¿Incomprendido?
Un año y medio más tarde, Fastiggi y Goldstein salen en rescate de Amoris Laetitia
Bien, pareciera que la Fábrica Neocatólica de Excusas sigue operando, incluso cuando los fabricantes de excusas parecen haber perdido algo del usual empuje y vigor debido al agotamiento intelectual que implica intentar explicar prácticamente todo lo que el papa Bergoglio dice y hace a diario. Por consecuencia, la fábrica está produciendo excusas con retrasos significativos.
Por eso la fábrica demoró más de un año y medio en publicar su defensa basada en un confiable “error de traducción” para explicar el infame párrafo 202 de Amoris Laetita (AL), que dice lo siguiente, en su traducción oficial al español en la página web del Vaticano:
Pero esa conciencia puede reconocer no sólo que una situación no responde objetivamente a la propuesta general del Evangelio. También puede reconocer con sinceridad y honestidad aquello que, por ahora, es la respuesta generosa que se puede ofrecer a Dios, y descubrir con cierta seguridad moral que esa es la entrega que Dios mismo está reclamando en medio de la complejidad concreta de los límites, aunque todavía no sea plenamente el ideal objetivo.
En otras palabras, la conciencia puede “informar” al pecador que continuar en pecado no solo es aceptable para Dios sino que incluso es lo que Dios le está pidiendo “por ahora”, según sus “límites” particulares. Esta sorprendente propuesta, una especie de ética casuística que sacude los cimientos mismos de la enseñanza moral católica, provocó justamente una avalancha de críticas por parte de laicos y clérigos defensores del magisterio auténtico.
Pero se trata de un malentendido, dicen el Dr. Robert Fastiggi, profesor de Teología Sistemática en el Seminario Mayor del Sagrado Corazón, y la Dra. Dawn Eden Goldstein, S.T.D., profesora de Teología Dogmática en el colegio y el seminario de los Santos Apóstoles. Todos los críticos de AL están equivocados—¡todos ellos!—porque, verán, el texto original en latín no dice lo que dice el texto en español.
El Dr. Robert Fastiggi y la Dra. Dawn Goldstein
Aquí vamos otra vez. ¿Entonces qué es lo que dice en latín? Aquí está el párrafo en el latín oficial:
Haec autem conscientia agnoscere potest non modo statum quendam ab universali Evangelii mandato obiective dissidere; etiam sincere honesteque agnoscere poteste quod sit liberale responsum in praesenti Deo reddendum atque eadem conscientia firma quadam morali certitudine intellegere illam esse oblationem quam ipse Deus requirit inter rerum impedientium congeriem, quamvis perfectum nondum sit obiectivum exemplar.
Sí, ¿y entonces qué? Bueno, según Fastiggi y Goldstein, mientras el texto traducido al español dice: “aquello que, por ahora, es la respuesta generosa que se puede ofrecer a Dios,” el latín utiliza la palabra oblationem, que significa ofrenda. Entonces, Lo Que el Papa en Verdad Quiere Decir® es: “aquello que, por ahora, es la ofrenda generosa que se puede ofrecer a Dios.” Por lo tanto es una ofrenda a Dios, no una respuesta a Dios. Enorme diferencia.
Aguarden un momento: ¿cómo puede un comportamiento objetivamente inmoral ser definido como “ofrenda” a Dios? Pareciera que la versión en latín tiene implicancias más graves aún que la versión en español, porque sugiere que no cumplir con lo que requiere la ley moral es una ofrenda que agrada a Dios si nuestros “límites” tornan difícil la obediencia a la ley moral. Y esta es la gansada que Fastiggi y Goldstein esperan que traguemos: “el papa Francisco no está hablando de ofrendar una acción objetivamente pecaminosa sino de darse a sí mismo en un movimiento hacia Dios y la ley moral objetiva.”
Entonces, nuestros intrépidos presentadores de Lo Que el Papa en Verdad Quiere Decir® quieren que creamos que un comportamiento objetivamente inmoral, que es lo mejor que uno puede hacer según la “complejidad concreta de los límites,” ya no es un comportamiento objetivamente inmoral sino un darse a sí mismo porque es un movimiento hacia un comportamiento moralmente lícito. Fastiggi y Goldstein han logrado empeorar el problema aún más al intentar explicarlo.
¿Y qué hay de la traducción al español “aunque todavía no sea plenamente el ideal objetivo,” que pareciera reducir los preceptos negativos de la ley natural a meros ideales? No es así, sostienen Fastiggi y Goldstein. Esos ignorantes críticos de AL no saben que el texto en latín utiliza la frase “obiectivum exemplar,” que traducida literalmente al español es “ejemplo objetivo.” Ellos declaran triunfantemente: “El término en latín exemplar no significa un ideal inalcanzable, significa específicamente un patrón o modelo a seguir.”
Déjense. De. Embromar. Un patrón o modelo a seguir es un ideal, tal como lo confirma un diccionario estándar en latín con su definición de exemplar: “(1) copia/reproducción, (2) modelo, patrón, ejemplo, original, ideal. De igual manera, la definición al español de la palabra “ejemplo” es simplemente: ·un modelo ideal”.
Aquí de nuevo, Fastiggi y Goldsetein solo empeoran el problema que intentan explicar. Dado que, si el comportamiento moral debe ser visto ahora como mero “ejemplo” en lugar de mandato divino por ley natural que obliga a todo hombre—incluyendo No Cometerás Adulterio—entonces la moral básica se torna una especie de virtud heroica. Por lo tanto, la continencia no puede ser esperada realmente, al menos “por ahora” (AL 303), del Juan o la Juana promedio con un “ex” que “se casó de nuevo” y está atrapado ahora en “la complejidad concreta de los límites.”
Entonces, según Fastiggi y Goldstein, todo el alboroto disparado por AL no es más que un malentendido causado por personas no informadas que no consultaron el texto en latín—incluyendo los ignorantes traductores del Vaticano. Según su propuesta de “traducción alternativa” al español, Lo Que el Papa en Verdad Quiere Decir® es que el comportamiento objetivamente inmoral que uno lamenta no poder corregir debido a los “límites” es “la ofrenda que Dios mismo está pidiendo en medio de los impedimentos, si bien no es todavía el modelo objetivo perfecto.” Que es lo mismo que dice la traducción oficial en español pero con menos palabras.
Pareciera que Fastiggi y Goldstein esperan que nadie se diera cuenta que su juego lingüístico no produce ningún verdadero cambio en el significado, sino una intensificación de su maldad. Ciertamente, su “traducción alternativa” reduce evitar relaciones adúlteras en “segundos matrimonios” a un “modelo objetivo perfecto.” Ahora bien, ¿quién más sino un fariseo podría esperar la perfección de personas viviendo en adulterio? ¿Es usted perfecto? Una vez más, los fariseos son precisamente los que Nuestro Señor condenó por aceptar el divorcio y matrimonios posteriores, violando la ley natural. Pero semejantes verdades vergonzosas no necesitan impedir el Tren de la Misericordia Bergogliana a medida que corre hacia su descarrilamiento al final del camino. Y Fastiggi y Goldstein lo están ayudando, reemplazando las luces rojas por verdes. La frase ¡No hay ningún problema aquí! ha sido el mantra del establishment neocatólico durante casi medio siglo de auto-demolición eclesiástica.
¡Pero aguarden, aún hay más! Nuestros dinámicos traductores ofrecen incluso su propia interpretación dinámica de AL diciendo que la “entrega” a Dios de la que habla Francisco es meramente la decisión de una pareja divorciada “vuelta a casar” con hijos de no terminar con su relación, lo cual sería el “modelo objetivo perfecto” sino, en cambio, de “vivir en continencia hasta que puedan—tras la esperada declaración de nulidad—contraer un verdadero matrimonio.” Es decir, querrían que Francisco afirme Familiaris consortio de Juan Pablo II, reiterando la enseñanza inmutable de la iglesia que requiere la continencia de quienes han entrado en un “segundo matrimonio” adúltero pero que, de no ser así, no pueden ser admitidos a los sacramentos.
Pero la interpretación de Fastiggi-Goldstein es precisamente contraria a la interpretación que Francisco ha promovido asiduamente y que Fastiggi y Goldste ingnoran con la misma asiduidad, es decir, que las personas en “segundos matrimonios” no tienen que vivir en continencia sino, antes bien—en “ciertos casos”—pueden continuar su relación adúltera mientras reciben la absolución y la sagrada comunión durante un “proceso de discernimiento”. Como sabemos, en su carta a los obispos de Buenos Aires, publicada en la página web del Vaticano (en respuesta a una pregunta que él mismo pudo haber solicitado), Bergoglio les informó que “no hay otras interpretaciones.”
Es más, los “lineamientos” de los obispos malteses para la implementación de AL, publicados en L’Osservatore Romano—por los que Bergoglio les agradeció—declaran lo siguiente:
Si como resultado del proceso de discernimiento, llevado a cabo con «humildad, reserva, amor a la Iglesia y a su enseñanza, en la búsqueda sincera de la voluntad de Dios y con el deseo de alcanzar una respuesta a ella más perfecta» (Amoris Laetitia, 300), una persona separada o divorciada que vive una nueva unión llega – con una conciencia formada e iluminada – a reconocer y a creer estando en paz con Dios, no se le podrá impedir acercarse a los sacramentos de la reconciliación y de la eucaristía (cfr. Amoris Laetitia, notas 336 y 351)
El plan de este Papa, de promulgar un documento deliberadamente ambiguo cuya interpretación y aplicación heterodoxa aprobaría más tarde con una serie de guiños y asentimientos sub-magisteriales, tanto orales como escritos, es la razón por la que firmé la Correctio Filialis. Ver el artículo de Joseph Shaw al respecto.
Shaw sostiene que AL puede “ajustarse a cierta clase de ortodoxia.” Quizás. Pero no es nuestra responsabilidad ajustar las afirmaciones de un Papa para que entren en conformidad con la fe. Es más, cualquier Papa que promulgue un documento que solo puede ser leído como ortodoxo a través de una interpretación forzada, impuesta por ciertos lectores—mientras que otros están en desacuerdo—inflige por este mismo hecho un gran daño a la Iglesia, que solo él tiene el deber de corregir. Pero como cualquier observador razonable puede ver, Francisco no tiene intenciones de hacer nada parecido a una corrección. Todo lo contrario, es exactamente la confusión como fachada para que los cómplices de Bergoglio en el Vaticano y varias diócesis introduzcan la comunión para “ciertos” adúlteros públicos lo que él quería conseguir desde el comienzo de toda la farsa sinodal, la cual era simplemente un vehículo para la promulgación de AL. Tal como observa Shaw respecto de AL: “Lo que estamos diciendo [los firmantes de la Correctio] es que ha quedado claro que no es la ortodoxia lo que el papa Francisco quiere que encontremos en ella.”
En cierto sentido, lo que Bergoglio está haciendo es peor que una herejía explícita, la cual sería al menos identificable de inmediato y denunciada como tal. Pero Bergoglio desea los efectos de la herejía—socavar el sagrado matrimonio, la confesión y la sagrada comunión, cuya integridad es afirmada verbalmente—sin la culpa de una promulgación explícita. Al actuar de este modo, se presenta como un modelo similar al de Honorio I, quien fue anatemizado póstumamente por un concilio ecuménico (el tercer concilio de Constantinopla) y por su propio sucesor (León II) por colaborar e incitar la propagación de la herejía monotelita (la voluntad solo divina y no humana de Cristo). Honorio lo logró por medio de correspondencia privada con el autor de la herejía, apoyando la herejía sin proclamarla formalmente como doctrina. Y sin embargo Honorio I se encuentra listado en el canon de los Papas y no se lo considera expulsado de su oficio por cuenta de la herejía. Un análisis similar podría recaer sobre este Papa, pero no nos compete a nosotros.
Entretanto, mientras Fastiggi y Goldstein se esfuerzan por convencernos de que no hay nada incorrecto en AL, el papa Bergoglio envía señales claras de preocupación sobre la creciente oposición entre los fieles a su plan maestro para subvertir la Iglesia según su falsa noción de misericordia. En una movida clásica de poder, acaba de dar un regalo al cardenal Burke, aparente líder de la oposición, nombrándolo para un cargo menor en la Signatura Apostólica—el mismo tribunal del cual Bergoglio lo había removido brutalmente como Prefecto. Y esto, después de haber humillado a Burke como patrón espiritual de los Caballeros de Malta, a donde había sido exiliado tras su remoción.
¿Comprará este regalo el silencio de Burke, previniendo la temida corrección pública? Pronto sabremos si el cardenal puede ser comprado tan fácilmente. Pero esta movida demuestra—por si faltara más evidencia—que Bergoglio no ha sido nunca el humilde apóstol de la misericordia que se delineó tan cuidadosamente en su narrativa de relaciones públicas, sino un astuto político eclesiástico que trama y conspira para conseguir lo que quiere. Que el establishment neocatólico se niegue a reconocer la triste realidad de este pontificado sin precedentes es otra página en los largos anales de su vergonzosa defensa de lo indefendible, en detrimento de la Santa Madre Iglesia.
Christopher A. Ferrara
(Traducido por Marilina Manteiga. Artículo original)