En dos ocasiones me he dirigido a ustedes con anterioridad para abrirles mi corazón y hablarles del dolor que un sacerdote experimenta cuando después de 18 años atendiendo a los mismos fieles en una parroquia ve, o al menos así él lo cree, que no ha hecho nada; que todo sigue igual, que los fieles sólo asisten a la Santa Misa si hay un funeral, matrimonio…, pero que han abandonado en masa la fe y la práctica religiosa.
Hoy les escribo para hacer público y notorio el dolor que un cristiano, que quiere ser fiel a su fe, experimenta cuando asiste a su propia parroquia.
En los dos últimos años; es decir, desde que fui invitado a escribir en esta web y a ser también consejero en la misma, muchos de ustedes se han puesto en contacto conmigo para abrirme su corazón, manifestar su dolor, tratar de buscar luz…, en medio del caos magisterial y espiritual que se vive en la gran mayoría de las parroquias del mundo. No importaba si me escribían desde España, Nueva Zelanda, Colombia, Miami, Alemania…, el sentir común era el mismo:
-¡Padre! ¿Dónde puedo ir? En mi parroquia la “misa” la dice una monja; el cura viene una vez al mes para reponer las Sagradas Formas; pero nunca tenemos Confesión ni Misa de verdad.
Otros, con una angustia palpable que se escuchaba a través del teléfono me decían:
-Mi novio y yo hemos ido a la Iglesia porque queríamos casarnos y nos han dicho que como el novio no ha hecho la primera comunión ni está confirmado, primero tiene que asistir la catequesis; y cuando reciba estos sacramentos entonces tenemos que fijar la fecha de la boda a un año vista. Le dijimos al sacerdote que estábamos de acuerdo y entonces nos dijo que la catequesis no empezaba hasta septiembre (los novios fueron en enero a ver al sacerdote) ¿Sabe usted de algún sitio donde podamos ir y nos aligeren tanto trámite? Mi novio nació en Cuba, y como consecuencia de la represión castrista y la falta de enseñanza religiosa, nunca hizo la primera comunión ni la confirmación, él está dispuesto a hacer la catequesis que necesite…, pero no podemos esperar dos años para casarnos.
Sin ir más lejos, la semana pasada hablaba con una señora ecuatoriana a quien tuve la oportunidad de conocer treinta años atrás cuando trabajé por esas tierras, y que ahora vive en una ciudad importante de Alemania. Después de manifestarme su ansiedad, angustia y casi desesperación contándome lo que había tenido que sufrir en Alemania los últimos veinte años, le pedí que se calmara e intentara resumir su situación:
-Padre, me casé hace veinte años con un alemán. Tengo dos hijos que ya son mayorcitos…, y hace unos cinco años mi esposo dijo que se iba de la casa pues ya no me quería. Al principio sufrí muchísimo con su ausencia; con el paso de los años, y gracias a que tenía a mis hijos, pude salir adelante. La separación de mi marido me llevó a buscar consuelo en Dios, a quien tenía un tanto olvidado. Y ahí es cuando empezó mi calvario.
Me acordaba de los tiempos cuando usted estaba en Ecuador y decía Misa. El respeto que usted y los demás sacerdotes de la parroquia tenían por la Sagrada Eucaristía; el cuidado con el que celebraban las ceremonias litúrgicas; las homilías llenas de buenas enseñanzas y de amor de Dios. Todo ello parece que ya no existe.
Sin ir más lejos, cerca de la casa donde vivo hay cuatro iglesias católicas, o al menos así lo pone en el cartel de la puerta. En los últimos meses he tenido que presenciar cosas como estas: En una iglesia la Misa la dice un sacerdote junto con una monja; en la segunda, el sacerdote nos dijo que como estábamos acostumbrados a leer la Biblia en la Misa, ahora íbamos a leer el Corán para que viéramos que era lo mismo; en la tercera, el sacerdote anima a todos los fieles a subir al presbiterio a la hora de la comunión para que nosotros mismos tomemos la Hostia y metiéndola en el cáliz recibamos al Señor, y en la última el sacerdote no hace otra cosa que hablar de la ideología de género y de que no podemos imponer nuestro modo de pensar a los demás; por no decir que ahora ha puesto en el presbiterio un cuadro de Lutero, pues dice que fue un hombre que dijo la verdad e hizo mucho bien a la Iglesia podrida de entonces. Un poco más allá hay una parroquia regentada por jesuitas; pero de eso, mejor no hablemos. ¡Padre, no quiero perder la fe! ¿Cómo educo cristianamente a mis hijos si lo que escuchan en las parroquias es totalmente nefasto?
Y así podríamos seguir varias páginas más; pero no se preocupen, no les voy a quitar más tiempo contando unas cosas que ustedes ya saben muy bien por experiencia personal. Mi pregunta es: ¿podemos hacer algo para remediar esta situación? Permítanme darles algunos consejos y proponerles algunas ideas.
Del mismo modo que usted no va al supermercado más cercano de casa a comprar si sabe que la comida no es buena, ¿por qué va a una iglesia si sabe con certeza que lo que allí se enseña es contrario a la fe? ¿No sería mejor molestarse en buscar algo mejor, aunque ello le supusiera tener que coger el coche y viajar media hora?
Dada la importancia del problema, intentemos buscar una parroquia que sea fiel a Cristo y a su Iglesia:
- Si conocen algún lugar donde se diga Misa Tridentina, tengan casi por seguro que la doctrina que allí se enseñe estará de acuerdo con el Magisterio de siempre.
- Si por alguna razón les da miedo el latín o no se ven con ánimo de empezar a aprender una Misa que para muchos suene a nueva (aunque sea la Misa que la Iglesia siempre celebró antes del Vaticano II), le pueden preguntar a los sacerdotes que atienden esas parroquias. Tengan por seguro que les ayudarán y orientarán para encontrar una parroquia “como Dios manda”. Los sacerdotes de una diócesis nos conocemos unos a otros bastante bien y sabemos “de qué pie cojea cada uno”; por lo que nos será más fácil darles un buen consejo a que vayan ustedes a buscar por su propia cuenta.
- Si no conocen ninguna parroquia cerca de su área donde digan Misa Tridentina, busquen en la Guía imprescindible para el católico tradicional. Allí encontrarán mapas de las diferentes zonas del mundo donde se celebra Misa tradicional.
- Pueden también mandar sus preguntas a mi correo electrónico y yo estaré encantado de ayudarles a resolver sus dudas teológicas, morales, litúrgicas…
- Por otra parte, centralizando en un lugar las preguntas y respuestas, éstas podrán ayudar a otros que se encuentren en la misma situación. Para ello, pueden poner sus comentarios al final de este artículo; escribirme a mi correo electrónico o ponerse en contacto conmigo a través de esta cuenta de facebook.
- Solicitamos también la ayuda de aquellos que gocen de “sanas parroquias”; por lo que, si usted tiene la suerte de conocer alguna de ellas, le ruego nos mande los datos (nombre de parroquia, dirección, ciudad, página web si la tiene…) con el fin de poderlas hacer públicas y así que otros se beneficien también. He conocido algunos casos de personas que sufrían porque no sabían dónde ir y luego, en su misma ciudad tenían una parroquia con buenos sacerdotes.
- Y si a ustedes se le ocurrieran otros métodos, les ruego me los hagan llegar para así poderlos implementar a los ya mencionados.
Y aquellos obispos, sacerdotes, diáconos, religiosas… que no cumplan fielmente con su misión, que se acuerden de las palabras de San Pablo:
“Por tanto, que nos tengan los hombres por servidores de Cristo y administradores de los misterios de Dios. Ahora bien, lo que en fin de cuentas se exige de los administradores es que sean fieles.” (1 Cor 4: 1-2).
Y estas otras palabras del mismo Jesucristo:
“Es imposible que no vengan escándalos; pero, ¡ay de aquel por quien vienen! Más le vale que le pongan al cuello una piedra de molino y sea arrojado al mar, que escandalizar a uno de estos pequeños!” (Lc 17:2).
En la actualidad, muchos de ellos, más parece que están al servicio del diablo que de Dios. En el Juicio Final se conocerá a quién servía cada uno. En ese momento ya no valdrán engaños, ni dobles palabras, ni falsas misericordias, pues el Señor hará público el lugar donde se encuentre cada uno.
Así pues, no tiremos la toalla ni nos demos por vencidos; si nos esforzamos, seguro que encontraremos: “el que busca, encuentra”. Y por supuesto, no olvidemos los consejos que el mismo Jesucristo nos dio y que al fin y al cabo son los más importantes:
“Pedid al Dueño de la mies que mande operarios a su mies” (Mt 9:38).
Padre Lucas Prados