No podemos dejar de comparar a la activista sueca Greta Thunberg, de 16 años, con la francesa Juana de Arco de 17. La primera, representante de una religión (porque se trata de un credo) pagana, así como portavoz de ideologías y de mentiras, la otra testigo de la religión revelada por Jesucristo, portadora de paz y libertad en Cristo. Greta es una niña débil, que padece una patología perenne, el síndrome de Asperger (incluido entre los trastornos del espectro autista), que le causa disturbios obsesivo-compulsivos, mutismo selectivo, déficit de atención/hiperactividad. Manipulada por gigantescos lobbies de poder y por padres que consienten que suba al escenario del espectáculo (su madre es la cantante de ópera Malena Ernman, su padre el actor Svante Thunberg), Greta es, hablando en términos realistas, una víctima de la política globalista y ecologista, un instrumento publicitario para magnates que lideran corrientes progresistas y modas rentables.
El 23 de septiembre, la joven menor de edad, vegana como sus padres, fue recibida con una ovación en el olimpo pacifista de la ONU, donde lanzó el Youth Climate Summit al lado del secretario general Antonio Guterres (fue miembro del Partido Socialista portugués y presidente de la Internacional Socialista) con el anuncio bombástico que tuvo eco mediático en todas partes: «Ayer, millones de personas en todo el mundo, especialmente los jóvenes, marcharon y pidieron verdaderas acciones respecto al clima. Hemos demostrado que estamos unidos y que nosotros los jóvenes somos imparables.». Greta representa a las autoridades civiles laicas proyectadas hacia la esclavitud de los pueblos, sometidos a poderes más dedicados a la muerte (aborto masivo – eutanasia masiva – drogas liberadas – familias desarticuladas – teoría de género) que a la vida; pero también imagen de ideologías eclesiásticas que apoyan las del mundo, como demuestra plásticamente la encíclica Laudato si’ del Papa Francisco del 24 de mayo de 2015, solemnidad de Pentecostés, hecha pública el siguiente 18 de junio. El Papa Bergoglio se hace intérprete de una «eco-teología» basada en el valor absoluto del medio ambiente y de su preservación en armonía con los valores tardo-modernos y tardo-capitalistas, es decir, la biodiversidad como patrimonio universal a preservar, en orden a dirigir a la Iglesia a una alianza en la «guerra «santa» contra los cambios climáticos y las fallas de la modernización. […] la que estaría surgiendo constituye un giro radical post-cristiano, donde el materialismo práctico y ateo de las nuevas multitudes no parece ser un problema«(F. Cuniberto, Madonna Poverty. Papa Francesco e la rifondazione del Cristianesimo, Neri Pozza, Vicenza 2016, p. 87).
Después de su reunión con el Papa en la Plaza de San Pedro el último 18 de abril, Greta declaró a Avvenire: «El Papa Francisco es el primer líder mundial que enfrenta la aguda crisis climática. Esto es más que importante. Estamos naturalmente del mismo lado, dado que compartimos un objetivo común para proteger al planeta y al mundo natural». El próximo Sínodo de carácter político sobre el Amazonas forma parte de este proyecto del Vaticano dirigido a una Iglesia inmanente e interreligiosa, como se lee en el § 13 del documento preparatorio del Sínodo, titulado Amazonia: nuevos caminos para la Iglesia y para una ecología Integral porque: «llamada a profundizar su identidad relacionándose con la realidad de los territorios en los que vive y a hacer crecer su espiritualidad poniéndose a la escucha de la sabiduría de los pueblos que la componen. Por esta razón, la Asamblea Especial para la Región Panamazónica está llamada a identificar nuevos caminos». Así, la Iglesia, fundada sobre San Pedro, está vigorosamente llamada a ser evangelizada por pueblos que no creen en Cristo, herejes y paganos porque «en su concepción dialógica de la vida social, son movidos por el Espíritu Santo. Es por eso que el Papa Francisco afirmó que ´es necesario que todos nos dejemos evangelizar por ellos´ y por sus culturas, y que la tarea de la nueva evangelización requiere prestarles nuestra voz en sus causas […] En consecuencia,, sus enseñanzas podrían indicar la orientación de las prioridades para los nuevos caminos de la Iglesia en la Amazonía»(Ibíd.). Tal como están las cosas en la actualidad, es normal que aquello que Greta representa sea lo que el Papa Francisco quiere, orgullosamente amigo de lo que está fuera de la Fe.
La joven testigo Juana de Arco (1412-1431), analfabeta, que dejó la casa paterna para cumplir exclusivamente la voluntad de Dios, es lo opuesto a Greta Thunberg. Desde que tenía trece años se sintió divinamente facultada para liberar a Francia del dominio inglés. Su misión le fue revelada a través de «voces celestiales», como ella misma las definió, a menudo acompañadas por un resplandor y de las visiones del Arcángel Miguel, de Santa Catalina de Alessandria y de Santa Margarita de Antioquia. Se transformó en un paladín de la Verdad revelada para un objetivo en conformidad con las leyes de Dios. La Iglesia, durante ese período, atravesaba la profunda crisis del gran cisma de Occidente, que duró casi 40 años. Cuando Catalina de Siena (1347-1380) murió, había un Papa y un antipapa; cuando nació Juana, en enero de 1412 (se dice que en el día de la Epifanía, pero la cronología es incierta), había un Papa y dos antipapas. Junto con este desgarro del solio pontificio, existían continuas luchas fratricidas entre los pueblos europeos, la más dramática de las cuales fue la «Guerra de los Cien Años» entre Francia e Inglaterra, que comenzó en 1337 y terminó, con pausas intermedias, en 1453. Guerras, carestía, pestilencias, herejías postraron a Europa.
Era la época de las pesadillas, donde en el imaginario colectivo las auténticas manifestaciones místicas se entrelazaban con la magia y la brujería, mientras que el mundo real de sufrimiento y muerte sangrienta se sobreponía con fantasías demoníacas pobladas por monstruos y bailes macabros. En este clima de opresión, conspiraciones y usurpadores, de confusión en la Iglesia y en las naciones, Juana, nacida en Domrémy (hoy Domrémy-la-Pucelle), en el departamento de los Vosgos, en la región de Lorena, el 22 de marzo de 1429, martes de Semana Santa, escribe una carta llena de fuego y de gracia: «¡Jesús, María! Rey de Inglaterra y tú duque de Bedford, que te llamas a ti mismo Regente del reino de Francia, tú Guillermo de La Poule, conde de Suffolk, Juan señor de Talbot, y tú Thomas señor de Scales, que te dices lugarteniente del duque de Bedford, rendid justicia al Rey del cielo. Entregad a la Doncella que fue enviada aquí por Dios, el Rey de los Cielos, las llaves de todas las buenas ciudades que habéis tomado y violado en Francia». Y una adolescente, sin ninguna ONU, poderes fuertes ni mass media de su parte, se convirtió en un condotiero. Vistiendo trajes y armaduras masculinas y cortándose el cabello, sostenía el estandarte en el cual estaba pintado Cristo Rey, flanqueado por dos ángeles, con las palabras «Jesús María» y asumió la conducción del ejército real.
Juana venció al dominio extranjero por la voluntad de Dios y logró infundir audacia y esperanza en los soldados. Pero los historiadores están de acuerdo en reconocerle el mérito de haber alejado junto con los invasores también al Protestantismo. Sin embargo, las tropas inglesas la tomaron prisionera en Compiègne el 23 de mayo de 1430 y, dos días después, la Universidad de París solicitó que la Inquisición la juzgara como una bruja. Esta solución le complació mucho al Duque de Bedford porque le permitió desacreditar a Carlos VII, quien aparecería como quien debía la conquista del trono a los poderes infernales.
La Iglesia de los hombres fue enemiga de aquella que, siempre equipada no con una espada sino con el estandarte de Cristo, martirizó con sus propias manos. El 9 de enero de 1431, el Obispo Pierre Cauchon (1371-1442) abrió el proceso en Ruan en el castillo de Le Bouvreuil, fortaleza de Richard Beauchamp (1382-1439) quien, Conde de Warwich y Gobernador de la ciudad desde 1427, tenía consignas precisas del soberano Enrique VI (1421-1471). Entre los asesores convocados, seis provenían de la Universidad de París, además estaban presentes unos sesenta prelados y abogados eclesiásticos, entre los cuales, por encima del Colegio Judicial, el Cardenal de Winchester, Henry Beaufort (1374-1447), tío abuelo y Canciller de Enrique VI. El proceso inicuo, en el que Juana demostró una seguridad y un coraje increíbles (sus extraordinarias respuestas en las audiencias del juicio que fue una farsa lo demuestran), duró del 20 de febrero al 24 de marzo de 1431. La acusada era culpable de idolatría, herejía, cisma y apostasía. Fue abandonada al brazo secular. El 30 de mayo de 1431 fue quemada viva en la plaza del Vieux-Marché de Ruan. Cayó de rodillas, invocó a Dios, a la Virgen María, al Arcángel San Miguel, Santa Catalina de Alejandría y Santa Margarita de Antioquía. Pidió perdón y perdonó a todos, incluso a sus verdugos, y pidió una cruz, entonces, un soldado inglés compasivo, tomó dos ramas secas y las ató para formar una, que ella apretó contra su pecho. El inquisidor dominico Isambart de La Pierre Ladvenu se apresuró a tomar la cruz de madera de la iglesia y la colocó frente a ella. El fuego subió rápidamente y Juana pidió primero el agua bendita, luego, golpeada por las llamas, gritó en voz alta: «¡Jesús!». Murió a los diecinueve años. Según el testimonio de de La Pierre, por mucho azufre, aceite y carbón que arrojara sobre la leña, su corazón no ardió en la hoguera. Los restos de la mártir fueron arrojados al Sena. Una estatua de Santa Juana de Arco está colocada en la catedral de Winchester, frente a la tumba del Cardenal Beaufort, quien jugó un papel decisivo en el trágico proceso. En 1456 fue proclamada solemnemente la rehabilitación de la joven, mientras que en 1910 fue beatificada por San Pío X (1835-1914) y canonizada en 1920 por Benedicto XV (1854-1922).
El éxito falaz y caduco en la tierra de Greta Thunberg, envuelto en sentimientos sin sentido por quienes lo usan para sus objetivos materialistas y/o panteistas, es diametralmente opuesto a la gloria sobrenatural de Santa Juana de Arco, quien fue asesinada en la tierra por la voluntad eclesiástica. Pero su sacrificio salvó a un pueblo y su civilización, la que fuera fundada basándose en la Santa Iglesia Romana. Dio testimonio, con inmensa caridad, voluntad indefectible, perfecta humildad, pureza cristalina, de la vida según el Evangelio y manifestó públicamente su Fe en la Santísima Trinidad, revelando concretamente la presencia de Dios en la historia. Nosotros, por lo tanto, hombres y mujeres del siglo XXI, tenemos la opción: seguir el testimonio, construido artificialmente en un escritorio, Greta Thunberg, mito de una falsa creencia ahora de moda, o seguir la eterna Verdad de Jesús, de la que dio testimonio la auténtica y libre heroína Juana de Arco.
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