María y la Redención

Se debaten una y otra vez en los últimos tiempos cuestiones de enorme importancia para nuestra práctica cristiana y nunca parece que haya conclusiones claras que nos guíen.

Como ni soy teólogo ni sacerdote, es decir, no estoy preparado para debatir con nadie, ni pretendo hacerlo, sólo quiero opinar sobre el tema del título de este escrito desde un punto de vista  que recoge exclusivamente mi personal experiencia espiritual a lo largo de ya muchos años.

Los comentarios que me han llegado sobre el debate al que aludía antes, y con esto dejo fuera posiblemente opiniones de personas autorizadas y otras de personas simplemente osadas, se han centrado en lo que hizo María durante la vida terrena de Cristo en la tierra.

A mí lo que me interesa es lo que ha hecho María en mi vida.

Por supuesto que la Redención que hizo Cristo fue suficiente. Entonces, podrían preguntarme:

¿Qué más te hace falta?

O también

¿Qué más te ha hecho falta?

Para ambas cuestiones la respuesta es muy sencilla:

Para la primera sería:

– Alguien que me lo haga fácil.

Y para la segunda, que es realmente mi caso:

– Alguien que me lo haya hecho fácil.

Y este alguien ha sido María.

No es muy profunda esta respuesta, pero sí es una respuesta radicalmente experiencial.

Lo más sencillo del mundo es entender las explicaciones que te da un madre.

– Son tan sencillas.

– Son tan pacientes.

– Son tan comprensibles para ti porque ella te conoce mejor que nadie y sabe cómo hablarte.

Y esto es lo que ha hecho María conmigo y veo que hace con tantos otros.

– Tantos otros a los que les cuesta acercarse directamente a Jesús, pero que se agarran con fervor, con devoción, llenos de esperanza y alegría a su manto de Madre.

– Tantos otros que se consideran indignos de convertirse en seguidores suyos hasta que ella les convence de algo que les resulta inaudito: que son sus favoritos.

– Tantos otros que se ven perdidos en la marejada de la vida y buscan desesperadamente algo que les salve y descubren que lo único firme y seguro es colocarse a su lado.

– Tantos otros que no son capaces de creer y discurren y razonan tratando de entender hasta que ella les demuestra que todo es mucho más sencillo.

Esta tarea facilitadora, auxiliadora, inspiradora la empezó a hacer María con los discípulos desde el día siguiente de la muerte de Jesús, y la sigue haciendo hoy, siglos después, cuando muchos tratan de hacernos creer que las escenas de la vida de Jesús tal como las cuentan los cuatro Evangelios son meras historias del pasado y hacen vacilar a tanta gente a nuestro alrededor.

¿Ha cooperado María en la obra de mi propia Redención?,

A esta respuesta cada uno, y nada más que él, puede dar su propia respuesta.

La mía es que ¡sí!

La Redención la hizo Cristo, definitivamente, para todos y para todos los tiempos, pero ella nos facilita recordarlo, aceptarlo y revivirlo hoy.

Si esto da pie a que la llamemos Co-Redentora o no, no soy quién para plantearlo ni mucho menos para decidirlo.

Que los teólogos sigan debatiéndolo.

A mí me basta con saber que gracias a ella me ha sido más fácil acercarme a su Hijo.

Y que este acercamiento ha sido trascendente para mí.

Porque durante toda mi vida he profesado con mis labios que Jesús es Señor y he creído firmemente en mi corazón que Dios lo resucitó de entre los muertos.

Ángel Moraleda García de los Huertos

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