La Noche Oscura de la Iglesia

Después les dijo: «Cuando los envié sin bolsa, ni alforja, ni sandalias, ¿les faltó alguna cosa?».
«Nada», respondieron. El agregó: «Pues ahora el que tenga una bolsa, que la lleve; el que tenga una alforja, que la lleve también; y el que no tenga espada, que venda su manto para comprar una. Porque les aseguro que debe cumplirse en mí esta palabra de la Escritura: Fue contado entre los malhechores. Ya llega a su fin todo lo que se refiere a mí».
«Señor, le dijeron, aquí hay dos espadas». El les respondió: «Basta».
En seguida Jesús salió y fue como de costumbre al monte de los Olivos, seguido de sus discípulos.
Cuando llegaron, les dijo: «Oren, para no caer en la tentación».
Después se alejó de ellos, más o menos a la distancia de un tiro de piedra, y puesto de rodillas, oraba:
«Padre, si quieres, aleja de mí este cáliz. Pero que no se haga mi voluntad, sino la tuya».
Entonces se le apareció un ángel del cielo que lo reconfortaba.
En medio de la angustia, él oraba más intensamente, y su sudor era como gotas de sangre que corrían hasta el suelo.
Después de orar se levantó, fue hacia donde estaban sus discípulos y los encontró adormecidos por la tristeza.
Jesús les dijo: «¿Por qué están durmiendo? Levántense y oren para no caer en la tentación».
Todavía estaba hablando, cuando llegó una multitud encabezada por el que se llamaba Judas, uno de los Doce. Este se acercó a Jesús para besarlo.
Jesús le dijo: «Judas, ¿con un beso entregas al Hijo del hombre?».
Los que estaban con Jesús, viendo lo que iba a suceder, le preguntaron: «Señor, ¿usamos la espada?»
Y uno de ellos hirió con su espada al servidor del Sumo Sacerdote, cortándole la oreja derecha.
Pero Jesús dijo: «Dejen, ya está». Y tocándole la oreja, lo curó.
Lc. 22

El Jueves Santo por la noche, después de cenar con sus discípulos, después de instaurar la santa misa, después de instituir el sacramento del orden sacerdotal, Jesús se va a rezar al Huerto de los Olivos. Sus discípulos lo acompañan pero se quedan dormidos. Judas Iscariote, uno de los Doce, había salido del cenáculo para consumar la traición y vender al Maestro por unas monedas de plata.

Judas traiciona al Señor. Pedro niega tres veces que conozca a Cristo. Los demás discípulos huyen y se esconden por miedo.

Hoy se repite esa noche oscura. La Iglesia debe sufrir la misma Pascua que su Señor.

677 La Iglesia sólo entrará en la gloria del Reino a través de esta última Pascua en la que seguirá a su Señor en su muerte y su Resurrección (cf. Ap 19, 1-9). El Reino no se realizará, por tanto, mediante un triunfo histórico de la Iglesia (cf. Ap 13, 8) en forma de un proceso creciente, sino por una victoria de Dios sobre el último desencadenamiento del mal (cf. Ap 20, 7-10) que hará descender desde el cielo a su Esposa (cf. Ap 21, 2-4). El triunfo de Dios sobre la rebelión del mal tomará la forma de Juicio final (cf. Ap 20, 12) después de la última sacudida cósmica de este mundo que pasa (cf. 2 P 3, 12-13).

Hoy la Iglesia sufre la noche oscura de su Jueves Santo. También la Iglesia se angustia como el Señor. Y mientras tanto, los sucesores de los Apóstoles, en su inmensa mayoría, duermen. Callan y se esconden como cobardes infames. Son una vergüenza.

Otros son Judas y traicionan a la Iglesia y la venden al nuevo orden mundial, a los ricos y poderosos de este mundo, a los masones y a los comunistas; y lo hacen por un puñado de monedas. Son asquerosos traidores, felones, indignos y malditos. Y su fin está cerca. ¡Hijos de Satanás!

Estamos rodeados de cobardes y traidores. Unos se esconden y callan por miedo, porque son asquerosamente cobardes; los otros inventan una nueva iglesia que es la iglesia de Judas Iscariote: la iglesia que traiciona a Cristo, a su santa doctrina; la iglesia que desprecia los mandamientos; la iglesia que odia a Cristo. Es una iglesia de Satanás: no de Cristo. Es la iglesia de la Serpiente, de la Cola Serpentina.

“Porque llegará el tiempo en que los hombres no soportarán más la sana doctrina; por el contrario, llevados por sus inclinaciones, se procurarán una multitud de maestros que les halaguen los oídos y se apartarán de la verdad para escuchar cosas fantasiosas.” 2 Timoteo 4

Dice el Catecismo:

675 Antes del advenimiento de Cristo, la Iglesia deberá pasar por una prueba final que sacudirá la fe de numerosos creyentes (cf. Lc 18, 8; Mt 24, 12). La persecución que acompaña a su peregrinación sobre la tierra (cf. Lc 21, 12; Jn 15, 19-20) desvelará el “misterio de iniquidad” bajo la forma de una impostura religiosa que proporcionará a los hombres una solución aparente a sus problemas mediante el precio de la apostasía de la verdad.

La impostura religiosa está ante nuestros ojos. Estamos asistiendo al triunfo aparente de los impíos. Se está ofreciendo una solución ilusoria a los problemas del mundo al precio de la apostasía de la Verdad. Para dar esa solución aparente hay que dinamitar la moral de la Iglesia de Cristo, hay que decir que no hay pecados, que no hay infierno, que no hay condenación, que se puede comulgar en pecado mortal, que todas las religiones son iguales, que todos pueden comulgar y recibir el Sacratísimo Cuerpo de Nuestro Señor Jesucristo, abriendo las puertas a todo sacrilegio y toda blasfemia.

La Iglesia Católica, la Santa Iglesia de Cristo, tiene que ser despreciada, acorralada, encarcelada, torturada, humillada; tiene que recorrer el camino del calvario y cargar con la cruz. Y finalmente, debe ser crucificada, muerta y sepultada.

La Iglesia de Cristo debe morir como su Señor para resucitar con Él. Porque el poder del Infierno no prevalecerá. El Sagrado Corazón de Jesús triunfará y María, nuestra Madre, pisará la cabeza de la Serpiente y acabará triunfando sobre el poder de Satanás. Todo contribuye al bien de los que aman a Dios. Nosotros esperamos contra toda esperanza. Porque nuestra única esperanza es Cristo. Y Cristo es el Rey del Universo.

La Resistencia está en marcha. Hoy, 28 de septiembre, en Roma, en vísperas del Sínodo de la Amazonia, Acies Ordinata ha convocado una concentración en Castel Sant’Angelo para pedir al Señor que reúna a todos los combatientes de su Ejército contra los enemigos de Dios y de su Iglesia. Lucharemos y no nos rendiremos. Hemos vendido el manto y hemos comprado la espada. Somos soldados de Cristo. Combatimos bajo su bandera, que es la Santa Cruz. No tememos nada. El martirio sería nuestra gloria por la gracia de Dios.

¿Por qué nos ha tocado a nosotros vivir este momento de la Historia, estos tiempos de apostasía clamorosa? Cristo es el Señor de la Historia y Él nos ha dado la vida a nosotros para que seamos sus testigos en estos tiempos. Demos gracias a Dios por habernos escogido. Demos gracias a Dios siempre. Que nuestra vida sea para gloria de nuestro Creador, de nuestro Hacedor y Señor.

Ojalá el Señor acepte mi vida en reparación por tantos pecados y por la conversión de los herejes y apóstatas que quieren cambiar la Santa Iglesia de Cristo por la falsa iglesia de Judas Iscariote.

¡Oh Sagrado Corazón de Jesús, infinitamente compasivo con los desgraciados, ten piedad de nosotros, pobres pecadores, y concédenos la gracia de la santidad que te pedimos por medio del Inmaculado Corazón de María, nuestra Madre.

 

¡Viva Cristo Rey!

 

 

Pedro L. Llera, InfoCatólica – 28 de septiembre 2019

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