Saulo, miembro de la secta de los fariseos según la tradición, viajaba a caballo hacia Damasco mientras tramaba perseguir a los discípulos de Cristo. Encontró en su camino la manifestación de Jesús Glorioso
que le reveló aquella pregunta «¿Por qué me persigues?» provocadora de su conversión (la caída del caballo).
El Salvador eligió a Saulo, que en adelante se llamará Pablo, para que, asistido por el Espíritu Santo, anunciase el evangelio a los gentiles (todos los no judíos) y de esa manera eliminase toda tentación cerrada de convertir la fe cristiana en una escisión del judaísmo y sólo dirigida a los judíos.
Leyendo el relato bíblico en el libro de los Hechos de los Apóstoles, hemos de detenernos en aquella pregunta llena de amor: POR QUE ME PERSIGUES. La palabra «ME» es fundamental: al perseguir a los discípulos de Cristo, Saulo perseguía a la Iglesia. Y si Jesucristo pregunta «¿porqué ME persigues?» significa que Cristo se identifica totalmente con la Iglesia, pues la Iglesia es el Cuerpo Místico de Cristo. Por lo que de este relato, y esta fiesta litúrgica, obtenemos que:
No se puede creer en Cristo sin creer en la Iglesia.
No se puede separar a Cristo de la Iglesia.
Quien ataca a la Iglesia, ataca a Cristo. Y quien ama a la Iglesia, ama a Cristo.
El día de la conversión de San Pablo es el 25 de Enero. Tras la misma decía que todo lo consideraba basura en comparación con Cristo. Entregó el resto de su vida a extender el evangelio, y murió mártir.
San Pablo, apóstol de las gentes, intercede por nosotros