Según la responsable de Amnistía Internacional en la Argentina, Mariela Bielski, aborto y democracia tendrían un mismo origen, al punto de ser connaturales uno a la otra: en un artículo, obra maestra del peor contralenguaje, define así la legalización del aborto como un modo de salvar vidas humanas, como si las vidas asesinadas en el vientre materno no importaran; niega asimismo que en el derecho internacional exista consenso sobre el inicio de la vida humana, fingiendo no saber que la ciencia la ha establecido en la concepción.
Según Bielski, quien por razones religiosas, morales o filosóficas, fuese contrario al aborto, tiene el derecho de pensar a su manera, no obstante “los representantes del Estado deben asumir la responsabilidad de imponer la salud, la vida y el derecho de las mujeres sobre las convicciones personales” de quien sea, negando así implícitamente también el derecho a la objeción de conciencia.
La posición del presidente de la Argentina, Mauricio Macri, favorable a la despenalización del aborto en su país, que permitiría “saldar” la “deuda de la Argentina con la democracia”, representa “un imperativo de la igualdad y un compromiso con los derechos humanos”. Es decir, el debate abierto en el Congreso argentino representa un acontecimiento histórico para la responsable de Amnistía Internacional, que solicita al Poder Legislativo y sobretodo una discusión «seria, inclusiva y sobretodo con ausencia de opiniones personales”.
Palabras que no necesitan ulteriores comentarios.