Se ha iniciado en Roma el Sínodo ordinario 2015, con una agenda centrada en La vocación y la misión de la familia en la Iglesia y en el mundo contemporáneo. Como sabemos desde fuera y desde dentro, muchos esperan un giro eclesial que produzca un cambio en la doctrina católica. La lineamenta sinodal, propuso una orientación que dirige los debates de la asamblea sinodal aparentemente más en la línea del Nuevo Orden Mundial –que en otras palabras- ataca la familia según el Plan de Dios.
Los fatimistas miramos este debilitamiento de la familia, que lleva a las almas lejos de la Fe Católica, como un castigo por haber desoído las peticiones de Nuestra Señora del Rosario de Fátima.
Durante décadas todo el mundo estuvo preocupado por el contenido del Tercer Secreto de Fátima, guardado celosamente por los últimos pontífices y que se encierra en la carta que Lucía, escribió al Papa.
No hay duda de que los secretos de Fátima movieron y mueven la curiosidad de muchos que quisieran conocer dicho mensaje, porque si lo que deseamos es conocer las advertencias de la Virgen Santísima en el pobladito de Portugal, tenemos bastante en qué meditar y no poco que rectificar.
Como sabemos en casi todas las apariciones de Nuestra Señora, su mensaje medular es el pecado. En las apariciones de Fátima, María Santísima nos ha recordado las enseñanzas perennes de la Fe – reverencia a Nuestro Señor en la Santa Misa y el Santísimo Sacramento, la necesidad de confesión frecuente, la penitencia, el sacrificio, la reparación y la modestia en el vestir, enseñanzas que la Reina del Cielo advirtió en 1917, cuando se hacía ya evidente la pérdida del sentido de pecado, y que Ella sabía crecería hasta alcanzar proporciones escandalosas en nuestros días. Advirtiéndonos asimismo que habrían castigos peores que el hambre, la guerra y las persecuciones, a causa del pecado.
Jesús lo repitió cientos de veces y siempre con términos espeluznantes. Por ejemplo cuando describe el Juicio Final y bendice a quienes le han sido fieles, pero dirigiéndose a los que vivieron en pecado sin tratar de salir de él, les dedicará con un semblante ofendido y estremecedor la siguiente sentencia: Id, id, sí malditos al fuego eterno, que ha sido destinado para el diablo y para sus ángeles, y ellos irán al suplicio eterno. Leer estas dos líneas debería espantar a todo el mundo, sin embargo, las oímos repetirlas miles de veces y no nos dicen nada, es por esa razón que en todos los lugares en los que se manifiesta la Virgen María lleve a los hombres el mismo mensaje.
Ya lo dijo en otra ocasión: De qué le sirve al hombre ganar todas las riquezas del mundo, si perdiera su alma. Y como el mundo se ríe de esas advertencias de María, los mensajes de la Virgen son siempre duros, porque intentan despertar a sus amados hijos de ese sueño que les puede llevar a la separación eterna de su Padre celestial.
En el siglo XIX, en el pueblo llamado Illfurt en las cercanías de Mulhouse (en Alsacia) vivían dos hermanos, Teobaldo (*1855) y José (*1857). En el año 1869 el sacerdote Karl Brey de Illfurt comprobó que los dos estaban realmente poseídos. Con autorización del obispo de Estrasburgo se le designó al padre Souquat como exorcista para los dos posesos. Después de una larga batalla éste tomó la estatua de la Madre de Dios en sus manos y dijo: «Mira, la Santa Virgen. Te debe de volver a aplastar la cabeza. Te tiene que volver a marcar y escribirte el nombre de Jesús y María en el pecho para que te queme eternamente. En nombre del Santo Padre, del Papa, en nombre del Santísimo Sacramento. No le haces caso a la voz del sacerdote. Pero ahora Satanás, te lo ordena la Santa Madre de Dios, ella te obliga a salir de aquí. Así que, espíritu impuro, retírate ante el semblante de la Inmaculada Concepción. Ella te ordena a retirarte!» El diablo contestó: «¡Este viene con la gran Dama! ¡Ahora me tengo que ir!» Y se retorció una vez más como una serpiente moribunda. Entonces se escuchó dentro del cuerpo poseído de Teobaldo un débil crujido. El joven se estiró y cayó como muerto. El demonio lo había abandonado. Todos los presentes estaban estremecidos y a la vez agradecidos. Rezaron el Te Deum, la letanía lauretana y la Salve Regina. En 1872 el padre Karl Brey hizo levantar un monumento en frente del domicilio (ya derribado) de los dos jóvenes. Hasta hoy día se encuentra en Illfurt con el epígrafe «En eterno recuerdo de la liberación de los poseídos Teobaldo y José Burner, alcanzada por la intercesión de María, la Virgen Inmaculada, en el año 1869”.[1]
Dios mismo nos pone a Su Madre a nuestra disposición como punta de lanza en la lucha contra el infierno.
Germán Mazuelo-Leytón
[mks_separator style=»solid» height=»5″ ]
[1] LAMBERT, RAINHOLD FRANZ MARIA, La Madre de Dios como punta de lanza en la batalla contra el infierno.