¡Qué dulce fue el primer beso de Jesús a mi Alma!….Fue un beso de AMOR. Me sentía amada y yo le dije a Jesús: «Te amo y me entrego a Ti para siempre». Jesús y yo nos habíamos mirado y nos habíamos comprendido. No hubo preguntas, ni luchas ni sacrificios. Aquella primera comunión no fue solo una mirada mutua sino una fusión. Desde entonces ya no éramos dos: Teresita desaparecía como la gota de agua perdida en medio del mar. Sólo quedaba Jesús, mi Rey.