Sobre un altar lateral de la iglesia de Pazzalino, en el cantón suizo italohablante de Ticino, no lejos de la frontera italiana, hay un fresco políticamente incorrectísimo de autor desconocido que representa la batalla de Lepanto.
A la izquierda de la pintura aparecen en primer plano San Pío V y Felipe II rezando. En la parte superior del mural, la Virgen y el Niño Jesús que tiene sentado en el regazo pasan unas balas de cañón a un angelito, que a su vez las arroja sobre las naves turcas que están debajo. Una de las bombas ya está cayendo sobre los hijos de… la Media Luna. Se desconoce el autor de la pintura. Las bombas representan, en realidad, las cuentas del Rosario, que como todos sabemos fue el arma decisiva que ganó la batalla prestando un imprescindible apoyo espiritual a los soldados que libraban un reñido combate para defender la Cristiandad. El Rosario, eficacísima arma de destrucción masiva de todo mal. Recordemos como el padre Pío acostumbraba pedir un rosario diciendo: «¿Dónde está el arma?» Por eso el 7 de octubre, aniversario de Lepanto, celebramos a Nuestra Señora con la advocación de Nuestra Señora del Rosario, y por eso Ella tiene concedido desde aquel memorable año de 1571, añadido a sus muchos otros títulos, el de Auxilio de los Cristianos.
Habrá que ir allí para verlo pronto antes de que se les ocurra pintar encima o hacer alguna otra barbaridad, como aquella mariconada que hicieron en Compostela cuando cubrieron de flores a los sarracenos que pisa el caballo blanco del Apóstol Santiago para que no se ofenda la morisma.
Bruno de la Inmaculada