El importante historiador de la antigüedad, el ucraniano Rostovseff, decía que la decadencia y fin del Imperio Romano no podía atribuirse a una degeneración física, ni tampoco a determinadas condiciones políticas y económicas, sino más bien a un cambio de actitud mental en los hombres. Ese cambio mental privó al mundo antiguo de la posibilidad de conservar su civilización o de defenderla contra la disolución interna y la invasión bárbara del exterior. Algo similar es lo que sucede hoy en el ocaso de nuestra civilización que se encuentra inerme ante el ataque exterior y mucho más aún ante el ataque interior. Veamos…
Andreas Günter Lubitz, copiloto de aviación alemán, fue el autor de la masacre del vuelo 9525 de Germanwings que partió de Barcelona con destino fallido a Düsseldorf. El 24 de marzo de 2015, volando en circunstancias normales (sin condiciones meteorológicas adversas y sin problemas mecánicos), al quedar solo en la cabina bajó la altitud y aumentó la velocidad del aparato hasta estrellar intencionadamente el avión contra los Alpes franceses, produciendo la muerte instantánea de las 150 personas a bordo, incluido él mismo.
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Todos conocemos acerca de la escalada de violencia a la que Occidente asiste hoy a manos de los jihadistas islámicos. Cuando el 14 de noviembre de 2015 se realizó aquel múltiple ataque en la ciudad de París, luego de unas 15 horas el Estado Islámico se adjudicó la responsabilidad por medio de un comunicado publicado en Internet: «Ocho hermanos con cinturones explosivos y rifles de asalto» llevaron a cabo «un bendito ataque (…) contra la Francia Cruzada (…) Tembló París (…) se estrecharon sus calles y el saldo de víctimas de los ataques fue de al menos 200 cruzados muertos y más heridos, gracias a Dios». Estado Islámico calificó a Francia como «capital del desenfreno y del vicio y portadora de la bandera de la cruz en Europa».
Sin embargo esta no es la única cara del problema. El principal problema es que esos “200 cruzados muertos”, según el comunicado de ISIS, probablemente ignoraran profundamente qué cosa es la cruz, qué puede significar ser cruzado. Occidente que se escandaliza por esas muertes ocasionadas por la ideología violenta musulmana sin embargo es responsable de que la ideología políticamente correcta cause cada año 50 millones de víctimas en el vientre de su madre. El laicismo occidental no sólo pone pleito, persigue y ridiculiza a quienes defienden el orden natural y cristiano, sino que además lleva a cabo genocidios masivos. Monseñor Luc Ravel, obispo castrense francés, ha afirmado:
«Descubrimos que es preciso tomar partido; que debemos armarnos contra el mal manifiesto y no tomamos partido contra el que actúa solapadamente. El cristiano se siente entre dos fuegos, acorralado entre dos ideologías: por una parte, la que caricaturiza a Dios hasta despreciar al hombre; por otra, la que manipula al hombre hasta despreciar a Dios. Por un lado, los adversarios declarados: los terroristas de las bombas, los reivindicadores del profeta; por otro, adversarios no declarados pero bien notorios: los terroristas del pensamiento, los promotores del laicismo, los adoradores de la república. ¿A qué bando debemos afiliarnos los cristianos? No queremos ser rehenes de los islamistas. Pero tampoco queremos serlo de los políticamente correctos. La ideología islámica ha causado 17 víctimas [hoy son muchas más, aquel 14/11 fueron 153] en Francia. Pero la ideología políticamente correcta causa cada año 200 000 víctimas en el vientre de su madre. El aborto, entendido como “derecho fundamental”, es un arma de destrucción masiva».
Por eso ha afirmado el prof. Roberto De Mattei que:
“El odio que profesa Occidente hacia la Iglesia y la civilización cristiana es un odio a su propia alma e identidad. Hoy en día, Occidente rechaza los valores en torno a los que ha edificado su identidad y sólo acepta la herencia destructiva del iluminismo, el marxismo y el freudismo. La teoría de género representa la última etapa intelectual de esta disociación entre la inteligencia y la realidad que se convierte en odio patológico a la propia naturaleza humana. El gesto de Andreas Lubitz, que ha querido estrellar contra los Alpes su Airbus con 150 pasajeros a bordo, es la expresión de ese espíritu de autodestrucción. El suicidio es una expresión extrema pero coherente de la depresión occidental: un estado de ánimo en el que el alma se sume en la nada tras haber perdido toda razón para vivir. Cuando se profesa el relativismo absoluto sólo se encuentra realización en la muerte”.
El 16 de octubre de 2015 con ocasión del Sínodo de la Familia, la médica Rumana Anca María Cernea proveniente de un país que estuvo durante años tras la cortina de hierro explicó con claridad y valentía:
“La causa primera de la revolución sexual y cultural es ideológica. Nuestra Señora de Fátima dijo que los errores de Rusia se propagarían por todo el mundo. Se hizo primero de forma violenta, con el marxismo clásico, matando a decenas de millones de personas.
Ahora se hace mediante el marxismo cultural. Hay una continuidad, desde la revolución sexual leninista, a través de Gramsci y de la Escuela de Frankfurt, hasta la actual ideología de los derechos homosexuales y de género. El marxismo clásico pretendía rediseñar la sociedad adueñándose por medios violentos de la propiedad. Ahora la revolución va más lejos: pretende redefinir la familia, la identidad sexual y la naturaleza humana. Esta ideología se hace llamar progresista, pero no es otra cosa que la tentación de la serpiente antigua para que el hombre se haga el amo, reemplace a Dios y organice la salvación en este mundo”.
Autodestrucción, ataque externo, revolución cultural he aquí tres pinceladas de la crisis de nuestro tiempo.
El próximo año 2017 será un año lleno de conmemoraciones centenarias: los 500 años de la Reforma Protestante, los 300 años de la conformación de la Masonería moderna al formarse la Gran Logia de Londres, los 100 años de la Revolución Bolchevique o revolución rusa. Todas estas conmemoraciones nos recuerdan el suicidio de Occidente, la autodestrucción y la revolución cultural vigente. Sin embargo, también será el Centenario de las apariciones de Nuestra Señora en Fátima. Sor Lucía, en 1957, basándose en las revelaciones del Cielo, dijo: “El demonio está librando una batalla decisiva contra la Virgen, y una batalla decisiva es una batalla final, en la cual se sabrá de qué lado está la victoria, de qué lado la derrota”. También sabemos que en 1980 en una extensa carta al Cardenal Caffarra, entonces Arzobispo de Bolonia (Italia), Lucía escribió: “La batalla final entre el Señor y el reino de Satanás será acerca del matrimonio y de la familia”, lo que está claramente ante nuestros ojos.
Nuestra Señora nos pidió que rezáramos el Rosario, que tuviéramos devoción a su Inmaculado Corazón como remedios contra nuestros pecados y los ataques al Corazón de su Hijo. Estas son las armas que tenemos los cristianos. Obedezcamos el llamado de Nuestra Señora de Fátima haciendo nuestra parte para lograr el cumplimiento de la profecía: todas las generaciones me llamarán bienaventurada y Al final mi Corazón Inmaculado Triunfará.
Andrea Greco de Álvarez