Michael Matt
El camino sinodal hacia un holocausto espiritual
Por mi condición de germano-estadounidense cuyos abuelos nacieron cerca de aquí, agradezco esta oportunidad de hablar de la situación en la Iglesia Católica alemana, que no podría ser más calamitosa, y que ha suscitado considerable preocupación entre muchos católicos de EE.UU.
El camino sinodal de los obispos da la impresión de ser un intento de crear una iglesia a imagen y semejanza de los prelados de Alemania, que por lo visto se consideran capaces de definir doctrina y fundar una iglesia nacional propia, una especie de nacionalismo elitista que se opone a la Iglesia Católica universal, que tiene una sola fe, un único sistema de sacramentos y una disciplina común en todo el mundo.
Unos estatutos elaborados en colaboración con el Comité Central de Católicos Alemanes suponen un peligro al plantear la ordenación de mujeres y la abolición del celibato sacerdotal como medidas para remediar la crisis ocasionada por los abusos sexuales. Ahora bien, sin duda alguna los prelados alemanes son conscientes de que la ordenación de mujeres vulnera abiertamente la Ley de Dios, reafirmada con autoridad por la carta apostólica Ordinatio sacerdotalis de Juan Pablo II en 1994: «La Iglesia no tiene en modo alguno la facultad de conferir la ordenación sacerdotal a las mujeres, y este dictamen debe ser considerado como definitivo por todos los fieles de la Iglesia».
¿Se han enterado bien los obispos alemanes de que la Iglesia no tiene autoridad para incumplir la Palabra de Dios? Toda iniciativa destinada a ordenar mujeres sería un acto de rebeldía contra la Esposa de Cristo digno de un Lutero. Por eso no tenemos otra alternativa que resistir el proceso sinodal de Alemania, que de dejarse continuar sentaría peligrosos precedentes para toda la Iglesia.
Durante la Segunda Guerra Mundial, mi padre, germano-estadounidense, dedicó tres años de su vida a luchar en el ejército de los EE.UU. contra un nacionalsocialismo que aspiraba a transformar el mundo según conceptos de superioridad germánica. Por el amor de Dios, no permitan que los obispos alemanes avergüencen nuevamente a su patria estableciendo en la Iglesia un nuevo orden basado en ideas de supremacía germánica sobre la Palabra de Dios y el magisterio infalible de su Iglesia.
Ojalá la historia demuestre que hubo una resistencia alemana a lo de ahora como la hubo entonces. En 1956, mi abuelo Joseph Matt, caballero de San Gregorio Magno, se tomó tan en serio su deber de resistir parecidas agresiones alemanas que el gobierno germano de posguerra lo condecoró con la Cruz Federal al Mérito por su defencosa contra el nazismo.
Con el mismo espíritu, he venido hoy a hablar contra el azote de un totalitarismo eclesiástico orquestado por alemanes. Lo que menos necesita hoy en día el mundo es otra rebelión en la Iglesia Católica como la llevamos viendo desgarrarla desde hace cincuenta años. Y aun así, la Asamblea Sinodalpromete ni más ni menos eso al pretender actualizar el magisterio de la Iglesia, que sólo se puede cambiar mediante una revolución contra la propia Iglesia.
Los obispos alemanes quieren hacernos creer que suprimir el celibato clerical reduciría los abusos sexuales por parte del clero. Pero ello no es sólo comprobadamente falso, sino que entraña el peligro de anteponer una ideología liberal a la protección de futuras víctimas. Los llamados a la vocación de la vida célibe –las vírgenes consagradas y los sacerdotes– no son unos reprimidos sexuales. Han hecho del celibato una ofrenda de todo corazón a su Dios. La sola idea de que necesiten casarse para sofocar la tentación de abusar de menores equivale a un satánico insulto al concepto mismo de la vocación religiosa. Y tampoco tiene en cuenta los millones de menores que son objeto de abuso por parte de alguno de sus padres casados, o por ambos.
No sólo eso. Teniendo en cuenta que en la mayoría de los casos los abusos de menores por parte del clero tienen que ver con sacerdotes que acosan a varones que han llegado a la pubertad (estudiantes de secundaria y seminaristas), insinuar que eliminando el celibato se reduciría en la mayoría de los casos la atracción hacia personas del mismo sexo revela una vez más una abyecta ignorancia tanto de lo que es la homosexualidad como de la naturaleza de la crisis de los abusos.
Por último, ¿insinúan realmente los prelados alemanes que la salud de la Iglesia Católica –aquejada de una grave escasez de sacerdotes– mejorará cuando los pocos que queden estén casados y tengan la casa llena de criaturas a las que criar? Sólo un varón soltero que no sepa lo que es el matrimonio puede proponer semejante absurdo.
La conclusión es la siguiente: suprimir el celibato no tendrá el menor efecto para reducir la plaga de abusos sexuales por parte del clero. Y sin embargo los obispos de Alemania lo proponen a pesar de todo, como si sus planes particulares tuvieran precedencia sobre la autoridad magisterial de la Iglesia, la Palabra de Dios y el carisma singular del sacerdocio.
Dado que las mujeres y los sacerdotes sexualmente activos contribuirían también a protestantizar el sacerdocio, el proyecto en cuestión acarrearía inevitablemente deserciones entre los fieles, que verían en ello una concesión más de la Iglesia al mundo moderno y una falta de resolución para mantener la lealtad a sus propias enseñanzas y mandamientos. Y si a los sacerdotes ya no se les exige estar a la altura de su vocación, ¿por qué motivo iban a hacerlo otros? No podemos consentir otro holocausto, que en esta ocasión sería un holocausto de almas desilusionadas por la revolución eclesiástica contra la autoridad de las Escrituras y la Tradición.
Así pues, añado mi voz a la de quienes exhortan al pueblo alemán a actuar con el espíritu de Stauffenberg, Sophie Scholl y el cardenal Von Faulharber, haciendo frente al nuevo régimen que se instaura en la Iglesia Católica alemana, negándose a pagar el impuesto eclesiástico y comprometiéndose a ser fiel a las enseñanzas inmutables de la Iglesia.
Lo que necesita hoy este mundo en que vivimos, sofocado en sexo e inmundicia, es que se restablezca la autoridad moral de la Iglesia Católica, la cual se basa en la Ley de Dios y la Ley Natural, defendidas por el abnegado ejemplo de los sacerdotes célibes que están dispuestos a negarse a sí mismos a fin de iluminar con la Luz de Cristo un mundo en tinieblas.
Como católico alemán y estadounidense, insto a los obispos alemanes a no dar marcha atrás, al pueblo alemán a resistir y al Papa a condenar con todo el peso de su autoridad.
Alexander Tschuggel
¡La Iglesia no es una ONG!
La Iglesia no puede convertirse en una ONG. Iglesias y parroquias tienen que salir a la calle si no nos queremos convertir en una ONG.
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Eso lo dijo el papa Francisco en la Jornada Mundial de la Juventud de Río de Janeiro en 2013. Forma parte del famoso discurso en que exhortó a los jóvenes católicos a hacer lío.
La estrategia para impedir que la Iglesia se convierta en una ONG incluye, por lo que se ve, los proyectos que se estudiaron durante el reciente Sínodo para la Amazonía. En general, las ONG se definen como grandes organizaciones activas a nivel internacional, en su mayoría de izquierda. Por ejemplo Greenpeace, Amnistía Internacional, Open Society, la Fundación Gaia Amazonas y otras entidades que defienden una interpretación izquierdista y liberal de los derechos humanos, la inmigración incontrolada o la lucha contra el «cambio climático provocado por el hombre».
Desde la perspectiva actual es difícil saber si en 2013 existía el peligro de que la Iglesia pudiera llegar a volverse imposible de distinguir de las organizaciones mencionadas. Con todo, si nos fijamos en el marcado compromiso político actual de la Santa Sede, sobre todo a partir de la encíclica Laudato sii, salta a la vista que ha habido un acercamiento, en vez de un distanciamiento entre la Iglesia y las ONG escoradas hacia la izquierda. Desde el Sínodo para la Amazonia, cada vez se oye hablar más de una Iglesia nueva de rostro amazónico.
A primera vista, ese rostro amazónico se manifiesta mediante cambios efectuados o efectuables en la liturgia y en muchos aspectos de la vida diaria de la Iglesia. Por ejemplo, según monseñor Kräutler, en la vida de los católicos de la región se deberían incorporar elementos paganos. Según la prensa, una ONG conocida como Fundación Gaia Amazonas, dirigida por el estadounidense nacionalizado colombiano Martin von Hildebrandt, parece haber desempeñado una papel destacado tanto antes como durante el Sínodo para la Amazonía.
Von Hildebrandt defiende una idea que ya existía desde hacía décadas: que la región amazónica debería dejar de estar bajo soberanía brasileña y pasar a estar bajo administración internacional. Entre los que promovían la idea se encuentran François Mitterrand, Mijail Gorbachov, John Major y Al Gore. Según el periodista británico Edward Pentin, en vísperas del Sínodo se temía que la Iglesia respaldase abiertamente este proyecto político. Hasta después de reunirse con destacadas autoridades brasileñas no garantizó el cardenal Hummes que el Sínodo no haría ninguna declaración en ese sentido.
Con respecto a la inmigración procedente de África y Asia, el papa Francisco ha asumido posturas mucho más próximas a las de las ONG (y a las deal gobierno de Merkel y la Conferencia Episcopal Alemana) que a las de sus predecesores.
Esto nos lleva a preguntarnos qué quiso decir el Papa al afirmar que la Iglesia no debe convertirse en una ONG. La Iglesia de rostro amazónico centra al parecer sus esfuerzos en promover una política de corte ecológico, verde e izquierdista y en glorificar prácticas paganas de Sudamérica, al tiempo que mira con malos ojos las actividades misioneras.
Hace poco el Papa lo confirmó al decirles a unos escolares italianos que la Fe no debe proclamarse de palabra. ¿Qué es una Iglesia que ya no predica, que ya no obedece el mandato de Cristo de llevar el Evangelio a todos los pueblos, una Iglesia que se limita a realizar las actividades políticas y sociales mencionadas? A todos los efectos, sería una ONG.
Parecer ser que los principales partidarios de esa Iglesia de rostro amazónico que asume más cada vez las características de una ONG son los prelados de Alemania. Sobre todo, el vicepresidente de la Conferencia Episcopal germana, Franz-Josef Bode, ha dejado claro en más de una ocasión que las decisiones que se tomaron en el Sínodo para la Amazonía deberían también ponerse en práctica en Alemania.
La introducción del camino sinodal supondrá, sin duda, que el proceso avance con mucha rapidez en Alemania. La Iglesia alemana está tratando de abrir camino en ese sentido.
Al examinar más detenidamente estos acontecimientos se hará bastante evidente que los supuestos problemas de la región amazónica no son más que un pretexto. Hace muchas décadas que en Alemania se alzan voces pidiendo la abolición del celibato y la ordenación de mujeres, mucho más que en la propia Amazonía, donde –según han demostrado sondeos realizados localmente– la mayoría de la gente los encuentra incomprensibles.
En la Amazonía, los católicos son minoría dentro de los cristianos. Aproximadamente el 80% de los cristianos son evangélicos, not least porque la Iglesia Católica lleva décadas funcionando esencialmente como una ONG en desmedro de sus obligaciones misioneras. Además, el 80% de los católicos viven en ciudades con parroquias y tienen una vida religiosa reglamentada. A ello hay que añadir que en EE.UU. viven varios miles de sacerdotes procedentes de países como Colombia, Ecuador, Brasil, etc. Dicho de otro modo: la posible escasez de sacerdotes en aldeas muy apartadas en esos países se podría resolver de otra manera.
Por lo que parece, la región amazónica está destinada a ser un laboratorio de experimentación para los católicos liberales y modernistas de Occidente, en particular de Alemania. Cabría plantearse si la sonrisa de la Iglesia de rostro amazónico no sería en realidad una tapadera para ocultar el viejo rostro de la Conferencia Episcopal Alemana.
Teóricamente, la solución a la crisis de la Iglesia en Alemania, Sudamérica y el mundo entero es mucho más fácil, pero en la práctica es mucho más difícil que eliminar el celibato y ordenar sacerdotisas. Digo mucho más fácil porque bastaría con que cada católico hiciera sacrificios personales y resistiera los errores del espíritu de la época actual.
A lo largo de sus dos mil años de historia, la Iglesia ha afrontado muchos desafíos, crisis y desviaciones del buen camino. Y la única forma en que siempre ha podido renovarse ha sido volver al magisterio verdadero. Esta vez no será de otra manera. Ha llegado la hora de determinar cuántos derroteros erróneos habrá de seguir todavía la Iglesia, cuánto más se destruirá, hasta que encontremos el camino de vuelta a la verdad, la doctrina y la Tradición.
Jeanne Smits
Por qué no aceptamos una revolución del papel de la mujer en la Iglesia
En una carta enviada conjuntamente el pasado diciembre por el cardenal Reinhard Marx y el profesor Thomas Stenberg, presidente del Comité Central de Católicos Alemanes, se invitó a los fieles a «»recorrer juntos un camino de transformación y renovación»». Todo partió del deseo de «hacer la Iglesia más segura» a raíz de los casos de abusos sexuales.
Junto con dicho camino de transformación, encaminado en una dirección única por la comisión que organiza el camino sinodal, uno de los cuatro temas principales fue el lugar de la mujer en la Iglesia y los ministerios eclesiásticos. ¿Qué tendrá que ver eso con los abusos sexuales al interior de la Iglesia? Poca cosa, a no ser que consideren que la presencia de mujeres en el presbiterio evitará que una minoría de pervertidos se sienta atraída hacia los jóvenes acólitos.
Mientras leía las conclusiones de la conferencia conjunta sobre el camino sinodal, me llamaron la atención los ataques directos a la doctrina de la Iglesia sobre el papel de la mujer. De modo explícito, la cuestión es adaptar la enseñanza tradicional, en el mundo entero, a lo que denominan teología científica, así como la idea general y la vaga idea de que la situación ha cambiado y hay que permitir a la mujer ocupe todos los puestos. Incluido el de diácono y tal vez hasta el sacerdocio.
En una época en que la ideología de género campa a sus anchas, puede parecer una buena idea proponer una forma de intercambiabilidad entre hombres y mujeres que a la larga llevaría a la ordenación de hombres y mujeres indistintamente de su sexo: el colmo de la confusión sexual.
Quieren unaIglesia con igualdad de género, que a sus ojos sería la única Iglesia verdadera. En la Iglesia a la que aspiran, las mujeres seguirían haciendo cosas que ya hacen, en muchos casos a las mil maravillas: dar clases de catecismo, comunicar la fe y el amor de Dios.
Pero desean también una Iglesia en la que ellas hagan cosas que no han empezado a hacer hasta tiempos muy recientes: participar activamente en la liturgia, administrar la Comunión, quizás predicar –como propuso hace poco el cardenal Marx– y administrar en general parroquias, diócesis y, quién sabe, dicasterios enteros. Si en el ejército hay mujeres que ejercen el cargo de general, ¿por qué no va a haber obispas? El único inconveniente es que contra la idea de que haya generalas no se puede discutir sin que te acusen de sexismo y discriminación. Da la impresión de que el camino sinodal alemán quiere meter a la Iglesia en una encerrona.
Hoy en día sería políticamente incorrecto burlarse de la mujer del párroco omnipresente en las congregaciones protestantes, pero en esencia parece ser que los reformadores sinodales quieran multiplicar en el seno de la Iglesia la cantidad de esas formidables señoras que tal vez disuaden a los hombres para que no sean fieles practicantes… Se habla incluso de un número mínimo de mujeres en puestos directivos o administrativos, como si la Iglesia no estuviera moldeada conforme al plan de la familia, sino en el mundo empresarial.
La profunda igualdad, pero también las profundas diferencias y la complementariedad entre hombre y mujer se han expresado a lo largo de los siglos a través de la honda sabiduría de la Iglesia, que quiere que los hombres sirvan a Dios como tales y las mujeres como mujeres. Los reformistas –mejor dicho, los revolucionarios– que quieren examinar y reevaluar el Evangelio y ver si es vinculante la negativa tradicional a la ordenación de mujeres afirman que en ello la iglesia se equivoca.
Como mujer, periodista –he sido directora y redactora-jefe de varias publicaciones– y católica, no puedo menos que expresar lo lamentable que me resulta esta actitud igualitaria. Es lamentable e incluso peligrosa para mi fe y para la Iglesia que amo, porque no le preocupa trastornar totalmente la Redención, la verdad y la belleza de las misiones respectivas de Nuestro Señor Jesucristo, Hijo de Dios, y de la más perfecta de las criaturas humanas, su Virgen Madre.
Ella no hizo hizo campaña para desempeñar una misión destacada. Dirigió nuestros ojos hacia su Hijo, y por ello sabía que todas las generaciones la llamarían bienaventurada. Estuvo al pie de la Cruz, no para inmolarse sino para ofrecer. Padeció con su divino Hijo para redimir a la humanidad, pero no sometió su cuerpo a los clavos ni a la lanza de los verdugos. Allí se le encomendó la misión de ser la Madre misericordiosa de todos nosotros. Su honor estaba en servir, así como ahora está en reinar sobre todo el Universo como reina hasta de los mismos ángeles. No puede haber mejor teóloga que Ella, que llevó al Logos en su pensamiento, en su corazón y en su vientre.
Creo que no puede haber mejor ejemplo, y es muy difícil de imitar, incluso para una mujer. Me apena que la Iglesia Católica Alemana intente restar importancia al fundamental papel que tradicionalmente ha desempeñado la mujer para que jueguen a ser hombres. Es injusto para los hombres, y lo es también para la mujer. Y ante todo, no es justo para con Dios, que delineó el papel de unos y otras desde el mismo principio, y concedió a la mujer el mismísimo primer lugar, en razón de la humidad de ella.
José Antonio Ureta
Las cinco imposturas pseudosinodales del camino alemán
El camino sinodal emprendido por la Conferencia Episcopal Alemana se desvía radicalmente del modelo que han seguido tradicionalmente los sínodos¹. Si no se frena a tiempo, está abocado al cisma. Ciertamente, el camino sinodal se apoya en cinco imposturas:
1. Impostura teológica
Dado que un sínodo diocesano normal tiene finalidades puramente pastorales y disciplinarias, las cuestiones de fe y de disciplina que trasciendan el nivel de lo diocesano quedan fuera de su competencia.² Los cuatro foros que se formaron para preparar el Sínodo (autoridad en la Iglesia, celibato sacerdotal, moral sexual y acceso de la mujer a los ministerios) se ocupan exclusivamente de las cuestiones prohibidas mencionadas. Es más, todo lo que se ha propuesto en cuanto a dichas cuestiones es en su mayor parte herético, en tanto que el pretexto aducido –escuchar lo que diga el Espíritu a la Iglesia a través de la la comunidad de creyentes– es igualmente herético por cuanto da a entender que la Divina Revelación se expresa y evoluciona con arreglo a las vicisitudes humanas.
2. Impostura eclesiológica
Con su ordenación y nombramiento, los obispos recibieron potestad para santificar, enseñar y gobernar. Como maestros, no sólo deben dar testimonio sino ser jueces de la verdad revelada, función que no pueden delegar en nadie cuando surge una controversia. Como pastores, poseen autoridad ordinaria, propia e inmediata sobre su grey. Esto incluye capacidad legislativa, la cual deben ejercer de modo personal y exclusivo sin que se les permita «legislar juntamente con otras personas, órganos o asambleas diocesanas».³ La labor de los participantes en un sínodo es, pues, meramente consultiva4, y más aún si se trata de simples seglares.
Contraviniendo esta carácter jerárquico de la Iglesia, el camino sinodal alemán equipara la Conferencia Episcopal de su país con el Comité Central de Católicos Alemanes (ZdK), al que se concedió igual capacidad y autoridad en cuanto al desarrollo y resultado del Sínodo. La naturaleza democrática del mismo es acentuada por los siguientes factores :
• la asamblea sinodal, máximo órgano deliberativo, estará compuesta, por el momento, de una mayoría de 122 laicos (entre ellos una mayoría de 70 mujeres) frente a apenas 105 clérigos (69 obispos, 32 sacerdotes y 4 diáconos).
• el sínodo estará presidido conjuntamente por los presidentes y vicepresidentes de la Conferencia Episcopal y el Comité Central de Laicos.
• los foros preparatorios estarán integrados por 10 miembros seleccionados por cada uno de estos organismos.
En resumidas cuentas, eso de sinodalidad no es más que una etiqueta fraudulenta destinada a lograr una democratización radical de la Iglesia.
3. Impostura sociológica
El camino sinodal alemán entiende que el Comité Central de Laicos es un cuerpo que representa a todos los fieles católicos. Resulta, por el contrario, que ZdK es una especie de parlamento, dos tercios de cuyos miembros son delegados de organizaciones católicas que no representan al católico ordinario de misa dominical, sino a lo que se conoce como Räte und Verbandskatholizismus, es decir, una especie de nomenklatura de apparatchiks de organizaciones radicales de corte liberal.5
4. Impostura metodológica
El camino sinodal utiliza como pretexto el informe MGH6 sobre abusos cometidos por sacerdotes en Alemania. Contradiciendo las pruebas y los estudios que demuestran la causa principal está en la laxitud moral y el colapso de la teología moral7, el mencionado informe pone la culpa en a la jerarquía de la Iglesia, el carácter sagrado del ministerio sacerdotal, la moral sexual católica y, de modo concreto, la condena de la homosexualidad. Dicho de otro modo: el camino sinodal considera como premisas indispensables las conclusiones a las que se pretende llegar.
5. Impostura humana
Desde hace cincuenta años, la corriente principal al interior de la Conferencia Episcopal Alemana trata de infiltrar en la Iglesia Católica herejías que promueven los adalides de la teología neomodernista germánica. En vez de reconocer con plena transparencia dichas herejías, los prelados alemanes se escudan tras los laicos y, so pretexto de sinodalidad, desean que el laicado se encargue totalmente de llevar a cabo la ruptura con la verdad de Cristo que está efectuando la nueva iglesia cismática que construyen siguiendo las huellas de Lutero. Pero el cardenal Marx y sus compinches se equivocan totalmente: aunque el papa Francisco aprobase las recomendaciones del camino sinodal alemán, los elementos vivos y dinámicos que conforman la Iglesia Católica alemana y las de todo el mundo no se dejarán engañar por sus artimañas y se las arreglarán para permanecer fieles a Nuestro Señor Jesucristo y su Iglesia.
Ciertamente, la Iglesia pertenece a Cristo, no a su Vicario. La verdadera sinodalidad se da en la Iglesia cuando pastores y fieles caminan juntos siguiendo las huellas del Buen Pastor y se guían por sus enseñanzas, en vez de distorsionarlas para seguir los vientos caprichosamente cambiantes del Zeitgeist .
1Durante varios siglos, se entendió por sínodo una reunión del clero de una diócesis para estudiar asuntos relativos al bienestar espiritual de la diócesis (V. Códigos de Derecho Canónico de 1917, c.356, y Código de 1983, c. 460). En su insuperable libro De Synodo diocesana, el pontífice canonista Benedicto XIV resume en estas sencillas palabras los objetivos y competencias de los sínodos diocesanos: depravata corrigantur; ignorantes instruantur; regulae morum formentur; provincial synodo decreta publicentur, esto es, corregir abusos, enseñar al que no sabe, promover una sana moral y poner en práctica las decisiones de los concilios generales y provinciales.
2«El Obispo tiene el deber de excluir de la discusión tesis o proposiciones —planteadas quizá con la pretensión de trasmitir a la Santa Sede “votos” al respecto— que sean discordantes de la perenne doctrina de la Iglesia o del Magisterio Pontificio o referentes a materias disciplinares reservadas a la autoridad suprema o a otra autoridad eclesiástica» (Congregación para los Obispos y Congregación para la Evangelización de los pueblos, Instrucción sobre los sínodos diocesanos, IV,4).
3 Íb., Apéndice. Por eso, «El Obispo ejercita, también en el desarrollo del sínodo, el oficio de gobernar la Iglesia encomendada: decide la convocatoria, propone las cuestiones a la discusión sinodal, preside las sesiones del sínodo; finalmente, como único legislador, suscribe las declaraciones y decretos y ordena su publicación» (Ibid., I. 1).
4Código de 1983, c. 466 y 467. La labor del sínodo diocesano se reduce a prestar ayuda al obispo de la diócesis expresando su opinión (ibid., c. 460).
5Mathias von Gersdorff, Understanding the Kerfuffle in the German Catholic Church
(https://www.lifesitenews.com/news/understanding-the-kerfuffle-in-the-german-catholic-church-interview-with-ma). En una carta abierta al cardenal Marx, George Weigel comentó: «Es como si el presidente Trump consultara con el canal noticioso Fox News o la presidenta de la Cámara Speaker Pelosi consultara con los redactores del New York Times» (https://www.firstthings.com/web-exclusives/2019/03/an-open-letter-to-cardinal-reinhard-marx).
6Se llama así porque lo elaboraron investigadores de las universidades de Manheim, Heildelberg y Giessen.
7Véase concretamente https://www.catholicnewsagency.com/news/full-text-of-benedict-xvi-the-church-and-the-scandal-of-
sexual-abuse-59639
John-Henry Westen
Vuestra Eminencia tiene las manos manchadas de sangre
Vuestra Eminencia, cardenal Reinhard Marx: con respeto y amor por vuestro cargo de obispo y cardenal, y como pasator que es, llamado a defender la grey de Cristo, con gran dolor y con mucha firmeza me veo obligado a dirigirle la palabra. Lo hago como padre de niños pequeños y como fiel laico. El amor a mis hijos y a los ajenos no me permite guardar silencio. En demasiadas ocasiones nos ha faltado últimamente la caridad y el valor para exhortar a nuestros pastores a fin de que no nos sobrevinieran mayores males. Por tanto digo:
Cardenal Marx, tomando prestadas las palabras de San Pablo, Vuestra Eminencia tiene las manos manchadas de sangre.
Cardenal Reinhard Marx: Vuestra Eminencia ha demostrado ser un lobo como aquellos que, según profetizó el Apóstol de los Gentiles, vendrían a devorar las ovejas hablando cosas perversas y arrastrando consigo a los discípulos (Hechos 20,29-30). Escribiendo a los corintios, San Pablo calificó a los pastores que son como Vuestra Eminencia de falsos pastores, falsos apóstoles, obreros engañosos que se disfrazan de apóstoles de Cristo (2ª a los Corintios 11,13).
Vuestras falsas enseñanzas sobre el aborto, el adulterio y la homosexualidad han pervertido a toda una generación de jóvenes católicos. Muchos de ellos realizan acciones abominables que claman venganza al Cielo, y que pondrán en peligro su alma y les harán también padecer en su cuerpo. Todo porque Vuestra Eminencia pretende tergiversar la verdad de Cristo en beneficio propio.
Vuestra Eminencia quiere codearse con la élite de este mundo. Habla de ayudar a los necesitados, pero luego se gasta más de veinte millones de dólares en reformar sus residencias de Múnich y de Roma. Habla de atender a quienes tienen tendencias homosexuales, y luego fomenta las mismas conductas que, como sabe, acarrean el sida y otras enfermedades mortales, y lo que es peor, la condenación eterna. Vuestra Eminencia tiene las manos manchadas con la sangre de ellos.
¿Cómo puede tener la osadía de bendecir actos que son perjudiciales para los cuerpos y para las almas?
Es un falso profeta como aquellos de los que nos advirtió San Pedro, el primer pontífice. Dijo que gente como Vuestra Eminencia introduciría herejías perniciosas, y que muchos seguirían su sensualidad y a causa de ellos sería blasfemado el camino de la verdad (2ª de Pedro 2,1-2).
Ha confundido la fe de nuestros hijos. Los padres católicos hemos venido a decirle que ha corrompido la fe de nuestros hijos, ha sido una piedra de tropiezo para ellos y los ha descarriado. Los ha encaminado al Infierno haciéndoles creer que vuestra falsedad es el camino de Cristo.
Arrepiéntase de su maldad, pues de lo contrario le espera el fuego del Infierno. Nuestro Señor advirtió que más valdría que le amarraran al cuello una rueda de molino y lo arrojaran al mar (Marcos 9,42).
¿Cómo puede tener el descaro de llamarse católico? Ha dicho que no quiere ser como una sucursal de Roma, y que Alemania emprenderá su propio camino sinodal. Sabe de sobra que en la Iglesia sólo hay un cuerpo y un Espíritu, un solo Señor, una sola Fe y un solo Bautismo, porque sólo hay un Dios y Padre de todos nosotros (Ef.4,4-6).
¿Cómo puede tener la desfachatez de profesar ser un fiel seguidor de Cristo cuando rechaza su plan para la sexualidad humana y trata de introducir en la Iglesia el espíritu de fornicación?
Todos sus hermanos en el clero alemán deberían saber que si se adhieren a vuestras herejías traicionan a Cristo. Ojalá todos los sacerdotes fieles de Alemania rechacen vuestras herejías y peleen el buen combate y guarden la Fe para que el Juez justo los premie (2ª a Timoteo 4,7).
Vuestra Eminencia sigue apoyando y dando la Sagrada Comunión a políticos católicos que promueven el aborto, y luego, cuando un católico fiel deja de dar a la Iglesia la contribución de sus impuestos le niega los sacramentos.
Vuestra Eminencia ha dado a los fieles un falso cristo y un falso evangelio, los cuales rechazamos, y nos adherimos a la Iglesia que es una, santa, católica y apostólica, y que predica la sana doctrina instando a tiempo y a destiempo, aunque sea lo contrario de lo que el mundo quiere oír (2ª a Timoteo 4,2).
Con todo, aun después de tanto daño como ha hecho a nuestra amada Iglesia y a nuestros hijos, esperamos que Vuestra Eminencia se convierta y rezamos por ello. Todavía está a tiempo para regresar a la vía de Cristo antes de comparecer ante el justo Juez (1ª de Pedro 4,17-18).
Cardenal Marx, escuche a Cristo: ¡Arrepiéntase y crea en el Evangelio! El verdadero Evangelio.
Hasta que se arrepienta, exhortaremos a los católicos a evitar a Vuestra Eminencia y no hacer caso de sus enseñanzas. Lutero describió con términos terribles y falsos la epístola de Santiago llamándola «impropia de un apóstol», pero esas palabras tan horrorosas describen a la perfección las acciones de Vuestra Eminencia.
Arrepiéntase y crea en el Evangelio (Marcos 1,15).
Roberto de Mattei
Exhortación a los católicos alemanes para que no paguen el
Kirchensteuer
Por la presente, exhorto a los católicos de Alemania a dejar de pagar el Kirchensteuer o dinero que se les descuenta de los impuestos para que con él sostengan su a la Iglesia. Es inadmisible que la única manera de eximirse de ese impuesto forzoso sea hacer una declaración obligatoria de abandono de la Iglesia seguida de una excomunión de facto.
La Conferencia Episcopal Alemana ha decretado que quienes hagan dicha declaración de apostasía ya no puede confesarse, recibir la Comunión ni la confirmación ni tampoco tener un funeral católico cuando se muera. Sin utilizar abiertamente la palabra excomunión, la Conferencia Episcopal castiga a todos los que abandonan la Iglesia por motivos económicos, excluyéndolos de la vida sacramental, lo que en la práctica equivale a la excomunión (canon 1331 § 1). Sólo se les puede readmitir a los sacramentos después de retractarse de su declaración y comprometerse a cumplir sus obligaciones económicas.
De acuerdo con el camino sinodal, los católicos divorciados que se han vuelto a casar que hacen su contribución a la Iglesia pueden recibir los sacramentos, mientras que los católicos observantes que se niegan a pagar tal impuesto son terminantemente excluidos de participar en la vida sacramental de la Iglesia. Herejes y cismáticos notorios, entre los que se incluyen sacerdotes y prelados, no son sancionados, en tanto que se aplica la excomunión a un acto que en el peor de los casos se puede calificar de desobediencia por parte de los laicos, contra lo cual el derecho canónico no tiene prevista pena alguna.
Es cierto que el deber de ayudar económicamente a la Iglesia forma parte de la Tradición católica y está recogido por el nuevo Código de Derecho Canónico en los cánones 222, §1 y 1260. Pero la Tradición de la Iglesia jamás ha considerado el incumplimiento de dicho deber un delito punible en sí, y el Código no estipula ninguna pena contra quien lo incumple.
A no ser que se entienda que lo que se castiga no es la negativa a pagar el impuesto, sino el abandono de la Iglesia Católica, equiparado al delito de cisma o apostasía, que el Código sanciona con la excomunión latae sententiae (canon 1364 § 1). Pero el Kirchenaustritt, para que tenga relevancia canónica, tiene que ser una decisión libre y consciente, no un acto al que se ve obligado, por motivos muy variados, quien no quiere pagar una contribución injusta.
Por su parte, el estado alemán contraviene su propia Constitución, que garantiza que no se discriminará a ningún ciudadano por motivos de religión. Un estado aconfesional no tiene derecho a entrometerse en la esfera privada de sus súbditos, porque sabe que la consecuencia de indicar a las autoridades eclesiásticas de su religión supondrá, o bien la imposición de un impuesto, o severas sanciones económicas. En este caso, las autoridades civiles hacen las veces de brazo secular de la Iglesia.
A su vez, la Iglesia sacrifica el derecho fundamental del cristiano a no ser objeto de injerencias del Estado en cuestiones relativas a la Fe y la moral, y vulnera la libertad religiosa de los propios fieles obligándolos a hacer una declaración pública de que dejan de pertenecer a la Iglesia por razones meramente económicas.
El criterio para pertenecer a la Iglesia Católica se funda en la fe que todo católico recibe con el Bautismo, y no se lo puede reducir al pago de una contribución. Sólo una institución fuertemente secularizada puede equiparar la pertenencia a la Iglesia con el pago de una cuota que se descuenta de los impuestos. La Iglesia alemana, económicamente rica, pero en lo espiritual cada vez más pobre, se muestra a los ojos del cristiano como un aparato y burocrático subordinado a la opinión pública y las autoridades civiles. Es más, quien subordina la vida sacramental al pago de un impuesto incurre en el pecado de simonía (Hechos 8, 5-24), o sea, la venta de bienes espirituales que ha caracterizado todas las épocas de graves crisis en la Iglesia.
Se conoce en la historia con el nombre de Kulturkampf (guerra cultural, n. del t.) la persecución de los católicos efectuada por el canciller Bismarck en las tres últimas décadas del siglo XIX. El teórico comunista Antonio Gramsci propuso por su parte un nuevo Kulturkampf contra la Iglesia Católica, sin imaginar que su plan de secularización de la sociedad lo llevarían a cabo obispos. La pregunta crucial que nos planteamos es: ¿puede un católico ser cómplice del proceso de descatolización de su propio país?
Comprendemos el doloroso problema de conciencia que supone. De todos modos, pagar el Kirchensteuer significa cooperar directamente con el proceso de secularización de la Iglesia en Alemania y en el mundo que los prelados alemanes promueven en el aspecto ideológico y sostienen en el económico. Pagar el Kirchensteuer significa, en este momento, sostener el camino sinodal.
Por dicha razón, negarse a contribuir económicamente a la Conferencia Episcopal Alemana no significa volver la espalda a la Iglesia ni tampoco abandonar la Fe católica, sino defenderla. El bien, no sólo de la Iglesia alemana, sino de la universal, nos motiva a hacer un llamamiento a los católicos de Alemania: dejen de pagar la Kirchensteuer! Ponemos esta exhortación a los pies de María, patrona de Baviera, protectora invencible de Alemania y Madre de la Iglesia.
Nota bibliográfica:
El estudio más convincente sobre la Kirchensteuer es obra del teólogo y canonista suizo monseñor Eugenio Corecco (1931-1995): Dimettersi dalla Chiesa per ragioni fiscali (3. Dimettersi dalla Chiesa per ragioni fiscali | Eugenio Corecco). El principal documento sobre el abandono de la Iglesia católica es el è L’actus formalis defectionis ab Ecclesia catholica publicado el 13 de marzo de 2006 por el Pontificio Consejo para los Textos Legislativos (Actus formalis defectionis ab Ecclesia catholica).
(Traducido por Bruno de la Inmaculada)