Desde Roma, para el Denzinger-Bergoglio
En lo que va de su pontificado, Francisco dio algunos consejos a las monjas en tono muchas veces coloquial y hasta chistoso, sin la gravedad que pide la voz de un Vicario de Jesucristo, ni la consideración que merecen las esposas de del Señor. En fin, es algo a lo que ya nos tiene acostumbrados… aunque esto no termine por hacerlo más aceptable; no…
Una breve reseña nos ilustra el tono de sus “catequesis”:
En las palabras que dirigió a las monjas que participaban en la Asamblea Plenaria de la Unión Internacional de las Superiores Generales (UISG) en mayo de 2013, el Obispo de Roma subrayaba que las monjas deben ser “madres y no solteronas”.
A las clarisas de clausura de Asís, hace casi tres años atrás, el gran consejo de Francisco fue que tenían que ser alegres, pero “sonrían de verdad, no como azafatas”.
Hablando en un encuentro con seminaristas, novicios y novicias en la sala Pablo VI, les aconsejó renunciar al “deporte” de la queja, y que no se “despellejen” entre sí… Insistió también –es la música preferida de su organillo– en “una Iglesia misionera, no tan tranquila”… También tuvo la ocurrencia de lamentarse así: “Me duele ver curas y monjas en autos último modelo”.
En su Carta Apostólica a los consagrados del 21 de noviembre 2014, el Obispo de Roma alerta: “Pongan cuidado en preservarse de la “enfermedad de la autoreferencialidad”, expresión equívoca que se presta a descuidar la importancia de su propio carisma y Fundador, comprometiendo su espiritualidad específica.
Por ocasión del fin de año 2014, Francisco llamó por teléfono a un convento de monjas carmelitas de clausura de Lucena, Córdoba (España). Como no contestaron el teléfono, dejó este mensaje: “¿Qué andarán haciendo las monjas que no pueden atender? Soy el Papa Francisco, las quería saludar en este fin de año, voy a ver si más tarde las puedo llamar. Que Dios les bendiga”. ¡Que banalidad! ¿Cómo un papa que se permite esa libertad? Ah, es que en ese convento hay tres monjas argentinas…
En la catedral de La Habana, Cuba, el 20 de septiembre de 2015, hablando a religiosos y religiosas Francisco exclamó: “¡Dios nos libre de las monjas lloronas!”. Y en otro momento: “Cuando hay rostros entristecidos es una señal de alerta, algo no anda bien”. ¿Acaso no puede una monja entristecerse ante semejantes dichos?
En febrero de 2016, dijo a las monjas que no deben ser chismosas “Según el papa «si te urge decir algo contra un hermano o hermana, soltar un chisme, ¡muérdete la lengua! ¡Con fuerza!», comentó”. (…) El pontífice comparó a los chismosos con terroristas, pues ambos pueden llevar a una comunidad al caos”.
El 13 de mayo de este año se encontró con Superioras Generales; fue en esa ocasión en que habló de estudiar el ministerio de las diaconisas –algo ya ampliamente estudiado… También desarrolló una tesis original: “Vuestra vocación es el servicio: servicio a la Iglesia, dondequiera que esté. Pero no la servidumbre”. Original, porque una consagrada que ha hecho voto de obediencia y se pone en manos de la superiora, ¡es para lo que sea, hasta para hacer lo más servil! ¿Cómo es eso de que “sí, pero no tanto”? Francisco va muy lejos cuando dice: “Y cuando a vosotras, superioras, os piden algo que es más de servidumbre que de servicio, sed valientes en decir «no». ¿En qué se diferencia esta actitud con la de rebelión? ¿Tiene Francisco un termómetro para medir el grado o el límite entre servicio y servidumbre?
Estas intervenciones, en las que se diría que Francisco no se toma enserio la gravedad de la entrega de una virgen consagrada, son un pálido preámbulo de un nuevo documento que nos revela el fondo de su proyecto para la vida contemplativa femenina. En efecto, acaba de publicarse una nueva Constitución Apostólica que lleva por título Vultum Dei quaerere, precisamente sobre la vida contemplativa femenina.
Su texto está sembrado de ambigüedades y sustenta tesis inconcebibles, haciendo que, como un todo, el documento sea demoledor. Tanto en los considerandos como en las determinaciones, Vultum Dei quaerere dinamita el carisma y la vocación sublimes de mujeres providenciales que son, como se ha dicho, el pararrayos de nuestra sociedad.
Además, resulta ser una bomba de tiempo, pues el documento anuncia la publicación próxima de nuevos dictámenes que tendrán fuerza de ley por parte de la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica que regentea el cardenal focolarino brasileño Braz de Avíz.
Sombrío era ya el panorama de la vida religiosa contemplativa, y eso debido a ciertos desvíos constatados en la mala aplicación de las normas del Concilio y a la preocupante crisis vocacional. Ahora, alegremente, se hiere de muerte a todo lo que con dificultad, y tantas veces a contra corriente, se venía logrando.
El nuevo escrito de Francisco consta de dos partes bien diferenciadas. En la primera desarrolla considerandos sobre la vida contemplativa femenina, donde cosas sabidas y banalidades se codean con errores explícitos o sugeridos. Made in Bergoglio característico…
La segunda parte son disposiciones precisas que podrán ser comentadas en un próximo despacho para no hacer este artículo interminable. Pero desde ya adelantamos que también lleva, evidentemente, el mismo sello Made in Bergoglio.
Sobre la primera parte, algunos comentarios:
Dice el numeral 4: “Las comunidades de orantes y, en particular, las comunidades contemplativas, «que con su separación del mundo se encuentran más íntimamente unidos a Cristo, corazón del mundo», no proponen una realización más perfecta del Evangelio sino que, actuando las exigencias del Bautismo, constituyen una instancia de discernimiento y convocación al servicio de toda la Iglesia: signo que indica un camino, una búsqueda, recordando al pueblo de Dios el sentido primero y último de lo que él vive.
Esta retorcida “explicación” no explica gran cosa. “Una sola cosa es necesaria, María escogió la mejor parte que no le será quitada” (Lc 10, 42). Las comunidades contemplativas, cuando asumen su carisma con radicalidad, reflejan la realización más perfecta del Evangelio. En el corazón de la Iglesia está la vida contemplativa. ¿Quién nos explica lo de la “instancia de discernimiento y convocación al servicio…”?
El llamado al pie de página n° 18 nos conduce a una nota del Decreto Perfectae caritatis del Concilio Vaticano II en su numeral 5. Supuestamente, este llamado es para justificar o explicar la afirmación de que la vida contemplativa no propone una realización más perfecta del Evangelio. Pero al leer esa nota, se constata que no tiene nada que ver con lo que está siendo dicho en el texto. Ver:
«Ante todo, han de tener en cuenta los miembros de cada Instituto que por la profesión de los consejos evangélicos han respondido al llamamiento divino para que no sólo estén muertos al pecado, sino que, renunciando al mundo, vivan únicamente para Dios. En efecto, han dedicado su vida entera al divino servicio, lo que constituye una realidad, una especial consagración, que radica íntimamente en el bautismo y la realiza más plenamente.
Considérense, además, dedicados al servicio de la Iglesia, ya que ella recibió esta donación que de sí mismos hicieron.
Este servicio de Dios debe estimular y fomentar en ellos el ejercicio de las virtudes, principalmente de la humildad y obediencia, de la fortaleza y de la castidad, por las cuales se participa en el anonadamiento de Cristo y a su vida mediante el espíritu.
En consecuencia, los religiosos, fieles a su profesión, abandonando todas las cosas por El, sigan a Cristo como lo único necesario, escuchando su palabra y dedicándose con solicitud a las cosas que le atañen.
Por esto, los miembros de cualquier Instituto, buscando sólo, y sobre todo, a Dios, deben unir la contemplación, por la que se unen a Él con la mente y con el corazón, al amor apostólico, con el que se han de esforzar por asociarse a la obra de la Redención y por extender el Reino de Dios.» (Decreto Perfectae caritatis, 5)
¿En qué esta cita del Concilio sirve de soporte para la afirmación de Francisco?
El numeral 8 contiene una afirmación llena de relativismo:
“Este tiempo ha visto un rápido avance de la historia humana con la que es oportuno entablar un diálogo que salvaguarde siempre los valores fundamentales…”
Al mirar el mundo contemporáneo con ojos de fe, se constata que es atravesado por una tremenda decadencia que atenta contra el plan de Dios; es algo que se hace patente cada día más. ¿A eso Francisco llama “rápido avance”? ¿Entablar un “diálogo” desprevenido? ¿o elaborar una lúcida crítica que llevará forzosamente a un distanciamiento? ¿Salvaguardar “valores”? ¿o salvaguardar la misma fe, la moral, el depósito sacrosanto de la Escritura, la Tradición y el Magisterio? Todo eso es mucho más que “valores”…
Numeral 9. “Desde los primeros siglos hasta nuestros días, la vida contemplativa ha estado siempre viva en la Iglesia, alternándose periodos de gran vigor con otros de decadencia; y esto gracias a la presencia constante del Señor junto con la capacidad típica de la Iglesia misma de renovarse y adaptarse a los cambios de la sociedad. Ha mantenido siempre viva la búsqueda del rostro de Dios y el amor incondicional a Cristo, como su elemento específico y característico”.
Aquí el texto se presta a confusión. ¿El vigor y la decadencia indistintamente responderían a la presencia constante del Señor’? Además, ¿En qué se diferencia esa “presencia constante del Señor” con la “capacidad típica de la Iglesia misma”? En nada, se trata de la misma cosa. Otra cosa: ¿Qué entiende Francisco por “adaptarse a los cambios de la sociedad”? ¿No es verdad que esto es también una apreciación equívoca que, como mínimo, puede tildarse de relativista?
Numeral 12. “Para ayudar a las contemplativas a alcanzar el fin propio de su específica vocación arriba descrito, invito a reflexionar y discernir sobre los siguientes doce temas de la vida consagrada en general y, en particular, de la tradición monástica: formación, oración, Palabra de Dios, Eucaristía y Reconciliación, vida fraterna en comunidad, autonomía, federaciones, clausura, trabajo, silencio, medios de comunicación y ascesis. Estos temas se llevarán a la práctica ulteriormente, con modalidades adaptadas a la tradiciones carismáticas específicas de las diversas familias monásticas, en armonía con las disposiciones de la Parte final de esta Constitución y con las indicaciones particulares que se deben aplicar y que la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica dará cuanto antes”.
Como se ve, todos los asuntos son abarcados en esta propuesta de “ayudar a las contemplativas a alcanzar el fin propio de su específica vocación arriba descrito”. La invitación a “reflexionar y discernir” parece bastante inocua y anodina, no tendría mayor alcance. Pero lo que sí es importante y preocupa, es lo que se anuncia, lo que llamamos más arriba de “bomba de tiempo”. Es la adaptación a las disposiciones que dan en esta Constitución Apostólica y a las indicaciones particulares que nos dará “cuanto antes” el cardenal Braz de Aviz… Fatal: dos mil años de vida contemplativa y de santidad están expuestas al peligro por las normativas de dos Obispos (Cardenales) venidos del fin del mundo…
Numeral 16. “(…) Por la oración de intercesión, tenéis un papel fundamental en la vida de la Iglesia. Rezáis e intercedéis por muchos hermanos y hermanas presos, emigrantes, refugiados y perseguidos, por tantas familias heridas, por las personas en paro, por los pobres, por los enfermos, por las víctimas de dependencias, por no citar más que algunas situaciones que son cada día más urgentes. Vosotras sois como los que llevaron al paralítico ante el Señor, para que lo sanara (cf. Mc 2,1-12). Por la oración, día y noche, vosotras acercáis al Señor la vida de muchos hermanos y hermanas que por diversas situaciones no pueden alcanzarlo para experimentar su misericordia sanadora, mientras que él los espera para llenarlos de gracias. Por vuestra oración vosotras curáis las llagas de tantos hermanos”
Francisco antepone una categoría de personas en necesidad a otra no menos necesitada. El Sumo Pontificado, los Obispos, el clero, los santos… sí, los santos ¡qué los hay! y por los cuales también hay que rezar e interceder. ¿Por qué esa discriminación de evidente connotación “políticamente correcta”? Es mucho más importante para una religiosa contemplativa rezar por la santificación de sus hermanas de comunidad o del Obispo de su diócesis que rezar por los emigrantes o los refugiados. Además, no se especifica algo que clama al cielo: que se debe rezar por la conversión y la salvación de todos esos y de los demás. La formulación peca por ser demasiado ligth, demasiado bergogliana…
En el numeral 26 leemos: “Vosotras, que habéis abrazado la vida monástica, recordad siempre que los hombres y las mujeres de nuestro tiempo esperan de vosotras un testimonio de verdadera comunión fraterna que, en la sociedad marcada por divisiones y desigualdades, manifiesta con fuerza que es posible y bello vivir juntos (cf. Sal 133,1), a pesar de las diferencias generacionales, de formación y, a veces, culturales (…)”.
Las divisiones y desigualdades que hay en la sociedad son muchas veces normales y hasta deseables. Esta afirmación sin una explicación ulterior y despojada de los necesarios matices, podría estar en labios de Jesús como un elogio, o los de Marx como un cuestionamiento. Salta a los ojos. Una vez más: relativismo y corrección política.
Numeral 29. “Conscientes de que «nadie construye el futuro aislándose, ni sólo con sus propias fuerzas, sino reconociéndose en la verdad de una comunión que siempre se abre al encuentro, al diálogo, a la escucha, a la ayuda mutua»,[67] poned cuidado en preservaros «de la enfermedad de la autoreferencialidad» [68] y custodiad el valor de la comunión entre los varios monasterios como camino que abre al futuro, actualizando así los valores permanentes y codificados de vuestra autonomía.[69]”.
Aislarse puede ser excelente como nocivo. Pero en sentidos diversos. Aquí Francisco hace equivaler esos sentidos con lo que da pie a la tentación típica del demonio de romper la clausura y de socializar una vida llamada a lo que San Bernardo llamaba “o beata solitudo, o sola beatitudo”.
El lenguaje de Francisco está impregnado de espíritu mundano. De ese espíritu que se desconoce y del que se defienden tantas comunidades contemplativas. La lectura de Vultum Dei quaerere en esas comunidades hará estallar el desconcierto y conturbar la paz.
En un artículo próximo sobre Vultum Dei quaerere comentaremos las fatídicas Conclusiones Dispositivas.
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Nota del Denzinger-Bergoglio:
Vale la pena recordar aquí una de las monjas del nuevo estilo bergogliano: Sor Lucía Caram