El afán por lo extraordinario: signo de falta de Fe

Comienzo el artículo con una cita bíblica y con dos puntos del catecismo de la Iglesia Católica:

Jesús dijo a Tomás: ¿Porque has visto has creído?; bienaventurados los que crean sin haber visto (del evangelio de san Juan 20, 29)

142 Por su revelación, «Dios invisible habla a los hombres como amigos, movido por su gran amor y mora con ellos para invitarlos a la comunicación consigo y recibirlos en su compañía» (DV 2). La respuesta adecuada a esta invitación es la fe.

143 Por la fe, el hombre somete completamente su inteligencia y su voluntad a Dios. Con todo su ser, el hombre da su asentimiento a Dios que revela (cf. DV 5). La sagrada Escritura llama «obediencia de la fe» a esta respuesta del hombre a Dios que revela (cf. Rm 1,5; 16,26)

Por tanto la FE no se basa en el sentimiento y/o emoción sino en la humilde y fiel aceptación de una doctrina que viene de Dios y nos pide asentimiento de voluntad verificable en las obras (Cfr. Mateo 25: juicio universal). Es cierto que en la actualidad la confusión, falta de formación, crisis interna en la Iglesia, modernismo teológico impuesto a todos los niveles…etc ha provocado y sigue causando una desorientación de tal magnitud que alcanza a los que se esfuerzan en buscar a Dios con buena intención pero, heridos por la deformación dominante, tienden a lo extraordinario para encontrar una especie de «refugio»a sus inquietudes que terminan aterrizando en una «espiritualidad» bañada solo de lo sensible y supuestamente «milagroso». Voy a compartir unos ejemplos recientes que, sin pretender por mi parte englobar la totalidad del problema, los expongo solo a modo de botón de muestra:

Hace una semana recibí, a la vez, varios mensajes al móvil por whatsapp: en el primero un vídeo tomado por un peregrino en Medjugorje donde se veía una gran muchedumbre rezando y como la esfera del sol se agrandaba y reducía al mismo ritmo en que era enfocada: ¡era un milagro como el de Fátima en 1917!; en el segundo mensaje desde México alguien había fotografiado una gran nube cuya forma era idéntica a Jesús abriendo sus brazos a la humanidad: ¡era Nuestro Señor abrazando al mundo ante el anuncio de un congreso masónico!; en el tercer mensaje un supuesto teólogo (sin identificación) a través de un audio advierte a la humanidad que la marca de la bestia es la misma vacuna anti-covid, y, para avalar tal teoría nada mejor que un texto del llamado “libro de la verdad” supuestamente inspirado (escrito) por Dios a través de una vidente irlandesa que tan poco se identificaba: ¡era quizás ese gran aviso que no pocos videntes anuncian que será inminente!….; Bien: el problema de todo esto es que tanto los que envían (o reenvían) como los receptores son, en muchos casos, personas creyentes practicantes, con vida de piedad y amantes de la tradición católica, y, sobre todo, lo peor es que se CREEN los contenidos. Y esta lacra se extiende como signo claro de falta de fe, o de fe bastante débil. Veamos:

1: “Milagro en Medjugorje”. Cualquiera que conozca la fotografía sabe que al enfocar el sol en la misma lente se produce la distorsión de la gran esfera que parece crecer y decrecer. Además se observaba a un público del todo indiferente ante el gran “milagro” cuando en Fátima la gente estaba aterrada, gritaba y se movía temiendo que el mismo sol cayera sobre la tierra.

2: “Abrazo de Dios en México”. Las nubes a veces forman figuras muy sorprendentes, y puede ser, y se da el caso, que aparezcan figuras religiosas sin que necesariamente sea un milagro. Por supuesto que Dios puede hacer lo que quiera en su Providencia para suscitar nuestra piedad, pero nosotros no tenemos la potestad de afirmar el milagro.

3: “Marca de la bestia avalada por el mismo Dios”. Este es el peor de todos. Resulta que desde el año 2015 dejaron de publicares los mensajes “divinos” en el llamado libro de la verdad (conocido por “Jesús habla”) porque, sencillamente, se demostró que detrás de ese fraude había una profesional inglesa del márketing que, con algún conocimiento bíblico, se estaba forrando a costa de los ingenuos que compraban sus libros y medallas.

He puesto tres ejemplos: hay muchos más. Y evidencian un mal demasiado profundo: el afán por lo extraordinario revela en el fondo una falta de fe o debilidad de la misma. El católico que tiene ese afán parece no valorar TODO lo que tenemos sin necesidad alguna de lo extraordinario, ¿qué es TODO?:

– Tenemos la Eucaristía: Dios cercano y dentro de nosotros cuando comulgamos

– Tenemos la Santa Misa donde se da el mayor milagro: la consagración

– Tenemos el perdón de Dios en la confesión

– Tenemos la encarnación de Dios como prueba insuperable de su infinito amor: su pasión y su muerte en la cruz a causa de nuestros pecados

– Tenemos la promesa de la vida eterna en el cielo si morimos en Gracia de Dios

– Tenemos el regalo de la Maternidad de la Virgen María: Madre nuestra por disposición divina

– Tenemos TODA la revelación en la Sagrada Escritura: desde el Génesis hasta el Apocalipsis de san Juan donde ya se cierra

– Tenemos el depósito de la Fe (los dogmas y verdades ya proclamadas por la Iglesia) y toda la Tradición

– Tenemos la Iglesia y los demás sacramentos no mencionados antes

¿Necesitamos algo más?  NO. No necesitamos nada de esto:

* No necesitamos supuestos videntes que hablen en nombre de Dios sin tener permiso o aprobación de la Iglesia

* No necesitamos supuestas profecías basadas en libres interpretaciones bíblicas al estilo, paradójicamente similar, de los protestantes

* No necesitamos hechos supuestamente extraordinarios que acaban tapando u oscureciendo la auténtica vida espiritual que ha de basarse en los sacramentos que nos llevan a amar a Dios y al prójimo

¿Queremos algo más? NO. No queremos nada de esto:

* No queremos ir a Misa para “ver” el rostro de Cristo en la Eucaristía cuando el sacerdote alza la Sagrada Forma; queremos ir a Misa para fortalecer nuestra caridad y fidelidad

* No queremos ir a orar para “experimentar” supuestos carismas piadosos; queremos orar para descubrir la voluntad de Dios en nuestras vidas

* No queremos ser “elegidos” como videntes, profetas, curanderos místicos…etc; queremos ser cristianos normales que viven en el mundo para santificarse y santificar a los demás a través de hacer nuestra la voluntad de Dios en el trabajo, la vida social, la familia, el apostolado….ya que ahí radica la santidad verdadera y no la postiza

Es cierto que ha habido, hay y habrá, algunas almas (muy pocas en relación al total) que Dios elige para ser transmisores de hechos extraordinarios verdaderos. Ahí tenemos los santos videntes de Fátima, la santa vidente de Lourdes, el santo indio Juan Diego de México…etc; y si estudiamos sus vidas vemos que en todos ellos se dan estas características:

A: Nunca buscaron ni desearon ser elegidos

B: Al ser elegidos se sintieron indignos para la tarea y, por tanto, la vivieron con humildad

C: Sus vidas, tras la experiencia mística, se alejaron de la fama mundana

Hagamos caso al mayor santo místico de la historia: San Juan de la Cruz. En sus escritos propone “buscar a Dios y NO a las cosas de Dios”. El diablo nos confunde y pretende que, desde una fe débil o enferma, busquemos las “cosas” de Dios sin buscar a Dios en lo escondido, en lo ordinario, en lo cotidiano de cada día; que imitemos su vida oculta en Nazaret durante la mayor parte de su existencia en esta tierra.

Tengamos tolerancia CERO con lo extraordinario hasta que la Iglesia no lo apruebe de forma oficial. No nos hace ninguna falta porque tenemos TODO lo que necesitamos para vivir nuestra fe en los sacramentos, en la revelación, en la Iglesia, en el depósito de la fe y en la tradición. Cuidado: el diablo quiere que perdamos la perspectiva auténtica del cielo para sustituirla por un limbo aparentemente místico y realmente confuso y enfermizo.

Padre Santiago González
Padre Santiago González
Sacerdote de la archidiócesis de Sevilla ordenado en el año 2011

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