Nombrado por Benedicto XVI prefecto del supremo tribunal de la Signatura apostólica, un dicasterio de la curia romana, el cardenal americano Raymond Burke ha sido cesado de este cargo por Francisco, y nombrado capellán de la Orden de Malta. Caso rarísimo en la Iglesia, se ha atrevido a criticar públicamente el método seguido por el Papa en el sínodo sobre la familia.
Le Figaro Magazine: Un cardenal, ¿puede estar en desacuerdo con el Papa?
Cardenal Burke: Realmente le es posible, a un cardenal, estar en desacuerdo con el Papa sobre cuestiones de procedimiento o de línea pastoral. Por el contrario, le es imposible mantener una divergencia sobre una cuestión doctrinal o disciplinar de la Iglesia.
Esto significa que un cardenal, dadas ciertas situaciones, tiene el deber de comunicar al Papa lo que piensa verdaderamente. Siempre, claro está, deberá expresarse de un modo respetuoso, pues el Papa representa el cargo petrino. Ahora bien, si el Papa coloca cardenales a su alrededor, es precisamente para que le aconsejen.
Las divergencias constatadas dentro del sínodo sobre la familia, ¿han adquirido quizá demasiada importancia?
En todo este asunto de los divorciados y vueltos a casar lo que es extraño es que, los que han recordado y sostenido lo que la Iglesia latina ha enseñado siempre, han sido acusados de estar contra el Santo Padre y de no estar en armonía con la Iglesia… ¡Es el colmo!
Dicho esto, la Iglesia ha conocido siempre disputas teológicas y confrontaciones fuertes en las que los teólogos y cardenales han sido abocados a hacer presentes sus advertencias. Por tanto, si he publicado, junto a otros cardenales, un estudio sobre este tema para expresar mi posición, ha sido con el espíritu de alimentar una verdadera discusión teológica y de llegar a la verdad.
¿Se ha extrañado por lo que ha pasado en el sínodo?
El sínodo ha supuesto una experiencia difícil. Ha habido una línea, podríamos decir la del cardenal Kasper, detrás de la que se han alineado los que tenían a su cargo la dirección del sínodo. ¡De hecho, el documento intermedio parecía haber sido escrito ya antes de las intervenciones de los padres sinodales! Siguiendo además una línea única, a favor de la exposición del cardenal Kasper…
Igualmente se ha introducido la cuestión de la homosexualidad, que no tiene nada que ver con la cuestión del matrimonio, buscando en ello elementos positivos.
Otro tema muy turbador: el texto de intermediación no hacía referencia ni a las Escrituras, ni a la Tradición de la Iglesia, ni a las enseñanzas de Juan Pablo II sobre el amor conyugal. Esto fue, por tanto, muy desconcertante. Lo mismo que el hecho de haber mantenido, en la relación final, párrafos sobre la homosexualidad y sobre los divorciados vueltos a casar que no habían sido aprobados por la mayoría de obispos requerida.
¿Cuál es el contexto de lo que se ha convertido en una auténtica polémica?
En una época llena de confusión, como sucede ahora con la teoría de género, tenemos necesidad de la enseñanza de la Iglesia respecto al matrimonio. Por tanto, nosotros estamos situados en el lado opuesto de una dirección que mira a admitir a la Comunión a personas divorciadas y vueltas a casar. Sin entrar en esta obsesión de aligerar los procedimientos de la anulación del vínculo matrimonial. Todo esto conduce de facto a una especie de “divorcio católico”, y al debilitamiento de la indisolubilidad del matrimonio cuyo principio, sin embargo, ha sido reafirmado.
Por tanto, la Iglesia debe defender el matrimonio y no debilitarlo. La indisolubilidad del matrimonio no es una penitencia ni un sufrimiento. Es un gran bien para los que la viven, es una fuente de gozo.
Estoy pues muy preocupado, y aliento a los católicos, a los laicos, a los sacerdotes y a los obispos, a implicarse, desde ahora hasta la próxima asamblea sinodal, a fin de traer la luz acerca de la verdad del matrimonio.