(Este sermón se predicó en una Misa tradicional mensual a la cual a menudo asisten católicos del Rito Latino que huyeron a las Iglesias del Rito Oriental para no asistir a la Misa Novus Ordo).
In Nomine Patris, et Filii, et Spiritus Sancti. Amén.
En este centenario de las apariciones de Nuestra Señora de Fátima los católicos de vocación tradicional — que deberían ser TODOS los católicos— nos regocijamos de manera especial en los mensajes celestiales que Fátima ha aportado a nuestros turbulentos tiempos. Uno de estos mensajes, otorgado para nuestra edificación, consiste en que al momento de las apariciones de Nuestra Señora de Fátima en 1917, los tres pastorcillos que la contemplaron, Jacinta, Francisco y Lucía, asistían únicamente a la Misa latina tradicional.
La Misa tradicional celebrada entonces en Fátima puede causar asombro a no pocos católicos formados en la Iglesia posterior al Vaticano II que sólo conocen la Misa Novus Ordo. La mayoría de los católicos modernos tendrán acaso una noción vaga de que la Misa tradicional fue prohibida y después tolerada únicamente con permiso, o con numerosas restricciones; que las personas que asisten a esa Misa son de alguna manera malvados, o desleales a la Iglesia. Aquellos niños de Fátima, que asistían a la Misa tradicional, eran católicos tradicionales, al igual que la gran mayoría de los Santos de la Iglesia.
Nosotros, como católicos tradicionales, igual que los tres pastorcillos de Fátima, somos simple y sencillamente católicos, que quieren apegarse a la plenitud de las enseñanzas de la única y verdadera Iglesia fundada por Cristo. Somos católicos que desean asistir a esa Misa, a la Misa tradicional que fue durante siglos semillero de Santos y protectora las verdades de la Única, Santa, Católica y Apostólica Fe. Vivimos en tiempos diabólicos y confusos en los que ser católico fiel y deseoso de ir a la Misa tradicional es ser miembro de una minoría con frecuencia despreciada y parte de un pequeño remanente: «Así también en el tiempo presente ha quedado un resto según elección gratuita» (Rm 11,5).
El mensaje de Fátima resuena entre los fieles católicos que aman la Misa tradicional y que además aman la Santa Iglesia católica y su historia apostólica que se remonta a la época de Cristo y sus discípulos. Mientras luchamos la batalla cuesta arriba para defender y promover la única fe verdadera fundada por Cristo, nos sabemos consolados por las palabras de nuestra Señora de Fátima del 13 de julio de 1917: «Pero al final mi Inmaculado Corazón triunfará».
Hoy, deseo hablar de uno de los mensajes de Fátima que ayudará a prepararnos para ese triunfo del Corazón Inmaculado de María que ella misma prometió. Quiero hablar de la última de las apariciones de 1916 del Ángel de la Paz, también conocido como el Ángel de la Guarda de Portugal, que preparó a Francisco, a Jacinta y a Lucía para las apariciones de Nuestra Señora el año siguiente. El pueblo portugués conoce al Ángel de la Guarda como san Miguel Arcángel, a quien regularmente invocamos en nuestras oraciones leoninas a la conclusión de la Misa Rezada.
El Ángel de la Guarda de Portugal apareció por tercera y última vez a los tres pastorcillos en el Cabeco. Una colina rocosa con una cueva cerca de su base, que nos recuerda al monte Calvario con la tumba de Cristo también en su base. El Cabeco es mí lugar favorito para hablar con los peregrinos acerca del Santísimo Sacramento ya fue allí que se apareció el Ángel con una Hostia Sangrante desde la cual los niños pudieron ver caer las gotas de la Preciosa Sangre en un Cáliz. Esta aparición del Ángel nos trae a la memoria la Preciosa Sangre que nuestro Señor y Dios, Jesucristo, derramó en el Calvario y que rememoramos con el Santo Sacrificio de cada Misa.
Al darles el Ángel la comunión a los tres niños, sólo la mayor, Lucía, recibió la Sagrada Hostia pues ya había hecho su primera comunión. Pero los dos más pequeños, Francisco y Jacinta, ya que no habían hecho la primera comunión, bebieron del Cáliz la Preciosa Sangre de Cristo. Esto NO constituye el apoyo a la práctica protestante de la Comunión bajo las dos especies.
Al desaparecer el Ángel, junto con el Cáliz, Francisco le pregunta a Lucia si él y su hermana habían recibido la Sagrada Comunión ya que no habían tomado la Hostia. Lucia responde, correctamente, que Jesús está verdaderamente presente en la Sagrada Hostia o en la Preciosa Sangre. Esto confirma la práctica centenaria de recibir únicamente la Hostia Consagrada en la Misa tradicional. Confirma que Nuestro Señor Eucarístico está real y verdaderamente presente en cuerpo, sangre, alma y divinidad en la Hostia. No es necesario «beber de la copa», cómo se dice hoy en día, para recibir la Preciosa Sangre de Cristo puesto que ya está contenida en la Hostia.
En la consagración del Santo Sacrificio de la Misa toda la sustancia del pan se convierte en la sustancia del Cuerpo de Cristo, y toda la sustancia del vino se transforma en la sustancia de la Sangre de Cristo. Se trata de una descripción del dogma católico de la transustanciación ratificada por aquella aparición angelical en Fátima.
Mas, ¿por qué les da el Ángel la Preciosa Sangre a Francisco y a Jacinta? Esto nos enseña, me parece, que el mensaje de Fátima no era sólo para los católicos del Rito Latino sino también para los católicos del Rito Oriental, en los antiguos estados soviéticos, que muy pronto verían a la Santa Fe Católica amenazada por los errores de Rusia. En el Rito Oriental, los niños hacen la Primera Comunión cuando aún están de brazos, al momento del Bautismo, al recibir una gota de la Preciosa Sangre en forma de vino. Más adelante, al estar creciendo, y mientras sean demasiado pequeños para recibir a Jesús en forma de pan, el sacerdote les da una gota de la Preciosa Sangre con la diminuta cuchara con la que se distribuye la Sagrada Comunión en el rito bizantino católico.
En nuestros tiempos, esta evocación de los ritos orientales puede también consolar a todos aquellos católicos que se sienten desamparados por ese embeleso con el hombre y el carácter protestante de la Misa Novus Ordo. Igual que aquellos refugiados del Rito Oriental que huían del comunismo, muchos católicos del Rito Latino buscaron albergue en las iglesias católicas del Rito Bizantino, donde aún se ofrecía la Divina Liturgia tradicional centenaria tras el Segundo Concilio Vaticano. Quizá esto también es parte del mensaje de Fátima.
Al fin y al cabo, somos católicos del Rito Latino y no estamos a gusto sin nuestra Misal latina tradicional. Damos gracias a Dios y a Nuestra Señora de Fátima por las contadas oportunidades que tenemos de ofrecer públicamente la Misa Inmemorial de los Siglos. Parecería ser que tenemos un largo camino por delante antes de que la Misa tradicional latina sea restaurada totalmente y que sea accesible a todo católico en cualquier sitio sin restricción alguna. Mas, Nuestra Señora de Fátima nos ha dado esperanza con sus palabras: «Al final, mi Inmaculado Corazón triunfará».
En la letanía a san Miguel Arcángel, dos de los títulos asociados al Príncipe de la Hueste Celestial son «Ángel de la Paz» y «Ángel Guardián de la Eucaristía», títulos que también están asociados con las apariciones del Ángel de Fátima en 1916. Mientras luchamos con determinación por la restauración total de la Misa latina tradicional, y rezamos por el triunfo del Inmaculado Corazón de María, concluyamos con una oración a san Miguel Arcángel.
San Miguel Arcángel, defiéndenos en la batalla, y sé nuestro amparo contra la perversidad y asechanzas del demonio. Sujétalo, Dios, pedimos suplicantes; y tú, príncipe de la celestial milicia, sepulta en el infierno, con el divino poder, a Satanás y a los demás espíritus malignos, que merodean por el mundo para la perdición de las almas. Amen.
In Nomine Patris, et Filii, et Spiritus Sancti. Amen.
Padre Ladis J. Cizik
[Traducido por Enrique Treviño. Artículo original.]