Ya te has confesado. Entraste pecador al confesionario y sales de él transformado. Dios ha perdonado tus pecados, y, aunque limpio, sigues siendo débil. Es necesario transformar la debilidad en virtud. Para ello ¿qué has de hacer? ¡A grandes males, grandes remedios! ¡No se combate el cáncer con una aspirina, ni con un alfiler al demonio que va a continuar atacándote por todos los frentes y te espera a la puerta de la iglesia para continuar la batalla!
Primero has de tener cuidado con el planteamiento que está usando el Maligno para volverte a atrapar: «Peca tranquilo, que siempre podrás confesarte: Mientras no dejes el pecado, confiésate todo lo que quieras». Es tan diabólico, que nos hace creer
que es mejor seguir pecando y luego acudir a confesarse. No caigas en esa trampa, pues lo que el demonio quiere es que sigas atrapado; y así seguir siendo tu dueño y poco a poco llevarte por el camino hacia la Perdición eterna.
Para evitar eso, has de ser consciente de una dimensión imprescindible de toda buena confesión: el propósito de enmienda. ¿Qué es? – Dios, no te pide que jamás vuelvas a pecar, sino que tengas la decisión sincera, la determinación de nunca pecar más; y, por tanto, de huir de verdad de toda ocasión de pecado.
Lo que le costó a Dios tu perdón
Para intentar no pecar más, comienza pensando en esto: Por mucho que te haya costado confesarte, eso no es nada comparado con lo que le costó a Jesús salvarte del castigo que te merecías por tus pecados. Lo que Jesús sufrió por tus pecados te tocaba sufrir a ti; pero Él ocupó tu lugar: «Cristo murió por los pecadores. El no cometió pecado, ni encontraron engaño en su boca; cargado con nuestros pecados subió al leño, para que, nosotros, muertos al pecado, vivamos santamente. Sus heridas nos han curado. (1Pe 2: 2-24).
Imagínate que un padre tiene un hijo y adopta a otro. El hijo biológico es bueno y amoroso; el adoptado, en cambio, es malo y egoísta, y tanto, que se hace pandillero. Un día los pandilleros secuestran al mal hijo y piden al padre que les entregue al bueno a cambio del malo. Ante tan terrible propuesta el padre se sobrecoge. El hijo bueno, llorando, pide al padre que no lo entregue. Pero el padre, a pesar del amor que siente por su hijo bueno, por Su inexplicable amor al hijo malo, accede. ¿Cuento? ¡No! ¡Así fue!
«Jesús, rogó al Padre con súplicas con poderoso clamor y lágrimas que le salvara de la muerte; pero Dios no perdonó a su propio Hijo, sino que lo entregó por nosotros (Heb 5:7; Rom 8: 31-34). Cristo murió por los impíos. Jesús, quedó tan desfigurado que «no tenía gracia ni belleza alguna que atrajera las miradas. Con tantos salivazos y puñetazos, su rostro daba asco, la gente, al verlo volvía el rostro» (Is 53). «Yo soy un gusano, y no un hombre; vergüenza de los hombres y basura del pueblo. Mis huesos se han descoyuntado, mi corazón se derrite como cera. (Salmo 22). Se despojó de sí mismo, tomando condición de esclavo, y haciéndose semejante a los hombres, se humilló a sí mismo, obedeciendo hasta la muerte y muerte de cruz. (Fl 2: 7-8). A quien no conoció pecado, le hizo pecado por nosotros, para que nosotros dejemos de pecar y ajustemos nuestra conducta a la Santidad de Dios». (2 Cor 5:21).
Enfréntate con lo que hiciste con tus pecados
Has sido rescatado del Enemigo que te había secuestrado y eres otra vez eres de Cristo: «Los que son de Cristo Jesús han crucificado la carne con sus pasiones y deseos». (Ga 5:24). El Padre dejó sufrir y morir a su Hijo para que tú, contemplando al Crucificado te dieras cuenta de las consecuencias de tus pecados y ya no los cometieras. Dios no te trata como a un niño que no sabe lo que hace, sino que te enfrenta con lo que lograste con tus pecados. Así Dios te deja sentir con toda intensidad lo que fueron tus culpas.
El Padre decidió que la raza humana conociera la gravedad del pecado, no sólo a través de todo lo malo que sucede en la Historia – guerras, enfermedades, catástrofes; que son como los rastros que quedaron en la zona del huracán – sino, sobre todo, a través del estado en el que quedó Su Hijo Amado después de la Pasión… Ahora, importa que no sigas crucificando a Cristo, sino más bien que tú empieces a vivir «crucificado con Cristo» (Ga 2:19).
Ciertas tentaciones, como las de la lujuria, se encienden como el piloto rojo del tablero de mandos del vehículo: cuando ha bajado el nivel de vida espiritual. La solución no está en apagar el piloto, sino en llenar el depósito… Llenarte de Dios. Las moscas no se posan sobre una olla hirviendo. En los Westerns, el héroe que ha de pasar la noche en la pradera, ha de mantener encendida la hoguera para que los lobos no se acerquen; para él, mantener vivo el fuego es cosa de vida o muerte. Uno de los símbolos del Espíritu Santo es el fuego. El hombre primitivo hacía fuego golpeando dos piedras. La «Piedra angular», Jesús, fue golpeada en el Sacrificio del Calvario para que nos dé el Fuego del Espíritu (Is 53; Mt 21:42; Mc 12:10; 1 Pe 2:7) ¿No sabéis que sois templo de Dios, y que el Espíritu de Dios mora en vosotros? (1 Co 3:16). «El fuego del templo arderá continuamente, no debe apagarse» (Lev 6:5). El modo más eficaz de alejarse del pecado es no permitir que el Fuego del Espíritu se apague.
Tu Misa es tu vida; tu vida es tu Misa
Jesús lo dijo: «Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo tome su cruz cada día, y sígame» (Lc 9:23). Tomar tu cruz cada día es sacrificarte constantemente para morir al mal y vivir para el bien. Para no negar otra vez a Jesús has de seguirlo, intentando poner tus pies sobre sus huellas; no como Pedro, que «lo seguía de lejos» (Mt 26:58). Comprométete a seguir a Jesús del único modo como se puede ir tras Él: a diario y a través de una vida intensa, plena, heroica… La vida del Señor no era la de una persona sin metas, sin ideales. Sólo y exclusivamente como consecuencia de esta nueva visión de tu existencia tus pecados serán vencidos: No se puede echar el vino nuevo en odres viejos (Mc 2:22). Cuando estamos enamorados, la persona amada es el «universo» en el que nos movemos, el sentimiento por el que nos desvelamos, el primer pensamiento al despertarnos, el recuerdo constante que nos seduce durante el día. Esto es ser cristiano. Fíjate cómo transcurría un día cualquiera de Jesús para que tú intentes seguir sus huellas:
- En cuanto salieron de la sinagoga: Jesús, cumple con su trabajo, enseña.
- Fueron a la casa de Simón y de Andrés, con Santiago y Juan: Hace vida social, convive, no vive aislado.
- La suegra de Simón estaba acostada con fiebre, y enseguida le hablaron de ella. Se acercó, la tomó de la mano y la levantó; le desapareció la fiebre: No se hace esperar: Es servicial lo que hace, lo hace bien
- A1 atardecer, cuando se había puesto el sol comenzaron a llevarle a todos los enfermos y a los endemoniados. Y toda la ciudad se agolpaba en la puerta. Y curó a muchos que padecían diversas enfermedades y expulsó a muchos demonios: Supera el cansancio y el peso del día, se hace cargo de las necesidades corporales y espirituales de los demás.
- Salió a un lugar solitario para orar: también busca la soledad y el descanso; y luego, duerme, porque se levanta.
- De madrugada, antes de salir el sol, se levantó, salió y se fue a un lugar solitario, y allí hacía oración: Madruga y lo primero que hace es orar, tratar con su Padre.
- Salió a buscarle Simón y los que estaban con él, y cuando lo encontraron le dijeron: Todos te buscan: tiene una vida llena, su agenda es intensa, apretada, llena de trabajo, se da tiempo para todo y para todos.
- Y les dijo: Vámonos a otra parte, a las aldeas vecinas, para que predique también allí, porque para esto he venido: su corazón está lleno de horizontes, no vive encerrado en su propios problemas, porque hace suyos los problemas de todos.
Como te das cuenta, no se trata simplemente de dejar de pecar, sino que también habrá que comenzar a vivir una vida nueva. Las tinieblas de tus pecados se extinguirán sólo si dejas que Jesús te ilumine: «Yo soy la Luz del mundo; el que me sigue no camina en tinieblas«(Jn 8:12).
¿Qué hacer en concreto?
- Ora como Jesús: Levántate temprano. Lee por un fragmento del Nuevo Testamento y haz un buen rato de oración: – ¡Dios!, lo primero en el tiempo, porque es lo primero en importancia.
- Que tus días se parezcan a los de Jesús: Haz a diario todo lo que el Padre quiere y sólo lo que Padre quiere: “Yo nunca estoy solo porque siempre hago lo que le agrada a mi Padre. Yo y el Padre somos uno” (Jn 8: 28-29; 10:30). Cumple tus deberes al máximo, evitando perder tu tiempo en las redes sociales, en la TV o en pasar los días sin hacer nada. Aprovecha el tiempo como Jesús: «Mi alimento es hacer la voluntad del Padre que me ha enviado hasta llevar a cabo su obra de salvación» (Jn 4:34).
- Vive con Jesús para vivir como Jesús: «El que come mi carne y bebe mi sangre, en mí permanece, y yo en él. Como yo vivo por el Padre, asimismo el que me come, él también vivirá por mí (Jn 6: 52-57). Si puedes oír misa a diario, estupendo; pero por lo menos siempre que puedas. Si el Demonio te ataca a diario ¿por qué el contra-ataque no ha de ser diario? Haz de tu vida el altar en el que te sacrificas por amor al que murió por ti: “Ofreced vuestros cuerpos como hostias santas, vivas y gratas a Dios… y no os amoldéis a este mundo” (Ro 12: 1-2).
La Virgen María cuida de tu vida divina: Ella cuidó de Él y cuidará de ti, porque Ella bien sabe lo que le costó a Él tu salvación: Los primeros cristiano vivía unidos, junto con María, la Madre de Jesús (Hechos 1:14). La Virgen permaneció al pie de la cruz de su Hijo porque Ella sabe que para Él su presencia era clave. Contigo, igual: quiere estar al pie de tus cruces…; no lo dudes.
Padre Pedro Monteclaro