Mientras el parlamento italiano se prepara para votar sobre la legalización de las “uniones civiles” para “parejas” que incurren en sodomía, el papa Francisco ha dicho a los jueces de la Rota Romana (el tribunal matrimonial del Vaticano) que “no puede haber confusión entre la familia que Dios quiere y cualquier otro tipo de unión… La familia, basada en el matrimonio indisoluble que une y permite la procreación, es parte del ‘sueño’ de Dios y el de su Iglesia para la salvación de la humanidad”.
Eso suena bien, dejando de lado la peculiar noción que Dios tiene un “sueño” sobre “la familia que Dios quiere” como opuesto a un orden divino que Su ley exige al hombre que siga bajo el sufrimiento de condenación eterna. (Al parecer, Francisco difícilmente pronuncia una oración que no contenga algún elemento teológicamente dudoso.)
Pero, no tan rápido, no tan rápido. Incluso como Arzobispo de Buenos Aires, Francisco tenía la reputación de estar de ambos lados de cualquier asunto, diciéndole a cada lado lo que este quería escuchar. Como ha observado francamente el padre Linus Clovis (citando a un conocido del cardenal Bergoglio en Argentina): “Aparentemente, él ama ser amado por todos y complacer a todos, un día puede dar un discurso en televisión en contra del aborto, y el otro día, en el mismo programa, bendecir a las feministas pro-aborto en la Plaza de Mayo; puede dar un maravilloso discurso en contra de los masones y, pocas horas después, estar cenando y bebiendo con ellos en el Club Rotario.
Recordemos, en este sentido, el lamentable “informe intermedio” del Sínodo de 2014, aprobado personalmente por Francisco, el cual declaraba que a pesar de los “problemas morales” con las “uniones homosexuales”, se ofrece “un apoyo valioso en la vida de la pareja”. También recordemos su reveladora declaración a Corriere della Sera que mientras “el matrimonio sea entre un hombre y una mujer”, los gobiernos laicos “quieren justificar las uniones civiles para regular diversas situaciones de cohabitación, presionados por la demanda por regular aspectos económicos entre personas, tales como garantizar atención médica… Se necesita ver los diferentes casos y evaluarlos en su variedad.” Luego vino la reunión privada de “abrazos y besos” que Francisco tuvo con una “pareja gay”: un camarero y su “pareja” de 19 años, cuyo encuentro con el papa Francisco fue personalmente arreglado por teléfono celular.
En total contraste con Francisco, los obispos de Italia, siguiendo la enseñanza de la Iglesia, han declarado rotundamente su oposición a cualquier forma de “unión civil” para los sodomitas. Ellos (los obispos) movilizaron masivamente a los fieles en la reciente Manifestación del Día de la Familia (Family Day Demonstration) –sobre la cual Francisco no ha pronunciado ni una sola palabra de apoyo a pesar de que fue una de las más grandes manifestaciones en la historia de Italia, como Antonio Socci menciona, llenando la plaza afuera de la basílica de San Juan de Letrán y el Circo Máximo (Circus Maximus) con más de un millón de personas- para oponerse al proyecto de ley de “unión civil”.
Como la Congregación para la Doctrina de la Fe (CDF en inglés) exhortó conforme a Juan Pablo II: “En situaciones en donde las uniones homosexuales sean legalmente reconocidas o se les conceda el status legal y los derechos propios del matrimonio, la oposición evidente y empática es un deber.” Y en donde tales “uniones civiles” no hayan sido legalizadas: “Es necesario abstenerse de cualquier forma de cooperación formal en la promulgación o aplicación de leyes tan gravemente injustas y, tan lejos como sea posible, de cooperación material a nivel de su aplicación.”
La CDF posteriormente observa que “leyes a favor de uniones homosexuales” – y/o cualquier ley, sin importar si esta autoriza o no el “matrimonio” como tal- “son contrarias a la correcta razón porque confieren garantías legales, análogas a aquellas conferidas al matrimonio, a uniones entre personas del mismo sexo. Dados los valores que están en juego en esta interrogante, el Estado no puede otorgar legitimación legal a estas uniones sin fallar en su deber de promover y defender el matrimonio como una institución esencial para el bien común.” Y eso es cierto sin importar qué etiqueta se le ponga a la “unión homosexual”.
En resumen, mientras Francisco no ha dicho no al “matrimonio gay”, cuando es llamado “matrimonio”, no ha dicho no a “uniones civiles” dándoles los mismos beneficios que el matrimonio menos el nombre. Por el contrario, ha insinuado regularmente un sí, en cuanto a describir estas “uniones” como concederles “apoyo valioso en la vida de la pareja” en el documento que él mismo aprobó como un “informe” del Sínodo de 2014 aunque los Padres Sinodales ni siquiera lo vieron, previamente a la orden de Francisco de publicarlo al mundo.
Tal como lo expresó Sandro Magister: “Cuando se trata de uniones gay, Bergoglio no dice no.” Pero cuando un Papa no dice no a una amenaza para el orden moral que ha movido a los obispos y laicos de Italia literalmente a gritar no, ¿no ha dicho efectivamente sí? En las circunstancias actuales que prevalecen en Italia, solamente declararle a la Rota oposición al “matrimonio gay” –así como a lo que Francisco enérgicamente describe como “otras formas” de unión, como si hubieran otras formas– es eludir el problema real. Y el problema real son las “uniones civiles” que prometen los beneficios del matrimonio, incluyendo la adopción de niños y derechos de herencia o patrimonio.
Por lo tanto, la verdadera prueba de dónde está parado Francisco sería una declaración directa, en unión con los obispos y laicos de Italia, en contra de cualquier forma de “unión civil” entre homosexuales independientemente de si se le denomina “matrimonio” o no. Pero de Francisco, me temo, solamente podemos esperar un silencio calculado mientras Italia da el último paso hacia la destrucción del orden moral en donde una vez, fue el corazón de la Iglesia católica romana. Después de todo, si Francisco observara un silencio correcto político mientras Irlanda y América sucumben al “matrimonio gay” explícitamente legalizado como “matrimonio” – el cual un “activista gay” estuvo encantado de señalar – difícilmente se espera que defendiera alguna objeción contra las “uniones civiles” para los homosexuales en Italia, las cuales proveen la misma cosa bajo un nombre diferente.
Aquí debemos recordar una vez más la advertencia que la hermana Lucía reveló al cardenal Caffara que “la batalla final entre el Señor y el reino de Satanás será sobre el matrimonio y la familia.” Tomando en cuenta las inclinaciones del actual “general” de la Iglesia Militante, será una larga y brutal batalla, sin duda alguna.
Sería feliz si me estuviera equivocando, sí y cuando Francisco, liderando a los obispos italianos, se declare evidentemente en contra del inminente horror legislativo en Italia.
Christopher A. Ferrara
[Traducido por Carmen Gaytán. Artículo original]