Tristemente, el Perú era uno de los países que hasta hace algún tiempo se encontraba vacunado contra cualquier aventura izquierdista radical, gracias a la demencial coherencia genocida de Sendero Luminoso, que aplicó sin edulcoraciones las lecciones más esenciales de Mao y Lenin entre 1980 y 1992 y también al descabellado estatismo socialista de los gobiernos de Juan Velasco Alvarado (1968-1975) y Alan García (1985-1990). No es que, como en países otrora muy tradicionales como Colombia y Chile, haya sido la revolución sexual, la descristianización y la apostasía consiguiente de clases medias numerosas y activas las que acabaron generando ese estado de desorden pasional que, como apunta Plinio Correa, es el crisol de las revoluciones. Tampoco la larga «deconstrucción» e ideologización freudo-marxiana que estropeó para siempre a Argentina. Más bien se debe a una serie de eventos desafortunados, como una pandemia y cuarentena catastróficas a niveles de récord histórico universal, cuya gestión aún más catastrófica, fue llevada a cabo por dos imitadores locales de mala calidad de Aleksander Kerensky, los globalistas Martín Vizcarra y Francisco Sagasti. Vizcarra, especialmente, agitó al país demagógicamente contra un congreso que, con sus torpezas y todo, era mayoritariamente conservador y lo disolvió fácticamente, debilitando el sistema inmune político del Perú.
Amenaza con tomar el poder un partido que parece sacado de 1936: Perú Libre que, según su líder y fundador Vladimir Cerrón, «es un partido de izquierda socialista, marxista-leninista-mariateguista» que sostiene que «la izquierda en el poder tiene que ir a quedarse en el poder. Y eso es lo que ha hecho Venezuela. Ha ido a quedarse en el poder (…) Esa es una lección que nos queda a los izquierdistas de estas generaciones y a los más jóvenes que van a venir, que en la teoría del poder uno va a quedarse y se defiende con el último rasguño hasta quedarse en el poder».
Curiosamente, a diferencia de la degeneración teórica de la izquierda latinoamericana que se ha abierto a las extravagancias más dañinas de la psicopatología sexual, Perú Libre es escéptico respecto a la ideología de género y no manifiesta gran entusiasmo por la «sagrada causa» homosexual, aunque sí plantea –al mismo estilo de Lenin en 1920- la despenalización del aborto. Aunque su candidato presidencial, Pedro Castillo, un títere de Cerrón, se ha manifestado personalmente más conservador. Pero esta singularidad en lugar de ser motivo de alegría, ha jugado en contra del destino del país. La candidata de la izquierda progresista, la podemita Verónika Mendoza quedó sexta, en gran medida por el rechazo de la población del Perú real contra sus locuras multicolores y el voto de descontento se fue hacia la alternativa estalinista más clásica, que se vistió de justiciero popular ante un electorado en crisis, humillado y ofendido por el globalismo torpe de las élites limeñas. Aunque ahora, claro está, la izquierda gay y feminista se ha tragado sus críticas antiguas a Perú Libre y lo apoya con todo entusiasmo. Porque también para ellos, fuera del poder todo es ilusión, y las gentes atribuladas psíquicamente a las que defienden bajo la bandera de la «diversidad» y de las «minorías» son solo peones a desechar cuando se encuentran medios mejores para la captura del poder.
Respecto de la Iglesia Católica, el ideario de Perú Libre la considera «aliado político, mediático y propagandístico, que en este caso fue, y sigue siendo» del «colonialismo territorial y cultural» (Ideario y programa de Perú Libre, p. 30) y pide la abolición del Concordato con la Santa Sede. Además, en su calidad de partido internacionalista, invoca a luchar por la liberación de los pueblos subyugados por la religión (p. 31). A este respecto, recomiendo la lectura del reciente pronunciamiento de monseñor Javier del Río Alba, arzobispo de Arequipa.
Y existe otro hecho verdaderamente monstruoso. A diferencia de Argentina, Uruguay o Chile, donde los terroristas marxistas de la década de los 60 y 70 se han convertido en héroes de leyenda, en el Perú hasta casi ayer Sendero Luminoso y sus sucesores y sucedáneos eran tabú y cualquier asociación con ellos aseguraba la destrucción social y política de cualquier individuo. Ahora no. Aunque es de sobra conocido que Pedro Castillo fue dirigente sindical de una facción de maestros vinculada al brazo político de Sendero Luminoso y que en su partido militan cientos de antiguos senderistas, la esclerosis informativa llevó a muchos peruanos rurales, cristianos y no comunistas, a fijarse en Pedro Castillo, un profesor rural de apariencia humilde y taciturna, y verlo como una suerte de «hombre nuevo» de valores profundos, que «pondrá orden» en el Perú. Por otro lado, el antifujimorismo progresista de Lima y el antifujimorismo regional del sur del país llegan al extremo demencial de considerar cualquier alternativa preferible antes que la de Keiko Fujimori que, si bien es católica practicante y más conservadora que su pícaro padre Alberto, lleva la pesada mochila del decenio fujimorista, llena hasta rebosar de un prontuario bastante polémico.
Ante esta disyuntiva, conviene recordar la carta pastoral del Episcopado del Perú a los sacerdotes y fieles titulada Los católicos y la política del 29 de octubre de 1961. Allí se dice, refiriéndose a los socialismos in genere incluso: «Cualquiera forma de totalitarismo (y los socialismos fácilmente son totalitarios), es errónea, puesto que reduce al hombre a una simple ficha en el juego político, a un número en los cálculos económicos, y abusa del poder público para dominar las conciencias haciéndose enemigo de la verdadera libertad de opinión de los ciudadanos. Ningún católico puede pertenecer a un partido que asiente su actividad sobre alguno de estos falsos enunciados, ni puede votar por él, pues no le es lícito adherirse a doctrinas contrarias a su fe, ni subordinarse a una autoridad que le obligue a acciones ilícitas»».
Hasta ahora esta carta no ha sido desautorizada ni abrogada de ninguna forma. Es más, el reciente pronunciamiento del Episcopado peruano reitera la calificación de «sistema perverso» al comunismo. Por tanto, no es lícito no solo pertenecer a un partido socialista ni adherirse a él, sino incluso someterse a una autoridad socialista que le obligue a acciones ilícitas.
Las últimas encuestas anuncian un empate. Hay temores de múltiples interferencias, tanto de las autoridades electorales, globalistas puestos por Vizcarra que ahora han tirado la careta y revelado su verdadero rostro totalitario, como incluso de potencias como Rusia e Irán.
En este sentido, quien escribe estas líneas tendrá el día de hoy a las 18:00 (hora de Lima, Bogotá y Dallas) una entrevista con el buen padre Javier Olivera Ravasi, en Que no te la cuenten, para concientizar al pueblo católico peruano de lo que está en juego.
Y el día jueves 3 de junio, fiesta del Sacratísimo Cuerpo y Sangre de Nuestro Señor Jesucristo, otra entrevista, esta vez con un sacerdote peruano, el querido padreNilton Bustamanteen su canal Sursum Corda VCR, a las 20:00 (hora de Lima, Bogotá y Dallas):
Les ruego que difundan estos eventos por si tienen algún amigo peruano que todavía vacila en su voto. Y por sobre todo, les imploro a unirse en oraciones porque la peste roja genocida se aleje de la tierra de Santa Rosa.