[vídeo en la parte inferior]
Los cristianos tendemos a olvidar los avisos que continuamente nos da la Sagrada Escritura. Muchas veces escondemos la cabeza, como el avestruz, ante los acontecimientos desagradables de la vida. Si tuviéramos los ojos abiertos estaríamos más vigilantes.
Pocos serán los que escuchen los avisos del predicador, lo cual produce gran dolor en él. Es por eso que el predicador muchas veces pasa por agorero; pero predicamos sabiendo que apenas se nos va a escuchar.
Eso de que «todos van al cielo» es un inmenso engaño. Ya S. Ignacio lo decía: “El demonio hace creer a los cristianos que ya están salvados”. O las que se dicen en Apoc 22: “Mira que vengo pronto, y conmigo mi recompensa, para dar a cada uno según sus obras”. “El que creyere se salvará, pero el que no creyere se condenará”. I mirad, yo me creo antes las palabras del Señor que las de cualquier teólogo o “profeta”. Seamos inteligentes. Sigamos las palabras del Señor y no nos dejemos engañar.
Hay ciertas actitudes y palabras del Santo Padre que me confunden. Hechos que no pueden ser juzgados por nosotros. Además hemos de tener respecto al Vicario de Cristo en la tierra; pero no por ello dejan de preocuparme y confundirme. Ahora bien, como miembros de la Iglesia tenemos el derecho a pensar y expresar nuestra confusión. Hace unos días el Papa visitaba en Turquía la mezquita azul y oraba en silencio junto al gran muftí y le pedía al patriarca ortodoxo su bendición. Estas actitudes ponen a la Iglesia Católica a la misma altura de otras iglesias. Además, los musulmanes odian a Cristo. Y ya sabéis lo que dijo Cristo: «El que me odia a mi odia al Padre» o «No podéis llegar al Padre sino por mi» o «El que niega a Cristo es el Anticristo». Los musulmanes no tienen el mismo Dios que nosotros. Me admira también la actitud de los neocatólicos intentando justificar estas posturas del Santo Padre.
Por otro lado, San Pablo nos dice que nos revistamos del Señor Jesús. Estas palabras me llenan de gozo, pero también me aterran. ¡Transformar mi pobre vida en la de Cristo! ¡Mi vida está tan lejos de la suya!
Jesús es el único que puede llenar el corazón del hombre y llevarlo a la salvación. ¡Cuánto tiempo he pasado en mi vida sin haberlo amado! Dios me ama. Es más, está prendado de mi, como nos dice el Cantar de los Cantares:
«Levántate ya amada mía, hermosa mía y ven,
porque ya ha pasado el invierno y han cesado las lluvias.
Ya han brotado las flores,
y el canto de la tórtola se ha dejado oír…»
El cristiano vive de esperanza; con el deseo de encontrarse con Cristo. Eso es lo que nos da fuerzas para salir de la confusión que nos rodea.
Como decía San Agustín: «Nos hiciste Señor para ti, y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en ti».
[Nota: En el comentario que hace el Padre Alfonso del viaje del Santo Padre a Turquía, el calor de la charla y el momento, ha permitido deslizar un lapsus linguae involuntario que los oyentes mismos habrán sabido subsanar. El Santo Padre recibió la bendición del Patriarca Ortodoxo].