni puede ni debe involucrar a sus clérigos y/o religiosos en bandería política alguna, sea la que sea, porque de ese modo se mundaniza a la Iglesia y se consuma la misma traición de Judas Iscariote, que vendió a Cristo por treinta monedas para estar a bien con los poderes del momento.
“Al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”: frase de nuestro Redentor para meditarla en este 3 de septiembre y la memoria que se celebra. La Iglesia, fundada y fundamentada en Cristo, sostenida por el Espíritu Santo, peregrina hacia la plena comunión con el Padre en la eternidad, no puede derivarse ni pervertirse ni reducirse a mera ideología ni hacer causa común, ya sea por absurdo análisis “teológico” o por traidor oportunismo sociopolítico. Recordemos también la palabra audaz de Jesús “¿quien me ha nombrado juez entre ustedes” (Lucas 12, 14) cuando pretendían involucrarle en un asunto de herencias donde posiblemente el interpelante tuviera la razón….si, pero Jesús no se encarnó para resolver problemas temporales sino……recordémoslo siempre: vino al mundo para SALVAR nuestras almas. Pues si cumpliendo su voluntad salvamos nuestras almas entonces por el camino se resolverán muchos problemas temporales, quizás hasta todos. Cuando se mezcla lo del César con lo de Dios, ni se sirve bien al prójimo ni se camina seguro a la salvación. La unidad en la verdad es la salvación, que viene de Dios, y la mezcla y amalgama de lo divino y humano es la perdición, que es deseo del diablo.
La Virgen María, Madre de Dios, Madre nuestra y Madre de la Iglesia….. Ella nos da testimonio y nos guía en el único camino por la verdad hacia la vida: Cristo. En este 3 de septiembre nos ponemos bajo su amparo para que nos libre de toda tentación secularista y nos aliente en nuestra peregrinación a la Patria Celestial.
Boletín de la diócesis de Oruro