Mañana es la fiesta de Nuestra Señora de Guadalupe, Patrona de toda América. Con esta ocasión, deseo saludar a los hermanos y hermanas de ese Continente, y lo hago pensando en la Virgen de Tepeyac.
Cuando se apareció a san Juan Diego, su rostro era el de una mujer mestiza y sus vestidos estaban llenos de símbolos de la cultura indígena. Siguiendo el ejemplo de Jesús, María se hace cercana a sus hijos, acompaña como madre solícita su camino, comparte las alegrías y las esperanzas, los sufrimientos y las angustias del Pueblo de Dios, del que están llamados a formar parte todos los pueblos de la tierra.
Ese abrazo de María señaló el camino que siempre caracterizó a América: ser una tierra donde pueden convivir pueblos diferentes, una tierra capaz de respetar la vida humana en todas sus fases, desde el seno materno hasta la vejez, capaz de acoger a los emigrantes, así como a los pueblos y a los pobres y marginados de todas las épocas. América es una tierra generosa.
Éste es el mensaje de Nuestra Señora de Guadalupe, y éste es también mi mensaje, el mensaje de la Iglesia. Animo a todos los habitantes del Continente americano a tener los brazos abiertos como la Virgen María, con amor y ternura.
Pido por todos vosotros, queridos hermanos y hermanas de toda América, pero también vosotros rezad por mí. Que la alegría del Evangelio esté siempre en vuestros corazones. El Señor os bendiga y la Virgen os acompañe.
Finalmente, un saludo afectuoso a los jóvenes, enfermos y recién casados. Mañana celebraremos la memoria de la Virgen de Guadalupe. Queridos jóvenes, aprended de María a poneros a la escucha de la voluntad del Señor sobre vosotros; queridos enfermos, invocad a la Madre del Señor en los momentos de mayor dificultad; y vosotros, queridos recién casados, inspiráos en la Virgen para llevar amor y serenidad a vuestra familia.