Las técnicas de reproducción asistida y su moralidad

Cuestiones médicas que tienen implicaciones morales (II)

Las técnicas de reproducción asistida y su moralidad

Se entiende como fecundación o reproducción asistida cuando el hombre, a través de diferentes medios, ayuda a una pareja para que pueda tener un hijo.[1]

Dentro de este término bastante amplio hay que estudiar todos aquellos procedimientos que la ciencia de hoy usa con este fin. Algunos de estos métodos son lícitos y otros, la gran mayoría, ilícitos o pecaminosos.

¿Qué es lícito hacer?

Ayudar al varón o a la mujer cuando existe algún factor ya sea de tipo físico, hormonal, psicológico…, que impide o dificulta la fecundación y reproducción. Dentro de estos medios lícitos estarían:

a.- Cuando el problema procede del varón:

Diagnosticar y tratar procesos de infertilidad de origen masculino por deficiencia hormonal, impotencia, escasa vitalidad o número de espermatozoides; y otros problemas relacionados (prostáticos, conducto deferente, epidídimo…).

Ha de quedar claro que nunca es lícito, para la obtención de los espermatozoides y posterior estudio de los mismos, realizar cualquier actividad que fuera de suyo pecaminosa. Ejemplo: la masturbación. La obtención de los espermatozoides, si se precisarán para su estudio, habría que hacerlo por otros medios que la técnica tiene (punción, recogida de espermatozoides después de haber una relación conyugal…). La razón de ello es porque, tal como estudiamos en el artículo primero de esta serie, nunca se puede hacer una acción que sea de suyo mala (masturbación) para conseguir un fin bueno.

b.- Cuando el problema está en la mujer:

Cuando la infertilidad tiene como origen a la mujer habrá que buscar la posible causa de la misma. Infertilidad que podría tener su origen en: problemas hormonales (hipófisis, ovarios), físicos (obstrucción de las trompas), degenerativos (endometriosis…), psicológicos u otros procesos patológicos que pueden afectar a la fecundidad de la mujer. La medicina ha avanzado muchísimo y con bastante frecuencia se puede llegar a descubrir la causa del problema. Otra cosa diferente será encontrar el remedio para el mismo; remedio que en algunas ocasiones no existirá si el problema de fondo es grave y la deficiencia no pueda ser subsanada por la medicina.

¿Qué no es lícito hacer?

El origen de un nuevo ser tiene que ser el resultado de la unión sexual de una pareja formada por un hombre y una mujer. Cualquier otro modo que se use para ese fin, dado que quebranta gravemente el plan de Dios y el orden natural por Él establecido, es un pecado grave.

Así pues, son moralmente ilícitos los siguientes procedimientos: inseminación artificial, fecundación in vitro, vientre de alquiler, clonación del ser humano.

a.- Inseminación artificial

Es el procedimiento por el cual el hombre introduce los espermatozoides en el útero de la mujer valiéndose de medios técnicos y no mediante el acto conyugal. Moralmente es pecado ya que se están violando dos principios morales esenciales:

  • El modo de obtención de los espermatozoides suele ser por masturbación, lo cual ya es pecado grave.
  • El proceso de fecundación no se hace dentro del acto conyugal, sino como una acción independiente de él; separando algo que de suyo siempre ha de estar unido. No se puede separar el aspecto unitivo y el procreativo en el acto conyugal. Ambos dos han de estar siempre presentes en cada acto sexual realizado en el matrimonio. Dicho con otras palabras: no es moralmente lícito realizar un acto conyugal que evite directamente la procreación; ni se puede buscar la procreación si no es dentro de un acto conyugal.
  • El problema se agravaría todavía más si el esperma no es del marido o ha sido obtenido de terceros o en un banco de esperma.

b.- Fecundación in vitro (en el laboratorio)

Se llama así al proceso en el que el hombre, obteniendo previamente uno (o más óvulos) del ovario de la mujer, lo fecunda con espermatozoides en el laboratorio y luego implanta el cigoto (nuevo ser) en el útero de la mujer.

Este procedimiento, tan usado hoy día por muchos matrimonios que son estériles, es directamente pecaminoso y no hay ninguna razón que pueda justificar acudir al mismo. Además, es un pecado muy grave pues se conculcan muchos principios morales:

  • El modo de obtención de los espermatozoides suele ser por masturbación, lo cual ya es pecado grave.
  • El proceso de fecundación no se hace dentro del acto conyugal, sino como una acción separada e independiente del mismo. Dios otorgó al hombre la facultad de traer nuevos seres al mundo. Los padres ponen “la parte material” del nuevo ser, y Dios crea cada alma y la infunde justo en el momento de la fecundación. Ahora bien, Dios ordenó que el ejercicio de esta facultad se ejerciera dentro del matrimonio y del modo como Él había establecido; es decir, a través de la unión conyugal de los esposos. Es por ello, que el uso de esta facultad de procrear, fuera del matrimonio, o la “fabricación” de nuevos seres sin el concurso directo de los esposos a través del acto conyugal, están prohibidos por Dios. Según nos dice Pio XII. El hijo ha de ser fruto de un acto de amor de los padres y el único lugar digno para engendrarlo es el acto conyugal. “El hijo es el fruto de la unión conyugal, cuando se expresa plenamente, con el concurso de las funciones orgánicas, de las emociones sensibles que lo acompañan, del amor espiritual y desinteresado que lo anima”. [2]
  • En la gran mayoría de los casos, dado que si se implanta un solo cigoto el porcentaje de embarazo es muy bajo, se suele fecundar entre cinco y diez óvulos. Implantándose en el útero no menos de tres. Esto explicaría la frecuencia tan alta de embarazos múltiples desde que se está usando esta técnica de reproducción.
  • Independientemente de ello se crea otro problema moral muy grave: ¿qué hacer con esos embriones que se han obtenido de este modo pero que no se implantan en el útero? Ya hablaremos de esto en un artículo aparte, pero para que sirva de anticipo les diré que, por un lado no se pueden eliminar, pues ya son seres humanos dotados de alma y cuerpo; y por otro, tampoco se pueden implantar en una mujer, pues como ya hemos visto la fecundación in vitro es gravemente pecaminosa.
  • Por otro lado, si esos embriones congelados son implantados en una tercera mujer, los padres biológicos y los padres legales no serían los mismos.
  • Se abre la puerta al uso de estos embriones sobrantes como “conejos de indias” para la obtención de células madre con el fin de curar enfermedades genéticas hereditarias. Lo cual es totalmente inmoral, pues es destruir una vida humana para salvar otra.

Para algunos esposos, la fecundación in vitro se presenta como el único medio para obtener un hijo sinceramente querido. Y se preguntan si, en su caso, la totalidad de su vida conyugal no bastaría para asegurar la dignidad propia de la procreación humana. Esta buena intención no es suficiente. Como nos dice la intrucción Donum vitae (II, 5): “El procedimiento de la FIVET (fecundación in vito) se debe juzgar en sí mismo, y no puede recibir su calificación moral de la totalidad de la vida conyugal en la que se inscribe, ni de las relaciones conyugales que pueden precederlo o seguirlo”.[3]

Se defiende un derecho que no existe. Muchas mujeres defienden las técnicas de reproducción asistida porque dicen es el único medio por el cual pueden tener un hijo. Ellas mismas dicen que es un derecho que tienen (el tener un hijo). Todo hijo tiene derecho a una madre, pero no toda mujer tiene derecho a un hijo. Un hijo es un don de Dios, no un derecho de la mujer (o del hombre).

Conviene advertir, sin embargo, que el Magisterio de la Iglesia no pone reparos al uso de ciertas técnicas que pudieran ayudar al embarazo. Como nos dice la instrucción Donum vitae (II, 6): “Si el medio técnico facilita el acto conyugal o le ayuda a alcanzar sus objetivos naturales puede ser moralmente aceptado. Por el contrario, cuando la técnica sustituya el acto conyugal, será moralmente ilícita”. Se deben considerar éticamente lícitas las acciones médicas de tipo quirúrgico o farmacológico que se inscriban en un contexto de capacitación tanto del hombre como de la mujer, en orden a que el acto conyugal sea fecundo.

Y ustedes me preguntarán, entonces ¿qué puede hacer una pareja que desea tener un hijo y no existe ningún otro modo para conseguirlo? Siempre se puede adoptar un hijo. ¡Cuántos hijos son abortados porque las madres no los quieren! Si esas asesinas (porque no se les puede llamar de otro modo) tuvieran algunas entrañas de bondad, antes de abortar a sus hijos, al menos los darían en adopción. Lo que sí es claro desde el punto de vista moral, es que no se puede hacer una acción que es directamente pecaminosa (la fecundación in vitro) para conseguir un fin bueno (tener un hijo).

Si después de intentar todos los medios lícitos para procrear, los padres no pudieran tener hijos, ni tampoco desean adoptar a uno, no les quedaría más remedio que aceptar la voluntad de Dios y vivir su matrimonio como tantos otros lo han vivido anteriormente; aceptando su infertilidad y pensando más bien en ofrecer ese sacrificio a Dios y aprendiendo a vivir una “paternidad de tipo espiritual”, tal como la hemos de vivir los sacerdotes y religiosas.

c.- Vientre de alquiler

Se conoce con este nombre al proceso por el cual se “alquila” el vientre de una mujer (que no es la esposa) para que dentro de su útero crezca el nuevo ser. La gran mayoría de los casos el nuevo embrión se ha obtenido de la pareja que desea tener hijos y no puede o no quiere pasar por las penas propias de un embarazo. Aunque hoy día la “picaresca” y la corrupción reinante en nuestra sociedad, también lo está usando para hacer negocio y para dar un hijo a una pareja de homosexuales o de lesbianas, que por razones obvias no pueden tener un hijo.

Desde el punto de vista moral, hacer uso de un vientre de alquiler viola muchos principios morales. A saber:

  • Los propios de la fecundación in vitro ya dichos.
  • El hijo que va a nacer no tendría ninguna relación de parentesco con la madre portadora de este nuevo ser. Ésta sería “madre de alquiler” pero el hijo no sería propiamente suyo, pues no tendría la dotación cromosómica de esa mujer sino de los padres que prestaron los gametos (óvulo y espermatozoide) para su fecundación. Propiamente hablando sería un atentado contra la dignidad, el respeto y la sacralidad que Dios quiso darle a la procreación y a la paternidad.

d.- Clonación humana

Se entiende así a un proceso por el cual, usando ciertos métodos técnicos, se conseguiría hacer un clon (copia) de un ser humano ya existente. De momento, la ciencia “oficial” está “abandonando” este camino; por un lado por el poco éxito de estos experimentos, y por otro, porque la legislación actual de la gran mayoría de los países es contraria a este tipo de práctica.

En la gran mayoría de intentos que se siguen haciendo, casi siempre en laboratorios clandestinos, el fracaso es lo normal, pues el nuevo ser generado presenta mutaciones, tumores, deformaciones…, que hacen que no sea viable, muriendo en las primeras semanas del desarrollo.

Desde el punto de vista moral, es total y absolutamente rechazable por todas las razones ya dichas y además porque se reduce la “procreación” a una mera actividad totalmente inhumana,  en la que el ”nuevo ser” queda reducido a un “cobaya de laboratorio”. Se juega y manipula con una de las cosas más sagradas que Dios le otorgó al hombre: la posibilidad de engendrar nuevos hijos.

A. Marcuello, en un trabajo muy interesante, concluye que el uso de estas técnicas de fecundación y reproducción asistida está destruyendo la sociedad y los valores sobre los que se asienta:

“La posibilidades que ofrece actualmente estas técnicas se alejan cada vez más de la ya sospechosa meta inicial -resolver la esterilidad- hasta llegar, con la manipulación de ovarios y espermatozoides de donantes, ectogénesis, fertilización interespecies, etcétera, a una situación en que la reproducción -convertida en una “técnica” más- queda completamente separada de la familia y confiada “a la responsabilidad de los sabios”. Se habría llegado a la mayor locura de la historia: una sociedad que “edita” niños, sin padre ni madre”. [4]

Muy relacionado con todo esto está el tema de las células madre y la clonación terapéutica; pero de ello hablaremos en el siguiente artículo.

Padre Lucas Prados

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[1] Puede ver también lo dicho sobre este tema en https://adelantelafe.com/juicio-moral-de-las-tecnicas-de-reproduccion-asistida/

[2] Pío XII, Alocución al II Congreso Mundial de la Fertilidad y Esterilidad, 19 de mayo de 1956.

[3] Intrucción Donum vitae, Congregación para la Doctrina de la Fe, J. Ratzinger (1987).

[4] Marcuello, A., Primer curso de ética en enfermería, Escuela Universitaria de Enfermería, Universidad de Navarra, Pamplona 1985.

 

Padre Lucas Prados
Padre Lucas Prados
Nacido en 1956. Ordenado sacerdote en 1984. Misionero durante bastantes años en las américas. Y ahora de vuelta en mi madre patria donde resido hasta que Dios y mi obispo quieran. Pueden escribirme a [email protected]

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