Pedagogía del Crucificado

Desde hace decenios, vivimos en un mundo incrédulo e indiferente, a menudo enemigo declarado de Jesús y de Su Iglesia. Sucede que se habla con muchachos de 12/13 años, que sí, van al catecismo para la Confirmación, pero que, interrogados, dicen abiertamente: “Soy ateo”. “No creo ni en Dios ni mucho menos en la Iglesia”. “Gozo de mi joven edad, de todos las maneras, porque la vida pasa deprisa y tendré que pudrirme como todos en la tumba”. “¿El Paraíso, el infierno? ¡No me hagas reír! ¿Tú crees en eso?”. Respuestas oídas con mis oídos, sobre todo de muchachas. 

“¡Atraeré a todos a mí!” 

Y, sin embargo, Jesús, con la mirada dirigida a todos los siglos de la historia, también a nuestro siglo XXI, hasta el final de los tiempos, prometió con palabra infalible: “Cuando sea elevado de la tierra (en la cruz), ATRAERÉ A TODOS HACIA MÍ. Esto lo decía para indicar de qué muerte iba a morir” (Jn 12, 32). “Atraeré a todos hacia Mí” – es la divina pedagogía del Crucificado, Su fascinante atracción de amor. Nosotros, hoy también, estamos todavía en la órbita de esta admirable atracción de Jesús: “Yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo” (Mt 28, 20). ¿Cuáles son los rasgos de esta “pedagogía”?

– Ante todo, debemos conservar sin defecto y sin compromisos la fe en el poder de la Cruz de Cristo, el poder (la “omnipotencia”) de Jesús crucificado, única Fuente de salvación, de vida, de renovación, de vida eterna, de vida más allá de la muerte. Es necesario no plegarse ni ceder como lo hace el mundo – y tantos también de los que se dicen creyentes – a la búsqueda de los medios humanos para un apostolado que se pretendería fuera más eficaz. Precisamente hoy es necesario afirmar con fuerza y orgullo que sólo Jesús lo puede todo, que somos Suyos, que el mundo entero le ha sido entregado como herencia y que Él lo está haciendo Suyo con la fuerza invencible de la Verdad y del amor; “Yo he vencido al mundo” (Jn 16, 33). “Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra: id y haced discípulos míos a todos los pueblos” (Mt 28, 18-19).

– Es necesario sacudir este mundo y proponer con autoridad las razones fundamentales para creer, desde el principio, desde los cimientos. Se debe partir de un punto: todo hombre es un buscador del sentido de la vida, del dolor y de la muerte. Aun cuando está sacio y desesperado, aun cuando parece haber acallado toda pregunta profunda, considerándola carente de toda respuesta posible, sin embargo, incluso el hombre “technologicus” del tercer milenio, en su interior continúa interrogándose.

Partiendo del hombre que se interroga y es una gran cuestión para sí mismo (“Magna quaestio factus sum mihi”, había escrito San Agustín de Hipona y es cierto siempre), debemos conducir a cada hombre al que nos acercamos a encontrar a Cristo, el Dios encarnado, Maestro y Amigo, sufriente, muerto en la cruz y resucitado, Redentor del pecado y de la muerte y Dador de la vida nueva de la Gracia santificante, como la respuesta adecuada y definitiva a todo problema del hombre, de la sociedad y del mundo: “Solutio omnium difficultatum est Christus”, la solución de toda dificultad, de todos los problemas es Cristo, como escribió Tertuliano.

“Jesús, sentido de la vida” 

Con lenguaje sencillo y denso, necesitamos aprender a interpelar al hombre de hoy, al muchacho de hoy para que piense y se pregunte: “Pero tú, ¿de dónde vienes? ¿Quién eres? ¿Dónde vas? ¿Para qué vivir? ¿Para qué sufrir, para qué morir?”. Y también: “¿Dónde está el bien, el mal, dónde está la alegría, dónde está la verdadera vida?”. 

– Nosotros, creyentes en Jesús y en Su Iglesia, debemos preguntar de manera apasionada a nuestros hermanos que son indiferentes, que niegan, que blasfeman a Dios: “Oh hombres de nuestro tiempo, oh amigos, oh hermanos, se trata aquí de vuestra existencia, de vuestra vida. Pero ¿podéis decir que no os interesa vuestra vida, que queréis tirar vuestra vida, la única vida que tenéis? Pero ¿cómo podéis pensar que la vida del hombre acaba llena de gusanos en el sepulcro? ¿Cómo os podéis resignar a gozar solamente de pequeños placeres, que pasan en seguida, como un cigarrillo fumado, como una taza de café bebida? ¿Cómo podéis no buscar la alegría, la vida que la Iglesia os anuncia como eterna y total? ¿Y si fuera verdad que ese Cristo que anunciamos desde hace más de dos mil años es el único Salvador del mundo, el único Salvador del hombre, el único Dador de sentido, de alegría y de vida?”. 

No debemos hacer antipático a Jesús ni con nuestra palabra ni mucho menos con nuestra vida, distinta de la Suya, sino presentar a Jesús como Él es, verdadero, hermoso, fascinante, enamorado y apasionado de la salvación de todo hombre, más exigente que los hombres comunes, pero más comprensivo que ellos, Jesús grande y sublime, la Realidad más alta que existe en la tierra y en los cielos.

Debemos hablar de Jesús, no como se narra un cuento a los niños buenos – ¡la fabula Christi! –, no como se presenta a un Jesús de enanos, sino como se sabe que se debe hacer con uno que es verdadero, profundamente verdadero, verdadero como no hay otro. ¡Tan verdadero que los ministerios públicos más aguerridos no lo podrán nunca arañar en Su realidad, en Su existencia, en Su doctrina, en Su Ley, en Sus obras humano-divinas, en Su Persona, que es el Hijo de Dios hecho hombre, que vivió y se inmoladó para nuestra salvación, el viviente por los siglos y por la eternidad!

Tan verdadero es Jesús que, aunque te esfuerces cuanto quieras para encontrar otro distinto o más válido que Él, al final Él seguirá siendo la Verdad absoluta y eterna. ¡Esfuérzate cuanto quieras, la Verdad que todo resuelve y todo explica es sólo Jesús! A un joven que decía que quería encontrar algo mejor que Jesús, hace años, le respondí como respondió Napoleón a un filósofo que quería superar a Jesús: “Jovencito, hoy es viernes, el día apropiado: te hago fusilar y sepultar. Tú, el domingo por la mañana, resucitas y vienes a verme: entonces discutiré en serio contigo”. 

Testigos de Jesús 

Pero es necesario dar testimonio para ser creíbles. Nosotros, amigos y apóstoles de Jesús, en nuestro terrible tiempo, no hemos hecho voto de perpetuo abatimiento, ni queremos dar la impresión de que, cuando vivimos y hablamos como católicos, tenemos dolor de estómago. Tenemos el valor de nuestra fe y, cuando hablamos de Jesús, debemos hacer sentir de manera sensible que mantenemos con Él una relación viva y tiernísima, porque además le hablamos de tú y Jesús nos inspira y nos guía para conquistar a las almas para Él. Los pequeños y los humildes nos deben comprender, los grandes y los poderosos y los doctos con un fondo de honestidad deben poder querer escucharnos en todas las partes del mundo.

Debemos saber llevar a Jesús a los intelectuales como Nicodemo (el que fue de noche donde Jesús, Jn 3, 1-21) y a los ricos como Lázaro, que experimenten, a pesar de sus riquezas, que deben reconocer que sólo Jesús es la Resurrección y la Vida y que el que va a Él no muere eternamente (Jn 11, 1-44).

Amigos, ¿queréis apostar que conseguiremos arrancar a muchos hermanos de la sumisión a las tinieblas que dura desde hace decenios? Si somos de este modo, como lo fueron los Santos, los Santos pequeños, como el Beato Rolando Rivi, el Venerable Silvio Dissegna, el Siervo de Dios Carlo Acutis, nos llegará la noticia de que también hombres de poder y de cultura atenderán a nuestro anuncio tan humano y divino de Cristo, como nos lo inspira la “pedagogía del Crucificado”, que no teme confrontarse con las pedagogías contemporáneas que brotan del impío Rousseau. Sólo Jesús, el Crucificado viviente, es el verdadero Maestro, capaz de la única pedagogía en el mundo que redime y salva y eleva a la altura de Dios. Al final no será mérito nuestro, sino deberemos decir, en esta “pedagogía” como el divino Maestro Jesús: “Es la Virgen la que lo hace todo. Nuestra fuerza es el santo Sacrificio de la Misa y el Rosario que le rezamos a Ella”. Avancemos sin temor, con la pedagogía que Jesús nos enseña y nos da. Los siglos, la humanidad, la eternidad son nuestros porque Cristo entró en ellos y no nos deja y ellos son Suyos.

Candidus

(Traducido por Marianus el eremita/Adelante la Fe)

SÍ SÍ NO NO
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Mateo 5,37: "Que vuestro modo de hablar sea sí sí no no, porque todo lo demás viene del maligno". Artículos del quincenal italiano sí sí no no, publicación pionera antimodernista italiana muy conocida en círculos vaticanos. Por política editorial no se permiten comentarios y los artículos van bajo pseudónimo: "No mires quién lo dice, sino atiende a lo que dice" (Kempis, imitación de Cristo)

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