Meditación: los milagros de la hija del arquisinagogo y la hemorroísa

[Aunque litúrgicamente hoy corresponde la Fiesta de todos los Santos, incluimos la meditación del domingo 23 después de pentecostés, pues las meditaciones del padre Andrade desgranan durante la semana el evangelio del ciclo litúrgico tradicional, y carecerían de sentido sin esta primera]

Meditación del domingo 23 después de Pentecostés

En el evangelio se refieren dos milagros de Cristo Nuestro Señor: el uno de la hija del arquisinagogo, a quien estando muerta tomó de la mano y le dio la vida: el otro de una mujer que padecía flujo de sangre doce años, y tocando la orla de su Vestidura cobró salud.

Punto I. Considera lo que dice san Mateo, que estando Cristo predicando, vino a buscarle un príncipe de la sinagoga a pedirle vida y salud para su hija. Pondera con San Anselmo la dificultad con que los príncipes y poderosos vienen a Dios, traídos y como de los cabellos, a fuerza de enfermedades y trabajos, y constreñidos de la necesidad; y no esperes tú a que te la envie Dios para venir a su servicio, sino ofrécete a él voluntariamente, no vengas forzado, sino libre de tu propia voluntad; ofrécete desde luego a la suya para servirle eternamente.

Punto II. Considera el respeto y adoración conque llegó este príncipe al Salvador; pues dice el evangelista que le adoró (estaría pecho a tierra) con suma humildad delante de toda la gente, pidiéndole la vida de su hija; y saca de aquí dos cosas: la primera, el respeto y reverencia con que has de reverenciar a Cristo y a los sacerdotes y ministros que estan en su lugar, a ejemplo de este príncipe; la segunda, cómo sabe Dios humillar a los poderosos del mundo, y con la facilidad que los rinde a sus pies; y humíllate en su presencia y no temas el poder de los príncipes, pues que es tan flaco, que en un punto los humilla Dios y los pone tan rendidos como a este; válete de su Majestad y pídele que te ampare, y no temerás a los poderosos del mundo.

Punto lll. Considera en esta hija del príncipe la condición de los hombres, y la flaqueza e inconstancia de la naturaleza humana; contémplala joven, rica, noble, agraciada, estimada y servida, en la flor de su juventud y difunta: tal es la condición de los «hombres y la flaqueza nuestra; mira qué poco hay que fiar en años, ni en fuerzas, ni en riquezas, ni en nobleza, y cómo todo es una flor que al amanecer nace y a la tarde se marchita; y saca de esta meditación desengaños para tu vida, desprecio de todo lo caduco de la tierra y aprecio de lo eterno y celestial.

Punto IV. Considera cómo en oyendo la petición el Redentor del mundo, luego al punto sin mas dilación se levantó y dejando la predicación, se puso en camino, y siguió al príncipe. Y fue a resucitar a su hija. En esto tienes mucho que aprender: lo primero, la piedad y misericordia del Señor, que con tanta presteza se inclinó a los ruegos del que le pedía, y le concedió su petición; de que debes cobrar mucha confianza en la divina bondad, de que oirá tus ruegos y se inclinará a tus peticiones, y te concederá lo que pidieres; gózate de tener un Dios tan piadoso y exorable; pide y ruégale con toda confianza que dé vida espiritual a tu alma, y que te haga toda merced a ti y a todos los tuyos; aprende también a ser exorable y fácil en conceder lo que te pidieren , y especialmente en las materias de misericordia y piedad, y no dilates el hacer bien a tus prójimos, como no dilató Cristo hacerle a este padre y a su hija, porque Dios no dilate el despacho de tus peticiones, pagándote en la misma moneda.

Padre Alonso de Andrade, S. J.

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Meditaciones diarias de los misterios de nuestra Santa Fe y de la vida de Cristo Nuestro Señor y de los Santos.

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