Texto del Evangelio (Mc 3,7-12): En aquel tiempo, Jesús se retiró con sus discípulos hacia el mar, y le siguió una gran muchedumbre de Galilea. También de Judea, de Jerusalén, de Idumea, del otro lado del Jordán, de los alrededores de Tiro y Sidón, una gran muchedumbre, al oír lo que hacía, acudió a Él. Entonces, a causa de la multitud, dijo a sus discípulos que le prepararan una pequeña barca, para que no le aplastaran. Pues curó a muchos, de suerte que cuantos padecían dolencias se le echaban encima para tocarle. Y los espíritus inmundos, al verle, se arrojaban a sus pies y gritaban: «Tú eres el Hijo de Dios». Pero Él les mandaba enérgicamente que no le descubrieran.
PALABRA DE DIOS
De Cristo procede toda la salud: la humana y la espiritual. La salud humana es signo de salud eterna (salvación en el Cielo). El Redentor vino al mundo a eso y no se cansaba de hacer el bien. Ante tal panorama de bien absoluto, los demonios intentan que Cristo se convierta en el libertador del pueblo solo a nivel social, y por eso Cristo los manda callar, para que no le levanten en el pueblo falsas expectativas mesiánicas. Esto es lo que sucede hoy cuando desde las instancias mundanas se pretende manejar a la Iglesia para convertirla en una Ong interesada solo en los males temporales. Los «demonios» del siglo XXI, de fuera y de dentro de la Iglesia, pretenden una fe convertida en ideología, un Cristo convertido en revolucionario y una Iglesia convertida en empresa solo de fines humanos.