¿Quién es el «padre» de la crisis en la Iglesia?

La forma en la que actúan muchos de los que parecen haber despertado ligeramente, reaccionando ante el embiste kasperiano en el Sínodo, sugeriría que la crisis de la Iglesia se limita a los ataques al sexto mandamiento, puesto que fuera de los mismos la reacción se convierte en complacencia, silencio, cuando no aplauso febril.  Parecería que si las propuestas de Kasper no triunfan viviríamos en un paraíso primaveral, en un nuevo Edén. La realidad, que no podemos negar, a menos que queramos cegarnos voluntariamente, se impone. Por recordar sólo algunos hechos, sin entrar en quién o qué lo ha causado:

  • La destrucción de la fe de los fieles en la Presencia Real de Jesucristo en la Eucaristía.
  • La anarquía litúrgica existente  con todo tipo de profanaciones en absoluta impunidad.
  • La transformación del concepto sacrificial de la Misa en una alegre cena-asamblea presidida por el sacerdote.
  • La eliminación de reclinatorios de las Iglesias.
  • La práctica masiva de la comunión en la mano.
  • La renuncia por parte del Papado y episcopado a su función punitiva, mirando por sistema para otro lado ante el auténtico vendaval de heterodoxia existente en la inmensa mayoría del clero católico.
  • La destrucción de la formación catequética, vaciada de contenido y dejada en manos inapropiadas, salvo honrosas excepciones.
  • El desplazamiento de los sagrarios a los laterales quitando así a Jesucristo del centro de las Iglesias.
  • El abandono de la confesión y de la noción de pecado por la inmensa mayoría de fieles y del clero.
  • La promoción del indeferentismo, latitudinarismo, americanismo y todo tipo de ismos promovidos por el ecumenismo y actos interreligiosos.
  • La aniquilación de 20 siglos de música litúrgica reemplazada por ritmos de cantautor barato de los 70.
  • El abandono de la predicación de los novísimos y en general de cualquier sentido vertical o exhortativo, reemplazada por una estéril prédica horizontal humanitarista y carente de sustancia alguna para una vida espiritual auténtica.
  • El caos existente en la formación y vida espiritual de la inmensa mayoría de seminarios.
  • La absoluta mundanización del clero y la vida consagrada -salvo excepciones nuevamente-.
  • La persecución de los católicos que quieren ser fieles.

Podríamos escribir muchas páginas de estos puntos, pero se resumen en la destrucción de la verdadera Fe católica en el pueblo y en el propio clero, promovida desde los púlpitos con la complicidad, por acción u omisión, de las jerarquías, quienes sólo ejercen su función punitiva para castigar a quienes osan salirse del guión establecido reclamando que actúen como verdaderos pastores.

Ahora que tanto gusta hacer encuestas propongo hacer una en la puerta de las Iglesias, sobre las creencias básicas de los fieles, sobre su vida sacramental, sobre lo que les predican, sobre verdades básicas de la Fe que llevan años y años sin escuchar, y nos asombraríamos si rascamos un poco de la poquísima gente que no ha sido contaminada en mayor o menor grado, de lo poco que queda de la verdadera religión católica en todos los ámbitos.

Contra hechos no hay argumentos posibles, y creo que no podemos pensar que esto ha salido por generación espontanea, por influjos del ambiente, y menos en una sociedad monárquica como es la Iglesia donde la jerarquía detenta un poder absoluto, y pues una responsabilidad absoluta. Es pues justo preguntarse ¿de donde han salido estos frutos tan malos? ¿Quién, qué o quiénes son los responsables? Algún «padre» tendrá la criatura… digo yo. Los Franciscanos de la Inmaculada comenzaron a hacerse estas mismas preguntas, y ese fue el verdadero detonante de su actual calvario.

Afortunadamente, Nuestro Señor nos dejó las claves, para que cualquier fiel pueda encontrar la respuesta adecuada:

«Por sus frutos los conoceréis. ¿Acaso se recogen uvas de los espinos o higos de los abrojos? Así, todo árbol bueno da frutos buenos, pero el árbol malo da frutos malos. Un árbol bueno no puede producir frutos malos, ni un árbol malo producir frutos buenos. Todo árbol que no da buen fruto, es cortado y arrojado al fuego. Así que por sus frutos los reconoceréis.»  Mateo 7, 15-20

¿Cómo,  en contraposición a la doctrina evangélica, árboles tan supuestamente buenos han podido dar frutos tan malos? Esta es la gran pregunta que mientras no la resolvamos poco, o nada, avanzaremos auténticamente hacia un final de esta crisis. Un Médico no puede nunca curar si el diagnóstico es errado.

Miguel Ángel Yáñez

 

Miguel Ángel Yáñez
Miguel Ángel Yáñez
Empresario, casado y padre de familia católico.

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