Introducción
1. Dado que la liturgia es la fuente y culminación de la vida cristiana[1], constituye un medio indispensable, y a la vez un fin, para llevar a los niños a entender mejor su vocación cristiana. En el presente informe sostendremos el particular valor que tiene el Rito Extraordinario en dicho cometido, de lo cual pueden dar fe, no sólo la experiencia de generaciones que nos precedieron, sino los católicos que siguen actualmente el Rito Tradicional. Las familias de los cuales, como señaló el cardenal Darío Castrillón Hoyos, «es frecuente que hayan sido bendecidas con numerosos hijos»[2]
2. La influyente guía para las misas con niños, publicada en 1973 por la Congregación para el Culto Divino, indica:
Al criar a los hijos en la Iglesia surge una dificultad particular: las celebraciones litúrgicas, y sobre todo la Eucaristía, no pueden ejercer plenamente su capacidad pedagógica sobre los niños. Si bien actualmente es posible emplear la lengua vernácula en la Misa, las palabras y los gestos no se han adaptado en medida suficiente a la capacidad de los niños.
Es más, aun en su vida diaria, los niños no siempre entienden todas las experiencias que viven con los adultos, y hasta pueden encontrarlas aburridas Por consiguiente, no se puede exigir a la liturgia que todo les resulte inteligible. No obstante, si a lo largo de los años los niños viven en la Iglesia experiencias repetidas que apenas si pueden entender, se teme causarles un daño espiritual. Estudios psicológicos recientes han revelado que en gran medida los niños forman su carácter mediante sus experiencias religiosas de la infancia, debido a la particular receptividad para las cuestiones religiosas propia de sus primeros años.[3]
3. La guía propone en particular adaptar los textos litúrgicos para los niños, y recalcar los «valores humanos»[4] en vez de las realidades sobrenaturales, en vista que les resultan más fáciles de entender a los niños. En el Rito Extraordinario no es posible hacer tales adaptaciones, por lo que propondremos otras formas de solventar el problema.
Los niños y la comunicación verbal
4. El Rito Extraordinario no tiene por finalidad ser entendido de un modo verbal; en el caso de los niños, desde luego, es incomprensible. Al contrario, su finalidad principal no es que se entienda lo que se dice.
5. Así pues, el silencio durante el Canon establece una comunicación sumamente eficaz con los feligreses sin que medien palabras[5]. Si bien es cierto que, como dice la guía, los niños carecen de experiencia para interpretar los signos empleados en la liturgia, el ambiente creado por el silencio del Canon, los gestos del sacerdote, el uso del incienso y la campanilla y la respuesta del resto de los fieles a todo ello, como conjunto de signos, es singularmente adecuado para transmitir incluso a niños muy pequeños la solemnidad, santidad e importancia de lo que tiene lugar en el altar.
6. En conjunto, y sobre todo cuando se celebra en sus formas más solemnes, e idealmente en el contexto de un templo ornamentado como corresponde a la Tradición y con el acompañamiento de música sacra bien interpretada, el Rito Extraordinario brinda una experiencia inmensamente rica y atractiva, que crea mucho ambiente y tiene un gran impacto simbólico para todos los sentidos.
7. Como el Rito Extraordinario prioriza las formas no verbales de expresión, resulta más accesible para los niños, así como para las personas menos instruidas en general. Naturalmente, todavía les queda mucho que aprender sobre la liturgia mediante una catequesis; pero en el contexto del Rito Extraordinario, la eficacia comunicativa de las ceremonias se vería reducida en vez de aumentada si éstas se simplificaran o se hicieran objeto de comentarios improvisados. La teórica de la pedagogía María Montessori aconsejaba: «La enseñanza de la Misa no se debe confundir con la participación en ella».[6]
Transmisión de las realidades sobrenaturales
8. Con relación al tema de los valores humanos y cristianos, la Guía tiene por objeto impedir que los niños se aburran al no entender. Para ello, propone encauzar su atención hacia temas que les resulten más comprensibles[7]. Ahora bien, la experiencia ha demostrado otro peligro: que se aburran porque se les ofrecen banalidades. Lo que resulta más atractivo para los niños es lo que los intriga: como en los cuentos tradicionales, tiene que haber algo más profundo de lo que se entienda a primera vista, que les haga pensar que lo entenderán mejor si prestan atención. Con respecto a la última sección, entender no significa en este caso ser capaz de expresar, ya que muchas de las experiencias más importantes que vivimos no se pueden expresar plenamente, y a veces en modo alguno. Louis Bouyer señaló:
La finalidad principal de la liturgia no consiste en enseñar tal o cual lección mediante una fórmula determinada, sino brindar a los fieles, sin que éstos tengan muy clara conciencia de ello, un estado de ánimo que si explicara no llevaría ningún fruto.[8]
9. Estas observaciones nos ayudan a imaginar cómo percibirían los niños las experiencias litúrgicas y paralitúrgicas en que participaban en las Escrituras. Como asistir a la lectura solemne de la Ley[9], las penitencias públicas[10], ser bendecidos por el Señor[11] y proclamar la realeza de Jesús cuando entró en Jerusalén[12].
10. Aquellos niños no habrían sido capaces de exponer el sentido teológico de dichas experiencias. Con todo, las habrían entendido a un nivel apropiado para su edad, gracias a la particular receptividad de la que habla la Guía. Captarían la inmensa solemnidad de la Ley, el dolor de corazón en la penitencia, la santidad de Cristo y el amor con que los abrazaba y bendecía, así como el gozo y esperanza esjatológicos de la entrada en Jerusalén.
11. Asimilar estas ideas podría influir tremendamente en ellos para transformarlos. Además, el Señor no sólo defiende la participación de los niños en dos ejemplos que podemos leer en el Nuevo Testamento, sino que hace de ellos el modelo de quienes reciben el Reino y hace de ellos instrumento de Dios para aclamar al Salvador.[13]
12. Aquellas experiencias tienen un paralelo en la vivencia de los niños que asisten hoy en día al Rito Extraordinario. Nos hacen recordar la observación de S. Juan Pablo II sobre el latín, que «con su dignidad ha suscitado un profundo sentido del Misterio Eucarístico».[14] Y ese sentido no es exclusivo de los feligreses adultos.
13. Asimismo, ayudan a resolver la duda de si es preferible no llevar a los niños pequeños a la iglesia[15], como se ha hecho en algunas épocas[16]. Presenciar la liturgia aporta gracias a los niños, así como la oración ante el Santísimo Sacramento, la comunión espiritual, el uso del agua bendita, la veneración ocasional de reliquias después de la Misa, las numerosas bendiciones que forman parte de la liturgia[17] y el hecho de encontrarse en un edificio consagrado y rodeados de imágenes bendecidas.
Formalidad e informalidad litúrgica
14. Una diferencia importante entre los ritos ordinario y extraordinario es el papel que desempeña la formalidad en ellos. En el Extraordinario hay mucha solemnidad en el santuario; sin embargo, los fieles no están atados a unas reglas estrictas en cuanto a postura corporal; hay poca, por no decir ninguna reacción[18]. No sólo eso: como reiteró Pío XII, los fieles pueden rezar otras oraciones si quieren.
15. El Rito Ordinario, sobre todo de cara a los niños, deja lugar para numerosas opciones y permite bastante espontaneidad en lo que se hace y se dice, pero con frecuencia se procura imponer un comportamiento más complejo a los fieles, dándose con gran detalle instrucciones en cuanto a postura, respuestas y gestos.
16. El carácter estructurado y conocido de los textos y ceremonias del Rito Extraordinario permiten familiarizarse con unos ritos sumamente expresivos y efectistas. A su vez, el ambiente poco exigente de la nave impone menos exigencias en cuanto a conducta, sobre todo a los niños pequeños: no hay que obligarlos a realizar muchos movimientos o gestos que no entiendan ni interrumpir una participación más contemplativa y llena de sentido en la liturgia por parte de ellos.
Conclusión
17. En general, los fieles que gustan del Rito Extraordinario son muy conscientes del deber de proporcionar a sus hijos la catequesis que necesitan[19], la cual incluye explicaciones oportunas sobre la liturgia y la práctica constante de la oración en familia, que es a la vez una preparación práctica y espiritual para la liturgia al inculcarles los hábitos de la concentración y el silencio.
18. De todos modos, las explicaciones sobre la liturgia no sirven de mucho si no se tiene contacto con ésta, siendo además la propia liturgia la que tiene la capacidad de transformar a nuestros hijos, como suprema «escuela de oración»[20] y como oportunidad especial de obtener gracia y reflexionar sobre la liturgia eterna del cielo.
19. Se ha observado con frecuencia que en las celebraciones del Rito Extraordinario los niños tienden a no hacer mucho ruido, ya se trate de niños muy pequeños que juegan calladitos durante la Misa o de niños mayores que asistan en silencio. Es algo que se puede observar incluso en niños muy pequeños que asisten por primera vez a este rito. Y no tiene nada de sorprendente, porque los niños pequeños no son muy conscientes de la necesidad de guardar silencio cuando están en un ambiente que de por sí no es silencioso.
20. Por los motivos expuestos, llevarse a los niños durante una parte de la Misa para que participen en actividades paralitúrgicas no es propio del Rito Extraordinario.[21] Lo ideal es, por el contrario, que los niños asimilen la liturgia y vean en adultos a los que conocen y respetan (idealmente sus propios padres) modelos a imitar durante la Misa. Y además, pone de relieve algo esencial para mantener el interés de los niños mientras crecen: que la liturgia no es algo que se deja atrás al llegar a la edad adulta, sino una actividad propia de adultos.
21. Algo inevitable es que no es fácil cuantificar el éxito del Rito Extraordinario con los niños. Lo que sí es evidente es la gran cantidad de vocaciones que nacen en las feligresías que participan de dicho rito. Como mínimo, demuestran claramente cuánta razón tenía el papa Benedicto cuando afirmó «también personas jóvenes* descubren esta forma litúrgica, se sienten atraídas por ella y encuentran en la misma una forma, particularmente adecuada para ellas, de encuentro con el misterio de la Santísima Eucaristía.»[22]
Apéndice A: Qué se puede hacer para que los niños se aficionen al Rito Extraordinario
Hemos señalado en el presente informe que no se puede adaptar el Rito Extraordinario para los niños de la misma forma que es posible con el Ordinario, mediante textos seleccionados o redactados expresamente para ello, así como que no es propio del Extraordinario llevarse a los niños durante una parte de la Misa para que participen en una liturgia infantil. Al contrario, prepararlos ante todo cuando no están en la iglesia les ayuda a asistir en silencio y entender su estructura y sus símbolos. Es bastante legítimo preguntarse qué se puede hacer durante la liturgia misma cuando hay niños presentes para ayudarles, no sólo por parte de sus padres y maestros, sino también de la feligresía y el celebrante.
En primer lugar hay que señalar que existen numerosos libros, algunos de ellos publicados antes del Concilio Vaticano II y otros de más reciente redacción, con lindas ilustraciones, oraciones sencillas y explicaciones breves que están pensados para que los niños puedan seguir la Misa de antes, tanto como medio de catequesis como durante la Misa misma.
Desde un punto de vista pastoral, la consideración más importante puede ser simplemente cuál es el momento ideal para asistir a la Misa. La capacidad de concentración de los niños pequeños, así como su buena conducta, se ven afectadas por sus necesidades alimenticias y de dormir (ya sea por la mañana temprano, a primeras horas de la tarde o al atardecer). En las Misas celebradas a las horas de las comidas será inevitablemente más difícil. Es importante recalcarlo, porque en muchas parroquias la Misa Extraordinaria se celebra durante algún hueco entre las celebraciones del Rito Ordinario, y por consiguiente a una mala hora. Y como es sabido que el Rito Extraordinario atrae mucho a las familias con niños pequeños, la cuestión reviste mucha importancia.
Con relación a lo que dijimos de ambiente poco exigente de la nave en el Rito Extraordinario, los sacerdotes tienen que ser sensibles a la necesidad que tienen los niños pequeños de moverse, por ejemplo en la parte de la entrada de la iglesia, así como que de vez en cuando algún bebé o niño chiquito tenga que ser sacado del templo por uno de sus progenitores. Las imágenes, retablos y pinturas que suelen abundar en las iglesias pueden ser de mucha utilidad para captar el interés de niños que no sean aún lo bastante mayorcitos para participar plenamente o durante mucho rato no se aparten del ambiente religioso general de la liturgia, todo ello de una manera que no habría sido extraña para nuestros antecesores del rito latino y sigue siéndolo para nuestros hermanos de rito oriental. Es decir, que es preferible que durante la Misa los niños contemplen estatuas o iconos que inspiren devoción en vez de que se distraigan pensando en cosas mundanas.
En el informe hemos hablado también de la música sacra. No hay necesidad de adaptar dicha música a la sensibilidad particular de los niños. Los niños pequeños carecen de prejuicios musicales, y no tardan en asociar los estilos sagrados tradicionales con la liturgia, con lo cual al oírlos se reforzará de inmediato el ambiente reverente y podrán concentrarse mejor y poner más devoción. Los niños mayores son más que capaces de cantar ordinarios de Misa gregorianos, aunque lo ideal es prepararlos antes de la Misa. Los niños que asisten a Misas semanales con canto gregoriano, y quizás también con polifonía sacra, tendrán la oportunidad de desarrollar el gusto por una música sacra que está al alcance de pocos adultos católicos. Proporcionarles música bien interpretada y verdaderamente litúrgica durante la Misa compensará con creces el tiempo y esfuerzo dedicado a ello, y no hablemos ya del efecto duradero que tendrá en los niños.
Por último, no podemos desestimar la importancia del servicio del altar por parte de los niños pequeños. Se observa con frecuencia que a los niños les cuesta bastante quedarse sentados por mucho rato, pero al mismo tiempo aprecian la disciplina y los ritos. Ayudar a Misa, aunque sea de forma ocasional, les brinda una oportunidad de aprender sobre las ceremonias y desarrollar la piedad innata, y es además un importante semillero de vocaciones.[23]
Apéndice B: Lo que dice el P. Bryan Houghton de los niños y la Misa
Tomado de su novela Mitre and Crook.[24] El protagonista, obispo, habla de su infancia, anterior a la reforma litúrgica:
«Aprendí a rezar en las rodillas de mi madre. Y sigo rezando las mismas oraciones cada noche. Pero aprendí lo que es la oración cuando me llevaban a rastras a Misa los domingos. Entonces papá y mamá se transformaban. No se hablaban, ni siquiera se miraban. Generalmente mamá toqueteaba las cuentas de un rosario. Papá pasaba de vez en cuando las páginas de un ejemplar de El jardín del alma, que todavía utiliza un sobrino mío. MI hermana mayor Gertrude, que profesó como monja benedictina, estaba arrodillada más derecha que una vela con los ojos casi siempre cerrados. Si yo miraba a mi alrededor pasaba lo mismo con nuestros demás parientes y vecinos. Lo más curioso era que nadie me prestaba la menor atención. Una vez intenté treparme a la espalda de mi padre; entonces me bajó y me puso bajo el banco. Aquello también era muy raro: aunque llevaba puesto mi traje de los domingos, me dejaban gatear por el piso con tal de que no hiciera ruido. Y como yo era un chiquillo raro, comprendía que pasaba algo importante.
»En el presbiterio se encontraba el P. Gray, que era un señor mayor bastante serio. Cuando venía de visita a casa yo me escondía en el cuarto de baño. En la Misa vestía unos ropajes coloridos y brillantes que me recordaban a una mariposa. La mayor parte del tiempo no decía ni pío. Miraba para el otro lado y les prestaba tan poca atención a mis padres como a mí.
»No creo que fuera un niño muy precoz, pero desde luego tenía pocos años cuando caí en la cuenta de que todas aquellas personas rezaban sin recitar oraciones como yo. Los niños imitan por naturaleza, y yo también quería rezar sin recitar oraciones. Me sinceré con mi hermana Gertrude, y me dijo: «Tú estáte calladito como un niño bueno, que eres muy pequeño para arrodillarte. Ten las manos quietas, sobre los muslos. Procura no volver la cara, y si puedes ten los ojos cerrados. Y di Jesús bajito, despacio y sin parar. Cuando yo te haga una señal, di conmigo ‘Señor mío y Dios mío'»»
Yo diría que, mutatis mutandis, fue así como todos aprendimos a rezar. A lo que voy es a que nuestra escuela de oración fue la Misa. Nos enseñó a ser humildes, desprendidos y recogidos y a adhere a la Divina Presencia. Los fieles sencillos también hacían oración a lo largo de su vida con la Misa. Aunque no supieran mucha teología, rezaban de una forma en que no la hacen en muchos casos los teólogos. Es más, los más sencillos feligreses me superaban en vida de oración y en santidad.»
[Traducido por traduccion JEF. Artículo original.]
[1] Concilio Vaticano Segundo: Constitución sobre la Sagrada Liturgia, Sacrosantum Concilium: 10, 14
[2] Latin Mass Magazine, mayo de 2004, entrevista con el cardenal Darío Castrillón Hoyos
[3] Congregación para el Culto Divino (1973) Directory for Masses with Children 2: ‘Quoad pueros in Ecclesia educandos peculiaris difficultas ex eo oritur, quod celebrationes liturgicae, praesertim eucharisticae, vim innatam paedagogicam in pueros plene exercere non possunt. Quamvis nunc in Missa sermonem patrium adhibere liceat, tamen verba et signa captui puerorum non satis aptata sunt.
‘Re quidem vera pueri etiam in vita sua cotidiana non semper omnia intellegunt, quae cum adultis experiuntur, quin iis ex hoc taedium oriatur. Inde nec pro liturgia postulari potest ut semper omnia et singular iis intellegibilia esse debeant. Tamen damnum spiritale timendum est, si pueri per annos in Ecclesia iterum iterumque vix comprehensibilia experiantur; recens enim psychologia probavit, quam profunde pueri experientia religiosa infantiae et primae pueritiae formentur vi capacitatis religiosae singularis, qua gaudent.’ Directory for Masses with Children 9.
[4] Directory for Masses with Children 9. La frase es ‘valores humani’, en contraposición con ‘valores christiani’.
[5] V. Pope Benedict XVI (Joseph, Cardinal Ratzinger) El espíritu de la liturgia (Madrid, Ediciones Cristiandad, 2001) p215-6: ‘Quien personalmente haya sido testigo de esa unidad de la Iglesia en el silencio de la plegaria eucarística, ha experimentado lo que es el silencio lleno de contenido: un silencio que muestra, al mismo tiempo, un grito fuerte y penetrante que se dirige a Dios, una oración llena de espíritu. Aquí verdaderamente todos rezan el canon, si bien mediante esa unión con el cometido particular del oficio sacerdotal. Aquí todos estamos unidos, asumidos por Cristo, guiados por el Espíritu Santo en la oración común ante el Padre, que es el sacrificio verdadero: el amor que reconcilia y une el mundo con Dios.’ See FIUV Positio 9: Silence and Inaudibility in the Extraordinary Form.
[6] Maria Montessori, The Mass Explained to Children (Kettering OH: Angelico Press, 2015) p4 (first published in 1933). Cf. ‘Los adultos siguen considerando necesario interferir de forma directa y continua, a fin de evitar que molesten; y los maestros piensan que el niño es incapaz de portarse bien sin su exhortación y ejemplo.’ Estas observaciones obedecen a una actitud fundamental en la filosofía educativa de Montessori: ‘La contribución fundamental al desarrollo, sobre todo de los niños de tres años, consiste en no interferir. Interferir interrumpe la actividad y evita la concentración.’ (Maria Montessori: The Child, Society and the World: Unpublished Speeches and Writings (Clio Press, 1989) p.16.
[7] La cuestión del aburrimiento (‘taedium’) es recurrente en la guía. Además del aburrimiento por no entender (2), se habla de aburrimiento de oír a una misma persona leer gran cantidad de textos (24), y hasta del ‘peligro de aburrimiento’ (‘periculum taedii’) en la asistencia diaria a Misa. Por las razones expuestas en el informe, no se da el mismo problema en el Rito Extraordinario, según la experiencia de las familias que lo frecuentan habitualmente.
[8] The Memoirs of Louis Bouyer: from youth and conversion to Vatican II, the Liturgical Reform, and after, trad. de John Pepino (Kettering OH: Angelico Press, 2015) p..67.
[9] Deuteronomio 31, 12 (por orden de Moisés): ‘Congregarás el pueblo, los hombres y las mujeres, los niños y los extranjeros que moran dentro de tus puertas, para que oigan y aprendan a temer a Yahvé, Dios vuestro, y cuiden de cumplir las palabras de esta Ley.’ (‘Et in unum omni populo congregato, tam viris quam mulieribus, parvulis, et advenis, qui sunt intra portas tuas: ut audientes discant, et timeant Dominum Deum vestrum, et custodiant, impleantque omnes sermones legis huius.’) Cf. Josué 8, 35 (por orden de Josué) y 2º de Reyes 23,1-2 (por orden del rey Josías).
[10] Joel 2, 15-17: Tocad la trompeta en Sion, promulgad un ayuno, convocad una solemne asamblea. Congregad al pueblo, convocad a junta; reunid a los ancianos, juntad a los párvulos y los niños de pecho; salga de su cámara el joven esposo y de su tálamo la esposa. entre el pórtico y el altar lloren los sacerdotes, ministros de Yahvé, y digan: «Apiádate, Yahvé, de tu pueblo, y no abandones al oprobio a la herencia tuya, entregándolos al dominio de los gentiles.» (‘Canite tuba in Sion sanctificate ieiunium vocate coetum. Congregate populum sanctificate ecclesiam coadunate senes congregate parvulos et sugentes ubera egrediatur sponsus de cubili suo et sponsa de thalamo suo. Inter vestibulum et altare plorabunt sacerdotes ministri Domini et dicent parce Domine populo tuo et ne des hereditatem tuam in obprobrium ut dominentur eis nations.’) Este texto forma parte de la epístola que se lee el Miércoles de Ceniza en el Rito Extraordinario (Cf. Jonás 3,5-8).
[11] Marcos 10, 13-16: ‘Le trajeron a unos niños para que los tocase; mas los discípulos ponían trabas. Jesús viendo esto, se molestó y les dijo: Dejad a los niños venir a Mí y no les impidáis, porque de tales como éstos es el reino de Dios. En verdad, os digo, quien no recibe el reino de Dios como un niño no entrará en él. Después los abrazó y los bendijo.’ (Et offerebant illi parvulos ut tangeret illos discipuli autem comminabantur offerentibus. Quos cum videret Iesus indigne tulit et ait illis sinite parvulos venire ad me et ne prohibueritis eos talium est enim regnum Dei. Amen dico vobis quisque non receperit regnum Dei velut parvulus non intrabit in illud. Et conplexans eos et inponens manus super illos benedicebat eos.’) Cf. Mateo 19, 13-15 y Lucas 18,15-16. Es preciso tener también en cuenta la propia experiencia litúrgica de Nuestro Señor cuando niño: se nos cuenta que, a la edad de doce años (y probablemente a una edad más temprana), peregrinó a Jerusalén con sus padres con motivo de la Pascua, y se familiarizó con el Templo y sus eruditos (Lucas 2, 41-7). Los niños desempeñan un papel importante en la celebración de la Pascua judía, ya que es el benjamín de la familia quien tiene que hacer las cuatro preguntas sobre el sentido de la festividad. No parece excesivamente rebuscado relacionar esta misión litúrgica de los más pequeños con las preguntas de los doctores de la Ley a Jesús en el Templo.
[12] Mateo 21,:15-16: ‘Mas los sumos sacerdotes y los escribas, viendo los milagros que hacía, y oyendo a los niños, que gritaban en el templo y decían: «Hosanna al Hijo de David», se indignaron, y le dijeron: ¿Oyes lo que dicen éstos? Jesús les replicó: «Sí, ¿nunca habéis leído aquello: ‘De la boca de los pequeñitos y de los lactantes me prepararé alabanza?’ (‘Videntes autem principes sacerdotum et scribae mirabilia quae fecit, et pueros clamantes in templo, et dicentes: Hosanna filio David: indignati sunt, et dixerunt ei: Audis quid isti dicunt? Jesus autem dixit eis: Utique. Numquam legistis: Quia ex ore infantium et lactentium perfecisti laudem?’)
[13] V. los textos citados más arriba en las notas 9 y 10.
[14] S. Juan Pablo II, encíclica Dominicae Cenae (1980) 10: ‘indole sua dignitatis plena altum sensum Mysterii eucharistici excitavit.’ Cf. S. Juan Pablo II, encíclica Orientale Lumen (1995), 11, sobre la liturgia de las iglesias orientales: ‘La larga duración de las celebraciones, las continuas invocaciones, todo expresa un progresivo ensimismarse en el misterio celebrado con toda la persona.’ (‘Extractum longius celebrationum tempus, iteratae invocationes, omnia denique comprobant aliquem paulatim in celebratum mysterium ingredi tota sua cum persona.’)
[15] V., por ejemplo, Geoffrey Hull The Banished Heart p321, n.2, donde señala: ‘los padres responsables (…) tienen la caridad de no llevar bebés a los cultos’, y menosprecia a quienes lo hacen. Curiosamente, Hull es también partidario de que se administre la Sagrada Comunión a los niños muy pequeños en las iglesias de rito oriental (p.300).
[16] La posibilidad de dejar a los bebés y los niños pequeños en casa dependerá de que haya o no variedad de opciones para la Misa a poca distancia de su domicilio, ya que tanto los padres (así como los empleados del hogar) tienen que cumplir el precepto dominical. El sociólogo Callum Brown señala que durante el siglo XIX y principios del XX las madres de Gran Bretaña estaban en la práctica privadas de la asistencia al culto matinal anglicano, sobre todo por la necesidad de preparar el almuerzo, mientras que las madres católicas podían asistir a misas que se celebraban por la mañana temprano. Callum G. Brown, The Death of Christian Britain: Understanding Secularisation 1800-2000, 2nd Ed. (London: Routledge, 2009) p.161. Hoy en día, muchos católicos no tienen esa opción, y menos aún los que asisten al Rito Extraordinario.
[17] Además de la bendición final de los fieles, éstos reciben la bendición durante el Asperges o Vidi Aquam, en la Pax y en otras ocasiones en que el celebrante, tras besar el altar, dispensa la paz de Cristo a los fieles diciéndoles ‘Dominus vobiscum’. V. Positio 19: The Kiss of Peace 1, 9.
[18] Pío XII encíclica Mediator Dei (1947) 133: ‘El talento, la índole y la mente de los hombres son tan diversos y tan desemejantes unos de otros que no todos pueden sentirse igualmente movidos y guiados con loas preces, los cánticos y las acciones sagradas realizadas en común. Además, las necesidades de las almas y sus preferencias no son iguales en todos, ni siempre perduran las mismas en una misma persona. ¿Quién, llevado de ese prejuicio, se atreverá a afirmar que todos esos cristianos no pueden participar en el sacrificio eucarístico y gozar de sus beneficios? Pueden, ciertamente, echar mano de otra manera, que a algunos les resulta más fácil; como, por ejemplo, meditando piadosamente los misterios de Jesucristo, o haciendo otros ejercicios de piedad, y rezando otras oraciones que, aunque diferentes de los sagrados ritos en la forma, sin embargo concuerdan con ellos por su misma naturaleza.’ (‘Ingenium, indoles ac mens hominum tam varia sunt atque ab-similia, ut non omnes queant precibus, canticis sacrisque actionibus, communiter habitis, eodem modo moveri ac duci Ac praeterea animorum necessitates et propensa eorum studia non eadem in omnibus sunt, neque in singulis semper eaderr permanent. Quis igitur dixerit, praeiudicata eiusmodi opinionf compulsus, tot christianos non posse Eucharisticum participare Sacri icium, eiusque perfrui beneficiis? At ii alia ratione utique possunt, quae facilior nonnullis evadit; ut, verbi gratia, Iesu Christi mysteria pie meditando, vel alia peragendo pietatis exercitia aliasque fundendo preces, quae, etsi forma a sacris ritibus differunt, natura tamen sua cum iisdem congruunt.’)
[19] Cf. Deuteronomy 6:6-7: ‘Y estas palabras que hoy te ordeno estarán sobre tu corazón. Las inculcarás a tus hijos, y hablarás de ellas, ora estando en tu casa, ora viajando, cuando te acuestes y cuando te levantes.’ (‘Eruntque verba haec quae ego praecipio tibi hodie in corde tuo. Et narrabis ea filiis tuis et meditaberis sedens in domo tua et ambulans in itinere dormiens atque consurgens.’)
[20] S.S. Benedicto XVI, audiencia general del miércoles 4 de mayo de 2011.
[21] Igual de chocantes son las salas insonorizadas que separan a los niños pequeños del resto de los fieles y, ante todo, del ambiente que crea la liturgia.
[22] S.S. Benedicto XVI Carta a los obispos adjunta al Motu Proprio Summorum Pontificum, 2007.
[23] S.S. Pío XII, encíclica Mediator Dei (1947) 246: ‘Si algún sacerdote tomase a su cuidado y vigilancia el que estos jovencitos bien instruidos cumpliesen tal oficio con reverencia y constancia a las horas establecidas, no sería difícil que de este núcleo surgiesen nuevas vocaciones para el sacerdocio.’ (‘Quodsi opportune hi iuvenes excolantur, ac vigilanti sacerdotum cura ad creditum sibi ministerium statutis horis reverenter constanterque obeundum excitentur, tum facile eveniet ut novi ex iisdem sacerdotii candidate oriantur;’) Este punto lo ha reiterado la Sagrada Congregación para el Culto Divino cuando dictaminó sobre la cuestión de si las mujeres podían ayudar a Misa en el Rito Ordinario (V. Notitiae 30 (1994) 333-335, y Notitiae 37 (2001) 397-399). Sobre este tema, V. Positio 1:The Service of the Altar by Men and Boys at the Extraordinary Form, 3 and Appendix.
[24] P. Bryan Houghto,168-9n, Mitre and Crook (Harrison NY: Roman Catholic Books, 1979), pp.